71TEORÍA Y PRAXIS No.43 Vol. 2 Julio-Diciembre 2023
Revista de Ciencias Sociales
y Humanidades.
No.
43 ISSN 1994-733X e-ISSN 2707-7411, Editorial Universidad
Don Bosco, year 21, No.43, Vol. 2, July-December 2023,
pp. 71-89
ISSN 1994-733X e-ISSN 2707-7411, Editorial Universidad
Don Bosco, año 21, No.43, Vol. 2, Julio-Diciembre de
2023, pp. 71-89
La dignidad humana: Ser Persona. Reflexiones
desde la antropología filosófica y teológica
The human dignity: Being a person. Reflections
from philosophical and theological anthropology
Ronald Carrillo1
Resumen
El idioma español es muy rico en palabras que comúnmente la gente no siempre
utiliza de manera adecuada. En la Academia es muy importante la comprensión de
los conceptos que se usan en las diferentes ciencias. Por eso la Antropología Filosó-
fica se mantiene en búsqueda del término que permita designar al individuo de la
especie humana sin excluir a ninguno de sus miembros. El término que se utiliza en
la actualidad en varias ramas del conocimiento es persona y este trabajo intenta
aproximarse a la comprensión del concepto partiendo de su origen y de la evolución
de su uso y aplicación. Para ello se ha recurrido a la investigación documental his-
tórica para identificar la génesis de la reflexión sobre la dignidad humana y sobre el
inicio del uso del término persona. Se presentan los diferentes autores que utiliza-
ron estos términos con sus respectivos argumentos para defender los derechos de
cada ser humano y el trato que se le debe brindar. De esta manera se propone que
la dignidad humana radica en el hecho de que cada ser humano es persona sin más
y no necesita de ningún otro don o título para ser considerado y respetado.
Palabras clave: dignidad, persona, derechos, antropología, ética
Abstract
Spanish language is very rich in words that commonly people do not always use
properly. At the academic level, understanding the concepts used in different
sciences is very important. For this reason, Philosophical Anthropology remains
in search of a term that designates the individual of the human species without
excluding any of its members. The term that is currently used in various branches
of knowledge is person, and this work attempts to approach the understanding of
the concept starting from its origin and the evolution of its use and application.
1 Ecuatoriano. Ph.D. en Filosofía. Profesor de la Universidad Politécnica Salesiana
de Ecuador. Correo electrónico: rcarrillo@ups.edu.ec. ORCID: https://orcid.
org/0000-0002-8031-6923
72 La dignidad humana: Ser Persona. Reflexiones
desde la antropología filosófica y teológica
Historical documentary research has been used to identify the genesis of the
reflection on human dignity and the beginning of the use of the term person.
Different authors who used these terms are presented with their respective
arguments to defend the rights of each human being and the treatment that
should be provided. In this way, it is proposed that human dignity lies in the fact
that each human being is a person without further ado and does not need any
other gift or title to be considered and respected.
Keywords: dignity, person, rights, anthropology, ethics
“¡Oh suma magnanimidad de Dios pa-
dre, oh suma y admirable felicidad del
hombre al que le ha sido concedido el
obtener lo que desee, ser aquello que
quiera!”
Pico della Mirandola (2008, p. 209)
Introducción
Los términos dignidad y persona han ido evolucionando a
lo largo de la historia y de la reflexión filosófica y teológica. En la
actualidad, ante la gran cantidad de movimientos de reivindicación
sobre derechos civiles y ecológicos, es necesario revisar que
se comprende por dignidad y por persona para fundamentar la
condición del ser humano en la realidad histórica en la que se
encuentra. La cuestión que guía este texto es si la dignidad humana
se respeta o aún es necesario seguir debatiendo sobre el tema.
La consideración de la dignidad humana como igual para todos
radica en que todos los seres humanos nacemos libres e iguales
como se contempla en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos. Para garantizar el cumplimiento de los derechos civiles
existen organismos internacionales que buscan defender a la
persona en todo lugar y toda cultura, pero el esfuerzo no logra ser
una realidad en todo el mundo debido a que los grupos de poder,
la corrupción, la violencia y el crimen organizado, violan con
demasiada frecuencia los derechos de las personas. La reflexión
sobre el ser humano y su calidad de persona permite a varias
ciencias comprender su naturaleza y garantizar el respeto a su
dignidad, otorgándole tanto derechos individuales y comunitarios
como deberes y responsabilidades que cada cual debe cumplir
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para desempeñarse en su realidad histórica. La persona, pues,
tiene una identidad tanto individual como cultural y comunitaria.
En palabras de Ortega y Gasset, la persona es un yo pero que
no solamente es un individuo, sino que se pertenece a unas
circunstancias históricas concretas, donde su cultura se constituye
en el bagaje que le proyecta tanto hacia su realización personal
como a la transformación de la sociedad donde vive.
