5TEORÍA Y PRAXIS No. 28, Enero-Mayo 2016

Edgar Rey Sinning1

Resumen
Este artículo está orientado a examinar el papel que las fiestas religiosas
llegadas en el calendario festivo ibérico, impuestas desde la conquista y
fortalecidas en el siglo XVIII, cumplieron en las tierras americanas, a través
de los anuncios que realizaban las autoridades borbónicas por medio de
las conocidas Fiestas de Tablas. En ellas se definían las fiestas que eran
de obligada celebración y días de guardar. De igual manera, establece
el comportamiento de los samarios con el cumplimiento de los deberes
dado a su condición de católicos, apostólicos y romanos. Igualmente,
se revisan las confrontaciones permanentes de las autoridades civiles y
eclesiásticas por el control de la vida social y religiosa de los samarios, al
punto, que como mecanismo de presión el Gobierno Eclesiástico utilizaba
la excomunión para imponerse.

Palabras claves
Fiestas religiosas, excomunión, vida social, Santa Marta, Gobierno Civil y
Gobierno Eclesiástico.

Abstract
This article is oriented to examine the role that religious holidays arrived
in the Iberian festive calendar, imposed since the period of the conquest
and strengthened in the eighteenth century, developed in the american
lands, through the advertisements reported by the Bourbon authorities by
means of well-known Fiestas de Tablas. In these is defined the holidays
of obligatory celebration and days of storage, similarly, it stablish the
behavior of the citizens of Santa Marta, with the fulfillment of duties
given their condition of catholics, apostolic and romans. In the same way,
are reviewed the permanent confrontations of the civil and ecclesiastical
authorities for the social and religious life control of the citizens, to the
point that, Ecclesiastical Government used as pressure mechanism the
excommunication to get imposed.

1. Historiador, Doctorando en historia de América Latina por la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla,
España. Universidad Popular del César, Santa Marta, Colombia. Email: papelillopintgo@gmail.com

ISSN 1994-733X, Editorial Universidad Don Bosco, año 14, No.28, Enero-Mayo de 2016, pp.5-23

Recibido en julio de 2015, aceptado en septiembre de 2015

Fiestas religiosas, vida social
y excomunión en la ciudad de

Santa Marta en el Siglo de las luces

Fiestas religiosas, vida social y excomunión en la ciudad de Santa Marta
en el siglo de las luces. Edgar Rey Sinning

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Keywords
Religious holidays, excommunication, social life, Santa Marta, Civil and
Ecclesiastical Government.

Introducción
El artículo está centrado en rastrear el sentido de las liturgias religiosas y
las fiestas católicas durante el siglo XVIII bajo la dominación de la Monarquía
Borbónica en la ciudad de Santa Marta. Se destaca en el calendario festivo
colonial la carga de celebraciones religiosas impuestas por la Corona Española,
que se manifiestan en las «Fiestas de Tabla» anuales, que sin duda, regían la
vida social y familiar de los samarios, quienes, fervientes practicantes de la fe
cristiana, devotos de sus santos y vírgenes, gozaban durante todo el año de días
especiales, para homenajearlos. Cada vez había más motivos y en algunos era
significativo el número de días dedicados a la devoción y a no trabajar, porque
eran días de «guardar». Además de las llamadas fiestas universales, donde para
el mundo católico y la ciudad era tradicional festejar: la Navidad, Año Nuevo,
Semana Santa y el Corpus Christi. Los cuatro templos existentes en la ciudad,
como los construidos en las otras ciudades, villas y parroquias de la provincia,
permanecían abarrotados de creyentes. Además por decisión de la Corona la
ciudad tenía dos patronas: Santa Marta y la Inmaculada Concepción de María,
de tal manera que en ambas conmemoraciones los samarios desbordaban de
alegría y se entregaban a los ritos propios de las celebraciones. Muchas de esas
celebraciones pasaron a la República y crecieron en participantes y eventos,
tal es el caso de los festejos durante el Corpus Christi y el Carnaval que llegó a
América cristianizado.

Cierra el artículo una descripción de los conflictos protagonizados por el Gobierno
Eclesiástico en cabeza del señor Obispo y el Gobierno Civil, encabezado por el
señor Gobernador. Conflicto generado por los intereses personales y expresión
de la puja por mantener y demostrar poder. Estas disputas tuvieron siempre
sus orígenes en la intromisión del señor Obispo en los asuntos de competencia
de la autoridad civil, llegando al extremo, que casi siempre, la puja la ganaba
el Gobierno Eclesiástico en detrimento del poder civil y en aquellos casos
que eran desfavorables al prelado, utilizaba la excomunión para minimizar al
contrincante. En otros momentos del conflicto, amenazaba con la excomunión
y por supuesto los afectados cedían o simplemente declinaban dejándole
despejado el camino a Su Señoría, para que actuara a su libre albedrío. Fue
una práctica constante sobre todo en la primera mitad del siglo XVIII y latente
en la segunda. Práctica intimidatoria utilizada por el obispo que cumplió sus
objetivos. Frente a estos conflictos y disputas permanentes entre estos dos
poderes, varios samarios peninsulares mostraban su inconformidad y se fueron
a vivir a sus haciendas donde construyeron sus propias capillas, un sacerdote,
contratado, oficiaba la santa misa los domingos y días de guardar y asistía en lo
espiritual a toda la familia y a los trabajadores de la hacienda.

7TEORÍA Y PRAXIS No. 28, Enero-Mayo 2016

1.Las fiestas religiosas definen la vida social
La fiesta en general nos permite mirarla desde una perspectiva, tanto
antropológica como sociológica; porque se entiende enmarcada dentro de una
colectividad grande o pequeña. Ubicada en ese entorno, se convierte en un
acto social, porque la fiesta la celebra y la organiza una colectividad que posee
unos vínculos difícil de romper, que son de solidaridad, bien sea mecánica u
orgánica. Por ello, toda pausa en la vida cotidiana, con el propósito de rendir
culto, homenaje a una divinidad, se define como una fiesta religiosa. La fiesta
no la realiza una sola persona, no es tampoco un acto anárquico, sino todo lo
contrario, todo está definido previamente, desde la fecha, sus preparativos
y todos sus aditamentos están arreglados y aceptados por todos. Por ello, la
asistencia a las fiestas religiosas es de obligado cumplimiento y quien inflija la
norma recibirá su sanción.

A partir de lo anterior, la sociedad samaria no será ajena a esa práctica universal,
como tampoco lo fue la sociedad caribeña en su conjunto. En los documentos
revisados se aprecia que fue esa la conducta que se observó a lo largo de la
dominación española, sin desconocer las prácticas religiosas desde la cultura
nativa y africana. El Gobierno Eclesiásticos utilizará ese control a sus practicantes
en forma permanente para garantizar su legitimación y robustecimiento.

Ahora bien, la primera diócesis creada en Tierra Firme, fue Santa María la
Antigua del Darién, en 1514, su primer y único obispo fue Fray Juan Quevedo.
Pedrarias Dávila, funda en 1519 a Panamá, por lo que cinco años más tarde
traslada a ella la capital de la Diócesis. Al darse ese paso quedó Santa Marta
como decana de las Diócesis del Nuevo Reino de Granada, hecho que explica
la frase en latín que se lee en el frontis de la catedral: «Ditionis Columbianae
Mater ómnium ecclesiarum
».2

Aunque nunca llegó a consagrarse, de acuerdo a José Nicolás De La Rosa3 se
considera como primer obispo de esta diócesis a Fray Tomás Ortiz en 1528. Sin
embargo, la diócesis fue solicitada oficialmente en 1532 y las bulas llegaron dos
años después en 1534, cuyo obispo nombrado fue el dominico Fray Alonso de
Tobes, aunque no alcanzó a consagrarse. El siguiente obispo nombrado fue Fray
Cristóbal Brochero, quien renunció y en agosto de 1538, por fin, llega el primer
obispo consagrado a Santa Marta, Fray Juan Fernández de Ángulo.

