131TEORÍA Y PRAXIS No. 28, Enero-Mayo 2016

Julio Rafael Gutiérrez1

1. Docente de la Universidad Don Bosco. E-mail: julio.gutierrez@udb.edu.sv

Título: Indagación cristiana en los márgenes. Un clamor latinoamericano.
Autor: Diego Irarrázaval
Número de páginas: 480
Editorial: Ediciones Universidad Alberto Hurtado

ISSN 1994-733X, Editorial Universidad Don Bosco, año 14, No.28, Enero-Mayo de 2016, pp. 131-133

Diego Irarrázaval es presbítero de la Congregación de Santa Cruz. Colabora
en varios países de América Latina, tanto en parroquias como en centros de
reflexión teológica y en la revista Concilium. Fue coordinador del Instituto de
Estudios Aymaras en Perú, entre 1981 y 2004, y de la Asociación Ecuménica de
Teólogos del Tercer Mundo, entre 1997 y 2006. Entre sus numerosas publicaciones
podemos destacar: Teología en la fe del pueblo (San José, 1999), Un Jesús
Jovial
(Sao Paulo y Lima, 2003), Raíces de la Esperanza (Lima, 2004), Itinerarios
en la Fe Andina
(Cochabamba, 2013).

Indagación cristiana es un libro extenso, de una gran riqueza experiencial y
conceptual, en el que Diego Irarrázaval ha organizado una serie de ponencias
que constituyen una auténtica ‘búsqueda cristiana’. Pero, ¿qué busca el autor?
Busca respuestas a los sinsabores y sinsentidos que la globalización va dejando
por todo el planeta. Y las busca en la vida, la cultura y la fe de los pueblos
marginados. La lectura de esta obra permite acercarse a ese ‘acontecer
religioso’, polisémico y polifónico, que describe el autor a lo largo de los 26
capítulos del libro. Para abordarlo propongo las siguientes claves de lectura:
el malestar de la globalización, la resistencia desde la religiosidad popular e
indígena, y la necesidad de esfuerzos multidisciplinarios para esta tarea.

Para el autor, el cambio de época que viene ocurriendo en el mundo en las
últimas décadas, está marcado por la globalización, con sus ofertas de Progreso
y Felicidad
, y su diabólica dinámica de mercantilizar todo, inclusive lo sagrado.
Este cambio es el gran signo de los tiempos que debe interpelar nuestra fe y
compromiso cristiano: “Hoy el ser humano anda deslumbrado en medio de un
bosque de símbolos y un torbellino de cambios
El orden global no es estable
ni equitativo, el proceso de cambios es acelerado, desigual, desconcertante

Indagación cristiana en los márgenes.
Un clamor latinoamericano

Comentario de textos de “El libro de buen amor”132

(p. 371). La globalización ha creado un complejo politeísmo secular donde casi
cualquier cosa se vuelve un Absoluto, desde el dinero (In God we trust), que
puede comprar casi todo, hasta la misma individualidad, el egocentrismo en su
máxima expresión.

Sin embargo, desde los valores de las culturas marginales se puede resistir esta
tendencia. Para el autor hay signos de que un mundo mejor es posible: los tenaces
esfuerzos de las organizaciones de ecologistas, de defensores de derechos
humanos, de promotores del comercio justo, de defensores de la tolerancia a la
diversidad y la equidad de género, por mencionar algunos en la esfera secular.
En el ámbito religioso las cosas tampoco son desalentadoras: “La religión no
solo no se ha agotado, o reducido al ámbito privado, sino que presenta una
nueva vitalidad. El talante pos-moderno puede contribuir a respetar el misterio
y a dar así un aporte a lo que algunos consideran el surgimiento de una nueva
época religiosa” (p. 103).

Esta vitalidad religiosa es la que el autor encuentra entre los pueblos indígenas,
ladinos y afroamericanos, donde “La identificación y cercanía de Dios con las
personas pobres es una constante en la espiritualidad de la religiosidad popular
y las culturas indígenas» (p. 136). Más concretamente, en el catolicismo popular
«existe una vasta red de vínculos, que suelen no tener un membrete cristiano,
pero de hecho ponen en práctica el ser eclesial, fiel al Dios de la vida” (p. 110).

Esta religiosidad es cristológica y mariológica: “En cada tiempo y lugar es posible
encontrarse con el Salvador y su madre
” (p. 328). Los pobres viven y celebran su
fe expresándola en una gran variedad de creencias e imágenes, que van desde
el ‘Niño Jesús’, hasta el ‘Cristo crucificado’, y “…en la simbólica construida por
los oprimidos, las diversas imágenes de la Virgen, con rasgos indios, negros,
mestizos, humanos, manifiestan el rostro materno de Dios”. Es, por tanto, una
fe liberadora: “la encarnación en medio de los pobres teológicamente define la
historia humana. Esto permite entender la salvación desde la opción de Dios por
los últimos que son los primeros; desde la opción de Dios por María
”» (p. 328).

Sin embargo, el autor sostiene que la religiosidad popular debe ser vista no sólo
con el corazón, sino también con lucidez crítica, pues advierte cierto divorcio
entre fe y praxis eclesial: “Uno constata incoherencias cuando casi todo el
mundo dice creer, pero la maldad campea en el mundo
” (p. 258); y también
ambivalencias como “manipulaciones de lo sagrado, plegarias sin responsabilidad
ética, imágenes apropiadas por un grupo en contra de otro…, carencia de
memoria del Jesús del Evangelio, cierta distancia entre el culto y el mensaje
bíblico” (p. 266). Al respecto, el autor afirma que “A la teología le corresponde
tanto explicitar la fidelidad al Dios vivo como denunciar la existencia de dioses
falsos
…”, para lo cual debe apoyarse en “las ciencias humanas y las sabidurías
del pueblo que desenmascaran absolutos que deshumanizan
” (p. 337).

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De esta manera, el autor señala que el principal reto para la fe cristiana es
hacer una formulación teológica propia, en diálogo con otras disciplinas y con
la sabiduría popular, compartiendo conocimientos, métodos y experiencias.
Este enfoque multidisciplinario “forma parte de la innovación teológica que
acontece en América Latina” (p. 91), cuya raíz está en el modo de proceder de
las teologías autóctonas:

El modo de proceder de las teologías indígenas consiste en reflexionar desde los
márgenes, en diálogo con sabidurías populares, en franca y humilde escucha del
clamor de la creación y de la humanidad. Entre éstas y otras teologías no caben
meros intercambios de ideas. Más bien, se encuentran diversas espiritualidades
y se conjugan varias facetas de la praxis liberadora. Se trata de una interacción
orientada a la fuente de la Vida. No interesan nociones sobre cosas sagradas; lo
que nos apasiona son los acercamientos a la Presencia Divina
(p. 391).

Irarrázaval plantea, además, otros desafíos: la articulación de esfuerzos
académicos y pastorales, tanto a escala local como regional; aprender a
escuchar lo que dicen otras culturas; conocer lo que ocurre en otras latitudes
del planeta, especialmente en África y en Asia, donde existen interesantes
esfuerzos de los cuales podemos aprender.

Un último desafío: en esta búsqueda cristiana debemos superar la visión de
que la religiosidad de los pueblos y culturas marginadas necesita purificarse,
porque quizás quien debe hacerlo es la religión oficial. El autor confiesa: “He
aprendido, en comunidades afroamericanas e indígenas, que lo problemático
no es Cristo sino sistemas humanos que llevan su nombre -las cristiandades-… Lo
cristiano está encadenado a pasadas colonizaciones y a la actual globalización
occidental
…” (p. 424).