Persona
La filosofía como búsqueda de la verdad siempre ha
intentado aproximarse a la definición de las cosas utilizando un
lenguaje propio con términos que ayuden a su comprensión. El uso
del término “hombre” como genérico sirvió y aún sirve a la filosofía
y a la ciencia para intentar definir a ese individuo perteneciente a
la especie humana; la palabra “hombre” no termina de satisfacer
a la antropología del siglo XXI. Hoy se intenta recurrir a un
lenguaje más inclusivo, que visibilice a todos los que pertenecen
a la especie humana. Seguir manteniendo el término hombre
como genérico para hablar del bípedo implume según Platón, o el
animal sentiente de Zubiri, conlleva a discusiones y discrepancias
con colectivos sociales que no se sienten representados cuando se
usa ese término. Estos grupos manifiestan que, desde antiguo, la
cultura hegemónica ha tenido un matiz machista que invisibiliza a
las mujeres y los niños que no son considerados protagonistas en
la sociedad patriarcal. Durante larga data han sido los hombres,
los varones los que han tenido privilegios frente al conocimiento y
el desarrollo científico. En la actualidad, el papel preponderante
que ha tomado la mujer en varios campos del desarrollo humano
invita a encontrar un término que represente adecuadamente al
ser humano y no discrimine a nadie. El pensamiento personalista
reivindica el término persona pues no se relaciona solamente con
uno de los sexos o géneros o con la edad, sino que representa a
todo individuo de la especie homo.
Ahora bien, ¿por qué se recurre al término persona? El
uso del término, en el ámbito teológico y filosófico, tiene su
origen en las discusiones y debates sobre cristología en la alta
Edad Media europea, cuando se realizaron las “disputatio” entre
las diferentes escuelas teológicas que buscaban explicar la fe y
los dogmas cristianos recurriendo ya no solo a la revelación sino
74 La dignidad humana: Ser Persona. Reflexiones
desde la antropología filosófica y teológica
también a la razón. El diálogo entre fe y razón fue necesitando
de nuevos conceptos que hasta entonces no se habían utilizado.
Se trataba de encontrar argumentos y términos filosóficos, para
sobrellevar un debate intelectual serio y sistemático acerca de los
dogmas referidos al Λóγος (Logos: «Palabra»), y que facilitase el
esclarecimiento de las semejanzas o diferencias entre Dios Padre y
Dios Hijo. Para ello primero la teología y luego la filosofía adoptaron
del teatro griego el término πρόσωπον ([prósôpon] máscara del
actor con la que se da vida a un personaje2 y lo convirtieron en un
término filosófico, definiendo al Λóγος (Logos) como Persona divina
lo mismo que el Padre. Por analogía, el concepto fue aplicado
al Espíritu Santo, para explicar la Santísima Trinidad, ya que el
término hace alusión a la relación entre pares. Desde entonces
se habla de las tres personas divinas y debido a que el hombre
fue creado a imagen y semejanza de Dios (Gn. 1,26-27), hereda
esa condición de divinidad y se le atribuye el término de persona
humana.
Actualmente el concepto antropológico de persona,
retomado por el pensamiento personalista, expresa la singularidad,
la unicidad y la totalidad de cada individuo de la especie humana
en contraposición al concepto filosófico de «naturaleza humana»
que enuncia lo supuestamente común que hay en todos y cada uno
de los individuos de la especie homo. Además, el término persona
no se refiere al ser humano exclusivamente como individuo,
sino que alude a su realidad de ser gregario, miembro de una
comunidad, con la cual convive y que le permite realizarse, un yo
puede reconocerse como persona solamente si existe alguien más
que lo identifica como un tú. El término persona implica alteridad
y reconocimiento de los demás, partiendo de la identidad personal
de cada cual. La autoestima tiene que ver con la relación que
se tiene con los otros. Alguien solo puede amarse a sí mismo en
la medida que ame de la misma manera a los demás. Revisemos
cómo ha ido evolucionando el concepto históricamente.
2 En la antigua Grecia, Epicteto explica que la vida es como una obra de teatro
y que cada cual es un personaje de esta tragedia: “Acuérdate que eres actor
en una obra teatral, larga o corta, en que el autor ha querido hacerte entrar.
[…]. Pues eres tú quien debe representar el personaje que te ha sido dado,
pero es otro a quien le corresponde elegírtelo” (Epicteto, s.f.); la persona es el
actor que debe seguir el guion que ya está escrito con anterioridad coincidiendo
con la visión que el medioevo sostuvo y que en algunos ámbitos intelectuales
todavía se propone.
