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Vol. 23, N.o 47, semestral: septiembre-febrero 2025, pp. 65-86
https://doi.org/10.61604/typ.v23i47.491
http://hdl.handle.net/11715/2831
ISSN 1994-733X e-ISSN 2707-7411
CC BY-NC-SA
https://doi.org/10.5377/typ.v23i46.458
http://hdl.handle.net/11715/2795
Laudato si’:
un desafío profético para la humanidad
Laudato si’: A Prophetic Challenge for Humanity
Recibido: 30 de mayo de 2025
Aceptado: 11 de julio de 2025
Para citar este artículo : Meléndez, I. (2025). Laudato si’: un desafío profético para la
humanidad. Teoría y Praxis, 23(47), 65-86. https://doi.org/10.61604/typ.v23i47.491
Los artículos de la Revista Teoría y Praxis de la Universidad Don Bosco,
El Salvador, se publican bajo los términos de la Licencia Creative
Commons: Reconocimiento, No Comercial, Compartir Igual 4.0
Isaías Meléndez*
Seminario Mayor San Óscar Arnulfo Romero
El Salvador
Correo electrónico: kmelendezj@gmail.com
ORCID: https://orcid.org/0009-0002-0481-2260
* Doctor en teología por la Pontificia Universidad Lateranense de Roma-Italia.
Profesor de Teología Latinoamericana en el Seminario Mayor San Óscar Arnulfo
Romero, El Salvador
Artículo 3
N.o
47
Revista de Ciencias Sociales y Humanidades
Vol. 23, N.o 47 septiembre-febrero 2025 pp. 65-85
ISSN 1994-733X
e-ISSN 2707-7411
Editorial Universidad Don Bosco - El Salvador
Laudato si’: un desafío profético para la humanidad
Isaías Meléndez
66
Resumen
Este artículo examina la actualidad y la relevancia de
la carta encíclica Laudato si’ del papa Francisco. Más
allá de su consideración como una encíclica “verde”, se
destaca su carácter profético y su opción preferencial
por los pobres. El análisis enfatiza el método dialógico
que propone el documento como camino hacia una
ecología integral. Asimismo, se explora la visión del
ser humano, del mundo y de Dios desde la perspectiva
familiar que plantea la encíclica. Finalmente, se
expone el nuevo estilo de vida que el papa Francisco
propone como fundamento para una ecología integral
y relacional.
Palabras clave: Ecología integral, espiritualidad
ecológica, antropología ecológica, Encíclica Laudato Si
Abstract
This article analyzes the relevance and contemporary
significance of Pope Francis’s encyclical Laudato si’.
Beyond its classification as a “green” encyclical, it
emphasizes its prophetic character and preferential
option for the poor. The study highlights the dialogical
method proposed in the document as a pathway
toward an integral ecology. In addition, it explores the
encyclical’s vision of the human being, the world, and
God from a familial perspective. Finally, it presents
the new lifestyle that Pope Francis proposes as the
foundation for an integral and relational ecology.
Keywords: Integral ecology, ecological spirituality,
ecological anthropology, Laudato Si’ encyclical
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https://doi.org/10.61604/typ.v23i47.491
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Introducción
El 27 de mayo de 2023 el Papa Francisco se reunió con mas de
40 artistas que participaron en el congreso titulado The Global Aesthetics
of the Catholic Imagination, organizado por la revista italiana La Civiltà
Cattolica y la Georgetown University de Washington. En esa ocasión
el Papa abrió su corazón a los artistas, poetas, músicos y cineastas
al compartirles su experiencia personal sobre la literatura y cómo las
palabras de los escritos le habían ayudado a entenderse a sí mismo,
al mundo y a su pueblo. Pero, sobre todo, a profundizar en el corazón
humano, en su vida personal de fe, e incluso en su tarea pastoral como
sucesor de Pedro. Y concluía: “Por tanto, la palabra literaria es como una
espina en el corazón que mueve a la contemplación y te pone en camino”
(Francisco, 2023, p. 671)1.
Para el Papa Francisco, la poesía tiene la virtud de ayudar a
comprenderse a sí mismo, al mundo y a los demás. Desde esta perspectiva,
cobra sentido la publicación de la carta encíclica sobre el cuidado de la
casa común, Laudato si’ (Francisco, 2015, pp. 845-945)2. Un texto profético
que pone al centro la propuesta de un nuevo paradigma ecológico integral,
a partir del cántico de las criaturas de San Francisco de Asís, que ha
pasado a formar parte de la literatura religiosa universal. Todo esto nos
lleva a preguntar: ¿Cuál es el propósito de escribir una encíclica sobre el
cuidado de nuestra casa común, inspirado en ese poema del trovador de
la Umbría? Es decir, ¿qué finalidad persigue el Papa? Si agregamos que él
mismo tomó el nombre del “poverello di Assisi”, quien, según su parecer “es
el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología
1 Para el Papa Francisco, el “artista es el hombre que con sus ojos mira y sueña a la
vez, ve más en profundidad, profetiza, anuncia un mundo diferente de ver y entender las
cosas que están bajo nuestros ojos. De hecho, la poesía no habla de la realidad a partir
de principios abstractos, sino poniéndose a la escucha de la realidad misma: el trabajo, el
amor, la muerte y todas las pequeñas grandes cosas que llenan la vida. Y, en este sentido,
nos ayuda a «captar la voz de Dios también de la voz del tiempo». El vuestro es —por
citar a Paul Claudel— un “ojo que escucha”. El arte es un antídoto contra la mentalidad del
cálculo y de la uniformidad; es un desafío a nuestra imaginación, a nuestra forma de ver y
entender las cosas. Y en este sentido el mismo Evangelio es un desafío artístico, con una
carga “revolucionaria” que vosotros estáis llamados a expresar gracias a vuestro genio
con una palabra que protesta, llama, grita. Hoy la Iglesia necesita vuestra genialidad,
porque necesita protestar, llamar y gritar” (Francisco, 2023, pág. 671).
