49TEORÍA Y PRAXIS No. 28, Enero-Mayo 2016

Eduardo Buenaventura Badía Serra1

“Dios les mostró sus maravillas para que se fijaran en ellas”.

I. Una consideración inicial
El 24 de mayo de 2015, en Roma, junto a San Pedro, el Papa Francisco ha
publicado una nueva Carta Encíclica, a la que ha llamado “Laudato Si, Sobre
el cuidado de la casa común
”. Inicialmente, el documento despertó un enorme
interés, probablemente debido al tema tan particular que esta vez en él se
abordaba. Al paso de unos pocos días, tal interés, particularmente en los medios
de comunicación, fue matizándose, a tal grado que ese hermoso e importante
documento, me atrevo a pensarlo, pasará sin mayor discusión y análisis por el
pueblo. Incluso, debo decirlo, la Iglesia ha hecho muy poca difusión del mismo,
y lo ha comentado muy poco.

He leído el documento. Es preciso y claro en su objetivo, muy documentado, y
su lenguaje es llano, comprensible, nada críptico como para que en ello pudiera
escudarse su no difusión y estudio. Es un documento que enfoca la crítica
situación actual, mundial, que va con todos los hombres sobre la Tierra, y con
esta misma, si así pudiera decirse. Pero insisto, es de extrañar el poco interés de
los medios de comunicación en su divulgación y en su discusión. No hay, al menos
así lo veo, un solo programa de opinión que haya sido dedicado a tan importante
asunto. Y algo más, en los pocos espacios en que la Carta se ha dado a conocer,
ha habido una confusión en cuanto a su objetivo central y a la esencia de su
contenido, el cual es, no hay duda en ello, una clara y contundente crítica al
sistema económico, social y político bajo el cual el mundo funciona, y no, como
se trata de decir, desviando dicho objetivo, el pretendido cambio climático.
Ciertamente, la Encíclica del Papa Francisco enfoca el problema del cambio
climático, pero ello no como su tema central sino como una consecuencia, un
efecto, del sistema que centralmente y acertadamente él critica. El Papa hace un
llamado urgente a cambiar el sistema, que privilegia ahora la ratio técnica sobre

1. Doctor en Química Industrial, Licenciado en Filosofía por la Universidad Centroamericana José
Simeón Cañas, especializado en Historia de la Ciencia, Epistemología y Gnoseología. E-mail:
ebbserra@yahoo.com.mx

Sobre la carta encíclica
“Laudato Si”, del Papa Francisco

Recibido en agosto de 2015, aceptado en septiembre de 2015.

ISSN 1994-733X, Editorial Universidad Don Bosco, año 14, No.28, Enero-Mayo de 2016, pp.49-63

Sobre la carta encíclica “Laudato Si”, del Papa Francisco.
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la razón práctica, por un sistema que verdaderamente coloque al hombre y a la
naturaleza en el centro del hacer global. Esta confusión es peligrosa y no debe
permitirse, a riesgo de que el contenido del documento se desvíe hacia objetivos
que no tiene, o que son consecuencia del que verdaderamente persigue.

La preocupación de la Iglesia por las precarias condiciones de la naturaleza,
que es precisamente el ambiente en que el hombre desarrolla sus acciones,
no es nueva. Pero la Iglesia no hace de esta preocupación un tema aislado.
Siempre hay una relación de causa a efecto entre ello y el modelo de desarrollo
actual en el mundo. Esto es importante porque el ambiente no es un sistema
aislado, su conducta responde a muchas condiciones, unas, por supuesto las
más importantes, las de su propio entorno, un entorno, digamos, universal,
otras debidas a su propia estructura interna, en las que es en donde actúa el
hombre. En el Documento Conclusivo de la Conferencia Episcopal de Aparecida,
cuando se enfoca el asunto de la biodiversidad y la ecología, dicen los Obispos:
En las decisiones sobre las riquezas de la biodiversidad y la naturaleza, las
poblaciones tradicionales han sido prácticamente excluidas. La naturaleza
ha sido y continúa siendo agredida. La tierra fue depredada. Las aguas están
siendo tratadas como si fueran una mercancía negociable por las empresas.

Además de haber sido transformadas en un bien disputado por las grandes
potencias
”. (84). Ya el Papa Benedicto XVI, en su discurso a los jóvenes en el
Estado de Pacaembú, en Sao Pablo, siempre como parte de la misma Conferencia,
llamaba la atención sobre la “devastación ambiental de la amazonia y las
amenazas a la dignidad humana de sus pueblos
”.(85). ¿Quiénes han ‘excluido’
a estas poblaciones tradicionales, depredando su tierra, haciendo del agua
una mercancía? ¿Podemos tratar separadamente de todo tal exclusión, tal
depredación, tal devastación ambiental, tales amenazas a la dignidad humana?
No, si se quiere ir a las causas, porque tales situaciones son, precisamente,
efecto de unas causas que se sitúan en el modelo de desarrollo que los hombres
lamentablemente han elegido y vienen sosteniendo por muchos años ya. Esto
es, precisamente, lo que el Papa Francisco expresa en su Encíclica, si es que de
esta se hace una buena lectura.