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En la época que se denomina “Patrística” Tertuliano (s.III)
fue el primero en utilizar el término persona para referirse a los
miembros de la S. Trinidad y hacer comprensible la distinción entre
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. San Agustín (354-430 D.C.) utiliza
el término para referirse a la relación y el diálogo que existe entre
las personas que componen la S. Trinidad. Para centrarse ya en
el ser humano, Boecio (480 - 524 D.C.) considera que la “persona
est naturae rationalis individua substantia: “la persona es una
sustancia individual de naturaleza racional” (1979, p. 557), donde
la naturaleza racional es lo que diferencia a los seres humanos de
otros seres mundanos, por lo que únicamente los humanos pueden
ser considerados personas según este principio. El abad Ricardo de
San Víctor (s. XII) expresa que “persona sit existens per se solum
juxta singularem quemdam rationalis existentiae modum” (1959,
p. 284), lo que traducido al español significa que la persona es
un existente por sí mismo con cierto modo singular de existencia
racional. Aquí el énfasis radica en la existencia racional pero que
es singular, es decir, apunta hacia la originalidad de cada persona.
El medioevo se caracterizó por ser Teocentrista, es decir,
ponía a Dios como centro del conocimiento y del cosmos. Por
lo tanto “de la teología, que es estudio sobre Dios, brota la
antropología, estudio sobre la persona” (Diaz, 2001, p. 19) y
durante siglos se sostuvo la idea de que el hombre adquiere la
dignidad de persona debido a que su Creador así lo quiso. Durante
el tiempo de la Escolástica, Santo Tomás de Aquino considera que
el lenguaje es un limitante que no permite profundizar sobre lo
que significa un término. Según Fuster (2010, p. 95) para Santo
Tomás “No existe entonces, […] concepto de persona, porque la
persona no es una esencia, pero también capta que la esencia
racional del hombre también constituye a la persona. Aquí radica
la paradoja, el misterio y el gran desafío para el pensamiento.
El Renacimiento (s. XV-XVI) fue un movimiento humanista,
contrario a la cultura teocéntrica del medioevo, pues retomó la
reflexión filosófica de origen griego y latino colocando al hombre
como eje central de su pensamiento. El humanismo buscó una
reivindicación del hombre como persona, es decir, como individuo,
como sujeto creador, independiente de Dios. Los renacentistas
conciben al hombre como un ser mundano, inserto en la tierra, en
relación con el entorno. Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494)
con su discurso sobre la dignidad humana retoma el tema de la
persona como centro de la creación y su valor como obra superior
entre los seres creados.
76 La dignidad humana: Ser Persona. Reflexiones
desde la antropología filosófica y teológica
El pensamiento racionalista de la modernidad redujo la
reflexión sobre el hombre al plano de la razón. Por ello Descartes
afirma “pienso luego existo” retomando la aseveración griega del
hombre como animal racional y sujeto cognoscente. La persona
empieza a entenderse como el Yo que se relaciona consigo mismo.
En esta misma línea de pensamiento, Abbagnano considera que “El
concepto de Persona se identifica con el de Yo como conciencia y se
analiza de preferencia a propósito de lo que se llama la identidad
personal, o sea la unidad y la continuidad de la vida consciente del
yo” (1993, p. 910).
El pensamiento empirista de Locke formula que la persona
es un algo que realiza actividades que puede experimentar por el
simple hecho de que tiene conciencia (Locke, s.f., p. 141):
Pienso que ésta es un ser pensante e inteligente, provista
de razón y de reflexión, y que puede considerarse asimismo
como una misma cosa pensante en diferentes tiempos
y lugares; lo que tan sólo hace porque tiene conciencia,
porque es algo inseparable del pensamiento, y que para
mí le es esencial, pues es imposible que uno perciba sin
percibir que lo hace.
En el pensamiento contemporáneo la diferencia radica,
particularmente, en lo relacional, poco relevante en el sujeto de
la modernidad, pero vital en la comprensión de la persona. Kant
(s. XVIII) es considerado precursor del pensamiento personalista
porque en la “Fundamentación metafísica de las costumbres”,
afirma el valor absoluto de las personas cuando expone que por
“su naturaleza los distingue ya como fines en sí mismos, esto es,
como algo que no puede ser usado meramente como medio” (Kant,
2007, p. 42). Kant sigue pensando que la persona es algo que no
puede ser objeto de manipulación o de sometimiento. Kierkegaard
sostiene que “la relación personal con Dios es lo que otorga el
valor fundamental de la vida de cada individuo. La apertura a lo
trascendental, como dimensión radical de la persona, es la que
permite su realización” (Buriticá Zuluaga, 2014, p. 482). Para el
filósofo danés, la dimensión espiritual de la persona es la que le
permite ir más allá, es decir, la persona se realiza a plenitud en la
medida en que sintonice con Dios. El don de la vida otorgado por
Dios es el que le permite al ser humano alcanzar la dignidad de
persona.
77TEORÍA Y PRAXIS No.43 Vol. 2 Julio-Diciembre 2023
El personalismo propone a la persona como centro de su
reflexión considerándola como un ser subsistente, autónomo y
trascendente que tiene un valor total que le impide cosificarse.
