TEORÍA Y PRAXIS No. 27, Junio-Diciembre 2015 79

Carlos Ernesto Cortez Tejada1

Resumen
Este trabajo es una investigación a partir de fuentes orales, e indaga
sobre la educación en Santa Tecla, en la década de 1930. Partiendo de
un panorama de Santa Tecla en esos años, presenta algunos testimonios
orales acerca del tema, poniendo en relieve algunas características:
la obligatoriedad de la educación, la participación de las niñas, la
preocupación gubernamental por la alimentación y la salubridad, los
castigos y la salida laboral.

Palabras claves
Educación básica, historia oral, Santa Tecla, experiencias educativas.

Abstract:
This work is an investigation from oral sources, and inquire about education
in Santa Tecla, in the 1930s. From a picture of Santa Tecla in those years,
presents some oral testimonies on the subject, highlighting some features:
compulsory education, girls’ participation, government concern for food
and safety, and punishment labor output.

Keywords:
Basic education, oral history, Santa Tecla, experiences of schooling.


1. Historiador independiente. Profesor e investigador salvadoreño. Email: carloscorteztejada@
gmail.com

ISSN 1994-733X, Editorial Universidad Don Bosco, año 13, No.27, Junio-Diciembre de 2015, pp.79-88

La educación básica en
Santa Tecla, El Salvador

durante la década de 1930

Recibido en marzo de 2015, aceptado en abril de 2015.

La educación básica en Santa Tecla, El Salvador durante la década de 1930. Carlos Ernesto Cortez Tejada80

Preámbulo
El siguiente es un trabajo que intenta dar un somero acercamiento hacia la
educación básica salvadoreña durante los años de 1930. Se trata de un esfuerzo
en curso de rescate de memoria por medio de la historia oral. Esta consiste en
la recopilación de relatos contados por los mismos protagonistas de esta parte
de la historia que aún no se ha finalizado. Por lo mismo, en el presente texto
se expone un caso específico de los recopilados, debido a que aún no existe un
análisis global de todos en su conjunto.

Es importante destacar que en historia oral es esencial hacer hablar a las
mismas personas que han producido las fuentes históricas. Por ello se observará
a la fuente oral y al investigador hablar aleatoriamente con el afán de poner al
lector en contacto directo con las ventanas que los protagonistas se disponen
abrir para hacer una interpretación de ese momento histórico en El Salvador.

La educación básica en Santa Tecla, El Salvador durante la década de 1930
Con frecuencia se escucha en la actualidad, de parte de las generaciones
envejecidas, que todo lo de su época era mejor que lo de hoy día. La música
era más honesta, las modas eran más formales, la gente poseía mejores modales
y valores, entre otras. Igualmente pasa con el ámbito de la educación. Es usual
escuchar a personas ancianas que la educación de su tiempo era mejor que la
actual porque inculcaban valores y en suma enseñaban más antes que en las
escuelas de hoy.

El presente trabajo pretende hacer un acercamiento breve a través de una
minúscula ventana hacia el pasado sobre la educación salvadoreña de hace casi
ya ochenta años atrás. El tema a presentar, como ya se sabe es la educación
básica en Santa Tecla, La Libertad, El Salvador durante la década de 1930
. El
problema a tratar específicamente dentro de este tema son las experiencias
de escolarización en la mencionada ciudad durante los años de 1930. Para
ello se recurrió a relatos orales de personas que vivieron en dicha localidad
y asistieron a la escuela más o menos durante esta década. En concreto se
utilizaron los relatos de Adelita Palacios para la realización de este ensayo y
otras fuentes secundarias (ver bibliografía) que dieron algún soporte teórico a
sus testimonios.