El Papa Francisco, en su reciente gira por algunos países suramericanos, ha
sostenido esta posición de crítica a un sistema rendido ante el cosismo y el
consumismo desenfrenados, que pugna por un individualismo absoluto y
provoca una creciente brecha entre unos hombres y otros, entre unos países
y otros. En su visita a Ecuador, Bolivia y Paraguay, su posición y su mensaje
ha sido el mismo: Proponer un cambio en los sistemas económicos, sociales
y políticos, que pase de la prioridad de la economía y del tener sobre el ser,
hacia otros en los que la Creación de Dios, el hombre y su naturaleza, sean
el centro del desarrollo, el objetivo real del desarrollo. “Muchas cosas tienen
que reorientar su rumbo, pero ante todo, la humanidad necesita cambiar
”,
(202), afirma. “Apostar por otro estilo de vida”, (VI,I), propone, porque “el
mundo del consumo exacerbado es al mismo tiempo el mundo del maltrato de

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la vida en todas sus formas”, (230). Claro, en la realidad actual, esta propuesta
debe entrar ineludiblemente en consideraciones de amplio tipo, una de ellas, la
crítica y peligrosa situación ambiental en la que la Tierra toda se debate. Pero
esto, como digo, es una consecuencia y no la causa. Debe pensarse que hay
una segunda y peligrosa intención en desviar la atención hacia el tratamiento
que el Papa hace de la depredación natural, para minimizar y obviar el hacer
entrar en las consideraciones sobre la negativa situación a la que los intereses
económicos y políticos están haciendo llegar a los hombres y a su entorno
natural. Pero el Papa es claro en esto: “No pensemos sólo en la posibilidad de
terribles fenómenos climáticos o en grandes desastres naturales, sino también
en catástrofes derivadas de crisis sociales, porque la obsesión por un estilo de
vida consumista, sobre todo cuando unos pocos pueden sostenerlo, sólo podrá
provocar violencia y destrucción recíproca
”, (204). Allí está el mensaje. Sí, por
supuesto, crisis ambiental, agotamiento de recursos, y si se quiere, cambio
climático; pero ellos no son causa en sí mismos, sino efectos de lo anterior. Del
modelo consumista que identifica el desarrollo con el tener, en provecho de los
países ricos y en desmedro de los países pobres.

Pienso, pues, que maliciosamente, se ha querido interpretar la esencia del
contenido de la encíclica en el sentido que esta se orienta hacia hacer conocer
la posición del Papa Francisco en cuanto al llamado cambio climático. Esto,
en mi opinión, no es real, y desfigura su objetivo principal, que es resaltar la
necesidad de modificar el modelo de sociedad en que se encuentra el mundo
en este momento, uno de cuyos efectos es, precisamente, una acción negativa
y peligrosa sobre el ambiente. Dentro de este contexto, es indudablemente
necesario que el Papa entre en las consideraciones relativas al asunto, pero
en el fondo, el objetivo mayor es señalar que el hombre debe cambiar el
modelo de desarrollo actual, basado en un desenfrenado consumismo, y en una
creciente inequidad, que lleva a incrementar la brecha social que existe entre
los países llamados “ricos” y los países llamado “pobres”, es decir, entre un
“primer mundo” y unos “otros mundos”. Esto se puede confirmar desde el inicio
del documento, y el Santo Padre es claro y drástico en señalar tal situación.

Los medios de comunicación insisten en señalar el capítulo IV como el medular
en la Encíclica. Realmente, reconociendo, sí, la importancia que tiene dicho
capítulo en el contexto global del documento, (permite confirmar mediante
información rigurosa y suficiente los efectos negativos del modelo de desarrollo
mundial sobre el ambiente y la naturaleza), es, sin embargo, en el documento
todo, y particularmente en el capítulo I y los últimos dos, en donde puede
identificarse el verdadero mensaje del Papa.

No es novedad esta posición del Papa. En su Bula del jubileo de la Misericordia
Misericordiae Vultus, el rostro de la misericordia”, (Roma, 11 de abril de 2015),
ha entrado ya en similares consideraciones. Es el convencimiento del Santo
Padre en eso, en que la humanidad debe cambiar, el que le lleva a remarcar

Sobre la carta encíclica “Laudato Si”, del Papa Francisco.
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sobre la urgencia de tal cambio, que lleva al mundo a las guerras, a las luchas
intestinas, a profundizar las brechas sociales, golpeantes y sangrantes, que
existen actualmente, y que provocan la injusticia y la inequidad, debatiendo
a unos hombres en la miseria mientras otros se pierden en la vida material. El
Papa no puede abstenerse de señalar lo anterior: “Derrumbadas las murallas
que por mucho tiempo habían recluido la Iglesia en una ciudadela privilegiada,
había llegado el tiempo de anunciar el Evangelio de un modo nuevo
”, dice en
Misericordiae Vultus, (4). Drástico lo anterior. Señalador de la necesidad de
volver a Jesús tal como Él era. Y en el mismo documento, (15), el Papa es aún
más preciso y contundente: “En este Año Santo, podremos realizar la experiencia
de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias
existenciales, que con frecuencia el mundo moderno crea. ¡Cuántas situaciones
de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la
carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado
a causa de la indiferencia de los pueblos ricos… No caigamos en la indiferencia
que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la
novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las
miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la
dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio… Que su grito
se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que
suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo”.