Además, concibe a la persona como un ser esencialmente relacional
y comunitario que decide cómo realizar su vida gracias a la libertad
que le es intrínseca pero que, a pesar de ser libre, no se aísla, pues
necesita de los demás, de la cultura para construirse. Un ser que,
por su conciencia, es responsable de sus actos y que es capaz de
amarse, amar a sus congéneres y amar el mundo que lo rodea. Este
movimiento que emerge luego de las atrocidades a las que llegó el
ser humano durante las dos primeras guerras mundiales “insistió
en el tema de la persona para reaccionar frente a las tendencias
intelectuales y sociopolíticas que trataban al hombre simplemente
como un objeto de estudio científico o lo reducían a su dimensión
económica” (Burgos, 2000, p. 35)
Mounier, filósofo francés, sostiene que “llamamos
personalista a toda doctrina, a toda civilización que afirma el
primado de la persona humana (dignidad) sobre las necesidades
materiales y sobre los mecanismos colectivos que sostienen su
desarrollo” (1967, p. 9) resaltando la característica de la persona
como abierta y en relación con lo trascendente. Si en la época
contemporánea se volvió a prestar interés por el término persona,
fue por el surgimiento de diversas corrientes de pensamiento, que
motivaron ciertas acciones que desconocían o ignoraban el valor de
la vida humana por encima de los intereses particulares de orden
político y económico. Tanto el positivismo como el capitalismo y
el marxismo se enfocaron en el hombre desde una perspectiva
funcional, como parte de un todo que encuentra su identidad
en la medida en que hacía parte de dicho sistema y deja a un
lado cualquier aproximación al hombre desde la perspectiva de
la relación, propia de la dignidad de la persona (Buriticá Zuluaga,
2014).
Ortega y Gasset considera que la persona está en relación
consigo mismo y con el mundo que le rodea al afirmar: “yo soy yo
y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo” (Ortega y
Gasset, 2005, p. 32). La persona es la que en la vida cotidiana actúa
y realiza las cosas, las inventa, pues la vida de cada persona no
viene dada ni tiene un manual operativo. Para Ortega, la persona
es la suma de la individualidad corpórea y las circunstancias de la
realidad histórica que le toca vivir. La persona debe partir de la
realidad radical que es su vida para hacerla, crearla, inventarla.
78 La dignidad humana: Ser Persona. Reflexiones
desde la antropología filosófica y teológica
Para Ellacuría “el ser que Dios ha dado al hombre es un
ser histórico, algo que se puede ir realizando de distintos modos,
pues es un ser libre capaz de liberarse del curso obligante de la
naturaleza” (1996, p. 273). La persona por el poder de la realidad
se siente empujada a transformar la realidad que le afecta, pero
necesita de su voluntad para actuar. La persona debe optar y
buscar su realización histórica. La realización de la persona ocurre
cuando transforma la realidad en verdadera, en humana, cuando
hace suya la historia y continúa haciendo historia (encargarse de
la realidad). La verdadera realización, por lo tanto, implica a la
persona individual y a la persona social, es decir, al encargarse
de la realidad se encarga de la totalidad de la realidad en donde
están involucrados tanto su realidad personal como su realidad
comunitaria. Para Ellacuría es imposible separar a la persona de
su compromiso social y mundano, es decir, a la persona no se la
puede comprender de manera ajena a su propia vida pues “es
aquí donde aparece la historia como el lugar de plenificación y de
revelación de la realidad: el hombre socialmente considerado y
haciendo historia es el lugar de la manifestación de la realidad”
(Ellacuria, 2001, p. 123).
En esa misma línea de pensamiento coincide Julián Marías
cuando sostiene que “el hombre, entonces, no es una cosa, ni
un organismo, ni un animal, sino, previamente a todo ello, algo
mucho más hondo: una estructura de la vida humana” (Marías,
1983, p. 70). En una conferencia desarrollada en Madrid para abrir
el curso sobre la persona manifestó que para hablar sobre el tema
es necesario preguntarse: ¿quién se pregunta por el ser? Pues en
la naturaleza solo encontramos a una especie que se cuestiona por
las cosas: la humana. Entonces, al preguntarse por quién en lugar
de qué, se ha superado la pregunta por el qué son las cosas; la
persona no es un qué sino un quién, es decir, es alguien y no algo.