2 De ahora en adelante LS.
Laudato si’: un desafío profético para la humanidad
Isaías Meléndez
68
integral, vivida con alegría y autenticidad” (Francisco, 2015, pp. 9-10, n.
10), nos lleva a responder que Laudato si’ es en primer lugar, un texto que
nos habla sobre la comprensión del Papa Francisco sobre el hombre, la
tierra y Dios. Y a partir de esa comprensión, lanza “la propuesta de un
nuevo estilo de vida” (Francisco, 2015, p. 15, n. 16) que sería como una
“espina en el corazón” que mueva a la familia humana a la contemplación
de la casa común y a su cuidado a partir de una ecología integral.
El método dialógico del Papa Francisco
Laudato si’ es un texto profético. Más que una “encíclica verde”,
se trata de un texto que, a partir de la contemplación y el discernimiento,
aborda los temas de la tierra, del ser humano y de Dios, desde una
perspectiva familiar. Por esta razón, los conceptos, casa, familia, madre,
padre, hermana, hermanos son recurrentes a lo largo del documento.
Para el Papa Francisco, todos somos responsables del cuidado de esta
“familia” que abarca a todas las criaturas interconectadas. Debido a que
formamos parte de esta gran familia que habita la casa común, donde
cada ser debe ser valorado con afecto y admiración, ya que todos nos
necesitamos unos de otros (Cfr. LS 42).
Esta idea de ver el mundo como una casa donde vive la familia
humana hunde sus raíces en la concepción cristiana de Dios, el hombre
y el mundo. Si regresamos a la primera catequesis que pronunció el 29
de mayo de 2013, el Papa decía que el proyecto de Dios es Hacer de
todos nosotros una única familia de sus hijos, en la que cada uno le sienta
cercano y se sienta amado por Él […] sienta el calor de ser familia de
Dios […] Dios nos convoca, nos impulsa a salir del individualismo, de la
tendencia a encerrarse en uno mismo, y nos llama a formar parte de su
familia. Y esta llamada tiene su origen en la creación misma. Dios nos ha
creado para que vivamos en una relación de profunda amistad con Él, y
aun cuando el pecado ha roto esta relación con Él, con los demás y con
la creación (Francisco, 2013).
Ante el inminente deterioro ambiental global, causado por el
comportamiento humano (Francisco, 2015, p. 4, n. 4), el Papa desea
dirigirse a cada persona que habita en nuestro planeta para explicarle que
el desafío más urgente es de proteger nuestra casa común (Francisco,
2015, p. 4, n. 3). Esto “incluye la preocupación de unir a toda la familia
humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues
sabemos que las cosas pueden cambiar” (Francisco, 2015, p. 12, n. 13).
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Además, ve la necesidad urgente de “fortalecer la conciencia de que
somos una sola familia humana” (Francisco, 2015, p. 42, n. 52).
Solo desde esta perspectiva podemos entender que no “hay
fronteras ni barreras políticas o sociales que nos permitan aislarnos, y por
eso mismo tampoco hay espacio para la globalización de la indiferencia”
(Francisco, 2015, p. 42, n. 52).
No cabe duda de que, al emplear el lenguaje de la experiencia
humana, busca establecer un lugar para el diálogo (Meléndez, 2017, p.
49). Para el Papa Francisco, “la necesidad del diálogo es, de hecho,
intrínseca al ser humano y a toda la creación y es tarea peculiar de la
teología descubrir la huella trinitaria en la creación, pues hace que el
cosmos en el que vivimos sea “una trama de relaciones”, y en el que “es
propio de todo ser viviente tender hacia otra cosa” (Francisco, 2023)3. Por
esta razón hace “una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo
como estamos construyendo el futuro del planeta” (Francisco, 2015, p.
13, n. 14). Según él, es esencial “una conversación que nos una a todos,
porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos
interesan y nos impactan a todos” (LS 14). En su carta, propone “algunas
líneas amplias de diálogo y de acción que involucren tanto a cada uno de
nosotros como a la política internacional” (Francisco, 2015, p. 14, n. 15) y
local.
En este diálogo que el Papa propone a todos, el aporte teológico y
filosófico es fundamental, pero para eso es necesario partir de la realidad.
Por ello, advierte que, si se desea realizar una reflexión teológica o filosófica
“sobre la situación de la humanidad y del mundo” (Francisco, 2015, p.
17, n. 17) sin caer enun discurso repetido y abstracto, es imprescindible
“partir de una confrontación con el contexto actual” (Francisco, 2015, p.
17, n. 17). Esta advertencia se convierte en una norma para la teología
con el Motu proprio Ad theologiam promovendam, emitido el 1 de
noviembre del 2023. En ese documento invita aquienes hacen teología “a
una «revolución cultural valiente» (Francisco, 2015, p. 90, n. 114), [que les
comprometa] ante todo, a ser una teología fundamentalmente contextual,
capaz de leer e interpretar el Evangelio en las condiciones en que viven
diariamente los hombres y mujeres en diferentes ambientes geográficos,
sociales y culturales” (ATP, 4). Solo así podremos comprender lo que
3 De ahora en adelante ATP.
Laudato si’: un desafío profético para la humanidad
Isaías Meléndez
70
le está pasando a nuestra casa común y aportar “nuevas motivaciones
y exigencias frente al mundo del cual formamos parte” (Francisco,
2015, p. 17, n. 17). Por esta razón, no es de extrañar que los ejes
que atraviesan todo el documento sean: la justicia, la inequidad y la
pobreza. A partir de estos temas, el documento se estructura en seis
partes principales, siguiendo el método pastoral ver, juzgar y actuar4.