El Papa reconoce, por supuesto, que existe una grave crisis ambiental, un
estado creciente de degradación de la naturaleza, que los recursos naturales
están siendo depredados salvajemente y cada vez más, y que nos encontramos
ante un peligroso nivel de contaminación. Sin embargo, sin dejar de aceptarlo,
relativiza el cambio climático, y hace ver muy concretamente que existen
otros factores, ajenos al efecto antrópico, que lo provocan, factores que son
propios de la dinámica de la Tierra y del Universo mismo. En todo caso, la causa
del cambio climático lo sitúa, crudamente, en el modelo de desarrollo que el
mundo ha adoptado durante el siglo XX y lo que va del presente. El cambio
climático es, pues, un simple efecto de dicho modelo de desarrollo. Hay una
crítica a los medios de comunicación por contribuir a ocultar tal realidad, e
incluso, a desfigurarla; y hace ver cómo ello provoca negativas situaciones para
la vida de los más pobres. Ello ha llevado al hombre a afectar la naturaleza
cuando busca su propio provecho personal.

En la Introducción, Laudato Si, mi Signore, ya justo en su comienzo, señala,
citando la encíclica Centesimus Annus: “Toda pretensión de cuidar y mejorar
el mundo, supone cambios profundos en ‘los estilos de vida, los modelos de
producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que dominan
la sociedad’”. (5). Y luego recoge la palabra del Patriarca Bartolomé en su
discurso de Santa Bárbara, California, el 8 de noviembre de 1997: “Que los
seres humanos destruyan la diversidad biológica en la creación divina; que
los seres humanos degraden la integridad de la tierra y contribuyan al cambio

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climático, desnudando la tierra de sus bosques naturales o destruyendo sus
zonas húmedas; que los seres humanos contaminen las aguas, el suelo, el
aire. Todos estos son pecados.”.(8). Acusa el Santo Padre: “Lamentablemente,
muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen
ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino por la falta de
interés de los demás”. (14).

El cambio climático puede que sea una realidad. La naturaleza suele provocar,
en su dinámica, este tipo de readaptaciones para volver a su equilibrio. Se
habla de que han ocurrido por lo menos 14 cambios climáticos en la historia de
la Tierra, muchos de ellos más drásticos y radicales que el que se dice actual.
Pero la naturaleza ha sabido adaptarse. Hay que reconocer que la naturaleza es
un sistema vivo, que se desarrolla con un mecanismo que para el hombre aún
es muy oscuro, como lo es la obra de Dios. Ciertamente, los efectos del hombre
en el actual cambio climático son mayores que en los anteriores; pero ello
no niega que sigan siendo pequeños, muy pequeños, infinitamente pequeños.
Eso lo dice la ciencia, y los defensores y promotores del cambio climático
han debido reconocerlo disimuladamente. No significa esto que el hombre
no deba corregir su negativa forma de contribución al mismo, que eso es lo
que precisamente pide el Papa Francisco; pero ello no debe distraernos de sus
causas, cuya solución es la única forma correcta de resolver el problema. Y es
que esta cuestión del cambio climático ha tratado de ser convertirlo, de efecto
en causa, en fin en sí mismo. A veces pareciera que es una especie de diversión
de gente ociosa, un oficio de falsos intelectuales y científicos, orientados y
empujados por los países que lo provocan, y que piden, injustamente, que todos
contribuyan por igual a su solución sin reconocer que la contribución en su
desarrollo no es igual, siendo mayor en ellos. Recordemos aquí el discurso del
señor Al Gore, que incluso le mereció un premio Nobel.

Vale la pena hacer algunas reflexiones en torno a este cambio climático.

II. El cambio climático
En 1974, los químicos F. Sherwood Rowland y Mario Molina alertaron sobre el
uso de los llamados Clorofluorocarbonos, (Freón-11 y Freón-12), diciendo que
no se desintegraban rápidamente en la atmósfera baja, y que, “de alguna
manera”, llegarían hasta la estratósfera, dando origen a su famosa teoría del
“Ciclo catalítico del Cloro”, también conocida como la “Teoría química de la
destrucción de la capa de ozono”. Se suponía que tales compuestos, liberados
en la Tierra, al igual que cualquier otro gas más liviano que el aire, tenían que
ser dispersados por los vientos a toda la atmósfera independientemente del
lugar en el que fueran liberados; en marcha lenta, pero segura, las corrientes
ecuatoriales ascendentes deberían transportarlos hacia la estratósfera, hacia
un inexorable encuentro fotoquímico con la radiación ultravioleta solar más
energética, ante la cual son inestables. Como consecuencia de la reacción,

Sobre la carta encíclica “Laudato Si”, del Papa Francisco.
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se liberaba cloro, estimando que cada átomo de cloro liberado sería capaz
de desarrollar una reacción en cadena que destruía 100,000 moléculas de
ozono. Molina y Rowland escribieron sus famosas ecuaciones, las cuales fueron
consideradas incluso como unas de las diez más famosas de la ciencia actual,
obteniendo por ello el premio Nobel. Tales ecuaciones, en forma simple, podrían
escribirse así:

Cl3CF + hv (λ<230 nm) → Cl2CF + Cl’

Cl’ + O3 → ClO + O2

ClO + O’ → O2 + Cl’

NO2 + ClO → ClNO2

Como se ve, este ciclo catalítico puede ser bloqueado por el NO2, uno de los
tantos gases atmosféricos, provocando el secuestro de ClO. Esta es la conocida
“Reacción de Interferencia”, ya que bloquea la degradación del ozono producida
por los derivados de los clorofluorocarbonos.

