
Educación liberadora: para la transformación de América Latina.
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maduración personal y de integración colectiva (Introducción, 4). A ese anhelo 
quiere dar respuesta la Iglesia.
El Episcopado armaba que el pueblo de Dios no puede dejar de sentir el paso de 
Dios que salva, cuando se da el verdadero desarrollo, que es el paso,  para todas 
las personas “de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas” 
(Introducción 6)4. El concepto de desarrollo, tomado de la Populorum Progressio, sale 
al paso del desarrollismo de la época y de las pretensiones de construir un progreso 
medible solamente en los resultados económicos y en el uso de las tecnologías.
El documento aclara que acercarse a la realidad para reconocer sus conictos no es 
una “desviación”, sino -por el contrario-  un “volver” al ser humano en su situación 
concreta, ya que “para conocer a Dios es necesario conocer al hombre” (Justicia, 1).
Aunque Medellín reconoce los avances en la educación latinoamericana, advierte 
serias deciencias y limitaciones que hay que atender con urgencia: Ante todo, el 
documento denuncia la existencia de un amplio sector de la población que está 
excluido de la educación, y para el cual la ignorancia es una servidumbre inhumana.  
Frente a esta realidad, la tarea pendiente no es solamente incorporar  a las personas 
en “las estructuras culturales que existen en torno de ellos, y que pueden ser 
también opresoras”  sino sobre todo capacitarles para que, como autoras de su 
propio progreso, “desarrollen de una manera creativa y original un mundo cultural 
acorde con su propia riqueza y que sea fruto de sus propios esfuerzos” (Educación, 
3). El texto, por lo tanto, se opone a una educación homogenizadora y apuesta por 
caminos educativos diversicados en diálogo con los contextos y las culturas.
En segundo lugar, la Asamblea se muestra crítica ante el carácter abstracto y 
formalista de la educación. Se trata, frecuentemente, de una educación pasiva, 
basada en una economía dirigida a tener más, orientada a satisfacer las exigencias del 
mercado y  “al mantenimiento de las estructuras sociales y económicas imperantes, 
más que a su transformación” (Educación, 4).
En tercer lugar, el documento revela una visión positiva frente a la educación 
llamada “asistemática”: la que tiene lugar a través de los medios de comunicación 
social, los movimientos juveniles, y “cuanto contribuye a la creación de una cierta 
cultura popular y al aumento de deseo de cambio” (Educación, 5).
Medellín también se reere a la educación universitaria, y arma que las universidades 
“no  han  tomado  sucientemente  en  cuenta  las  peculiaridades  latinoamericanas, 
trasplantando con frecuencia esquemas de países desarrollados, y no han dado 
suciente respuesta a los problemas propios de nuestro continente”. En el caso de 
las universidades católicas se advierte que el diálogo entre la Teología y las diversas 
ramas del saber ha sido insuciente (Educación, 6) .
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 En este trabajo se ha usado la versión de Medellín titulada Los textos de Medellín y el proceso de 
cambio en América Latina. UCA Editores, San Salvador, 1977.