La dimensión profética de Laudato si’
Francisco es un profeta de nuestro tiempo: con “fuego en el
corazón, palabra en los labios, profecía en la mirada”5. En la homilía de
la misa funeral del Papa Francisco, el cardenal Giovanni Re, decano del
Colegio Cardenalicio, decía:
La decisión de tomar el nombre de Francisco apareció
inmediatamente como la elección de un programa y un estilo de
vida […] Con su vocabulario característico y con su lenguaje rico
en imágenes y metáforas, buscaba siempre iluminar los problemas
de nuestro tiempo con la sabiduría del Evangelio, ofreciendo una
respuesta a la luz de la fe y animándonos a vivir como cristianos los
retos y las contradicciones de estos nuestros años de cambio, que
a él le gustaba calificar de “cambio de época” […], el Papa Francisco
compartía verdaderamente las angustias, los sufrimientos y las
esperanzas de nuestro tiempo de globalización, y se entregaba en
confortar y animar con su mensaje capaz de llegar al corazón de las
personas de manera directa e inmediata (Re, 2025).
4 Para la teóloga argentina, Emilce Cuda, “Laudato si’ es un documento teológico, no po-
lítico, porque los principios desde los cuales hace la hermenéutica situada de la realidad,
para luego juzgar cómo actuar, son principios evangélicos” (“Sustentabilidad. Laudato si’
como crítica a los fundamentos teológico-político de la económica”, en Revista Latinoa-
mericana de teología UCA, 103, Enero-Abril 2018, 6).
5 San Pablo VI en la audiencia del 29 de noviembre de 1972 decía: “Nosotros nos hemos
preguntado más de una vez cuáles son las mayores necesidades de la Iglesia, nosotros
que, desde la meditada sabiduría del Concilio, hemos profundizado en el conocimiento y
la conciencia de este fenómeno humano, polarizado en Jesucristo, definido como Pueblo
de Dios, su Cuerpo místico, el Cuerpo de Cristo, […] nosotros, que, desde la experiencia
del mundo moderno, gigante maravilloso de ciencia y poder, pero a ratos ciego y loco ante
lo que más importa, el amor y la vida […] La Iglesia necesita de su perpetua Pentecostés;
necesita fuego en el corazón, palabra en los labios, profecía en la mirada”.
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Para Alonso Schökel y José Luis Sicre, la esencia del profetismo
radica en proclamar e interpretar (Sicre, 1980). De tal manera que no
es la anticipación del porvenir, si no iluminar el presente. En el Nuevo
Testamento el profetismo se caracteriza por ser un don del Espíritu Santo
al servicio de la comunidad (Biblia, 1 Corintios 12, 28-29). El profeta orienta
a sus contemporáneos, denuncia las injusticias sociales, la corrupción
religiosa, los problemas políticos y llama a la conversión. La Iglesia de
todos los tiempos, y especialmente a partir del Concilio Vaticano II, ha
comprendido que la dimensión profética es un aspecto fundamental tanto
de la fe cristiana como de su misión en el mundo. Esta dimensión se basa
en la escucha atenta de la Palabra de Dios, desde la cual los creyentes
pueden discernir los signos de los tiempos y responder a ellos con fidelidad.
Como sabemos el Concilio Vaticano II ha sido para la Iglesia
un nuevo Pentecostés y el Papa Francisco, siendo un hijo del Concilio,
encarna una expresión actualizada a través de sus opciones pastorales.
Esto nos permite afirmar que su enfoque refleja las opciones y la renovación
promovida por el Concilio. Además, el Concilio enfatizó que todo el Pueblo
de Dios participa en la función profética de Cristo. Guiada por el Espíritu
Santo, la Iglesia está llamada a discernir e interpretar los “signos de los
tiempos” a la luz del Evangelio para responder a las preguntas esenciales
que la humanidad se plantea sobre el sentido de la vida y la relación entre
el presente y el futuro (Gaudium et Spes, 4, 11, 44). Esta misión implica
una actitud activa, creativa y crítica ante la realidad, que se concreta en el
compromiso con la justicia, la defensa de los más vulnerables, del medio
ambiente y la construcción de un mundo más fraterno.
Para el Papa Francisco, el proceso de liberación y salvación se
inicia en el mundo, desde adentro y desde abajo. Por esta razón, insiste
que para “el creyente, el mundo no se contempla desde fuera sino desde
dentro, reconociendo los lazos con los que el Padre nos ha unido a todos
los seres” (Francisco, 2015, pp. 166-167, n. 220). En este contexto, la carta
encíclica propone la espiritualidad cristiana como “un modo alternativo
de entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida profético y
contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el
consumo” (Francisco, 2015, p. 168, n. 222).
La denuncia profética del Papa Francisco no solo se limita a
evidenciar la crisis que enfrenta nuestra casa común, sino que también
insiste que los daños que le estamos causando a la tierra son irreversibles.
Lo que a menudo no comprendemos es que estos daños nos afectarán
Laudato si’: un desafío profético para la humanidad
Isaías Meléndez
72
a todos. En el discurso que pronunció en la sede de la FAO el 20 de
noviembre de 2014 afirmaba:
Si se cree en el principio de la unidad de la familia humana, fundado
en la paternidad de Dios Creador, y en la hermandad de los seres
humanos, ninguna forma de presión política o económica que se
sirva de la disponibilidad de alimentos puede ser aceptable. Presión
política y económica, aquí pienso en nuestra hermana y madre tierra,
en el planeta, si somos libres de presiones políticas y económicas
para cuidarlo, para evitar que se autodestruya […] Recuerdo una
frase que escuché de un anciano hace muchos años, Dios siempre
perdona las ofensas, los maltratos, Dios siempre perdona, los
hombres perdonamos a veces, la tierra no perdona nunca. Cuidar
a la hermana tierra, la madre tierra para que no responda con la
destrucción (Francisco, 2014, p. 985).