A pesar de la falta de obispo, desde su fundación, la actividad religiosa formaba
parte de la vida diaria de la ciudad, tal como lo señala De La Rosa su texto
Floresta de la santa iglesia catedral de la ciudad y provincia de Santa Marta.

2. Madre de todas las jurisdicciones eclesiásticas de Colombia.
3. José Nicolás De La Rosa. Floresta de la santa iglesia catedral de la ciudad y provincia de Santa
Marta,
1945. (Barranquilla: Biblioteca Departamental del Atlántico), 362. Págs. Libro escrito en la
primera mitad del siglo XVIII, su autor tuvo el privilegio de haber ocupado los cargos de Alférez Real
y Alcalde Ordinario de la ciudad.

Fiestas religiosas, vida social y excomunión en la ciudad de Santa Marta
en el siglo de las luces. Edgar Rey Sinning

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Desde ese entonces la ciudad será considerada dos veces «santa», debido a que
Santa Marta es el nombre de la ciudad y así se llama su protectora y patrona:
Santa Marta, conocida en la biblia como Marta de Betania.4 Por otro lado,
también fue Santa Marta consagrada a la Inmaculada Concepción, Reina de las
Américas, y segunda patrona de la ciudad.

Como puede observarse, el panorama predominante era el de una ciudad muy
cristiana, devota de sus patronas y cumplidora de los preceptos católicos. En ese
contexto, el poder de la iglesia y de sus autoridades eclesiásticas será siempre
un punto de referencia en el Nuevo Reino.

No obstante, los persistentes enfrentamientos con las autoridades civiles
y militares estarán al orden del día. Las divergencias y acusaciones mutuas
por el mal manejo del poder serán «pan de cada día». La desobediencia del
obispo a las Reales Cédulas, a las órdenes del Gobernador y de otras autoridades
virreinales, será una constante. Para ilustrar, una acusación permanente de los
obispos fue el contrabando que realizaban o permitían los mismos gobernadores.
El púlpito era lugar preferido para promulgar estas acusaciones y un Domingo
de Ramos el obispo de la ciudad, Fray Antonio de Monroy, no dudó en señalar
a los ministros del Rey como ladrones. Acusación que no fue bien recibida por
los vecinos peninsulares que detectaban el poder económico de la ciudad y el
rechazo unánime de las autoridades civiles y militares.

El historiador Ernesto Restrepo Tirado,5 señalando documentos de la época,
muestra los conflictos entre poderes, particularmente, uno muy comentado
ocurrió el día 19 de diciembre de 1724, día del cumpleaños del rey Felipe
V. Cuenta que al momento de celebrarse el Te Deum en la iglesia de San
Francisco, que fungía como Catedral para aquel entonces, se presentó un duro
enfrentamiento, con las autoridades civiles, que se explicará en detalle más
adelante. Esas continuas peleas reflejan una situación de permanente crisis en
la sociedad en general, un ejemplo lo constituye la construcción de la actual
catedral, que se inició en 1766 y solo fue posible concluirla en 1796.6 El principal
centro de adoración a Dios, por diversas razones y disputas, duró muchos años
para construirse. Finalizada su obra se trasladó «de la Catedral formal a su
edificio material» 7 ya que durante varios años había funcionado en la iglesia de
San Francisco. Desde entonces la catedral es todo un símbolo de la cristiandad

4. El himno de la ciudad es de la autoría del samario Mariano Barreneche y comienza así: «Dios te
salve ciudad dos veces santa/ Por la gracia del nombre…»
5. Ernesto Restrepo Tirado. Historia de la provincia de Santa Marta. Tomo II, 1953. (Bogotá:
Ministerio de Educación Nacional).410 Págs.
6. La Actual catedral de la ciudad se inició a construir el 8 de diciembre de 1766, día de la Inmaculada
Concepción. Antes de esa fecha el templo estuvo localizado en por lo menos 2 o 3 lugares distintos.
Consúltense: José Nicolás De La Rosa (1945 y 1975), Arturo Bermúdez Bermúdez (1981), Ernesto
Restrepo Tirado (1953), María del Carmen Mena García (1982) y William Hernández Ospino (2003).
7. Ernesto Restrepo Tirado. Op. Cit. 1953, p. 274.

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samaria, pues únicamente no es un lugar de veneración para la santa patrona,
sino que hacia ella concurrirán fieles devotos de muchas santas, vírgenes y
santos. Ella y las otras iglesias en la ciudad (San Francisco, San Juan de Dios,
Santo Domingo) permitirán a los samarios asistir disciplinadamente a los oficios
religiosos, tal como lo establecían el calendario cristiano y promulgado en las
«Fiestas de Tablas».

Fervientes practicantes de los oficios religiosos establecidos, los samarios cumplían
al pie de la letra sus mandatos. Don José Nicolás De La Rosa testimonió del exacto
cumplimiento de las fiestas anuales de tabla, en las que concurría el Cabildo de
Santa Marta a su Catedral en forma de ciudad. Si bien es cierto que las tablas
establecían muchas fiestas, los samarios, según la declaración de este autor,
celebraban un porcentaje muy alto de ellas. La vida religiosa era un mecanismo de
control social sobre la familia y era muy mal visto por las autoridades eclesiásticas
y por los vecinos el dejar de asistir a los oficios religiosos.

Por su parte, las autoridades gubernamentales, en cabeza de los gobernadores
y demás miembros del gobierno civil, eran celosos en la realización de los
oficios religiosos, los que eran considerados de obligatoria asistencia puesto que
manifestaban la obediencia al Rey y al Papa (representación de Dios). No era
para menos, todos los gobernadores y funcionarios de primera línea pertenecían
a alguna de las órdenes religiosas existentes en el mundo católico. A la ciudad
llegaron muchos pertenecientes a la Orden Caballero de Santiago y a otras,
siendo las principales órdenes religiosas Santo Domingo, San Francisco y San
Agustín, fieles seguidores de las orientaciones de sus fundadores.