Santa Tecla en la década de 1930
Santa Tecla hacia la década de 1930 era como un pequeño pueblo, separada
de la ciudad capital salvadoreña, a diferencia de hoy en día. Su casco urbano
era muy reducido, limitándose exclusivamente a los barrios que se orientaban
alrededor de las dos plazas principales de la ciudad, el Parque Daniel Hernández y
el Parque San Martín. Sus calles eran todas empedradas. Las banquetas por donde
transitaban los transeúntes eran generalmente de tierra, con excepción de las
partes céntricas y frente a los edificios consistoriales, así como frente a las casas
de las clases altas, en donde se colocaban unas lajas -unas piedras naturalmente

TEORÍA Y PRAXIS No. 27, Junio-Diciembre 2015 81

lisas, planas, largas y de poco grosor-; esto debido a que al parecer no existía
una preocupación por parte de la municipalidad para pavimentar las aceras,
este hecho se explicaría debido a que el tránsito de automotores por las calles
era escaso, ya que el transporte de la época se hacía más que todo a caballo,
en carreta o sencillamente a pie. Aquella situación obligaba a que cada familia
acaudalada se diera a la tarea de colocar estas lajas frente a su hogar; lujo que
las clases bajas no podían darse. Frente a las casas del resto de la población, lo
único que se hacía era colocar unas tablas que conducían hasta el empedrado de
las calles durante la época lluviosa para evitar enlodarse los pies.2

“Las calles eran empedradas y para pasarse de un andén a otro, que
no había andén como ahora, eran unas lajas que hacían las veces de un
andén. La casa que tenía para mandar a poner las lajas, laja es piedra,
lo ponían y la que no, pues pasábamos sobre la tierra. Cuando llovía
se ponían unos puentes de madera, no sé en qué fecha empezaron a
pavimentar, pero así era”.
3

La ciudad estaba rodeada por completo de cafetales, el café era la dinamización
económica de Santa Tecla. Su población se dedicaba, en temporada, a las
cortas de café en las fincas circunvecinas. Cuando pasaba la época de corta,
las actividades de subsistencia se transformaban al comercio informal y la
agricultura de otros granos básicos.

“Se llamaba ‘la Ciudad de las Colinas’, es posible que fuera ciudad de
Santa Tecla, pero era muy pequeño. Le rodeaban cafetales, árboles
frutales, había muchos animalitos de diferentes clases y colores…
Lo que ahora se dice Residencial San Luis (San Salvador), Paseo El
Cafetalón, Residencial Las delicias, Residencial Betania, esos eran
cafetales llenos de árboles frutales como dije antes que se escuchaban
muchos pajaritos de todos colores y e diferentes razas (especies)… Todo
lo que es El Cafetalón eso eran fincas, porque la finca se llamaba El
Cafetalón, porque era grande”.
4

Pero la principal fuente de ingresos, según parece, era la caficultura. La
población tecleña miraba en esto su principal modo de subsistencia debido a
que era, a su parecer, la mayor fuente de recursos monetarios como ninguna
otra. Así lo confirma el testimonio de Palacios:

“Había un bus que decía ‘El Volcán’ y cuando había cortas de café, eso
era precioso. Fíjese que en la mañana tenían que hacer todo lo que
los cafetaleros tenían que hacer para llevar gente a la corta de café.

2. Adelita Palacios. 16 de junio de 2013, Soyapango, San Salvador. Carlos Ernesto Cortez Tejada.
3. Ibíd.
4. Ibíd.

La educación básica en Santa Tecla, El Salvador durante la década de 1930. Carlos Ernesto Cortez Tejada82