En la encíclica Laudato si’, encontramos frases recurrentes como:
“Todo está unido”, “Todo está relacionado”. Son expresiones que se
vuelven muy repetidas (Francisco, 2015, n. 70, 91, 92, 138, 139). Para el
Papa Francisco, la crisis ambiental se convierte en crisis socio-ambiental.
Por eso, afirma: “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social,
sino una sola y compleja crisis socio-ambiental” (Francisco, 2015, p. 108,
n. 139)6. Ante esta realidad, propone un nuevo paradigma ecológico
integral relacional, que coloca en el centro la interconexión entre todos
los seres que habitamos esta tierra. Es decir, no solo se da conexiones
entre el hombre y la naturaleza sino entre los seres humanos, y lo deja
claro en el numeral 91 cuando dice:
6 Para Emilce Cuda: “El magisterio social del Papa latinoamericano busca convertir la
lógica que amenaza con aniquilar la vida. La crisis ecológica que denuncia Laudato si’
tiene dos caras: la crisis ambiental y la crisis social. Sin embargo, se hiper visibilizó la crisis
ambiental y se invisibilizó la crisis social que es la causa de la ambiental. Crisis ecológica
significa que está en crisis la lógica que regula el eco, es decir la Casa Común. Dicho de
otro modo, la forma en que se establece hoy las relaciones sociales de producción ya
no es capaz que sostener en la vida; no es sustentable. Esa relación está regulada por
una lógica que ha devenido ley y adquirió la forma de instituciones, tal como denuncia
Francisco en Querida Amazonia (23-25)” (E. Cuda (Enero-Abril 2020), “Aportes para una
pastoral social latinoamericana ecológica”, en revista Medellín, Perspectivas de la realidad
socio-pastoral en América Latina y El Caribe: claves de lectura, Vol. XLVI, 81”.
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No puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás
seres de la naturaleza su al mismo tiempo en el corazón no hay
ternura, compasión y preocupación por los seres humanos […]
No es casual que, en el himno donde San Francisco alaba a Dios
por las criaturas, añada lo siguiente: “Alabado seas, mi Señor, por
aquellos que perdonan por tu amor”. Todo está conectado. Por eso
se requiere una preocupación por el ambiente unida al amor sincero
hacia los seres humanos y a un constante compromiso ante los
problemas de la sociedad. (Francisco, 2015, pp. 71-72)
Entonces, la falta de comprensión de este principio de
interconectividad es el origen del antropocentrismo desviado, es decir,
que justifica actitudes destructivas de dominio. Por eso insistirá en la
preocupación por la destrucción de la naturaleza que tiene como base la
falta de percepción de la gravedad de un ataque a la vida de los débiles.
Esto lo reafirma en el numeral 117:
La falta de preocupación por medir el daño a la naturaleza y el impacto
ambiental de las decisiones es sólo el reflejo muy visible de un
desinterés por reconocer el mensaje que la naturaleza lleva inscrito
en sus mismas estructuras. Cuando no se reconoce en la realidad
misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona
con discapacidad –por poner sólo algunos ejemplos–, difícilmente se
escucharán los gritos de la misma naturaleza. Todo está conectado.
Si el ser humano se declara autónomo de la realidad y se constituye
en dominador absoluto, la misma base de su existencia se
desmorona, porque, en vez de desempeñar su papel de colaborador
de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con
ello provoca la rebelión de la naturaleza (Francisco, 2015, p. 92).
La preocupación del Papa Francisco por la crisis ecológica tiene sus raíces
en las enseñanzas de sus predecesores. Un ejemplo significativo es el
discurso del 16 de noviembre de 1970, con motivo del 25 aniversario de la
FAO7, en el que el Papa Pablo VI denunciaba el deterioro progresivo del
medio ambiente causado por la actividad descontrolada del ser humano. En
esa ocasión, el Papa Montini advertía que esta situación estaba llevando a
la humanidad hacia “una verdadera catástrofe ecológica bajo el efecto de
7 Véase en: Acta Apostolicae Sedis, 62 (1970), pp. 830-838.
Laudato si’: un desafío profético para la humanidad
Isaías Meléndez
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la explosión de la civilización industrial” (Acta Apostolicae Sedis, 1970, p.
832). El Papa también subrayaba que “todo está relacionado” y enfatizaba
“la urgencia y la necesidad de un cambio radical en el comportamiento de
la humanidad”, para asegurar su supervivencia. Proféticamente, el Papa
Pablo VI previó que la contaminación del aire, de los ríos, de los lagos
y de los océanos, así como del agua que bebemos, podría llevarnos a
“una verdadera ‘muerte biológica’ en un futuro próximo” si no se adoptan
“enérgicas medidas, valientemente adoptadas y severamente ejecutadas”
(Acta Apostolicae Sedis, 1970, p. 832).