De ahí que hombres y mujeres son controlados por las autoridades, y ellos
entre sí. Por eso al mínimo asomo de una infiel o de un infiel, las autoridades
eclesiásticas se pronunciaban y no dudaban de acusar ese tipo de prácticas como
diabólicas e inspiradas por el demonio y por la falta de recibir con devoción
el «pasto espiritual». El amancebamiento y otras prácticas sexuales serán
considerados por la iglesia contra natura y por lo tanto deben ser condenados sus
protagonistas con la excomunión. Igualmente, la sociedad en su conjunto estará
vigilante a que aquellos extranjeros, no españoles, asistan cumplidamente a los
oficios religiosos, lo contrario será considerado como una práctica sospechosa y
señalados como ateos, masones o judíos, denominaciones comunes para indicar
a los no creyentes o los que simplemente tenían una práctica religiosa distinta.
Este punto es clave comprenderlo desde el punto de vista político, porque desde
Aristóteles hasta nuestros días, la homogeneidad religiosa es una condición para
sostener el poder político y económico. Y en las colonias americanas la Corona
Española tiene claro que debe mantener la estabilidad política, por lo que una
forma es controlar a sus vasallos desde una práctica religiosa única: la religión
católica. En ese sentido, Mercedes López8 plantea que es determinante en la

8. Mercedes López Rodríguez. Tiempos para rezar y tiempos para trabajar. La cristianización de las

Fiestas religiosas, vida social y excomunión en la ciudad de Santa Marta
en el siglo de las luces. Edgar Rey Sinning

10

conducta de los americanos, puesto que la iglesia católica cumple un papel
protagónico en la implantación del sistema colonial basado en la hegemonía
del cristianismo. La evangelización de los nativos americanos operó como un
argumento válido que legitimaba el uso de la fuerza durante el periodo de la
conquista, que no fue otro que un proceso invasor. Al lograrse la dominación y
el establecimiento de unos nuevos amos a través del uso de las armas, el paso
siguiente fue imponer, mas no proponer, unas costumbres y unas prácticas del
cristianismo en los individuos, para ello se creó «la llamada policía cristiana,
la red de categorías, de valores que crearían el entramado social colonial
».9

Este control mejoró, sin duda, cuando la iglesia católica inició un proceso de
canonización de seres humanos, de carne y hueso, nacidos o que hayan vivido en
América, que por sus acciones y dedicación a sanar almas y brindar con devoción
un buen «pasto espiritual». Es el caso de la canonización de la primera santa
del Nuevo Mundo, Isabel Flórez y de Oliva, nacida en Lima en 1586 y canonizada
en 1671, venerada en Perú y en toda América Latina, con el nombre de Santa
Rosa de Lima10. El otro caso, muy cercano a los samarios, fue la canonización
del Fray Luis Beltrán, nacido en Valencia (España) quien dedicó muchos años
predicando por los pueblos del Caribe y en especial, en Tenerife (Magdalena)
fue muy escuchado en sus prédicas y luchas contra «el diablo». El fraile fue
canonizado por Clemente X en 1671, y desde entonces se le conoce como San
Luis Beltrán. En Colombia se venera como uno de sus abogados y patronos, y en
Tenerife es el segundo patrono después de San Sebastián.

Estos dos últimos hechos socio-religiosos son muy importantes tenerlos en
cuenta, porque el papel de la iglesia se fortifica tempranamente, en la medida
que los nativos y sus descendientes mestizos, zambos, criollos y todos los
sectores sociales diferentes a los blancos de Castilla aceptaran con mayor
devoción y obediencia las enseñanzas de la iglesia. Esa aceptación es clave para
que las autoridades coloniales y sus aliados naturales, los peninsulares blancos
ricos, puedan sacar adelante las órdenes llegadas de España.

2. Fiestas anuales de Tabla: viejas y nuevas liturgias católicas
Los conquistadores encontraron en América, no solo un mundo diverso, sino
también puntos de confluencia con los naturales. Especialmente se sintieron
identificados con el espacio y el tiempo que tanto hombres como mujeres,
dedicaban al goce y al disfrute colectivo. En el «Nuevo Mundo» estos festejos no
duraban días, sino semanas, e incluso meses; muchos de ellos fueron adaptados
al calendario festivo traído desde la lejana Europa, como informa acertadamente

comunidades muiscas durante el siglo XVI, 2001. (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e
Historia). 215 Págs.
9. Mercedes López Rodríguez. Op. Cit, 2001. p. 89.
10. Consúltese el libro de Ramón Mújica Pinilla Rosa limensis. Mística, política e iconografía en
torno a la patrona de América,
2005. (México: Instituto Francés de Estudios Andinos-Centro Francés
de Estudios Mexicanos y Centroamericanos-Fondo de Cultura Económica.), 497 Págs.

11TEORÍA Y PRAXIS No. 28, Enero-Mayo 2016

Tom Zuidema en su artículo El encuentro de los calendarios andino y español.11

La práctica antes usada por los cristianos contra los pueblos profanos en la vieja
Europa fue aplicada por los conquistadores a los oriundos americanos, colocando
en los sitios sagrados las insignias propias del cristianismo: inicialmente una
cruz, luego un templo. Sobre este tema se sabe mucho, para el caso de América
las descripciones de docilidad de los nativos hechas por el Fray Bartolomé de las
Casas y otros frailes son dicientes.

Con la fundación de pueblos, los conquistadores-evangelizadores asignaron
a cada uno un patrono: una virgen, una santa o un santo; protector que era
designado teniendo en cuenta la fecha de fundación de la población y el santo
homenajeado en el mundo católico ese día. Generalmente, los nombres del o
de la protectora anteceden al nombre del lugar, así, se encuentra en Colombia
a Santa Bárbara de Pinto, Santa Cruz de Mompox, Santa Cruz de Lorica, Santo
Tomás de Villanueva, Santa Marta, entre otros. Además de las fiestas patronales
de cada localidad, los españoles trajeron consigo las fiestas religiosas de
carácter nacional, obligatorias para todos los vasallos del Rey; calendario que
llegó a convertirse en un verdadero problema para las autoridades virreinales
debido a la gran cantidad de días festivos consagrados como de «guardar», los
que implicaban recogimiento, obligatoriedad de asistir a los oficios religiosos
de la iglesia católica —Semana Santa, Corpus Christi—, e incluso aquellos que
permitían festejos populares como los días de carnestolendas. A estas prácticas
se le sumaban los eventos festivos decretados por la Corona Española, originados
en el nacimiento del heredero al trono, el ascenso y exaltación de un nuevo rey,
el cumpleaños de los reyes; y aún los oficios religiosos y días de pesar, tristeza
y recogimiento por la muerte del rey o la reina.

Todas estas prácticas culturales festivas eran reguladas por la Corona, y
las autoridades virreinales fueron las encargadas de velar por su estricto
cumplimiento. Para ello, se publicaba en una tabla de madera —ubicada cerca a
la iglesia o en la Plaza Mayor de las ciudades y pueblos— la lista de los días y las
fiestas sagradas que debían celebrarse. Así, los vecinos se enteraban de los días
festivos de cada año, sobre todo de aquellos días movibles como el Carnaval,
la Semana Santa o el Corpus Christi. La existencia de estos días festivos
libres de las ataduras del trabajo fue duramente criticada en especial por los
encomenderos y los hacendados, quienes consideraban que existían demasiadas
fiestas, culpables del atraso y de la pobreza del virreinato, ya que estimulaban
el ocio y bajaban la productividad; igualmente advertían que las actividades
de las instituciones político–administrativas y de justicia se veían fuertemente
afectadas por la no atención al público durante estos días. La misma situación
fue objeto de crítica en tiempos de la República naciente.

11. Tom R. Zuidema. El encuentro de los calendarios andino y español, En: Heraclio Bonilla, Los
Conquistadores
, 1992 (Quito- Bogotá: Tercer Mundo, FLACSO, Libri Mundi), pp. 297-316.

