Artículo 1
11.
1
Doctor Cum Laude Educación (UNED), premio excelencia en estudios de Ingeniería Informática y
Telecomunicaciones (área Inteligencia Artificial) (UAM), Ingeniero en Informática (NEBRIJA) e Ingeniero Técnico
en Informática de Gestión (NEBRIJA). Forma parte del Grupo de Investigación SMEMIU, de la RED Innovación
y Docencia Iberoamericana (IDI) y de la Red D-flexible Teaching (ENID-Teach) de la UNED.
2
Doctoranda en Educación e investigadora (UNED), Máster del profesorado en Educación secundaria (UNIR) y
Licenciada en Historia del Arte (UCM). Forma parte del Grupo de Investigación SMEMIU de la RED Innovación
y Docencia Iberoamericana (IDI).
3
Doctor en Educación (UNED), Graduado en Educación Social (UNED), Máster en Educación y Comunicación
en la Red (UNED). Profesor de la Universidad Antonio de Nebrija; Profesor del Máster de Comunicación y
Educación en la Red y de Programas de Formación Permanente (UNED).
DOI: https://doi.org/10.61604/dl.v16i30.372
Horizontes Educativos en la Sociedad
Posdigital: entre la Libertad y la Inclusión
Educational Horizons in the Posdigital
Society: between Freedom and Inclusion
ISSN: 1996-1642
e-ISSN: 2958-9754
Año 17, N° 30, enero-junio 2025 pp. 11-25
Revista de Educación
Universidad Don Bosco - El Salvador
Eduardo García Blázquez
1
Universidad Nacional de Educación a Distancia, España
Correo: ed.garcia@invi.uned.es,
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-1229-3229
Recibido: 29 de junio del 2024
Aceptado: 06 de febrero del 2025
Para citar este artículo: García, E., Martínez, E., y Hueso, J. (2025). Horizontes Educativos en la Sociedad
Posdigital: Entre la Libertad y la Inclusión, Diá-logos, (30), 11-25
Nuestra revista publica bajo la Licencia
Creative Commons: Atribución-No
Comercial-Sin Derivar 4.0 Internacional
Elena Martínez Piedra
2
Universidad Nacional de Educación a Distancia, España
Correo: emartinez1068@alumno.uned.es,
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-7376-400X
José Javier Hueso Romero
3
Universidad Nacional de Educación a Distancia, España
Correo: jjavierhuesoromero@edu.uned.es,
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-1375-2028
12.
Resumen
Este artículo aborda los desafíos de la sociedad
postdigital en cuanto a la inclusión y vulnerabilidad,
subrayando la necesidad de que la ciudadanía y las
políticas educativas actúen de manera proactiva
frente a estos retos. Aunque las tecnologías digitales
ofrecen nuevas oportunidades, no garantizan por
sí solas la inclusión. Este desafío es clave en la
educación actual, donde es fundamental integrar
a todas las personas, especialmente a aquellas
en riesgo de exclusión. A través de una revisión
bibliográfica basada en fuentes científicas de
bases de datos como Scopus, PubMed y ERIC,
se establece el marco teórico y contextual del
estudio. Se examina cómo el aprendizaje debe
expandirse más allá del aula, involucrando a
colectivos sociales y diversas profesiones. En este
sentido, hospitales y centros de atención primaria, a
través de los profesionales sanitarios, se convierten
en extensiones del aula tradicional, promoviendo
una pedagogía inclusiva que integra el aula
hospitalaria. Además, se analiza el impacto de
las redes sociales en la construcción colectiva del
conocimiento, permitiendo el aprendizaje desde
cualquier lugar del mundo digital. Esta expansión
del aprendizaje requiere nuevas narrativas y
enfoques pedagógicos, especialmente en áreas
como la maternidad y la educación para la salud.
Por último, se destaca la vulnerabilidad de ciertos
grupos ante la desinformación y las noticias falsas,
enfatizando la necesidad de una educación que
fomente el pensamiento crítico y capacite a la
ciudadanía para discernir la información veraz, con
el fin de promover una sociedad más inclusiva e
informada.
Palabras clave
Educación para la salud, inclusión, políticas
educativas, educación no formal.
Abstract
This article analyses the challenges of post-digital
society concerning inclusion and vulnerability,
where citizenship and education policy must act
proactively to combat these challenges. Digital
technologies alone cannot ensure inclusion. The
challenge in education today is to integrate and
include all students, especially those at risk. The
study examines how learning must move from
the classroom to society through the different
groups that constitute society and its various
professions. School and university classrooms can
be expanded to incorporate hospital settings into
the pedagogy. Social networks are also discussed,
allowing for creating and constructing knowledge
from anywhere in the world via virtual schools.
A new narrative and didactic approach are
required in health and maternity education areas.
Misinformation exposes vulnerable individuals,
regardless of their academic limitations, living
conditions, illness, or the influence of public figures.