Junto al problema de la crisis de la casa común, existe un mal
que ya fue señalado por Pablo VI: la indiferencia. En este contexto,
Pablo VI se preguntaba: “¿Quién no lo ve hoy día?” Es decir, ¿acaso
alguien puede negar esta realidad hoy? Resulta paradójico que, a pesar
de los “progresos científicos más extraordinarios, las proezas técnicas
más sorprendentes, el crecimiento económico más prodigioso si no van
acompañados de un auténtico progreso social y moral se vuelven en
definitiva contra el hombre” (Acta Apostolicae Sedis, 1970, p. 833). Este
tema se enfatiza aún más en su carta apostólica Octagesima Adveniens
n. 21, donde afirma que los problemas sociales que se estaban viviendo
“incumbe a la familia humana”, dado que, a la “explotación inconsiderada
de la naturaleza, corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de
esta degradación” (Acta Apostolicae Sedis, 1971, p. 417).
Ante esta realidad que se impone, el Papa Francisco sostiene que,
si “de verdad queremos construir una ecología que nos permita sanar todo
lo que hemos destruido, entonces ninguna rama de las ciencias y ninguna
forma de sabiduría pueden ser dejada de lado, tampoco la religiosa con
su propio lenguaje” (Francisco, 2015, pp. 40-50, n. 63). Además, destaca
que “las religiones pueden ofrecer para una ecología integral y para un
desarrollo pleno de la humanidad” (Francisco, 2015, p. 49, n. 62).
Estar de lado de los pobres
No cabe duda de que el Papa Francisco será recordado como
el pastor de los pobres. El Padre Agenor decía que su elección era un
soplo del Espíritu que se transformó en un “viento impetuoso”. Como
un verdadero hijo del Concilio, el Papa asumió desde sus primeros días
como obispo de Roma el ideario de Juan XXIII: una Iglesia pobre y para
los pobres, destinada a ser una Iglesia de todos (Brighenti, 2015, p. 225).
En su primer encuentro con los periodistas, el papa le explicó el origen
de su nombre:
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Algunos no sabían por qué el Obispo de Roma ha querido llamarse
Francisco. Algunos pensaban en Francisco Javier, en Francisco
de Sales, también en Francisco de Asís. Les contaré la historia.
Durante las elecciones, tenía al lado al arzobispo emérito de San
Pablo, y también prefecto emérito de la Congregación para el
clero, el cardenal Claudio Hummes: un gran amigo, un gran amigo.
Cuando la cosa se ponía un poco peligrosa, él me confortaba. Y
cuando los votos subieron a los dos tercios, hubo el acostumbrado
aplauso, porque había sido elegido. Y él me abrazó, me besó, y me
dijo: «No te olvides de los pobres». Y esta palabra ha entrado aquí:
los pobres, los pobres. De inmediato, en relación con los pobres, he
pensado en Francisco de Asís … Y así, el nombre ha entrado en
mi corazón: Francisco de Asís. Para mí es el hombre de la pobreza,
el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación; en
este momento, también nosotros mantenemos con la creación una
relación no tan buena, ¿no? Es el hombre que nos da este espíritu
de paz, el hombre pobre... ¡Ah, ¡cómo quisiera una Iglesia pobre y
para los pobres! (Francisco, 2013, párr. 7).
Para Francisco, la Iglesia debe ser pobre y estar al lado de
los pobres. Y “entre los pobres más abandonados y maltratados,
está nuestra oprimida y devastada tierra, que “gime y sufre de
dolor de parto (Rm 8, 22)” (Francisco, 2015, p. 3, n. 2). Por esta
razón, en Evangelii Gaudium (Francisco, 2013, pp. 1019-1133)8,
el Papa Francisco sugiere a los pastores que, al acoger los aportes de las
distintas ciencias, tienen derecho a emitir opiniones sobre todo aquello
que afecte a la vida de las personas (EG 182), ya que la degradación
de la casa común nos afecta a todos. Por lo que la profecía se vuelve
necesaria en la Iglesia, porque “cuando falta la profecía de la Iglesia,
falta la vida misma de Dios y predomina el clericalismo” (Francisco, 2013,
como se citó en La dimensión profética de la Iglesia en la misión, 2019).
Para Francisco, “la opción por los pobres es una categoría teológica antes
que cultural, sociológica, política o filosófica” (Francisco, 2013, p. 156, n.
198). Esto significa que la opción por los pobres se entiende “como una
«forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la
cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia»” (Francisco, 2013, p. 156,
n. 198). Por eso, el Papa expresaba siempre el deseo de una Iglesia pobre
para los pobres.
8 De ahora en adelante EG.
Laudato si’: un desafío profético para la humanidad
Isaías Meléndez
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Para el Papa Francisco, la Iglesia de los pobres y para los pobres,
es una Iglesia, en salida y samaritana. Esta Iglesia no se posiciona como
el centro de referencia, sino que se presenta como una compañera de
viaje que acompaña al santo Pueblo de Dios en todas sus circunstancias:
a menudo se encuentra adelante para mostrar el camino, en medio para
escuchar lo que siente el pueblo y detrás para ayudar a los que están algo
rezagados. Por esta razón el Papa Francisco insistía:
Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la
calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad
de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia
preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una
maraña de obsesiones y procedimientos (Francisco, 2013, pp. 41-
42, n. 49).
En Laudato si’, el Papa menciona el “principio precautorio” como
uno de los principios que “permite la protección de los más débiles, que
disponen de pocos medios para defenderse y para aportar pruebas
irrefutables” (Francisco, 2015, p. 143, n. 186). El principio precautorio
establece que, ante información objetiva que sugiere la posibilidad de “un
daño grave e irreversible, aunque no haya una comprobación indiscutible,
cualquier proyecto debería detenerse o modificarse. Así se invierte el peso
de la prueba, ya que en estos casos hay que aportar una demostración
objetiva y contundente de que la actividad propuesta no va a generar
daños graves al ambiente o a quienes lo habitan” (Francisco, 2015, p. 143,
n. 186). En otras palabras, el Papa Francisco nos plantea la realidad de la
crisis socioambiental como una ruleta rusa. Más vale no jugársela.