Fiestas religiosas, vida social y excomunión en la ciudad de Santa Marta
en el siglo de las luces. Edgar Rey Sinning

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Frente a esta preocupante situación de vacancia permanente, donde además de
las fiestas «nacionales» se sumaban las locales (patronales), hecho que propició
que las autoridades virreinales tomaran la decisión de realizar una declaración
señalando que era pertinente solo guardar las fiestas que la Santa iglesia Romana
mandaba y no todas las que se crean o definan en los pueblos, porque ello complica
la administración y atrasa los negocios y causas de la Real Audiencia. Tal resolución
se fundamentaba en los excesos que se daban en las fiestas religiosas y sus
consabidas celebraciones populares de juegos de gallo, caña, toros y otros. De tal
manera que la vida festiva en Santa Fe de Bogotá y en el resto del virreinato,
debió ser controlada para poder lograr mejorar aquellos aspectos de la vida
político-administrativa, jurídica y económica de la sociedad colonial que, por la
cantidad de días festivos, sufrían parálisis y retraso.

Haciéndole un seguimiento cronológico a las fiestas referenciadas que para el
siglo XVIII se celebraban en la ciudad, es menester dar cuenta que muchas, casi
todas, pasarán al siglo XIX con la misma fuerza cristiana y el mismo sentimiento
religioso, hecho que se ha señalado en otro trabajo.12

Un elemento de no menos importancia, es pensar que estos fastos católicos
estarán acompañados de nuevos elementos culturales, aportados por los
nativos y las personas arrancadas del continente africano y traídas a este Nuevo
Continente, en calidad de esclavos.

De todas maneras, van a ser las ceremonias católicas las que determinarán el
ciclo de la vida festiva, como queda dicho. Los samarios definen los «tiempos
para rezar y los tiempos para trabajar», por ello su calendario festivo religioso
está al orden del día permanente en el imaginario colectivo de los hombres
y mujeres samarias que entienden que de no participar en las funciones
religiosas definidas en «las tablas» pueden tener consecuencias negativas
sociales, políticas y económicas. Nadie querrá hacer negocios con alguien que
no cumple la voluntad de Su Majestad y de Dios, ni tampoco serán tenidos
en cuenta para ocupar los cargos públicos que se ofrecían en la ciudad y que
debían ser atendidos por peninsulares, más tarde criollos y pardos. Casi nunca
por negros o nativos.

En este orden, el año se iniciaba con la fiesta del Año Nuevo, fiesta de la
Circuncisión del Señor, luego los Santos Reyes o Epifanía; el 23 fiesta en honor
a San Ildefonso y Santa Emerenciana, celebración definida por los samarios
años atrás para contener las fuertes brisas que azotaban —aún— a la ciudad
sobre todo en los meses de noviembre hasta enero y a veces a hasta febrero
y que asolaban a los maizales y otros sembrados. La tradición oral cuenta que

12. Édgar Rey Sinning, «De la liturgia católica a la liturgia republicana: fiestas e imaginarios políticos
en la Santa Marta del siglo XIX. Colombia, 2008-2010» (Tesis de Grado Maestría en Historia, Universidad
Pedagógica y Tecnológica de Colombia-Universidad de Cartagena, Tunja/Cartagena, 2010).

13TEORÍA Y PRAXIS No. 28, Enero-Mayo 2016

fueron muchos los beneficios que se recibieron en ese día por la intersección de
estos santos. A esta advocación se agregaba que la vecindad estuvo interesada
en mantener la tradición de la fiesta para lo cual solicitaba limosna ostiantim.
En febrero —el 2— la Purificación de Nuestra Señora, en ese día los samarios
asistían puntualmente a la Catedral a recibir la cera bendecida por Su Señoría
y regalada a todos los asistentes, eran colas inmensas; esta tradición aún se
mantiene en Riohacha, donde se venera a Nuestra Señora de Los Remedios y en
Santa Marta la Virgen de La Candelaria. En este mes o comienzo de marzo es el
Carnaval, como celebración alegre por excelencia, lunes y martes de guardar.
Inmediatamente el Miércoles de Ceniza con su tradicional frase «polvo eres y
en polvo te convertirás
».13 Los samarios concurrían temprano a colocarse la
santa cruz como expresión de arrepentimiento por los pecados cometidos los
días de libertad y desenfreno del Carnaval. Esta será la fiesta más importante
para el goce colectivo de los samarios que durante el siglo XIX y primera mitad
del siglo XX tendrá mucho esplendor, según se lee en los diarios de viajeros y
las informaciones aparecidas en los periódicos del momento.

En marzo se celebraba con mucha pompa la fiesta en homenaje al «Patriarca San
José, uno de los patronos generales de España». El 25 de marzo se realizaba la
fiesta de la Encarnación del señor. Además la Semana Santa, que suele caer en
este mes, o en el siguiente mes de abril. El Domingo de Ramos era el inicio de
la Semana Mayor y los oficios religiosos preparados por el gobierno eclesiástico
de la ciudad, tenían mucha relevancia para la vida religiosa de los samarios. Los
días jueves y viernes santos había encierro del Señor, lavatorio, adoración de la
cruz, desencierro y procesión del santo encierro, tocándole al Cabildo el Palio.
La Semana Mayor terminaba con el domingo de resurrección, primero de Pascua
de Flores, se hacía procesión del Señor Resucitado y Patente del Santísimo
Sacramento. Sin duda que la Semana Santa tiene un profundo significado para
la historia del cristianismo, es el tiempo más importante del año y por ello se
le llama «Semana Mayor». El ritual permite recordarle al pueblo cristiano los
padecimientos que sufrió Jesucristo, hijo único de Dios, desde el momento de su
detención, flagelación y crucifixión. Pero también el poder de la resurrección.
Definitivamente durante estos días la sociedad samaria expresaba sus propias
ansiedades personales mediante la identificación con Jesucristo. Hoy no es lo
mismo, ha perdido mucho el carácter emocional, de recogimiento y sacrificio
del pasado, pero en el siglo XVIII donde la iglesia católica tenía un control sobre
la vida social y familiar, las autoridades civiles y eclesiásticas eran celosas de

13. Ahora bien, la fiesta en homenaje la Virgen de la Candelaria por excelencia en el Caribe colombiano,
se realiza en Cartagena de Indias desde el siglo XVI, específicamente en la ermita construida en
El Cerro de la Popa, para su advocación. El Cerro de la Popa y su contorno se transformaba con
la llegada de gentes de toda la ciudad y poblaciones vecinas. Eran tantos los feligreses que las
viviendas de ese antiguo corregimiento de Cartagena, que alcanzaban para albergarlos. Por ello se
improvisaban tiendas de campaña, toldos, restaurantes al aire libre, venta de bebidas refrescantes
y alcohólicas. Consultar a Edgar Gutiérrez Sierra, Fiestas: Once de noviembre en Cartagena de
Indias
, 2000 (Medellín: Lealón), 272p.; Joaquín Posada Gutiérrez, Fiestas de la Candelaria en La
Popa
, 1973, (En: Museo de Cuadros de Costumbres, Tomo I, Biblioteca Banco Popular) pp. 157-173.

Fiestas religiosas, vida social y excomunión en la ciudad de Santa Marta
en el siglo de las luces. Edgar Rey Sinning

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que los fieles vasallos y súbditos cumplieran a cabalidad con los mandatos de
la iglesia, es decir, asistir puntual y diariamente a las funciones programadas,
la abstinencia en todos los sentidos (comida de carne roja y actividad sexual),
recogimiento total, luto los días viernes y sábado y en general de todas y cada
una de las tradiciones cristianas.14

En el mes de abril, si la Semana Santa caía en marzo, aquel mes pasaba en
blanco. Pero al iniciarse mayo, la situación cambiaba sustancialmente. La vida
festiva samaria se iniciaba el día 3 de mayo,15 con el festejo del apóstol Santiago
y Felipe. Cuando De La Rosa escribió su libro, como Felipe V era el Rey de España,
lo destaca. El primer domingo de mayo se conmemoraba el día de Pentecostés,
en cuya función se bendecía la pila y el cirio en la mañana de su víspera. Día
domingo de la Santísima Trinidad,16 en que la catedral hacía las primeras honras
fúnebres del año, por su antiguo Obispo Fray Juan de Espinar y Orozco.