Algunas observaciones han sido hechas a esta teoría, tan difundida en la
actualidad, y base soporte de la otra teoría del cambio climático:

En primer lugar, los clorofluorocarbonos no son más livianos que el aire. El más
ligero de los freones Freón-12, pesa 4.10 veces más que el aire, y el Freón-11, es
4.66 veces más denso que la atmósfera. Estos gases, al ser liberados, descienden
a niveles inferiores. Por lo tanto, no suben a la estratósfera, razón por la cual no
han podido encontrarse moléculas de los mismos en las muestras obtenidas en
dicha estratósfera, en cantidades suficientes como para tener alguna importancia.

En segundo lugar, para que los clorofluorocarbonos puedan liberar sus átomos de
cloro, deben ser atacados por radiación UV de menos de 190 nm de longitud de
onda, radiación que sólo se encuentra por encima de los 40 kilómetros de altura.

Contrario a lo que sostienen algunos medios científicos, como por ejemplo el
Ozono trends panel, de que la capa de ozono sobre los EUA y Europa se encuentra
teniendo una disminución del orden del 3 %, muchos trabajos científicos afirman
que se está dando una disminución de la radiación UV que llega a la Tierra, o
que, al menos, no se registran aumentos en dicha radiación.

Cuando apareció el famoso agujero de ozono en la Antártida, simultáneamente
apareció también el agujero de los óxidos de nitrógeno. Comprobadamente,

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ambos agujeros obedecen a las mismas causas, fenómenos físicos naturales
al final de los inviernos antárticos. El agujero de los óxidos de nitrógeno fue
ocultado por los medios. Se acepta de manera general que tales fenómenos
están asociados a lo que se conoce como Vértice Polar Sur, huracanes de hasta
400 km/hr que forman un círculo que abarca toda la Antártida, y que impiden
que nada salga hacia afuera y nada pueda entrar al mismo. Este vórtice polar
sur
es, o pareciera ser, para decirlo así, el responsable de la disminución del
ozono en la región, y de la misma manera, del agujero de los óxidos nitrosos, y
del agujero del vapor de agua.

La curvatura de la Tierra y el largo camino de los rayos UV
(Tomada de “Ecología, Mitos y Fraudes, El Fraude de la Capa de

Ozono)

Se ha demostrado que toda la cantidad de cloro que ha sido liberada por los
clorofluorocarbonos que se produjeron desde 1930 hasta hoy a la atmósfera, aun
asumiendo que hayan sido liberados simultáneamente, el efecto que produciría
sobre la misma sería imperceptible, y ridículamente insignificante cuando se
la compara con el cloro que la naturaleza lanza anualmente a la atmósfera. Se
calcula que la producción anual de clorofluorocarbonos se eleva a unas 1,100,000
toneladas; de estas, se liberan a la atmósfera unas 7500 toneladas; el resto queda
dentro de los aparatos de refrigeración o almacenado. La biota oceánica libera,
por el contrario, unos 5 millones de toneladas de cloro; la quema de bosques,
selvas y rastrojos agregan otros 8 millones más; los volcanes del planeta agregan
36 millones; y el cloro aportado por los océanos es del orden de los 600 millones
de toneladas. Es decir, la cantidad de cloro de origen natural es unas 80000 veces
mayor que la que presumiblemente liberan los clorofluorocarbonos. Mediciones
indican que la existencia de clorofluorocarbonos en la estratósfera es casi nula,
unas 0.1 ppb, y en alturas en las cuales la radiación UV no tiene la energía
necesaria para provocar la liberación de sus átomos de cloro.

La crítica a la teoría de que los clorofluorocarbonos son los causantes de la
disminución de la capa de ozono ha sido tan sostenida técnica y científicamente,
que ello hizo que los promotores de la teoría del cambio climático se desviaran
entonces hacia otra posible causa, las emisiones de dióxido de carbono, CO2, y
de otros gases de invernadero. De estos gases de invernadero, conocidos como
gas serra”, (CO2, anhídrido carbónico, CH4, metano, N2O, óxidos de nitrógeno,
CFCs, clorofluorocarbonos, HFCs, hidrofluorocarbonos, y SF6, exafluoruro de