Lo que le está pasando a nuestra casa común, es la acelerada
degradación del “ambiente humano y el ambiente natural” (Francisco,
2015, p. 37, n. 48) que afecta de un modo especial a los más débiles del
planeta, los pobres. Si bien, estos temas están presentes en los debates
políticos y económicos internacionales, pero frecuentemente parece que
sus problemas se plantean como un apéndice, como una cuestión que
se añade casi por obligación o de manera periférica, si es que no se los
considera un mero daño colateral” (Francisco, 2015, p. 38, n. 49), por eso
el Papa insiste “que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre
en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre
el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de
los pobres” (Francisco, 2015, p. 38, n. 49). Sin embargo, lo que se puede
observar y que llama la atención, es la debilidad y el “sometimiento de la
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política ante la tecnología y las finanzas” tal como “se muestra en el fracaso
de las Cumbres mundiales sobre medio ambiente” (Francisco, 2015, pp.
43-44, n. 54). No queda duda de que detrás de todo esto se encuentra un
interés económico que prevalece “sobre el bien común y a manipular la
información para no ver afectados sus proyectos” (Francisco, 2015, p. 44,
n. 54). Los intereses de un mercado divinizado se han convertido en regla
absoluta (Francisco, 2015, p. 46, n. 58). Por esta razón:
Los poderes económicos continúan justificando el actual sistema
mundial, donde priman una especulación y una búsqueda de la
renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los efectos
sobre la dignidad humana y el medio ambiente. Así se manifiesta
que la degradación ambiental y la degradación humana y ética
están íntimamente unidas (Francisco, 2015, p. 45, n. 56).
El carácter profético del Papa Francisco y su opción por los pobres
nos recuerdan al mártir salvadoreño Oscar Romero, conocido como Padre
de los pobres. Romero decía:
Una Iglesia que no provoca crisis, un evangelio que no inquieta, una
palabra de Dios que no levanta roncha -como decimos vulgarmente-,
una palabra de Dios que no toca el pecado concreto de la sociedad
en la que se anuncia, ¿qué evangelio es ese? Consideraciones
piadosas muy bonitas que no molestan a nadie, y así quisieran
muchos que fuera la predicación. Aquellos predicadores que, por no
incomodar, evitan toda cuestión espinosa, no iluminan la realidad en
la que se vive y carecen del valor de Pedro para decirle a la multitud,
cuyas manos aún están manchadas de sangre, quemataron a
Cristo: ¡Ustedes lo mataron! Aunque esta denuncia le costara la
vida, él la proclamó. Es el evangelio valiente, la buena nueva del
que vino a quitar los pecados del mundo (1977-1978, pp. 416-417).
Por su parte, el Papa Francisco afirma en Evangelii Gaudium 183:
[…] nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad
secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y
nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la
sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a
los ciudadanos. ¿Quién pretende encerrar en un templo y acallar
el mensaje de san Francisco de Asís y de la beata Teresa de
Calcuta? Ellos no podrían aceptarlo. Una auténtica fe —que nunca
es cómoda e individualista— siempre implica un profundo deseo de
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Isaías Meléndez
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cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás
de nuestro paso por la tierra. Amamos este magnífico planeta donde
Dios nos ha puesto, y amamos a la humanidad que lo habita, con
todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y esperanzas,
con sus valores y fragilidades. La tierra es nuestra casa común y
todos somos hermanos. Si bien «el orden justo de la sociedad y del
Estado es una tarea principal de la política», la Iglesia «no puede
ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia». Todos los
cristianos, también los Pastores, están llamados a preocuparse por
la construcción de un mundo mejor (Francisco, 2013, p. 145).
Al igual que Mons. Romero, el Papa Francisco comprende
profundamente la misión del pastor de “auscultar, discernir e interpretar,
con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y
valorarlas a la luz de la palabra divina, a fin de que la Verdad revelada
pueda ser mejor percibida, mejor entendida y expresada en forma más
adecuada” (Concilio Vaticano II, 1965, n. 44).
El nuevo estilo de vida del Papa Francisco como propuesta de una
ecología integral
En la carta encíclica Laudato si’, el concepto “pobres” aparece 48
veces y “pobreza” en 5. De manera similar, el concepto de “estilo de vida”,
tanto en singular como en plural, se menciona 19 veces9.
Si consideramos que la raíz de la crisis ecológica se encuentra
en la humanidad misma (Francisco, 2015, p. 79, n. 101), es necesario
examinar qué está pasando con la humanidad. Según J. Moltmann:
La llamada crisis del medio ambiente no es sólo una crisis del
entorno natural del hombre. Es una crisis del hombre mismo. Es
una crisis global, irreversible, de la vida en este planeta; una crisis
a la que cuadra perfectamente el calificativo de apocalíptica (
1987, p. 9).
En el documento de Francisco, se habla de un “antropocentrismo
desviado” (LS 118, 119, 122), lo que implica que la crisis ecológica es, en
realidad, una crisis antropológica.
9 LS 16, 23, 59, 107, 108, 111, 122, 145, 161, 164, 203, 204, 206, 208, 211, 222, 225 (2 veces) y 228.
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La carta encíclica del Papa deja en claro que la crisis actual es
consecuencia del antropocentrismo moderno (LS 115-136). Este enfoque
ha llevado, de manera paradójica, a que la razón técnica prevalezca sobre
la realidad, debilitando así el valor intrínseco del mundo. Como resultado,
el ser humano no logra redescubrir su verdadero lugar en la casa común,
lo que provoca una comprensión errónea de sí mismo y, en consecuencia,
una contradicción con su propia realidad.