No se puede soslayar el hecho de que la vida humana termina
con la muerte. ¿Qué significa esto? Ese final, ¿equivale a
una extinción? ¿Podría serlo de la realidad radical? Hay
que buscar algo más; pero precisamente no puede ser
‘algo’ sino una realidad bien distinta, irreductible, de
otro orden: lo que llamamos alguien. (…) La necesidad de
comprender esto llevaba a plantear una cuestión nueva y
particularmente espinosa, casi siempre eludida por toda la
tradición filosófica: la forma de realidad que pertenece a
79TEORÍA Y PRAXIS No.43 Vol. 2 Julio-Diciembre 2023
ese alguien, a ese yo inseparable de su circunstancia –sea
esta cualquiera–; esto es, lo que llamamos persona. (Marías,
1997, p. 14)
Por lo tanto, para Marías, la vida es la que termina, pero
no la persona porque la persona es alguien que no está definido
como las cosas. Las cosas existen y se extinguen, en cambio la
persona trasciende. La persona es alguien que está lanzado hacia
adelante, es un proyecto que no termina de finalizarse. Por eso
Marías introduce el concepto de futurizo, término que designa a la
persona como un ser colocado en la historia entre el presente y el
futuro, o como decía Sartre en su obra El Ser y la Nada: “es lo que
no es y no es lo que es” (Sartre, 1993, p. 34-35). La persona desde
la perspectiva personalista es un ser en permanente construcción
que trasciende su realidad histórica.
La dignidad de persona
Las palabras que permiten designar a las cosas han ido
cambiando a lo largo de la historia y de igual manera los conceptos
han ido evolucionando de acuerdo con el desarrollo de la cultura.
El ser humano ha pasado de un estado salvaje a un estado civilizado
como lo entiende hoy el derecho y la sociología. El comportamiento
de los primeros humanos dista mucho del comportamiento actual
de los ciudadanos, la aparición de la reflexión ética y de la moral
orientaron las acciones humanas, premiándolas o condenándolas.
Dependerá de la comprensión que se tenga de la naturaleza de
este ser que se pregunta por el ser, para darle el trato que se
merece, es decir, tratarlo dignamente.
El término dignidad, que “se deriva del latín dignitas que
a su vez deriva de dignus, cuyo sentido implica una posición de
prestigio o decoro, “que merece” y que corresponde en su sentido
griego a axios o digno, valioso, apreciado, precioso, merecedor”
(González Valenzuela, 2005, p. 64), fue usado desde la antigüedad
para diferenciar a los seres humanos. Por eso es importante
comenzar por conocer y comprender como las culturas antiguas se
entendían a sí mismas dentro de su ethos para proceder a defender
la dignidad y los derechos que los Estados actuales ofrecen a sus
ciudadanos.
80 La dignidad humana: Ser Persona. Reflexiones
desde la antropología filosófica y teológica
En la civilización romana, se comienza a utilizar el término
dignidad para señalar los méritos que un ciudadano romano podría
alcanzar. “La dignidad era un logro personal que, por un lado,
daba derecho a un poder y, por otro, por el impulso interior a
ser moralmente intachable, exigía un deber”. (Vial Correa &
Rodríguez Guerro, 2009, p. 56) Por lo tanto, la dignidad era un
título al que se accedía y por ende se podía perder. La dignidad
otorgaba estatus político y social, y estaba dirigido a las élites. Un
ciudadano romano podía acrecentar su dignidad siendo un hombre
honesto, correcto y justo; esto le brindaba más privilegios pudiendo
mejorar su condición social y política. En cambio, si un ciudadano
romano perdía su dignidad por cometer acciones inmorales dentro
de su cultura podía ser rebajado y humillado.
La dignidad en el imperio romano era un asunto vital para
conseguir una vida de bienestar. Vivir dentro de los límites del
imperio facilitaba una convivencia adecuada, supeditada a las
normas del derecho romano. Todo aquel que no estaba dentro del
imperio era considerado bárbaro. Convertirse en ciudadano era el
objetivo de muchos individuos que habían nacido fuera de Roma. En
especial los esclavos anhelaban la libertad para alcanzar dignidad
y ser tratados de manera diferente. Entonces, uno de los requisitos
para obtener dignidad era la libertad, ser un individuo libre. A partir
de la antigüedad, los seres humanos buscaron ser considerados
dignos, pero las costumbres y la tradición solo brindaban ese título
a sus líderes o personajes destacados en algún ámbito. La condición
primordial para alcanzar dignidad era ser varón, pues la cultura
patriarcal, que era la hegemónica, veía a la mujer y a los niños
como individuos débiles que necesitaban la protección y el cuidado
del hombre macho. También era complicado ser reconocido digno
hacia el interior de una sociedad si se era extranjero. El trato a
los vencidos en los conflictos bélicos generalmente era humillante,
porque al ser dominados perdían todo derecho y pasaban a ser
esclavos de los vencedores. De aquí se concluye que la humanidad
en la antigüedad diferenciaba a los individuos por la cultura, sexo
o raza, y según los méritos que realizaba cada cual, se le concedía
cierta dignidad. Destacarse en las batallas, desarrollar alguna idea
o trabajo en bien de la comunidad, salvar la vida de los líderes o
demostrar un conocimiento superior eran posibles situaciones para
que se reconsidere la dignidad de un ser humano.