Sobre la carta encíclica “Laudato Si”, del Papa Francisco.
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azufre), el primero es el que ha generado más atención debido a su abundancia.
Su “potencial de calentamiento” se toma como la unidad, y en relación con
este, los potenciales de los otros gases son: 23 para el metano, 296 para los
óxidos de nitrógeno, entre 6000 y 14000 para los clorofluorocarbonos, entre 12
y 12000 para los hidrofluorocarbonos, y 22000 para el exafluoruro de azufre. Sus
ciclos de vida atmosférica son, en su orden: 100 a 1000 años para el CO2, 12 años
para el metano, 114 años para los óxidos de nitrógeno, entre 45 y 1700 años
para los clorofluorocarbonos, entre .3 y 260 años para los hidrofluorocarbonos,
y 3200 años para el exafluoruro de azufre. Los defensores del cambio climático
sostienen que hay un incremento en los valores del anhídrido carbónico en
la atmósfera, valores que han aumentado, en unos dos siglos y medio, desde
278 ppm hasta 380 ppm en la actualidad. Este incremento, unos 1.5 a 2 ppm
por año últimamente, ha servido como justificación para tratar de confirmar
el efecto invernadero y su consecuencia, el cambio climático. Los otros gases
serra han tenido incrementos realmente despreciables. Pero tal incremento
en la concentración de CO2 en la atmósfera de la Tierra no es suficiente para
justificar, científicamente, que debido a ello se puedan dar incrementos en su
temperatura como los que se asumen. Causas que salen del efecto antrópico
tienen mayor significación en tales aumentos en la temperatura, siendo estos,
en realidad, mucho menores que los que asumen los defensores y propulsores
del cambio climático.

Fuentes atmosféricas de Cloro, millones de toneladas anuales.
Tomado de “The holes in the ozone scare”

Maduro y Schauerhammer, 21st Century Science
Associates, Editores, Washing ton, D. C.










Hay que hacer ver que la “huella del carbono” que provocan los países tiene
diferencias muy grandes entre unos y otros, y esto es importante para señalar
las responsabilidades de cada quien. Como ejemplo, la huella del carbono de los
Estados Unidos de Norteamérica es del orden de los 2000 kilogramos por persona
por año, mientras que un habitante del Reino Unido sólo contribuye con una
huella del carbono de 9500 kilogramos por persona por año. La China y la India son
responsables de huellas del carbono de 3200 y 1200 kilogramos por persona por
año, mientras que un habitante de Tanzania sólo contribuye al calentamiento con
100 kilogramos por persona por año. Los datos anteriores muestran taxativamente
las profundas iniquidades y desigualdades que hay en el mundo y que el Papa
Francisco, en su Carta Encíclica, señala como lo que hay precisamente que

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cambiar. Un habitante, pues, de los Estados Unidos de Norteamérica contribuye
casi 200 veces más que uno de Tanzania en el calentamiento. “Por eso, dice
el Papa, hay que mantener con claridad la conciencia de que en el cambio
climático hay ‘responsabilidades diversificadas’ y, como dijeron los Obispos de
Estados Unidos, corresponde enfocarse ‘especialmente en las necesidades de los
pobres, débiles y vulnerables, en un debate a menudo dominado por intereses
más poderosos’ ”. (52). Cuando el Papa propone algunas líneas de orientación
y acción, (V), remarca esta posición, y señala el cuidado que los países pobres
deben tener cuando se enfoca ligeramente este asunto del cambio climático:
“Algunas de las estrategias de baja emisión de gases contaminantes buscan la
internacionalización de los costos ambientales, con el peligro de imponer a los
países de menores recursos pesados compromisos de reducción de emisiones
comparables a los de los países más industrializados. La imposición de estas
medidas perjudica a los países más necesitados de desarrollo. De este modo, se
agrega una nueva injusticia envuelta en el ropaje del cuidado del ambiente”.
(170). A continuación, señala uno de los peligros de esta ligera interpretación
del asunto: “La estrategia de compraventa de ‘bonos de carbono’ puede dar
lugar a una nueva forma de especulación, y no servir para reducir la emisión
global de gases contaminantes”. (171).
Algunas cuestiones que los defensores del cambio climático no han podido
explicar, se exponen a continuación como simples efectos:

a) El efecto negativo de retorno que las nubes producen sobre el mismo, y
que atenúan sus consecuencias.

b) Los modelos climáticos fallan al intentar predecir el clima.
c) Los modelos climáticos fallan al intentar reconstruir o predecir la

variabilidad natural.
d) Los modelos climáticos no pueden reconstruir el pasado climático.
e) El hecho de la poca relación entre los rayos cósmicos y los efectos

climáticos.

Contra argumentos en contra del probable efecto antrópico sobre el cambio
climático pueden también ser expuestos:

a) Los datos sobre el núcleo glacial sugieren que el CO2 atmosférico
responde a la temperatura global, por lo que no puede ser el causante de
los cambios globales de temperatura.

b) Muchos datos que muestran el llamado “calentamiento global” han sido
corregidos o torcidos para poder alcanzar los resultados deseados.

c) Cambios recientes en las temperaturas globales se deben a cambios en
el Sol.

d) Hay indicios que muestran una reducción en los niveles de calentamiento
global.

Hay, indudablemente, argumentos en pro y en contra del cambio climático, y
diferentes modelos de soporte en cada caso. Pero ninguno tiene la suficiente

Sobre la carta encíclica “Laudato Si”, del Papa Francisco.
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rigurosidad científica e incluso la necesaria aceptación de la comunidad
científica como para ser aceptados. Como afirman los científicos, “Diferentes
modelos llevan a diferentes resultados”. Luego, ¿por qué asumir y arrogarse
una completa certeza por parte de los defensores de este fenómeno natural, y
considerarlo algo dado y no discutible?