A eso íbamos con mi abuelita y mi tío Salvador. ¡Eso era precioso ir!
Porque uno no gastaba en comida porque todo había, le daban a uno
dos tortillas de este porte (hace la muestra con sus manos colocando
los dedos índice y pulgar de sus dos manos en forma de media luna,
semejando con ambas un círculo pero sin juntarlas), un cumbo de
frijoles, un puño de sal, ése era el almuerzo. Las mujeres cocinaban
para llevar, para comer, llevaban queso y todo y le daban a uno una
ficha a la hora en que iba el caporal, en eso anduve también, anduve
cortando con ellos y me gustaba mucho, me encantaba, y traía una
fruta, leña y cada quien con su racimo de leña; las mujeres en la cabeza
con su canasto; a mí me hacían un manojo chiquito de leña y lo traía
en la cabeza y mi mamá en el canasto traía todas las frutas que había
recogido y mi abuelita también. Decían que se ganaba, porque todo
era barato. Los huevos eran a tres centavos de colón, la azúcar valía
nueve centavos la libra, la sal, la libra, valía un centavo. Era diferente
para el asunto de la alimentación por eso la gente sentía que ganaba,
no porque la arroba de café en uva ya limpio, lo pagaban a cincuenta
centavos de colón. Así es que un hombre si se cortaba ocho arrobas
había ganado cuatro colones, ¡ah!, ¡era un
pistal para él!... Venían
camiones a traer gente para ‘La Cumbre’, así se decía. Allá le iban
a dar a uno cama, le iban a dar alimentación y le iban a dar donde
dormir, pero donde dormir eran unas galeras”.
5

Al terminar el período de cosecha de café, la población buscaba ingresos de la
manufactura y del comercio informal.

Las viviendas eran por lo general de adobe o bahareque, con tejas a dos aguas,
repelladas con cal. Al alejarse del casco urbano de Santa Tecla, las casas se
diseminaban por las fincas de café hasta llegar a las casas de los colonos en las
mismas fincas.

“La casa de nosotros era de adobe y con cal la pintaban. Dentro de
ella… una cocina grande al lado de afuera, por un corredor; y adentro
había un cuarto que daba para cuando salía uno en lo alto y veía que
iban las carretas de bueyes y los caballos y allá ‘onde ‘onde un carro,
un pick up, que eran los ricos que pasaban a ver sus cafetales, y de ahí
para allá estaba donde dormían mi “papá” (padrastro) y mi mamá, otro
donde dormía mi abuelita conmigo y mi hermanita, porque todavía no
había nacido mi hermano”.
6

Así era como transcurría la vida cotidiana en este pequeño núcleo urbano
salvadoreño, enclavado entre cafetales, en una suave e inclinada llanura,

5. Ibíd.
6. Ibíd.

TEORÍA Y PRAXIS No. 27, Junio-Diciembre 2015 83

prolongación fina y agradable de la ladera sureña del Volcán de San Salvador.

Para abrir una minúscula ventana hacia las experiencias de escolarización en este
pequeño enclave urbano durante los años de 1930 se ha tratado de documentar
las vivencias de Adelita Palacios, una señora de más de ochenta años, nacida
según su partida de nacimiento en enero de 1929 y según su propia historia en
diciembre de 1930 en el cantón Melara de la municipalidad de Rosario de Mora,
departamento de San Salvador. Desde que tuvo pocos días de nacida fue llevada
por su familia a Santa Tecla, donde vivió toda su niñez hasta la edad de quince
años, aproximadamente. Acá cursó ella cinco de los seis grados que estudió, lo
que se conoce como educación básica.

Educación básica de Adelita Palacios
Adelita Palacios es hija de Leonor Palacios (1906-1986) y Carlos Enrique
Valle(1904-¿?). Se crio con su madre; el hermano de su madre, Salvador Palacios
(1910-2011); y la madre de estos, María Jesús Palacios (1888-1940). Posiblemente
se radicaron en Santa Tecla por la caficultura, que era la principal dinamizadora
de la economía salvadoreña en aquella época. Como se ha visto antes, esta
familia se dedicaba especialmente a las cortas de café, la agricultura y el
comercio informal.