81TEORÍA Y PRAXIS No.43 Vol. 2 Julio-Diciembre 2023
Con la expansión del cristianismo en Europa durante el
medioevo, la dignidad de los seres humanos cobra una nueva
significación. Dios es la persona con mayor dignidad y al haber
creado al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, les
comunica su misma dignidad espiritual divina. La fuerte influencia
de la cultura judía y el Antiguo Testamento se convierten en el
referente para otorgar dignidad. Los intérpretes de las escrituras
se convierten en las autoridades que otorgan dignidad. Eran los
Papas quienes coronaban a los reyes y emperadores. En cada
jurisdicción eclesial, el obispo era el encargado de afirmar o refutar
la dignidad de la nobleza encargada de gobernar. En cada pueblo,
la voz del sacerdote era la voz de Dios que reconocía la dignidad
de los fieles o su repudio. La Iglesia, desde su institucionalización
y siguiendo el mensaje de Cristo, intentó establecer el Reino
de los Cielos en este mundo terrenal, empeño trabajado por
los misioneros pero que se diluyó por la mezquindad humana.
(Ellacuría, 1984) El reconocimiento de la dignidad igual para todos
terminó escondiéndose bajo la tutela del clero que buscó obtener
privilegios antes que evangelizar al pueblo. Los gobernantes
sometían al criterio de los líderes eclesiales los juicios para otorgar
o negar dignidad a sus súbditos. Así ocurrió con los nativos del
África subsahariana y luego con los nativos de las Américas.
En efecto, tanto en la Antigüedad, la Edad-Media, el
Renacimiento, etcétera el valor del individuo derivaba de
su filiación, origen, posición social, u otros cargos políticos.
En resumen, los individuos nacían con dignidades distintas
y desiguales. El individuo podía sentir e identificar su valor
y excelencia por la pertenencia a una élite con la cual
compartía los rasgos sociales, políticos y económicos (Pelé,
2003, p. 2).
A partir del siglo XV, con la modernidad, la discusión
sobre la dignidad de la persona se volvió un tema nuevo ya que,
a partir del humanismo, el hombre recobró protagonismo en la
construcción de la sociedad. Giovanni Pico della Mirandola, con su
discurso sobre la dignidad humana, abre las puertas de la nueva
antropología, recuperando los aportes de las filosofías antiguas
tanto de Occidente como de Oriente y tratando de ser fiel al
mensaje de Cristo.
82 La dignidad humana: Ser Persona. Reflexiones
desde la antropología filosófica y teológica
A raíz de la revolución francesa, con su trilogía de libertad,
igualdad y fraternidad, se provoca una nueva concepción de la
raza humana. Las Constituciones de los nuevos Estados comienzan
a considerar la dignidad de persona. Las ciencias del Derecho,
Sociología, Psicología reclaman para sí establecer los alcances
de la dignidad de la persona. Luego de las atrocidades cometidas
durante la I y II guerras mundiales, los políticos y pensadores de la
época reclamaron un nuevo orden mundial y la revisión del derecho
internacional para que nunca más ocurra una tragedia tan terrible
como lo fueron estos dos grandes conflictos y sus consecuencias.
La declaración universal de los derechos humanos, realizada
por la novel ONU, en su artículo primero afirma que: “Todos los
seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y,
dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse
fraternalmente los unos con los otros” (Asamblea Genral de la
ONU, 1948), por lo tanto “La dignidad es intrínseca a la persona
humana en razón de lo que es específico de su naturaleza: su
ser espiritual” (Vial Correa & Rodríguez Guerro, 2009, p. 56). La
dignidad viene dada con la existencia del ser humano, nadie se la
da o se la puede quitar, ni el Estado, porque está profundamente
ligada con su ser; el Artículo 2 reza:
Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados
en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color,
sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier
otra índole, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento o cualquier otra condición. Además, no se hará
distinción alguna fundada en la condición política, jurídica
o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción
dependa una persona, tanto si se trata de un país
independiente, como de un territorio bajo administración
fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra
limitación de soberanía. (Asamblea Genral de la ONU, 1948)
Como se puede apreciar, toda persona puede exigir sus
derechos sin distinción y es por eso por lo que hoy proliferan
asociaciones y colectivos que defienden los derechos de ciertos
sectores de la sociedad a los cuales se les ha privado de ciertas
libertades y que han recibido un trato discriminatorio en el
transcurso del tiempo. En consecuencia, la dignidad humana se
ha convertido en el “[...] fundamento de la ética pública de la
modernidad, como un prius de los valores políticos y jurídicos
y de los principios que derivan de esos valores” (Peces-Barba,
2003, p. 12). La generalización de la educación y del acceso al
83TEORÍA Y PRAXIS No.43 Vol. 2 Julio-Diciembre 2023
conocimiento provoca que la gente instruida se movilice en favor
de la reivindicación de sus derechos. Las legislaciones de muchos
Estados contemplan los derechos de los ciudadanos fundamentados
en la dignidad humana. Garzón Valdés afirma que “adscribirle
dignidad al ser humano viviente es algo así como colocarle una
etiqueta de valor no negociable, irrenunciable, ineliminable e
inviolable que veda todo intento de auto o heterodeshumanización”
(Garzón Valdés, 2006a, p. 260).