No es el objeto aquí enfocar detalladamente esta confrontación entre
seguidores y críticos de tal teoría del cambio climático, pero aun asumiendo
que este se esté dando efectivamente sobre la Tierra, lo cual no es nuevo en el
tiempo cósmico y en el tiempo terrestre, tendría como causa principal la propia
dinámica del planeta para mantener su equilibrio; y aún, agregando a ello que el
efecto antrópico en dicho cambio sea real, este es tan pequeño que no debería
transformarse en un fin en sí mismo, como tratan de hacerlo sus defensores.
Finalmente, además, el efecto antrópico no puede considerarse como un
asunto puramente científico, sino que este tiene causas que lo provocan, y
que se sitúan en las esferas económicas, sociopolíticas, geopolíticas, legales y
sanitarias, sólo para citar algunas. No es posible hacer una consideración del
asunto del cambio climático aisladamente, sin entrar en la consideración de las
causas que lo provocan, que son, como decimos, originadas en el sistema de
desarrollo económico-social del mundo actual. Esto es precisamente lo que el
Papa Francisco, en su Encíclica, trata de sostener insistentemente. Hablando
de la inequidad planetaria, dice: “Pero hoy no podemos dejar de reconocer que
‘un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social’, que
debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar
‘tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres’”. (49). Confirma
esta necesidad de enfocar el problema desde una óptica socio-económica y
política cuando dice, hablando de la necesidad de una ecología integral, (IV):
“Hoy, el análisis de los problemas ambientales es inseparable del análisis de los
contextos humanos, familiares, laborables, urbanos, y de la relación de cada
persona consigo misma, que genera un determinado modo de relacionarse con
los demás y con el ambiente”.wt(141).

Hay que decir también que el llamado efecto invernadero, causado por los
también llamados gases serra, es un efecto, (Efecto Serra) necesario para la
Tierra. Sin él, la Tierra sería unos 35 °C más fría que actualmente, haciendo que
la temperatura promedio en los trópicos fuera de unos –10 °C. Es decir, la Tierra es
un ser vivo, es un ser dinámico, y su naturaleza es tan inmensamente complicada
que es imposible para el hombre poder desentrañar sus complejos mecanismos.
¿Cómo poder pensar que Dios, en su Creación, pueda haber precisamente creado
una naturaleza muerta? No debemos negar que el hombre está contribuyendo
con su negativa conducta a la depredación del ambiente y conduciendo a
algunas regiones al desastre ecológico; pero esto es un efecto, repetimos,
del sistema, que es lo que el Papa señala repetidamente, y la solución es, no
equivocadamente enfrentar el llamado cambio climático como un fenómeno
aislado y monocausal, sino enfrentar las causas que lo producen, que se sitúan

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en el injusto e insoportable sistema actual de desarrollo de la humanidad. Hay
que dejar en paz a la naturaleza, y respetarla como Creación que es de Dios; ella
sabrá entonces reaccionar adecuadamente cuando sea necesario.

Unas cortas consideraciones a otro efecto que sabe asociarse con el cambio
climático: El llamado calentamiento global. La clave aquí es definir lo que
se entiende como global. Si se entiende lo universal, tal teoría es de suyo
inaceptable: Contradice la segunda ley de la termodinámica, que indica que
aunque la energía universal se conserva y sólo se transforma, como señala la
primera ley, la entropía, por el contrario, aumenta constante e irreversiblemente
siguiendo la flecha del tiempo, lo cual indica que el universo se está enfriando
también irreversiblemente, (todos los fenómenos naturales son irreversibles,
y no ideales), hasta que se llegue a su estado final de equilibrio, que no es
otra cosa que su muerte térmica. Si el término global se refiere a la Tierra, los
datos muestran que en inmensas regiones se está experimentando un descenso
de temperatura. Si algo en algún lado se calienta, algo en otro lado se deberá
enfriar. A partir de 1880, la temperatura promedio global ha aumentado 0.8 °C,
incrementando la temperatura en los océanos, su nivel en alrededor de 20 cm, y
provocando una declinación del hielo marino en el Ártico en el orden de un 40 %.
Esto está lejos de las estimaciones catastróficas que se saben expresar en cuanto
a los efectos del cambio climático, que hablan de aumentos de la temperatura
promedio en la Tierra del orden de entre 2.8 y 5.6 °C en los próximos 85 años,
lo cual provocaría, según los economistas macroeconómicos, disminuciones de
hasta un 20 % del producto interno bruto del planeta; en nuestro país se ha
afirmado que el cambio climático podría ocasionar invasiones del océano que
pudieran llegar hasta a cubrir lugares como Zaragoza, e incrementos de hasta
2 a 5 °C en los próximos 25 años. Estas visiones apocalípticas nublan una visión
correcta del asunto. El Papa Francisco, en su Encíclica, lo que hace es aclarar
tal nublada visión, y establecer, insisto, en que el combate a un pretendido
cambio climático debe situarse en un cambio en el sistema, un cambio radical
que, como ha dicho, supedita una visión consumista e individualista a una
visión humanista y justa para llegar a un verdadero progreso, en armonía y paz.
“Cuidar la casa común”, dice, y tal cuido radica en ese cambio, sustancial,
esencial: Privilegiar al hombre y a la naturaleza sobre las cosas y sobre los
intereses económicos.