A pesar que la madre de Adelita Palacios y su tío podían leer y escribir, mas no
su abuela, María Palacios, no existía una preocupación por la educación básica
de aquella, al menos en cuanto a enviarla a la escuela se refiere; no sólo porque
Adelita ayudara desde muy temprana edad a la economía familiar, sino porque
su tío le dio la educación de las primeras letras en casa.7

“Me tocaba andar en las tiendas avisando que si iban a querer lo que
mi mamá producía con mi abuelita. Ellas hacían tamales pisques,
hacían tamales de elote, hacían fritadas, chicharrones, cigarros que
se llamaban patecuña porque se envolvía el cigarrito así (muestra con
sus manos la forma en que se hacía) se le echaba el tabaco y si hacía
el cigarrito (muestra con sus manos la forma en que se enrollaba) y
después, con un palo de fósforo lo puyaban así, por eso se llamaba
patecabra o patecuña, los dos nombres. El manojito valía cuartillo que
eran tres centavos salvadoreños (colón) y vendían seis cigarros. Ya los
puros, según el tamaño así era el valor de los puros, porque en ese
tiempo estaba la cigarrería para los ricos que fumaban cigarros finos,
me acuerdo de una marca allá a lo lejos… no me acuerdo muy bien, pero
si existía, nosotros decíamos ‘los cigarros de viejo choco’ porque era un
embajador que tenía un cigarro con un anteojo, esos eran los señores
que fumaban en pipa, pero los pobres fumaban puros y ese cigarro
(el descrito al principio) que era lo que producía mi familia. Íbamos a

7. Ibíd.

La educación básica en Santa Tecla, El Salvador durante la década de 1930. Carlos Ernesto Cortez Tejada84

traer leña a los cafetales, varios muchachitos (iban). Mi tío-papá tenía
una carreta con una yunta de bueyes, dos caballos. Mi mamá criaba
tuncos, gallinas. Teníamos qué comer, pero… al morir mi abuelita ya no
fue igual (dice con mucha tristeza y nostalgia, casi llorando)”.
8

Puede observarse acá, pues, que Adelita Palacios se dedicaba a realizar
mandados de su familia para ayudar a la economía familiar antes de ingresar a
la escuela. No obstante, ocurriría algo nesperado en su niñez, que cambiaría su
infancia para siempre. A pesar de no existir intenciones de su familia para asistir
a la escuela, ni ella tener tampoco intenciones de ingresar a estudios básicos,
un policía la detendría mientras se dirigía a realizar un mandado familiar quien
le mandaría a la escuela, no sin antes hablar con su familia.

Yo no fui a la escuela cuando tenía seis años, no existía la preparatoria,
habían escuelitas privadas en las iglesias en donde las personas que
daban doctrina (catequistas) enseñaban, pero yo aprendí a leer, a escribir
y a sumar por mi tío-papá. Nadie me había llevado a matricular ni nada,
yo no conocía la escuela, pero sí un día venía de hacer un mandado de la
casa y me encontró la policía, pero en aquel entonces quizá la policía
no eran como los de ahora, él (el policía) me detuvo, no les tenía miedo
uno. En esa época, cuando el policía me detuvo había cumplido los siete
años. Me dijo que de dónde venía, y ya le dije que de hacerle el mandado
a mi abuelita y a mi mamá. Y me dijo: ‘¿Y vas a la escuela?’ No –le dije
yo-. ‘¿Nunca has ido a la escuela?’ No. ‘¿No te han llevado a matricular?’
No. Entonces me dijo: ‘Vamos a ir a tu casa’. Como era cerquita, todo
reunido, ya lueguito llegamos a la casa, como nosotros vivíamos… El
policía llegó hasta mi casa, por supuesto, se afligieron al ver que yo iba
con el agente, ya salieron a ver qué pasaba. Y les dijo el agente: ‘No,
no se preocupe, andamos viendo de que mañana, a usted le entrego este
papelito, para que se presente a la Escuela Pilar Velásquez’ que era a
escuela de niñas, no había otra. Daniel Hernández para varones y la
Escuela Pilar Velásquez para las niñas. Así quedó. Otro día me vinieron
a matricular. Yo no conocía qué era un pizarrón, qué era un bolsón, qué
era un pupitre, no. No es que en mi casa no hubiera muebles, pero a una
escuela no había entrado, no sabía que se llamaban aulas, grados, ni
nada de eso
”.9