La dignidad humana en la iglesia católica
Para la Iglesia Católica, la dignidad de la persona radica
en la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios según
lo manifiesta el Génesis 1,26. En el discurso sobre la dignidad
humana Giovanni Pico della Mirandola expone:
Te he constituido en medio del mundo para que más
cómodamente observes cuanto en él hay. No te hice ni
celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, con el fin de que,
como árbitro y soberano artífice de ti mismo, te plasmes y
cinceles en la forma que tú prefieras. Podrás degenerar en
los seres inferiores que son las bestias, podrás ser regenerado
en las realidades superiores que son divinas, de acuerdo con
la determinación de tu espíritu. (2008, p. 208-209)
La dignidad humana le viene dada desde fuera al ser humano,
se la otorga Dios, su creador, y lo coloca como superior a los otros
seres que se encuentran en el mundo. Pico della Mirandola plantea
que es el mismo hombre quien debe forjarse su destino, moldearse
en libertad como él quiera, y en este irse construyendo puede
degenerar o alcanzar la realización de su dignidad como persona
espiritual.
Jesucristo adopta una postura de cercanía con todos sus
paisanos, sean estos de corta edad, adultos, mayores, mujeres,
e inclusive se abre a los excluidos por la ley mosaica, aquellos
que eran considerados impuros como los enfermos, los leprosos,
los pecadores; es interesante constatar que Jesús no predica el
Reino solo para los judíos, que se tenían como pueblo escogido,
superiores a los demás pueblos, Él reconoce la fe en los extranjeros
y los trata con la misma dignidad que a un judío. Aunque Jesús
nunca escribió sobre el concepto de dignidad humana, se puede
entre leer en los escritos que hablan de su vida, palabras y obras,
que reconoce a todos con quienes se relaciona como hijos de Dios.
84 La dignidad humana: Ser Persona. Reflexiones
desde la antropología filosófica y teológica
De ahí la oración del Padre Nuestro, donde Dios es papá de todos
y, por lo tanto, todos somos hermanos, somos familia, donde ya
no hay diferencias entre superiores e inferiores, todos tenemos la
misma dignidad.
En el catolicismo, a pesar de los errores que ha cometido
como institución humana, la lucha por la defensa de los derechos
humanos siempre ha sido el telón de fondo de la evangelización.
Muchos misioneros como Bartolomé de las Casas, Antonio de
Montesinos o Alonso de Sandoval lucharon por defender la dignidad
de los indios y negros en Abya Yala3. Hace poco, en el siglo pasado,
las situaciones acontecidas en la República de El Salvador con el
obispo Oscar Romero (1980) y los jesuitas de la UCA (1989), son un
claro ejemplo de sacrificio en favor del pueblo, de defensa de los
derechos y de la dignidad desdeñada por las élites de poder.
Ellacuría siempre miró por quienes consideraba su pueblo
y desde la UCA (Universidad Centroamericana) intentó reflexionar
sobre los derechos de la gente que permanentemente eran
violados. En su crítica hacia el sistema social desarrollista dice:
Pero sí quiero, por lo que importa para construir un mundo
nuevo, desenmascarar la hipocresía fundamental de querer
lograr la democracia por medio de la violación del derecho,
de los derechos humanos y del derecho internacional; de
querer promover el bien de los pueblos poniendo siempre
por delante los intereses mezquinos de la propia seguridad
y aun de la capacidad de dominación; de querer buscar
el desarrollo económico de los otros principalmente en
función de multiplicar las ganancias propias; de propugnar
la libertad de unos pocos sin importar nada la muerte
terrorista de muchos y la necesidad de que la justicia regule
las posibilidades reales de la libertad. (Elacuría, 2000, p.
350)
En la Constitución Pastoral de la Iglesia Católica Gaudium
et spes (1965), se reconocen, en resumen, las siguientes verdades
fundamentales:
1. El hombre es imagen de Dios
2. Es una unidad de cuerpo y alma
3. Por su razón, participa de la inteligencia divina, naturaleza
intelectual que debe perfeccionarse por medio de la sabiduría.
4. La dignidad de su conciencia moral le viene de una ley que no
3 Abya Yala es el nombre con el cual los indios Cuná reconocían al continente
que los europeos llamaron América (Ecoportal, 2015).
85TEORÍA Y PRAXIS No.43 Vol. 2 Julio-Diciembre 2023
se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer: hacer el bien
y evitar el mal.
5. Esta orientación al bien sólo la logra con el buen uso de su
libertad
6. El hombre tiene un destino feliz situado más allá de las
fronteras de la muerte corporal.
7. Esta dignidad alcanza su razón más alta en la educación del
hombre a la unión con Dios.