Vulnerable people are exposed to a society
saturated with misinformation, whether because
of academic limitations, living conditions, illness, or
the influence of specific public figures. As a result
of the rapid spread of fake news on social media,
the distinction between truth and falsehood is
becoming increasingly difficult to discern. In
order to promote a more informed and inclusive
society, education must foster critical thinking and
empower citizens to discern the truthfulness of
information.
Keywords
Health education, inclusion, educational policies,
non-formal education.
Introducción
La inclusión ha sido y continúa siendo un desafío constante a lo largo de la historia. Si
nos remontamos a la antigua Roma, la estructura social determinaba el destino de las
personas desde su nacimiento, una sociedad, de carácter patriarcal, que concebía
lo femenino como opuesto y subordinado a lo masculino. La mujer asumía roles de
castidad, austeridad y fidelidad, con su fortaleza centrada en la maternidad y el deber
familiar hacia Roma. La figura de la matrona era entendida como materfamilias, con
responsabilidad en el hogar y servicio a la comunidad (Bandrés-Goldáraz, 2023).
A pesar de los avances históricos, la inclusión sigue siendo un reto pendiente en la
actualidad. La vulnerabilidad de las mujeres, resultado de la socialización de género,
ha perpetuado una distribución desigual de roles y responsabilidades, asignándoles
una mayor carga en distintos ámbitos de la vida. Sin embargo, este problema no se
limita únicamente a cuestiones de género. Las personas mayores, en la sociedad
postdigital, enfrentan la creciente digitalización de los servicios, lo que les obliga a
depender de familiares o de la solidaridad de terceros. En situaciones de aislamiento,
esta dependencia los expone aún más al riesgo de exclusión social.
Horizontes Educativos en la Sociedad
Posdigital: Entre la Libertad y la Inclusión
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Las guerras también refuerzan estas dinámicas de exclusión. En Ucrania, se han
documentado casos de discriminación por edad en el acceso a servicios básicos
(Balandina et al., 2022). En el conflicto entre Israel y Palestina, la discriminación se
manifiesta de manera evidente, afectando el acceso a derechos y oportunidades.
En este contexto, el acceso inclusivo a la digitalización se ha convertido en una
necesidad prioritaria. Para lograrlo, es fundamental transformar la educación desde la
escuela y la universidad, promoviendo una comunicación horizontal y bidireccional.
Una pedagogía interactiva y participativa puede contribuir a la construcción de una
sociedad más equitativa, donde mujeres, personas mayores y otros colectivos en
riesgo de exclusión encuentren oportunidades reales de integración.
Además, la proliferación de noticias falsas y la desinformación representan un
obstáculo para la democratización del conocimiento. La brecha digital no solo se
manifiesta en el acceso a la tecnología, sino también en la capacidad de interpretar
y filtrar información de manera crítica. Por ello, es esencial fomentar una educación
orientada a la libertad, que dote a la ciudadanía de herramientas para discernir entre
información veraz y manipulada.
Construir una sociedad postdigital verdaderamente inclusiva implica abordar las
múltiples dimensiones de la exclusión. Desde la educación hasta las políticas públicas,
es necesario un enfoque integral que garantice la participación equitativa de todos
los ciudadanos en el ámbito digital y social.
El acceso inclusivo a lo postdigital
Al investigar la evolución de las clases sociales en España, se observa, según el
informe del Grupo de Investigación WEIPO de la Universidad de Alcalá (INE - Instituto
Nacional de Estadística, 2011), que para ese período el número de personas que
integraban la clase baja estaba en aumento debido a la recesión económica de
esos años. Este fenómeno ha continuado en la última década, agravado por diversas
crisis económicas y sociales.
Asimismo, el modelo económico español muestra una tendencia creciente hacia
el estilo estadounidense, donde las diferencias entre clases sociales se acentúan
cada vez más. Esto ha provocado una pérdida sostenida de quienes antes formaban
parte de la clase media, que ahora se ven desplazados a la clase baja. Como
consecuencia, la clase media ha disminuido 8 puntos porcentuales, pasando del
66% a poco menos del 58% (incluyendo tanto la franja alta como la baja). A su vez,
la clase baja con menos ingresos ha crecido siete puntos, situándose por encima del
32%. Actualmente, el porcentaje de personas en la clase media ha retrocedido a
niveles anteriores a los años 90, lo que refleja una clara ampliación de la brecha de
la desigualdad en España (Aragó, 2020).
Por lo tanto, los datos nos reportan cómo vivimos en una sociedad estratificada,
más allá de la interpretación de los datos anteriormente comentados; un 9,8% de la
población, suelen desempeñar cargos de dirección, tener propiedades de empresas
y cargos políticos. ¿Tendrá esto influencia con el que aún nos movamos en esa “línea
de montaje” heredada de la era industrial? Posiblemente sí, y es que, únicamente,
son los modelos horizontales y bidireccionales los que democratizan las sociedades,
hacen libres pensadores a los individuos y, en esa igualación, se diluyen las clases
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sociales, ¿al menos intelectualmente? Por lo tanto, la ciudadanía, independientemente
de la clase social en que hubiésemos nacido, estamos llamados a construir una
nueva sociedad, empoderada y dirigida y construida por emirecs (Cloutier, 1973)
que, desde las posiciones que desempeñen en su vida laboral, sea esta educativa,
en compañías laborales, institucional, o donde se emplacen sus funciones tengan
carácter transformativo de las mismas. Esta será la única forma de avanzar de esos
modelos verticales a tradicionales.