Este hecho coincide con el hecho de las disposiciones del gobierno del General
Maximiliano Hernández Martínez, que toda la educación primaria era una
obligación para todos los ciudadanos y debía ser al mismo tiempo gratuita.10

8. Ibíd.
9. Ibíd.
10. José Alejandro Sosa Cortez, “Historia de la educación en El Salvador, 1919-1992. Los sistemas
educativo y socio-económico, una pareja de evolución dispareja” en Memoria Primer Encuentro de

TEORÍA Y PRAXIS No. 27, Junio-Diciembre 2015 85

La familia de Adelita Palacios no se hizo esperar y fueron a inscribirla a la
escuela, según la orden que les había dado el agente policiaco:

“Luego, el día que me fueron a matricular, supongo yo, sería lunes.
Pienso que a mi mamá le han de haber hecho muchas preguntas. Ya
luego me dijeron, venga mañana, que se le va a tomar medida para
el uniforme y los zapatos. En aquella época, los padres… así como
estamos ahora, así como ahora hecho el presidente que está y el FMLN,
que están dando los cuadernos, los zapatos, el uniforme; así fue en esa
época, fue lo bueno que tuvo el General Martínez. Él fue un presidente,
que así como fue cruel, así tuvo sus partes nobles y buenas. Y otro día
llegamos, me tomaron medida y me dieron rapidito el uniforme con los
zapatos. Pero el primer día que me presenté andaba con mis zapatillos
normal, chiquitillos y mi vestido, con trenzas. Me dijeron: ‘Sólo traiga
agua’ porque en la escuela no había agua, Entonces yo con mi, antes
no existía el plástico, pichinguita de barro y los varones llevaban
tecomates a la escuela de varones. Ya con mi pinghinguita de agua que
llegué y dijeron que ahí daban comida, que no fuéramos a llevar. Ya
otro día me asusté yo cuando llegué que bien bonitas las mesitas”
.11

Claramente es notorio que existía todo un programa educativo en alguna medida
integral durante estos años, ya que no sólo los policías tenían la orden, según
parece, de introducir a todo infante que anduviera en la calle, sino que también
el material didáctico, uniformes y zapatos corrían por cuenta del Estado.

En cuanto a lo que impartían en las clases, Adelita Palacios lo expresa de la
siguiente forma:

“La señorita (profesora) se llamaba Carmencita, del apellido no me
acuerdo. Ahí fue a conocer el yeso, no había visto una barrita de yeso.
Ya puso las letras ella: A–B–C… todo lo de primer grado. Cuando me
tocó mi turno que me parara a decir, le dije: ‘Eso, señorita, yo se lo
puedo decir de memoria con los ojos cerrados’. Quedó sorprendida la
maestra. Entonces me dijo: ‘¿Cómo es que puedes el abecedario?’ Me
lo han enseñado en la casa, me lo ha enseñado mi tío-papá. ‘Dilo’ –me
dijo, y lo dije. Continuó la clase, todo lo que estaban poniendo, después
del abecedario, cuando ponían así se escribe mamá y todo eso yo ya me
lo podía. Me dijo (la maestra): ‘Mire, váyase para afuera y va a leer
este libro, en lo que yo termino la clase’. Daba a entender que como yo
decía dice así, dice asá, estaba interrumpiendo a los otros alumnos que

Historia de El Salvador: 22-25 julio, 2003, ed. Licenciatura en Historia (San Salvador: Dirección de
Publicaciones e Impresos, 2005), 198.
11. Adelita Palacios. 16 de junio de 2013, Soyapango, San Salvador. Carlos Ernesto Cortez
Tejada.