El Papa Francisco no niega que en esta “gran desmesura
antropológica” ha influenciado un sector del cristianismo que ha hecho
una “presentación inadecuada de la antropología cristiana [que] pudo
llegar a respaldar una concepción equivocada sobre la relación del ser
humano con el mundo” (2015, p. 91, n. 116). Esta situación ha contribuido
a la gestación de ese “antropocentrismodesviado”, que a su vez ha dado
lugar a un “estilo de vida desviado” (Francisco, 2015, p. 94, n. 122).
El estilo de vida desviado se refiere a la tendencia del ser humano a
colocarse en el centro, otorgando “prioridad absoluta a sus conveniencias
circunstanciales, y todo lo demás se vuelve relativo” (Francisco, 2015, p.
94, n. 122).
En el numeral 122 de Laudato si’, el Papa se refiere al “relativismo
práctico”, que se define como ese “actuar como si Dios no existiera,
decidir como si los pobres no existieran, soñar como si los demás no
existieran, trabajar como si quienes no recibieron el anuncio no existieran”
(Francisco, 2013, n. 80). Estas afirmaciones nos recuerdan el diálogo
entre Iván Karamazov y Smerdiakov en Los Hermanos Karamazov: “Si
Dios no existe, tampoco existe la virtud o, por lo menos, no sirve para
nada” (Dostoiewski, 2003). Esto implica que se cae en la absurdidad de
la existencia.
No se puede seguir de esta forma. Por ello, el Papa Francisco
enfatiza que, si de verdad queremos construir una ecología que nos
permita sanar todo lo que hemos destruido, es esencial “tomar conciencia
de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y
de consumo, para combatir este calentamiento o, al menos, las causas
humanas que lo producen o acentúan” (2015, p. 21, n. 23).
Es importante ser honesto con la realidad, ya que la evasión de
esta nos lleva a creer que las causas de la degradación socioambiental
no son “tan graves” y que el planeta podría persistir durante mucho
tiempo en las condiciones actuales. Este comportamiento evasivo,
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como señala el Papa Francisco, contribuye a que sigamos “con nuestros
estilos de vida, de producción y de consumo” (Francisco, 2015, p. 47, n.
59). En respuesta a esta situación, la propuesta del Papa Francisco es
adoptar un estilo de vida “contracultural”, que busque ser independiente
“de la técnica, de sus costos y de su poder globalizador y masificador”
(Francisco, 2015, p. 85, n. 108). La cultura ecológica se presenta como una
forma de mirar la realidad, que abarca “un pensamiento, una política, un
programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen
una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático” (Francisco,
2015, p. 88, n. 111).
Este paradigma tecnocrático tiende a buscar solo soluciones
técnicas para cada problema ambiental, lo que resulta en “aislar cosas
que en la realidad están entrelazadas y esconder los verdaderos y más
profundos problemas del sistema mundial” (Francisco, 2015, p. 88, n.
111). En contraste, la cultura ecológica, se propone indagar en las causas
más profundas para “proponer una ecología que, entre sus distintas
dimensiones, incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo
y sus relaciones con la realidad que lo rodea” (Francisco, 2015, p. 14, n.
15).
El antropocentrismo desviado tiende a colocar “en un segundo
plano el valor de las relaciones entre las personas” (Francisco, 2015, p.
93, n. 119). Sin embargo, son las relaciones las que nos pueden ayudar
con la crisis ecológica. La crisis ecológica, en efecto, “es una eclosión
o una manifestación externa de la crisis ética, cultural y espiritual de
la modernidad”. Por lo tanto, “no podemos pretender sanar nuestras
relaciones con la naturaleza y el ambiente sin sanar todas las relaciones
básicas del ser humano” (Francisco, 2015, p. 93, n. 119). El Papa retoma
este tema en Amoris Laetitae (Francisco, 2016, pp. 311-446)10, donde
denuncia el “cambio antropológico-cultural” que afecta todos los aspectos
de la vida, incluyendo las estructuras sociales y la vida afectiva y familiar
(Francisco, 2016, p. 13, n. 32).
El principio de responsabilidad que viene evocado por el Papa
Francisco nos ayuda a comprender que, además de estar todos conectados,
somos responsables de lo que le dejaremos a las generaciones futuras
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(Francisco, 2015, pp. 122-123, n. 159)11. Por esta razón, no podemos
continuar con el estilo de vida actual, que es insostenible y puede
llevar a catástrofes (Francisco, 2015, p. 124, n.161). Es fundamental
adoptar por otro estilo de vida (Francisco, 2015, p. 155, n. 203) que
haga frente a ese mecanismo consumista compulsivo que ha creado el
mercado, donde “las personas terminan sumergidas en la vorágine de
las compras y los gastos innecesarios” (Francisco, 2015, p. 155, n. 203).
El objetivo del paradigma tecnoeconómico:
Es crear un estilo de vida consumista que forme individuos
autorreferenciales y aislados en su propia conciencia, lo que
alimenta su voracidad. Este paradigma ha comprendido que,
mientras “más vacío está el corazón de la persona, más necesita
objetos para comprar, poseer y consumir”. (Francisco, 2015, p.
156, n. 204)
Ante esta situación, el Papa Francisco propone la
“autotrascendencia” como una forma de romper con la conciencia aislada
y la autorreferencialidad. Esta actitud básica, afirma el Papa:
Es la raíz que hace posible todo cuidado de los demás y del medio
ambiente, y que hace brotar la reacción moral de considerar el
impacto que provoca cada acción y cada decisión personal fuera de
uno mismo. Cuando somos capaces de superar el individualismo,
realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se
vuelve posible un cambio importante en la sociedad (Francisco,
2015, p. 159, n. 208).