Interesante resulta la celebración de las honras fúnebres al obispo, quien había
sido jerarca de la iglesia católica de Santa Marta entre 1643 y 1651. La decisión
de la iglesia de celebrar tres honras fúnebres al año, obedecía al hecho de que
el obispo había dejado toda su herencia a la diócesis. Como consecuencia, el
gobierno eclesiástico escogió la fecha para la primera conmemoración anual la
de la Santísima Trinidad, la segunda el día 26 de junio —día en que el cristianismo
homenajea a San Juan y San Pablo Mártires— y la última, el 10 de octubre día
de San Luis Beltrán. Ochenta años después del fallecimiento, las tres honras se
oficiaban rigurosamente, además, sus gastos estaban incluidos en el presupuesto
de la catedral. La celebración de estos oficios religiosos se justificaba por sus
acciones al frente de la Diócesis, y según De La Rosa, la herencia dejada era
bastante abundante, las solas alhajas valían más de cuatro mil pesos.17

El jueves siguiente a este domingo de Trinidad (puede ser mayo o junio) se
celebraba la fiesta de Corpus Christi «en conmemoración de la presencia real
de Jesucristo». La fiesta tenía todos los componentes de la tradición católica, es

14. Hoy la Semana Santa o Mayor, no tiene el mismo valor que en el siglo XVIII, e inclusive en el
siglo XX aún existía cierto respeto por la tradición cristiana, tanto que hasta las estaciones de
radio programaban música gregoriana, culta, llamada clásica. Se transmitía el Sermón de las siete
palabras, la concurrencia a las iglesias era masiva, hoy por el contrario, se programan conciertos
con cantantes de música popular, bailable, vallenatos, salsa, las playas de la ciudad se convierten
en el escenario para organizar concurso de “camisetas mojadas”, donde la mujer más atrevida en
mostrar sus senos se lleva el premio mayor. Hasta se le ha cambiado el nombre a la Semana Santa
por el de «Parranda Santa». Es decir, hoy es una semana para descansar, parrandear, vacacionar, el
recogimiento quedó para las beatas samarias.
15. El tres de mayo se festejaba la «Invención de la Santa Cruz» o «La Cruz de Mayo», que aunque
no está listado por De La Rosa, en el siglo XIX tenían mucha fuerza y sus festejos duraban hasta el
10 del mismo mes, como nos los cuentan los viajeros europeos que pasaron por la ciudad, como el
francés Eliseo Reclus.
16. Domingo de la Trinidad: «El domingo siguiente a Pentecostés. El domingo de la Trinidad da
comienzo a la temporada litúrgica más largo del año, llamada <post Pentecostés>, que dura hasta el
Adviento». Eduardo Muir, Fiesta y Rito en la Europa moderna, 2001. (Madrid: Complutense) p. 348.
17. José Nicolás De La Rosa, Op. Cit. 1945, p. 88.

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decir, con octava, procesiones y el palio le correspondía al Cabildo eclesiástico.
Esta festividad de origen belga (Lieja), se extendió por todo el orbe católico y
llegó de la mano de los españoles al Nuevo Mundo. En Santa Marta se sabe que
ya en 1554 el obispo don Juan de los Barrios realizó festejos con mucha pompa.
Después de las funciones en la iglesia y el recorrido del Santísimo por las calles
de la ciudad, se realizó en la casa particular del obispo una fiesta orgiástica con
participación de las autoridades eclesiásticas, civiles y militares, ciudadanos
peninsulares, zambos, mulatos y sobretodo con la asistencia de más de 200
indios, y en las que tanto los unos como los otros andaban borrachos.18 Esa fiesta
le sirvió al licenciado Juan de Montaño, juez de Cartagena y Santa Marta, para
acusar al obispo por tal acto contra la iglesia y la sociedad. El mes de mayo
festivo, finalizaba con la fiesta en homenaje de San Fernando III, Rey de Castilla
y Aragón, patrón de España junto a Santiago Apóstol.

La vida festiva para los samarios en su primer semestre terminaba el 26 de
junio con los festejos en honor a San Juan y San Pablo Mártires. Dos días antes,
el 24 de junio, la participación de los samarios se concentraba en las fiestas
religiosas de San Juan, el bautista. Sus festejos estaban auspiciados por su
propia Cofradía y su imagen estaba en la nave lateral derecha de la antigua
catedral al lado de la imagen de las Animas Benditas. La conmemoración de
San Juan Bautista formó parte del imaginario colectivo de los samarios, tanto
que como fiesta pasó al siglo XIX y principios del XX con mucha fortaleza. Las
funciones se concentraban en la Plaza San Miguel, donde se permitían toda
clase de espectáculos y juegos públicos, sin distingos de clase. Se hablaba
«de correr a San Juan»,19 unos iban a caballos, otros en mula o en burro y la
mayoría, los sectores populares, corrían con «caballitos de palo» y en general
toda la tarde era de diversiones con otros tipos de juegos traídos desde España.
Significativo para la vida cristiana de los samarios es el día 22 del mes de
junio, dado que en ese día la iglesia festeja a San Paulino de Nola, obispo. Este
hecho es de resaltar debido al acontecimiento de 1692, cuando la ciudad de
Santa Marta fue atacada varias veces por piratas y corsarios, pero el día 22 de
junio, habiéndose presenciado el ataque más fuerte, la ciudad salió victoriosa,
por lo que no dudaron las autoridades eclesiásticas y civiles «votar» su fiesta
como un homenaje a la memoria de los samarios y samarias que resistieron
victoriosamente los ataques del enemigo.20 Este hecho milagroso era recordado

18. Juan Friede. Fuentes documentales para la historia del Nuevo Reino de Granada, 1975.Tomo II.
(Bogotá: Biblioteca Banco Popular), p. 211.
19. Manuel José Del Real, Rasgos históricos de Santa Marta, 1992, (Santa Marta: Academia de
Historia del Magdalena), p.98.
20. En el año de 1692 la ciudad fue atacada varias veces por piratas y corsarios europeos. El 22 de
junio (Bermúdez dice que fue en julio) hubo un ataque fuerte contra la ciudad y ella salió victoriosa
sobre los atacantes, Bermúdez afirma: «En la madrugada del 22…, los piratas entraron por el lado de
Taganga, subieron por el cerro detrás del muelle y atacaron por sorpresa a los soldados que estaban
en la playa del Espino, los que disparando se retiraron a la ciudad seguidos por el enemigo. Estos
llegaron en dos bandos, uno que se dedicó a saquear los templos y la ciudad, y otro que corrió para
tomar por la retaguardia el fuerte de San Vicente, pero fueron rechazados luego de cruenta lucha

Fiestas religiosas, vida social y excomunión en la ciudad de Santa Marta
en el siglo de las luces. Edgar Rey Sinning

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por los samarios y samarias, generación tras generación y todavía en el siglo XX
se escuchaba esta narración como una verdadera manifestación de la presencia
de Dios y sus santos y vírgenes en la protección de la ciudad.