Tozzi, Mario, en su obra “Uomo e Natura, quale futuro possibile?”, hablando del
clima, señala ciclos de períodos sucesivos de enfriamiento-calentamiento que
corren desde 5000 años antes de Cristo hasta la actualidad. Señala Tozzi que desde
5000 años a.C. hasta el 2500 a.C. hubo un período de creciente calentamiento, que
comenzó a declinar y continuó en esa tendencia hasta el año 1000 a.C. A partir de
esta fecha, períodos de enfriamiento y calentamiento han venido sucediéndose,
siendo a partir del año 1200 que se ha dado un largo período de enfriamiento que
ha durado hasta aproximadamente el año 2000. De nuevo, a partir de dicho año, un
nuevo calentamiento terrestre es previsible. Tales períodos pueden establecerse,

Sobre la carta encíclica “Laudato Si”, del Papa Francisco.
Eduardo Buenaventura Badía Serra

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con suficiente aproximación, en la forma siguiente:

Año 5000 a.C. hasta año 3500 a.C.
Año 3500 a.C. hasta año 1000 a.C.
Año 1000 a.C. hasta año 400 a.C.
Año 400 a.C. hasta año 200 a.C.

Año 200 a.C. hasta año cero
Año cero hasta año 100 d.C.

Año 100 hasta año 400
Año 400 hasta año 600
Año 600 hasta año 900

Año 900 hasta 1200
Año 1200 hasta año 1500
Año 1500 hasta año 2000

= Calentamiento creciente
=Calentamiento de creciente
= Enfriamiento progresivo
= Enfriamiento decreciente
= Calentamiento creciente
= Calentamiento decreciente
= Enfriamiento creciente
= Enfriamiento decreciente
= Calentamiento creciente
= Calentamiento decreciente
= Enfriamiento creciente
= Enfriamiento decreciente

De acuerdo con tal tendencia, es de esperar un nuevo ciclo de calentamiento
creciente, lo cual no significa sino la confirmación de esa dinámica terrestre
que le permite al planeta adaptarse hacia condiciones que le lleven al
equilibrio. Sería aceptable pensar que esta vez, la contribución del hombre a
dicho calentamiento puede ser mayor, pero ello estará siempre lejos de asumir
posiciones catastróficas para la vida en la Tierra.

III.“Rapidación”, “Cultura del Descarte”, y “Exitismo”
Efectivamente, el sistema social, económico y político en que se desenvuelve el
mundo, siguiendo la pauta de su modelo neo-liberal, que ha llevado a una realidad
de inequidad e injusticia entre unos hombres y otros, probablemente no antes vista
en la historia en su magnitud actual, y que el Papa no ha dejado de señalar como
el causante de la depredación actual del medio ambiente, también ha originado
un entorno familiar que señala utilizando unos términos muy reveladores. Habla
el Papa de un mundo de la “rapidación”, de una “cultura del descarte”, y del
“exitismo”. Esas son, ciertamente, las características del hombre actual, de la
familia actual, a las que el sistema les ha llevado, y que urge cambiar. “Toda
pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en ‘los estilos
de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de
poder que rigen la sociedad’”. (5). Agrega el Papa: “A la continua aceleración de
los cambios de la humanidad y del planeta se une hoy la intensificación de ritmos
de vida y de trabajo, con eso que algunos llaman ‘rapidación’“. (18). Estos estilos
de vida van generando una “cultura del descarte”, que “afecta tanto a los seres
humanos excluidos como a las cosas que rápidamente se convierten en basura”.
(22). Y es que “la lógica que no permite prever una preocupación sincera por el
ambiente es la misma que vuelve imprevisible una preocupación por integrar a
los más frágiles, porque ‘en el vigente modelo exitista y privatista’ no parece
tener sentido invertir para que los lentos, débiles o menos dotados puedan
abrirse camino en la vida
”, dice, citando la Exhortación ap. Evangelii gaudium
de 24 de noviembre de 2013. (196).

61TEORÍA Y PRAXIS No. 28, Enero-Mayo 2016

El hombre y la familia viven hoy ese estilo de vida de “rapidación” y de
“cultura del descarte”. Su objetivo es el “exitismo”, ser individuo y no parte
de la sociedad y del mundo, tener y no ser. Es, lo que Veggeti Finzi ha llamado
muy bien: “La familia presurosa”, esa familia que rinde culto al trabajo por
buscar el éxito personal, al tener más que el vecino, y que, como no tiene
tiempo para la vida verdadera, sabe “depositar”, “guardar” a sus hijos en las
“guarderías” por el sólo tener tiempo para acumular más y más; esa familia que
aplaude la creación de una “educación inicial” para poder dejar a sus niños de
uno, dos o tres años en algún lugar, acompañados de extraños, dado que ellos
necesitan libertad plena para dedicarse a sus negocios y a sus aventuras. Ahora
nos encontramos ante una realidad en la cual los niños son “depositados” por
los padres abrumadoramente tempranamente. Es el mundo de las guarderías,
en el que los pequeños seres son “guardados” por sus padres mientras estos
“resuelven” sus vidas. Estamos ante el mundo de las “parvularias”, donde los
párvulos son también dejados al cuidado de unas madres que no tienen leche
materna. Es una realidad golpeante y dura que relativiza el sentido del afecto y
del amor que va fijándose en el ser que abandona el vientre. Es una relativismo
hacia todo. Ya no hay verdades, ni valores universales, ni visiones únicas del
mundo. Es el mundo de lo simbólico y de la realidad mediática. El mundo es como
lo ve cada quien, y con ello, hay más de siete mil millones de visiones del mundo.