Finalmente, el Papa propone acciones pequeñas pero
significativas para el cambio. Es importante destacar la lógica del Papa,
que comienza con propuestas de actitud a niveles más grande de la
sociedad, como la economía, la política, la ciencia, y desciende hasta los
niveles más bajos, como la familia y las personas. Estas últimas pueden
11 Según Ramón Fuentes Jiménez, la encíclica, concordando con Jonas, entiende que “el
bien común es una noción que implica a los demás y que nuestra actitud no es opcional
ante ellos, es de justicia con las generaciones futuras” (R. Fuentes Jiménez, “Influencia
filosófica en la encíclica Laudato si’”, en Salmanticensis 70-3 (2023) 385-412, 396.
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Isaías Meléndez
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Asumir el deber de cuidar la creación con pequeñas acciones
cotidianas, y es maravilloso que la educación sea capaz de
motivarlas hasta conformar un estilo de vida. La educación en la
responsabilidad ambiental puede alentar diversos comportamientos
que tienen una incidencia directa e importante en el cuidado del
ambiente, como evitar el uso de material plástico y de papel,
reducir el consumo de agua, separar los residuos, cocinar sólo
lo que razonablemente se podrá comer, tratar con cuidado a los
demás seres vivos, utilizar transporte público o compartir un mismo
vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar las luces
innecesarias. (Francisco, 2015, p. 161, n. 211)
Desde la perspectiva de la Iglesia, el Papa Francisco recuerda
que la “espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la
calidad de vida, y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz
de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo” (Francisco,
2015, p. 168, n. 222). En el cristianismo, el cuidado de la naturaleza es
parte de un estilo de vida que implica la capacidad de convivencia y de
comunión familiar (Francisco, 2015, p. 172, n. 228). Como nos recuerda
el Papa, “tenemos a Dios como nuestro Padre común y eso nos hace
hermanos. El amor fraterno sólo puede ser gratuito, nunca puede ser un
pago por lo que otro realice ni un anticipo por lo que esperamos que haga.
Por eso es posible amar a los enemigos. Esta misma gratuidad nos lleva
a amar y aceptar el viento, el sol o las nubes, aunque no se sometan a
nuestro control. Por eso podemos hablar de una fraternidad universal”
(Francisco, 2015, p. 172, n. 228).
Conclusión
El Papa San Pablo VI en la audiencia del 29 de noviembre de 1972
se hacía la pregunta sobre cuáles eran las mayores necesidades de la
Iglesia, y decía al respecto:
[…] nosotros que, desde la meditada sabiduría del Concilio, hemos
profundizado en el conocimiento y la conciencia de este fenómeno
humano, polarizado en Jesucristo, definido como Pueblo de Dios,
su Cuerpo místico, el Cuerpo de Cristo, […] nosotros, que, desde la
experiencia del mundo moderno, gigante maravilloso de ciencia y
poder, pero a ratos ciego y loco ante lo que más importa, el amor y
la vida […] La Iglesia necesita de su perpetua Pentecostés; necesita
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fuego en el corazón, palabra en los labios, profecía en la mirada
(Pablo VI, 1972).
En el Papa Francisco se actualizan las palabras proféticas del Papa
Pablo VI. El Espíritu Santo ha soplado nuevamente en la elección del
Papa Francisco, otorgando a la Iglesia de nuestro tiempo respuestas a
sus “preguntas angustiosas sobre la evolución presente del mundo, sobre
el puesto y la misión del hombre en el universo, sobre el sentido de sus
esfuerzos individuales y colectivos, sobre el destino último de las cosas
y de la humanidad” (Concilio Vaticano II, 1965, n. 3). Respondiendo “a
los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida
presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas” (Concilio
Vaticano II, 1965, n. 4), el Papa latinoamericano nos recuerda lo esencial
del cristianismo: ser signo de contradicción en el mundo.
El Papa Francisco fue un signo de los tiempos, no solo al simplificar
su atuendo -sustituyendo el trono por una silla, conservando su cruz
pectoral y sus zapatos negros, renunciado a vivir en el palacio apostólico,
utilizando coches modestos y eligiendo morir sin fortuna-, sino también
al encarnar el ideario del “Pacto de las Catacumbas”12. Siempre ha
sido consciente de ser el sucesor de un pescador y no del emperador
Constantino (Brighenti, 2015, p. 226). Reconociendo sus propias
flaquezas, pedía constantemente que orásemos por él. En palabras de
Hannah Arendt, podemos concluir diciendo que el Papa Francisco era “un
cristiano sentado en la silla de Pedro” (Arendt, 1983, p. 57).
12 “El 16 de noviembre de 1965, pocos días antes de la clausura del Concilio, cerca de
cuarenta padres conciliares celebraron una eucaristía en las catacumbas de Domitila.
Pidieron «ser fieles al espíritu de Jesús», y al terminar la celebración firmaron lo que
llamaron El Pacto de las Catacumbas. El «Pacto» es una invitación a los «hermanos en el
episcopado» a llevar una «vida de pobreza» y a ser una Iglesia «servidora y pobre» como
lo quería Juan XXIII. Los firmantes –entre ellos muchos latinoamericanos y brasileños,
a los que después se unieron otros– se comprometían a vivir en pobreza, a rechazar
todos los símbolos o privilegios de poder y a colocar a los pobres en el centro de su
ministerio pastoral”. Véase los 13 compromisos que los obispos presentes en el Concilio
Vaticano II pactaron en: Xavier Pikaza-José Antunes Da Silva (EDS.) (2015). El Pacto de
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