Para el caso del mes de julio, que solo contaba con tres días festivos, eran
bien importantes para la sociedad samaria. Esos tres días festivos, de obligada
asistencia a las funciones religiosas, eran seguidas, de tal manera desde que
comenzaba la novena al Apóstol Santiago —patrón principal de España,21 con su
víspera— se iniciaba una quincena festiva. Al día siguiente, 26, se festejaba el
día de los padres de la Virgen María: Joaquín y Ana. Pero en 1584 se instituyó
la festividad a Santa Ana, y en Santa Marta fue designada patrona general del
obispado titular de la catedral, se celebraba con vísperas, la vecindad era
convocada por el Cabildo Eclesiástico. y días después, el 20 se daba inicio a la
novena en homenaje a la patrona Santa Marta.

El último día festivo, era el 29, fiesta de la Virgen Santa Marta, patrona de la
ciudad, en las vísperas se realizaban oficios religiosos y festejos populares, los
que se intensificaban el día 29. Las autoridades civiles, eclesiásticas y militares
hacían alardes de sus poderes, luciendo sus uniformes de gala y los samarios
vestían sus mejores ropas nuevas.

Luego se encontraron fiestas religiosas como la de Santa Rosa de Lima, patrona
general de «nuestra América»”, el día 30 de agosto. La llegada de la imagen y
su ubicación como fiesta de obligatorio cumplimiento se inició el 14 de enero de
1670 y en adelante el 30 de agosto como correspondía. Tal responsabilidad recayó
en el obispo Sr. Dr. Don Lucas Fernández de Piedrahita, cuando él gobernaba la
Diócesis y siguiendo órdenes del Rey Carlos II y su madre regente Reina Mariana
de Austria, quienes habían impetrado la fiesta. La devoción fue inmediatamente
acompañada de celebraciones muy pomposas y llenas de regocijo popular.

El mes de septiembre, no había enlistada ninguna fiesta religiosa de guardar,
pero al iniciarse el mes de octubre los samarios se alistaban para iniciar las
novenas y la preparación de la fiesta del 10 de octubre en homenaje a San Luis
Beltrán, como ya se señaló Patrón del Nuevo Reino de Granada y de Tenerife.22

en la que el gobernador Royo atacó con las baterías del fuerte de San Juan. Los piratas tuvieron que
retirarse por donde habían venido, con algunas pérdidas y muchos heridos.» (Bermúdez Bermúdez,
Materiales para la historia de Santa Marta, p. 245-246).
21. «Según una tradición, no anterior al siglo VI, el apóstol Santiago fue el primer evangelizador
de España. Refuerza esta tradición la afirmación del obispo Teodomiro de Iría en el siglo XI, según
la cual él encontró las reliquias del apóstol, y desde ese tiempo Iría, que tomó el nombre de
Compostela (hoy Santiago de Compostela), se convirtió en meta de todos los peregrinos de Europa».
(Mario Sgarbossa y Luis Giovannini, Un Santo para cada día, 1994 (Bogotá: San Pablo), p. 281-282.
22. Luis Beltrán, ingresó a los 20 años a la Orden de Predicadores y después de su Ordenación
sacerdotal se dedicó a la predicación. En 1562 llegó a América, en el Caribe se dedicó a la
catequización, cumplió funciones religiosas en Malambo (Atlántico), Tenerife (Magdalena), predicó
en la Semana Santa de 1564 en Mompox. Es el segundo patrono de Tenerife. Sus festejos realmente
son el 9 de octubre, fecha de su fallecimiento. Fue elevado a la categoría de Santo por Clemente X

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Además de las celebraciones en honor a San Luis Beltrán, los jerarcas samarios
cumplían, lo definido en su momento, realizando las honras fúnebres al obispo
de la Orden de los Predicadores Juan de Espinar y Orozco.

A pesar de que en noviembre el mundo cristiano celebra varias fiestas como el
primero de ese mes «Todos los Santos», el dos a «Todos los fieles difuntos» o el
día de las ánimas23 y así otros santos y apóstoles, De La Rosa informa que solo
se festejaba el «Patrocinio de Nuestra Señora», el segundo domingo del mes.
Igual situación se presentaba con diciembre, solo aparecen referencias de tres
fiestas, pero no se duda que a Santa Bárbara se le oficiaba misa y procesión el 4
de este mes y además su altar estaba erigido en la nave colateral izquierda de
la vieja catedral, su mantenimiento y festejos estaban a cargo de la Cofradía
de Los Artilleros Presidiarios, por decisión del gobernador Don Pedro Jerónimo
Royo. Pero sin duda, la fiesta más importante del mes y tal vez del año era la de
la Purísima Inmaculada Concepción. Dentro del ritual se incluía su octava, muy
tradicional para el siglo XVIII, con su domingo infraoctavo, durante ese día se
daban los desagravios del Santísimo Sacramento. Esta fiesta fue impuesta a todos
los reinos españoles por Su Majestad Don Felipe V. El día 8 y los tres días antes
de la fiesta de la Inmaculada «se pone patente su Majestad Sacramentada»,24
lo que se repetía el día 15 de diciembre en que el presidio hacía la fiesta a
su protectora, con procesión general por las calles de la ciudad en las horas
de tarde, después de celebrarse las vísperas. La descripción que hace De La
Rosa no deja duda de la importancia de esta celebración para los samarios, e
inclusive, es válido recalcar que la Inmaculada Concepción fue nombrada Reina
de las Américas y segunda Patrona de la ciudad y su imagen está en el escudo de
la ciudad. Al terminar los oficios religiosos de ese día se procedía a escoger al
Mayordomo de las festividades del año siguiente.

En 1679 ocupó ese cargo el Licenciado Don Juan Álvarez de La Peña y como
todos, quería lucirse, por lo que deseaba adquirir una fina tela para elaborar
el manto de la virgen, que meses atrás había sido robado por piratas que
llegaron a la ciudad. Como en Santa Marta no se encontró una buena tela,
optó por encargarla a un amigo a Riohacha y Maracaibo. Posteriormente, en
vista que no llegaba dispuso coser uno ordinario y faltando pocos días para la
fiesta arribó un mensajero desde Riohacha con una carta que explicaba que no
había podido conseguir buena tela, pero que por Riohacha habían pasado unos
piratas vendiendo ese manto y que se lo remitía para ver si lo podía utilizar. La
sorpresa es tal que al abrir el paquete encontraron el manto robado a la Inmaculada
Concepción, lo que no dudó la gente en considerar como un milagro. Aun así, los
milagros de la Inmaculada Concepción en la ciudad son varios. En el libro de De

en 1671, la iglesia colombiana lo ha venerado como uno de sus principales abogados y patronos. En
la ciudad existe un Colegio con ese nombre regentado por los franciscanos.
23. Uno de los altares localizados en la nave lateral derecha estaba dedicado a las Animas Benditas,
que era atendida en todos sus gastos por su propia Cofradía.
24. José Nicolás De la Rosa, Op. Cit., 1945, p. 353.

