
TEORÍA Y PRAXIS No. 40, enero-junio 2022
25
nuestras propias mentiras. Esto hace que el engaño sea aún más difícil
de detectar… Este comportamiento tan exquisito benecia al indivi-
duo, pues no sólo lo hace más creíble ante los demás, sino que se auto
protege, mejora su autoestima e incluso su humor y, con ello, su salud
mental y su rendimiento. Un comportamiento que, aunque quizás sea
algo retorcido, es muy útil para salvaguardar una mente muy vulnerable
y sensible, especialmente al contenido de las mentes de los demás”
(Arsuaga y Martín-Loeches, 2016, pp. 274-276).
3. Balance teórico nal e implicaciones educativas
En n, en ese ensamblaje evolutivo que es el Homo sapiens, desde sus
uñas, dientes, hígado, corazón, arterias, pulmones, músculos, huesos, estóma-
go, brazos, pies, cabeza y cerebro no hay rosas sin espinas. No hay bondad sin
maldad, verdad sin mentira, violencia sin compasión, cooperación sin egoísmo,
empatía sin recelos, afán de dominación sin ansias emancipadoras… Junto al
mal está la cura, como lo muestran las elaboraciones cientícas realizadas por
miembros de una especie en la que, guste o no, hay quienes se dedican, por mi-
les, a fabricar ilusiones y mundos cticios. No somos ni buenos ni malos: somos
unos monos sin pelo que nos hemos valido y nos valemos de nuestras herramien-
tas corporales y mentales para hacer cosas —entre ellas inventar religiones,
mitos, arte, normas morales y jurídicas, la democracia, los derechos humanos,
tecnologías, ciencias, losofía— con la nalidad de que nos ayuden a sobrevivir,
pero en incontables ocasiones esas invenciones se han revelado contrarias a esa
nalidad, porque han sido elaboradas y usadas para explotar y abusar de otros
seres humanos. Los correctivos, aunque a veces de manera tardía, también han
sido inventados. Y la ciencia es uno de esos extraordinarios inventos. Correctivo
de ilusiones y fantasías desbocadas. Eso es la ciencia.
La biología evolucionista —gracias a los revolucionarios aportes de Char-
les Darwin, Alfred Russell Wallace y Gregor Mendel— puso al Homo sapiens en la
senda de conocerse tal como es, no como se quisiera que fuera. Desde aquel
siglo XIX glorioso que vio nacer la obra de Darwin, Wallace y Mendel, las distin-
tas disciplinas de la biología —biología evolucionista, biología molecular, gené-
tica, zoología, paleontología, paleoantropología— han elaborado un andamiaje
explicativo —lógico y empíricamente sustentado— que nos permite comprender
mejor cómo somos en realidad, separando nítidamente el ser del Homo sapiens
del deber ser proclamado por morales de diverso signos y normativas jurídicas
de otros tiempos, contextos y necesidades.
Los avances recientes, teóricos y empíricos, sobre cómo se desarrollan
neurobiológica y cognitivamente los individuos Homo sapiens están abriendo
el cauce, para la superación de concepciones sobre el ser humano que, en su
momento, fueron novedosas, pero que, en estos momentos, están revelando
—no obstante, sus aciertos en aspectos importantes— indudables limitaciones
en algunos de sus enfoques y conclusiones. Está en proceso un intenso debate
teórico, sustentado por evidencia empírica de primera calidad, sobre la natura-
leza humana no sólo en la ontogénesis, sino en la logénesis, debate en el que