Según la Gaudium et spes, la dignidad del hombre se
fundamenta en la creación por parte de Dios. El sumo hacedor le
transmite su dignidad al crearlo a imagen suya pues a ningún otro
ser le otorga este don. El alma del hombre es mayoritariamente de
orden divino, puesto que le permite razonar para conocer el mundo
y le orienta a elegir entre el bien y el mal. El alma no es mortal
y le permite a la persona trascender para religarse nuevamente
a Dios gracias a la preparación que le brinda la comunidad. Por
eso, en Aparecida durante la V Conferencia del CELAM, los obispos
manifestaron: “Bendecimos a Dios por la dignidad de la persona
humana, creada a su imagen y semejanza. Nos ha creado libres
y nos ha hecho sujetos de derechos y deberes en medio de la
creación” (CELAM, 2007, p. 88). En América Latina es indispensable
hacer hincapié en que la dignidad humana es la base de cualquier
proyecto que busque la promoción humana.
Conclusión
La dignidad humana es inherente a la naturaleza de cada
individuo del género humano y no depende de su estatus social,
étnico, sexual, político, educativo o laboral. La dignidad del ser
humano es ser persona, es decir, que cada quien la posee por el
simple hecho de ser parte de la especie humana; por su libertad,
cada cual debe desarrollarla, respetarla y exigirla para sí mismo
como para todos sus congéneres.
Ser persona no es algo agregado, no es una cualidad o
característica del ser humano: es la manera que tiene el ser
humano de existir, de ser. La dignidad no está ligada a sus
cualidades morales, físicas o intelectuales, sino simplemente
a que este “es”, al hecho de que como individuo de la
especie humana tiene un lugar absolutamente especial en
la creación. (Vial Correa & Rodríguez Guerro, 2009, p. 57)
86 La dignidad humana: Ser Persona. Reflexiones
desde la antropología filosófica y teológica
El término persona, para designar al ser humano, aparece
en la teología patrística, entendiéndose que existen: las personas
divinas (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y la persona humana. La
persona humana es motivo de estudio de la Antropología Filosófica,
y la filosofía personalista es la que mayor énfasis ha puesto en
profundizar sobre su significado y comprensión.
Luego de las terribles atrocidades humanas en los conflictos
de la primera mitad del siglo XX, en el ethos europeo en principio
y en el resto del orbe posteriormente, se volvió una prioridad
reconocer la dignidad de la persona y, de esta forma, otorgarle
sus derechos para que los sucesos acontecidos en las guerras no se
repitan. La dignidad de la persona se convierte en fundamento para
la Declaración Universal de los Derechos Humanos y posteriormente
también fundamenta la promulgación de derechos de los niños, de
las mujeres, de los jóvenes, de los adultos mayores, de los pueblos
originarios, etc. La jurisprudencia reconoce esta dignidad como
irrenunciable en la práctica legal, buscando permanentemente
defender a todo ser humano de un trato justo ante la ley. En
consecuencia, la Constitución vigente en el Ecuador en su Titulo II
contempla los derechos de los que gozan sus ciudadanos.
La persona no está determinada ni definida con anterioridad;
debe irse haciendo, pues el ser humano tiene una condición de
futurizo porque se encuentra permanentemente lanzado hacia
adelante. Desde el Dasein heideggeriano y posteriormente en el
personalismo, el ser humano ya no es considerado un algo, ni un
objeto de estudio, sino un alguien que no solamente existe, sino
que vive y hace su propia historia de manera libre. La persona es la
que se piensa a sí misma y se va configurando según sus decisiones
dentro del contexto espacial y temporal en el que vive.
Solamente los seres humanos poseen dignidad y tiene la
misma gradación para todos los individuos de la especie humana
pues se entiende que nadie tiene más dignidad que otro. De
esto se deriva que la persona es una totalidad ya que es un ser
único, original e irrepetible por lo que jamás puede ser tomado
como medio porque la persona es un fin en sí misma. La persona
tiene dignidad y, en consecuencia, esa dignidad es igual para
todo ser humano, por lo que nadie debe ser sometido por otro,
ni humillado, ni explotado en beneficio de otro. De ahí que la
legislación actual castiga todo trato discriminatorio o abuso de la
dignidad de persona. La dignidad humana plasmada en la persona
87TEORÍA Y PRAXIS No.43 Vol. 2 Julio-Diciembre 2023
garantiza una convivencia armónica de la humanidad entre sí y con
el entorno ecológico. Para Garzón Valdés la dignidad es el “punto
de partida para toda reflexión acerca de las reglas de convivencia
humana que pretendan tener alguna justificación moral” (Garzón
Valdés, 2006b). La dignidad humana es el valor que establece las
bases para una reflexión ética justa y para una aplicación moral,
donde cada cual es sujeto de derechos y responsable de sí mismo y
de su comunidad. Por último, la dignidad humana consiste en que
todo ser humano debe ser tratado como persona.
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