Fiestas religiosas, vida social y excomunión en la ciudad de Santa Marta
en el siglo de las luces. Edgar Rey Sinning

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La Rosa se encuentra abundante información sobre hechos interesantes de la vida
cristiana de los samarios y su profunda devoción por la Inmaculada Concepción, sus
milagros y sus fiestas. Al punto que hubo un año en que los Carnavales se trasladaron
para los días 8, 9 y 10 de diciembre, días consagrados a homenajear a la virgen.25

El año festivo terminaba con la fiesta de la Natividad del Señor, con sus maitines la
víspera a media noche, antes el día 19, durante el reinado de Felipe V se celebraba
su cumpleaños, con el señor Sacramentado patente, y el himno Te Deum Laudamus.
La participación masiva de los samarios y samarias a las funciones de iglesia
durante este período permitían mostrar una sociedad dividida en clases sociales
y así se apreciaba en los oficios religiosos, donde los peninsulares ricos ocupaban
los puestos de adelante, frente al altar mayor, y los menos pudientes en las naves
laterales derecha e izquierda. Igual situación se apreciaba en las procesiones, no
todos tenían derecho de cargar la imagen, no todos podían ir adelante y cada sector
social ocupaba un espacio determinado por su posición económica.

En tal orden de religiosidad como elemento simbólico central de la sociedad
samaria, no todo era «color de rosa» en la ciudad. A pesar de que los samarios
se quejaban de la pobreza y que las autoridades eclesiásticas y civiles escribían
largos oficios a sus superiores en Santa Fe de Bogotá o en España señalando la
situación crítica de la provincia y sus arcas, no dejaban de organizar las fiestas en
cumplimiento de Las Tablas enviadas desde España.

Sin embargo, era tal la firmeza en seguir las fiestas de precepto y estas, en
muchos casos, entendidas como herramientas de reafirmación del poder y del
estatus, que las elites samarias se preparaban para lucir sus mejores trajes,
elaborados con telas introducidas de contrabando, en consecuencia que la
moda fue otra forma de reflejar el poder económico: todos y todas lucían sus
mejores prendas, muchas confeccionadas con telas compradas en las playas en
los propios barcos de contrabandistas, pero también en los pocos almacenes
existentes en la ciudad. Las fiestas religiosas fue el mejor pretexto para expresar
su obediencia al Rey y al Papa, pero también para hacer gala del poder que se
poseía en la ciudad y la provincia.

Además, las casas de los peninsulares se adornaban con festones y flores
naturales traídas de las haciendas cercanas; se brindaban refrescos, bebidas
alcohólicas y abundante comida. La ciudad, como las casas de las elites y de

25. Informa De La Rosa (1945) que «Nuestro ilustrísimo prelado el Sr. Baños, conociendo la grande
devoción d este gobernador y de todo el vecindario de Santa Marta, a esta soberana imagen de la
Concepción, y que el jubileo de las 48 horas, concedió para las carnestolendas, con el Santísimo
Sacramento patente, casi se perdía su fruto, deseoso de que se lograse generalmente por sus
feligreses este tesoro, lo transfirió a los tres primeros de la festividad de esta señora, y así en los
días 8, 9.y 10 de diciembre, se descubre el Señor Sacramentado en esta Catedral, y no en los demás
días de la infraoctava, hasta el día 15, en que la cofradía del Presidio hace la fiesta a su protectora
que así intitulaban a la Concepción », pp. 121-122.

19TEORÍA Y PRAXIS No. 28, Enero-Mayo 2016

otros sectores sociales se iluminaban, dándole a la ciudad un ambiente de
fiesta colectiva donde los blancos de Castilla, ricos y acomodados exhibían sus
mejores prendas y constituían el mejor momento para hacer alarde de su poder
económico, social y político. Ese poder se manifestaba con más fuerza cuando
los asistentes tomaban asientos en la catedral en la época del Alférez Real José
Nicolás De La Rosa, único templo existente en el casco urbano de la ciudad,
donde, como ya se mencionó, la ubicación determinaba el valor del asiento y
la sepultura.

Este calendario festivo de la ciudad durante el siglo XVIII, permite inferir que
los habitantes, de todos los sectores sociales, participaban en los festejos.
Evidencia una ciudad consagrada a la vida cristiana, una sociedad controlada
por unas prácticas religiosas que se habían fortalecido con el trascurrir de los
años. El clero, en cabeza del obispo, tenía un control total de la vida samaria.
Además de estos festejos cotidianos calendados, estaban aquellos de obligado
cumplimiento que surgían de hechos sociales, cívicos, políticos y religiosos que
se debían celebrar alegremente, pero estaban aquellos, como las exequias
por la muerte de reyes y allegados, que debían organizarse y cumplir, como lo
establecía la Real Cédula del 22 de marzo de 1693. Más aún, el no cumplimiento
ameritaba sanciones y llamados de atención. De tal manera que dada la vida
social de las cortes y las reproducciones que debían darse en las Colonias y en
Santa Marta, por supuesto, el año tenía bastantes días de diversión y otros de
«guardar» riguroso luto.

3. Las disputas por el control de la vida de los samarios: la excomunión, una
práctica intimidatoria
Son las fiestas religiosas las que definen la vida socio/religiosa de los samarios
y samarias, situación que aprovecharon varios obispos y en general el Gobierno
Eclesiástico para imponer su voluntad e inclusive intervenir en asuntos que no
eran de su competencia, lo que originaba roces permanentes con las autoridades
civiles, sobre todo con el Gobernador y otros funcionarios virreinales. La
sociedad samaria vivió durante largos años una verdadera batalla por el poder
entre el Gobierno Eclesiástico y el Gobierno Civil. Confrontaciones en las que
en más de una vez los más afectados fueron los samarios y en varios casos los
pleitos por competencia llegaban, no solo a la Real Audiencia o al mismo Virrey,
sino que subían a la misma Corona en Castilla o Aragón.

En esa puja por el poder, o para mejor decirlo, mostrar quién tenía mayor poder
y autoridad de mando en la ciudad y en la provincia, Santa Marta y sus vecinos
fueron los principales afectados. En esta discordia el Gobierno Eclesiástico llevaba
la delantera en la medida en que hacía uso de la excomunión como un mecanismo
de sanción religiosa, que tenía fuertes implicaciones familiares, sociales y políticas.
La expresión de esa confrontación fueron las excomuniones de los jerarcas de
la iglesia al Gobernador y a otros funcionarios virreinales. Es el caso, por citar
algunos ejemplos, del obispo Fray Antonio de Monroy, quien en 1721 excomulgó

Fiestas religiosas, vida social y excomunión en la ciudad de Santa Marta
en el siglo de las luces. Edgar Rey Sinning

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al Gobernador Juan Beltrán de Caicedo, a tres capitulares y al alcalde de
Tamalameque. Igual suerte corrió el sucesor de Beltrán De Caicedo, el Gobernador
José de Andía y Rivero y otros funcionarios, como también al Cabildo de la ciudad y
otros subalternos. Son muchas las contradicciones que se presentan y que afectan
el diario devenir de la vida familiar, social, política y religiosa de los habitantes.
Las diferencias que enfrentan a estos dos poderes son la manifestación de la puja
por la supremacía y el control de la ciudad.

Los enfrentamientos eran tan fuertes en la primera mitad del siglo XVIII, que el
19 de diciembre de 1724, cuando los samarios se disponían celebrar el Te Deum
en honor de Felipe V por su cumpleaños, el obispo encontró el retrato del Rey,
como era costumbre, colocado sobre el altar a un lado del evangelio y el de
la Reina al costado de la epístola. Fue tanta la soberbia del prelado que hizo
desclavar los retratos y ordenó colocarlos en los atriles vociferando que no eran
santos para estar localizados en los sitios acostumbrados. Esta actitud del jerarca
fue reprochada por las autoridades civiles y militares y por la mayoría de los
peninsulares residentes en la ciudad, que vieron en el obispo un comportamiento
que no se correspondía con la investidura que representaba. Es más, la imagen del
Monarca en muchas ceremonias religiosas y políticas era obligatoria, porque era
la única forma posible de simbolizar al Rey, que a pesar de la distancia sus vasallos
y súbditos –se incluyen todos- debían, obedecerlo, venerarlo y reverenciarlo. De
tal manera que el proceder del jerarca de la iglesia samaria no se ajustaba a los
cánones establecidos para un representante del Papa y por lo tanto desafiaba a
las autoridades a una confrontación entre los poderes. Discrepancia de intereses
que no le convenía a ninguno de los dos bandos, así los jerarcas de la iglesia
salieran victoriosos en esta lucha por el poder.

