
10.
Editorial
Como consecuencia de este hecho sin precedentes, mucho se ha escrito
sobre la experiencia de la educación virtual en contexto de la pandemia. Sobre
todo, se ha escrito como el trabajo virtual ha afectado y contribuido al proceso
educativo, a las instituciones educativas, a las familias y a los estudiantes, pero
poco se ha debatido sobre cómo vivió el profesorado toda esta experiencia de
enseñanza en contexto de pandemia. Lo cierto es que, para el profesorado,
tomar la enseñanza virtual como única vía de enseñanza fue un completo
desafío que todavía no se ha logrado dimensionar ni dar el reconocimiento que
merece.
El primer desafío de los profesores fue protegerse ellos mismos y sus familias
de ser contagiados por el coronavirus. No debemos olvidar que el coronavirus
constituye una amenaza real para la vida de las personas, millones han muerto
en el mundo debido a él. De hecho, muchos maestros murieron y muchos
maestros resultaron contagiados, estuvieron en unidades de cuidados intensivos
o en cuarentena. Muchos otros tuvieron familiares cercanos –padres, tíos,
hermanos–, colegas y amigos que se enfermaron y que incluso murieron. Ante
eso, su primer desafío era protegerse personalmente de dicho peligro y proteger
a su grupo familiar que incluye a sus niños y ancianos dentro del grupo familiar.
Esto supuso una preocupación primaria a la cual se supeditaba todo lo demás,
incluido el trabajo. También supuso inevitablemente un impacto psicológico de
temor, inestabilidad e incertidumbre ante el peligro inminente que todo esto
representaba. Aun así, tenía que enseñar.
El segundo desafío que el profesorado tuvo que sortear fue sobrevivir al encierro.
Prácticamente todo el mundo sufrió el encierro. Si bien este se sufrió en distintos
niveles –unos más estrictos y prolongados y otros menos extendidos o más
flexibles–, necesario a lo mejor, pero constituyó encierro en todo caso. Otra
vez, el encierro minó la salud mental y física y del profesorado. Si bien se puede
argumentar que disfrutó a su familia, también la convivencia por periodos largos
supone problemas familiares por la interacción natural y por otras que vienen con
el stress y por las situaciones generadas por la pandemia misma. Toda esta nueva
situación generó actividades de trabajo, tareas del hogar e interacciones con
emociones y sentimientos de las personas, sin las vías de escape que constituyen
las vacaciones, las fiestas, celebraciones, reuniones familiares y de amigos,
reuniones de trabajo, compras, viajes y deportes que generalmente implican
salir de casa. El encierro suprimió las distracciones y entretenimiento que hace
que la vida familiar, laboral y personal sea equilibrada y gratificante. Con la salud
mental afectada por el encierro, los profesores siguieron enseñando.
El tercer desafío fue acceder a la tecnología. Posiblemente acceder a internet
y a una computadora no sea problema para usted o para mí, pero debemos
reconocer que el acceso a la tecnología no es universal y que hay profesores
que ni tienen computadora ni acceso a Internet. Recordemos que América
Latina siempre se ha configurado como una región con necesidades y desafíos
educativos muy amplios, donde, si bien se comparten muchos rasgos comunes,
no es una región homogénea. De hecho, cada país posee una serie de
particularidades tecnológicas, socioeconómicas y educativas que mapean
la región como un territorio con diversos niveles de desarrollo tecnológico, de
acceso y a las tendencias educativas basadas en las TIC. Pero no solo pensemos
en el acceso a las tecnologías en el sentido físico, sino también en el acceso
actitudinal hacia ellas, a su incorporación cultural como herramienta de trabajo,
y en especial a su uso educativo. Entonces acceder cognitiva y afectivamente