La educación básica en Santa Tecla, El Salvador durante la década de 1930. Carlos Ernesto Cortez Tejada86

no podían, era lógico. Entonces la señorita me prestó un libro para
que yo me fuera a leer afuera, de muñequitos. Ya me fui afuera a ver
los muñequitos y me dijo que los coloreara. No lo tomé a mal. Luego
llegó la directora, ella se llamaba Zoila, ahí no habían hombres, me
dijo: ‘¿Tú puedes leer?’ Un poquito, le dije. ‘Toma aquí, léeme en este
libro’ –me dijo-. ‘¿Por qué no lees los principios?’ –me dijo-, ‘Porque
esos me los puedo de memoria’ –le dije-, ‘yo voy a leer todo lo de
abajo’; como había que decir así: ‘C–A: ca, S – A: sa = casa. Rrrrrrrr
R–O: ro, S–A: sa = rosa’, así le enseñaban a uno Carlitos. ¿Y por qué iba
estar haciéndolo, pues, si ya yo me lo podía? Raza –cosa–pino–lima…
eso lo estaba leyendo. ‘Vamos a ver’ –me dijo, ‘¿y con los números?
¿Hasta dónde puedes?’ Hasta el cien. ‘¿Me lo puedes decir?’ Se los dije.
Ya cuando iba por el 80… (con sonidos jadeantes) 81…, 82… ‘Ya, hasta
ahí. Ya se sabe que los puedes’ –me dijo la niña Carmencita y la niña
Zoila, que era la directora-. Ahora dime: ‘¿Puedes sumar? ¿Qué es para
ti sumar?’ Hacer comparación de un número con otro, luego los sumo, a
ver cuánto me da (le dijo), porque yo cuando voy a dejar los puros y los
cigarros de mi abuelita, ella me dice y me explica cómo debo de saber.
Si me van a pagar cuatro reales de cigarros y cuatro reales de puros, ya
está un peso. Me dijo: ‘Hazlo aquí’, ya me puso una suma como… del 2,
yo ya… de chiripa para mí. ‘Está bien, está bien’ –me dijo-”.
12

A pesar que este relato demuestra una vivencia muy particular en el caso de
Adelita Palacios, deja entre ver cuál era el tipo de educación que se impartía en
los primeros años. Pero esto no era lo único que se hacía, según cuenta Palacios,
se impartían las cuatro materias tradicionales de la educación salvadoreña:
Lenguaje y Literatura, Ciencias Naturales, Estudios Sociales y Matemáticas, pero
además de eso, a las niñas les impartían una materia más que se relacionaba a
las manualidades y aspectos hogareños:

“Pero después de esas cuatro…, ahora le dicen manualidades, no recuerdo
que en ese tiempo le dijeran así, le enseñaban a uno a coser, a bordar, a
pegar botones, a remendar, nos enseñaban a hacer delantales de manta,
nos pusieron a aprender a hacer sombreros, cuando uno se hacía una
herida con qué se podía curar, que decían que eran primero auxilios”.
13

Con esto era claro que la educación de las niñas se orientaba, en alguna medida,
en forjarlas como amas de casa, como madres de familia para que atendieran
a sus hijos y a su esposo. Esto hace notar la influencia que la mentalidad
tradicional tenía sobre la educación salvadoreña, incluyendo las formas de
castigar que imperaban en las escuelas en esa época:

12. Ibíd.
13. Ibíd.

TEORÍA Y PRAXIS No. 27, Junio-Diciembre 2015 87

Fue muy bonito (la experiencia escolar), las profesoras eran ingratas,
pero se aprendía, porque tenían una regla (para castigar). A mí muchas
veces me pusieron en el sol porque peleaba por una cuerda para saltar
cuerda y me molestaban con mi nombre y no me gustaba y quería que
me respetaran porque yo no las molestaba y me castigaban; me ponían
en el sol o me pegaban con una regla. Una vez me quitaron el lazo –la
señorita- y ya no me lo volvió a dar, era mío el lazo pero las muchachitas
peleaban por el lazo
”.14

Por otra parte, puede notarse una política estatal en las escuelas en cuanto a
alimentación y salubridad se refiere:

“Para comer en la escuela, cuando nos daban el arroz en leche cosas así
que daban: ‘Hoy no van a ocupar las cucharas de morro, sino que van a
ocupar cucharas de metal’. Ahí es donde yo conocí lo que era metal, en
la casa no había cucharas de metal. Por si a una niña se le caía o algo, en
el primer grado habían unas cucharitas de morro, bien blanquitas. Cada
quien lavaba la cucharita y la iba a guardar en un cajón. A la mía ya le
habían puesto el nombre. Cada quien ya reconocía su cuchara de morro
y un guacalito de morro para comer. Entonces dijeron que habían donado
cucharas de metal, ahí ya conocí qué era metal. Otra cosa, existía el
TDT, la que llegaba con piojos ahí se los sacaban. Había unos galones,
¡galones! (enfatiza), porque no existía el plástico, unos galones llenos de
agua… Ahí le daban también para sacarle las lombrices (parásitos) a uno,
le daban aceite de pazote, de veras Carlitos. Quizá para desparasitar.
Y como es horrible el aceite de pazote, es amargo entonces se lo daban
entre dos profesoras, una le metía una cosa como que era concha aquí
a uno (hace la muestra con su mano y su boca) y la otra le empujaba el
aceite y ya después le daban un pedacito de limón con sal para que lo
tragara uno. Otro día uno no iba a la escuela por la currutaca, amanecía
enfermo del estómago (ríe). La que tenía
lumbrices le salían y la que
no, no. Para eso era, yo pienso que era para desparasitar, eso existía
en aquel entonces. Botiquín, había también, había agua oxigenada, un
mercurio, algodón, aspirinas por un catarro. Por si uno se caía le echaban
agua oxigenada y mercurio cromo se llamaba el rojo
”.15

Claramente estas son políticas de Estado en cuanto a salubridad y alimentación
de la población infantil se refiere.

Apreciaciones finales
La educación básica hacia la década de 1930 es ya una preocupación para el
Estado, al grado de convertirla en una obligación para la población, aspecto

14. Ibíd.
15. Ibíd.

La educación básica en Santa Tecla, El Salvador durante la década de 1930. Carlos Ernesto Cortez Tejada88

que llevó al gobierno a recurrir a las autoridades policiacas para recoger a
niños que no estuvieran en la escuela. Igualmente fue preocupación estatal
la alimentación de la niñez y la salubridad de esta, al punto de implementar
medidas dentro de las escuelas que velaban por estos aspectos. Además de
esto, el material didáctico y los uniformes eran asuntos que proporcionaba el
mismo gobierno.

Las niñas ya eran tomadas en cuenta dentro de la educación al existir escuelas
para el sexo femenino, no obstante, la educación para estas era aún orientada
hacia los aspectos hogareños. Sin embargo, la educación podría decirse que era
integral de alguna forma, ya que además de asuntos como la costura, también
se daban clases de las materias tradicionales de la educación salvadoreña. La
escuela era influenciada por la mentalidad de la época, ya que los castigos
severos y maltratos estaban presentes como una manera de “educar” a los
estudiantes.

En otro aspecto, es notorio que desde hace mucho el trabajo infantil ha estado
presente en la sociedad salvadoreña. Los niños desde hace décadas siguen
figurando como una pieza más dentro de la generación de recursos económicos
para las familias salvadoreñas, sacrificando con eso su educación.

Bibliografía

Adelita Palacios. 16 de junio de 2013, Soyapango, San Salvador. Carlos Ernesto Cortez
Tejada.

Gal, Roger. Historia de la educación. Buenos Aires: Paidós, 1968.
Sosa Cortez, José Alejandro. “Historia de la educación en El Salvador, 1919-1992. Los

sistemas educativo y socio-económico, una pareja de evolución dispareja”.
En Memoria Primer Encuentro de Historia de El Salvador: 22-25 julio, 2003,
editado por la Licenciatura en Historia, 193-205. San Salvador: Dirección de
Publicaciones e Impresos, 2005.

Trejo de Palencia, Etelvina. Historia de la Educación Parvularia en El Salvador. San
Salvador: Universidad Pedagógica de El Salvador, 2012.