Este producto negativo del sistema es el que urge cambiar. La “familia
presurosa”, presionada por su necesidad de “exitismo”, viviendo a una velocidad
de “rapidación”, no puede tener una relación armónica con su sociedad, con
su ambiente, con su naturaleza. Se obliga al “descarte”, descarte que lleva al
desperdicio de recursos y a la depredación ambiental. El cambio climático no
es, como se puede ver, la causa de ello sino el efecto, por lo que lo que debe
combatirse es tal causa, con lo cual desaparecerá el efecto.

Es importante reflexionar sobre estos conceptos del Papa Francisco en torno
a esa “vida en rapidación”, a esa “cultura del descarte”, y a esa aspiración
equivocada al “exitismo”, que conducen, como dice Finzi, a la lamentable
condición de “familia presurosa”, condición que es la característica actual de
esa noble institución que es la familia.

IV. Una consideración final
Hay muchos mensajes del Papa Francisco en su Carta Encíclica “Laudato si,
sobre el cuidado de la casa común”. Ciertamente hay un grave mensaje sobre
la situación de la naturaleza, del ambiente natural, depredado y contaminado
enormemente por el hombre. También hay referencias al cambio climático,
unas 10, algunas de ellas directas, y una que otra sobre el calentamiento global.
Pero su mensaje central va dirigido a la necesidad de cambiar urgentemente el
sistema social, económico y político en que se desenvuelve el mundo, que es
la real causa de lo otro. Pretender que el tema central de la Encíclica es este
asunto del cambio climático, es hacer una mala lectura de la misma, lectura

Sobre la carta encíclica “Laudato Si”, del Papa Francisco.
Eduardo Buenaventura Badía Serra

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que no sólo enmascara su objetivo central sino que puede resultar en una visión
equivocada de las soluciones.

La humanidad necesita cambiar, dice el Papa; se debe apostar por otro estilo
de vida. Lo dice claramente, lo sostiene a lo largo de todo el documento. Ese
es el mensaje. Esa es la visión con que debe leerse el documento, tan fino, tan
claro, tan contundente. ¿La naturaleza? ¡Dejémosla en paz! ¡Respetémosla! Ella
tomará sus propias medidas para corregir sus desequilibrios. Hay que matizar
ya ese antropocentrismo desmedido en que la humanidad insiste en colocarse.
La obra de Dios es compleja, de una estructura profunda, tan profunda que el
hombre no logrará poder conocerla en su totalidad, por más progresos que la
ciencia haga, ciencia que por cierto, ahora, ya acepta con humildad que nunca
podrá llegar a desentrañar esos tales misterios.

El Papa Francisco nos deja un mensaje, un grave mensaje. No aprovecharlo
sería imperdonable. Que la Iglesia, como pueblo de Dios, no lo difunda y trate
de internalizarlo en la conciencia de todos los hombres, sería lamentable. La
Encíclica “Laudato Si’, sobre el cuidado de la casa común”, debe estar en las
manos de todos, más aun, en sus mentes, y aún más, en sus conciencias; pero
sobre todo, en las conciencias de esos poderosos que pugnan por mantener un
sistema que lleva al mundo a un estado de inequidad y de injusticia. Si ellos
arropan este documento, puede que el mundo cambie: Ahora bien, el cambio
climático podrá seguir. Pero eso será ya un asunto de la naturaleza, que, como
obra de Dios, no puede ser portadora del mal sobre un mundo que Él ha creado.

Porque Dios les mostró sus maravillas para que se fijaran en ellas.

Eduardo Buenaventura Badía Serra.
San Salvador, 16 de julio de 2015.

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Bibliografia

Documento
Carta Encíclica “Laudato Si’, Sobre el cuidado de la casa común”, del Papa Francisco.

Documentos Eclesiales 26, Libreria Editrice Vaticana, 1ª. Edición, 2015.

Algunas referencias consultadas
Papa Francisco, “Misericordiae Vultus, el rostro de la misericordia”, Bula del Jubileo

de la Misericordia. Documentos Eclesiales 25, Librería Editirce Vaticana, 1ª.
Edición, 2015.

V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe,“Documento
Conclusivo”, Aparecida, Brasil, mayo, 2007, Edición Especial para Centroamérica,
Impresión San Pablo. Bogotá, Colombia.

Mario Tozzi, “Uomo e natura. Quale futuro possibili?”, Instituto Geográfico D’Agostini,
Novara. Italia, 2009.

Mark Maslin, “Climate Change”, Oxford University Press, Great Britain, 2014.
Francesco Dugoni & Maria Luisa Doldi, “Rinnovabili: Se non ora, quando?, Edizioni

Ambiente. Italia, 2013.
Blanca Azcárate Luxán & Alfredo Mingorance Jiménez, “Energías e impacto ambiental”,

Colección Milenium. Madrid, 2008.
Stanley E. Manaham, “Environmental Chemistry”, Lewis Publishers, seven edition. USA, 2000.