Cabe mencionar que no era fácil mantener unas buenas relaciones con el
señor obispo De Monroy, por ejemplo. Los hechos religiosos y la persecución
constante contra las autoridades civiles, políticas y contra algunos miembros
del clero mismo, durante su gobierno eclesiástico, tuvieron duras consecuencias
en la población. A raíz de los enfrentamientos, muchas familias completas
migraron hacia otras poblaciones como Valledupar y Ocaña, otras familias más
se trasladaron a vivir a sus haciendas, desatendiéndose de sus obligaciones
religiosas y en algunos casos construían su propio templo, para evitar ir a las
funciones de la catedral.

Años más tarde, el payanés don Juan Nieto Polo de Águila, que se desempeñaba
como chantre en la catedral de Popayán, fue designado como nuevo obispo de
la provincia en reemplazo de don Joaquín Ignacio Mijares. Don Juan Nieto Polo
de Águila tuvo duros enfrentamientos con el gobernador don Juan de Aristegui y
Avilés, capitán de Fragata de la Real Armada, quien había servido a Su Majestad
durante 23 años. El obispo se tomó varias atribuciones que eran del resorte del
Gobernador, pero una muy comentada y que ameritó la intervención del Rey
directamente, fue cuando el jerarca de la iglesia se apropió de 4.000 pesos que

21TEORÍA Y PRAXIS No. 28, Enero-Mayo 2016

el Rey le había concedido por los gastos ocasionados por las bulas y el traslado
desde Popayán hasta Santa Marta. Como no los había recibido, sustrajo el dinero
del noveno y medio de los diezmos que el Monarca había destinado para la
construcción del hospital. Esta situación enfrentó a las dos autoridades, pero en
este caso, el rey Fernando VI le solicitó al obispo que devolviera los recursos,
como en efecto lo hizo.

Eran muchas las actuaciones del obispo criticadas por el Gobernador, porque
actuaba sin consentimiento de la autoridad civil en aquellos casos en que se
debía conocer previamente su aprobación, como fue el suceso de las misiones,
divisiones o supresiones de curatos, para las que era menester tomar la opinión
o consultar al Gobernador de la Provincia. Si bien, para tal ocasión hubo una
acusación contra el obispo don Juan Polo de Águila por parte del Gobernador,
quien al verse vencido el jerarca optó por la excomunión.

Entre algunos «ires y venires», las tensiones entre las autoridades civiles y
eclesiásticas mejoraron hacia la segunda mitad del siglo XVIII, las excomuniones
cesaron, más los enfrentamientos permanecieron, en especial, porque muchos
Obispos, Deanes o Arcedianos intervenían en algunos asuntos de competencia del
Gobernador, refriegas que mantenían tensas las relaciones entre los dos poderes.

Como puede inferirse las autoridades eclesiásticas son celosas en el
cumplimiento de las reales órdenes emitidas en España, siempre y cuando las
autoridades virreinales provinciales no invadieran sus dominios y les limitaran
sus competencias y funciones. Los festejos arropaban a toda la sociedad, los
desfiles, el Te Deum en la catedral y otros festejos mostrarán a la ciudad en la
dimensión festiva, con sus celebraciones ubicadas dentro de la lógica de una
sociedad empobrecida y saqueada permanentemente por los piratas.

Pero lo que los sectores dominantes de la sociedad pretendían y -lo lograban-
era mostrar que eran fervientes católicos y súbditos de Su Majestad. De modo
similar, su aparición y el protagonismo que asumían reflejaba una sociedad
dividida en clases sociales, con profundas diferencias, lo que permite señalar la
organización de estas fiestas con el fin de patentizar las diferencias sociales,
para recordarle a los otros quiénes eran los que mandaban en la ciudad,
contrario, un poco con el Carnaval, que pretende mostrar una igualdad social,
así sea transitoria, lo que se denomina «amnistía social».

Sin duda, los conflictos generados por el poder entre el Obispo y el Gobernador
afectarán reiteradamente la paz social, religiosa y política de la ciudad y de la
provincia. Para el historiador Restrepo Tirado es imposible entender la historia
de Santa Marta para estos años, si se separa el gobierno civil del eclesiástico,
porque ambos gobiernos iban unidos, además los asuntos más importantes
los ventilaban entre los dos, predominando en muchos casos, la voluntad u
opinión de Su Reverencia por encima de la del Gobernador. Esta situación

Fiestas religiosas, vida social y excomunión en la ciudad de Santa Marta
en el siglo de las luces. Edgar Rey Sinning

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no permitía estabilidad administrativa y los informes del obispo llegaban a
España, sin pasar por el Virrey en Cartagena de Indias, como se deduce de los
hechos protagonizados durante estos años. Fueron tantas las quejas contra el
Gobernador Juan Aristegui y Avilés que Su Majestad tomó cartas en el asunto y
le exigió a don Sebastián de Eslava, virrey con asiento en Cartagena de Indias,
que procediera a reemplazar al gobernador con una persona que cumpliera
los requisitos mientras llegaba el titular. De tal manera que estas discusiones
mantenían a las autoridades samarias muy ocupadas defendiéndose o peleando
por mantener su poder. Muy posiblemente por esa situación conflictiva, no se
había informado a España si se habían realizado las exequias en honor a Felipe V
y los festejos por la proclamación al trono de Fernando VI, como lo establecían
las Reales Cédulas de 1746. Hecho que originó la solicitud, por parte de la
Corona Española, de los informes que dieran cuenta de las exequias y de los
fastos con motivo del ascenso al poder de Fernando VI.

Conclusiones
Luego de un recorrido cronológico, social, político e histórico de Santa Marta
en el «Siglo de las Luces» enmarcado en las festividades religiosas, se entiende
la importancia del calendario festivo en sus funciones de regulador de la vida
social, legitimidad de las relaciones de dominio y de constructor de elementos
de identidad para la ciudad y la provincia. Se cumple así el papel que Jacques
La Goff confirma para el calendario al definirlo como un «objeto cultural»
igualmente religioso, pero al regir la vida pública y cotidiana se convierte en un
«objeto social».

De tal manera que ese calendario judeo-cristiano impuesto por la corona
española en sus colonias cumplirá al pie de la letra su objetivo. Los samarios
no solo serán fieles devotos de su santa patrona, sino de todo el calendario
que regula su vida. Era tanto el poder de las autoridades eclesiásticas, que
se enfrentaban constantemente con las civiles y en muchos casos, decretaban
excomuniones como herramienta de represión y reafirmación de la autoridad.
Situación que producía en la feligresía tristeza y consternación. Esa fue una
constante en el siglo XVIII que mostraba a la ciudad y a sus habitantes en un
desorden administrativo y de inestabilidad política permanente.

23TEORÍA Y PRAXIS No. 28, Enero-Mayo 2016

Bibliografía

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