La sociedad postdigital se fundamenta en una realidad social marcada por
la tecnología digital. Sin embargo, esta misma naturaleza conlleva desafíos en el
acceso equitativo, debido a la persistente brecha digital. Esta brecha tiene su origen
en dos dimensiones principales: una económica, relacionada con la disponibilidad
de recursos, y otra vinculada al conocimiento, derivada de la alfabetización digital. A
estas dos vertientes se suman factores como los citados económicos, pero también
familiares, los de los agentes educativos y sociales, incluso factores como el estereotipo
de género, pandillaje, salud y otras brechas digitales (Delgado et al., 2023). La
vertiente económica responde al encarecimiento de la vida, y la no universalización
del acceso a Internet.
Por ello, debemos de ser conscientes que la brecha digital en el ámbito de la
economía existe y es algo actual. Adicionalmente, la segunda vertiente es la brecha
del conocimiento, si cabe aún más grave que la vertiente económica, ya que
personas mayores, o personas con un background no tecnológico, se ven abocadas
a un mundo postdigital, en donde hasta sencillas operaciones como pueden ser
actualizar una libreta bancaria o hacer un pedido online de la compra, puede suponer
para ellos un verdadero infierno (Europa Press, 2022). Así, el conocimiento se convierte
en un factor que puede ser limitante y condicionante. Por último, intrínsecamente
relacionada, está la edad, resultado de las políticas de educación previas, y el
acercamiento de la ciudadanía al entorno informático también es un factor que tener
en consideración.
Durante la pandemia por la Covid-19 la brecha digital afectó especialmente al
ámbito educativo, transformando el proceso de aprendizaje en una práctica online
o de formación a distancia, a la que no todas las familias estaban preparadas para
afrontar (González Motos y Bonal, 2023). A pesar de que aún existe una gran brecha
digital que excluye en nuestra sociedad postdigital, que arrastra inequívocamente
un problema, por un lado, económico, que permite el dotarse de productos y ser
parte activa del mundo postdigital y, por otro lado, de una creciente necesidad de
educación para toda la vida principalmente, para nuestros mayores, pero también
para colectivos vulnerables, que no siempre son conocedores del manejo de los
nuevos entornos, afirmamos que cabe lugar a la esperanza que permita romper esta
brecha digital.
El impulso desde Europa de Programas y Proyectos I+D+i, financiación de
programas formativos estatales, las nuevas aplicaciones móviles, el abaratamiento
de los dispositivos, el acercamiento de Internet a la ciudadanía, y el crecimiento de
la gratuidad del acceso a la red de redes, mediante una creciente cifra de nuevas
conexiones en establecimientos y lugares oficiales está posibilitando a la ciudadanía
normalizar la tecnología y con ello el acceso a Internet. También en contextos
educativos formales y no formales, se está impulsando desde la educación inclusiva,
Horizontes Educativos en la Sociedad
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una apuesta por la digitalización y la incorporación de las metodologías activas que,
unidos a planteamientos como la gamificación podría ayudar a acercar la educación
a esa ciudadanía descrita (Gil-Quintana y Ortega Cabrera, 2018).
El acceso vulnerable a la desinformación
La calidad y veracidad de la información difundida en las redes sociales es un
aspecto clave en los debates sobre inclusión. La desinformación en estos entornos se
caracteriza por la circulación constante de mensajes a través de algoritmos, datos y
protocolos digitales (Kuhail et al., 2022). Esta dinámica permite que la información,
ya sea veraz o manipulada, atraviese fronteras y alcance cualquier parte del mundo,
con el riesgo de ser alterada sin que el emisor ni el receptor sean conscientes de ello.
Así, en pleno siglo XXI, supuestamente democratizado, la comunicación se enfrenta
a ataques constantes. Algoritmos y bots operan de manera incesante, identificando
cadenas de mensajes para modificar su contenido o introducir publicidad y
campañas de marketing, muchas veces al servicio de grandes corporaciones o
regímenes autoritarios en los que la “democracia” y los derechos ciudadanos están
ausentes. Ejemplos, como la pandemia de la COVID-19 y los conflictos entre Rusia
y Ucrania o Israel y Palestina, han servido como escenarios propicios para el control
de la información, la generación de desinformación y la restricción de libertades (Gil-
Quintana, 2023b).
En este contexto, resulta clave analizar la vulnerabilidad de la ciudadanía frente
a la desinformación, específicamente en ámbitos como la política, la libertad de
expresión y los derechos fundamentales. Este fenómeno obliga a cuestionar la
información que consumimos, evaluar la veracidad de los contenidos y examinar
críticamente las fuentes en las que se sustentan.
Plataformas como X, TikTok, Facebook e Instagram han facilitado la difusión masiva
de información sin que los usuarios necesariamente reflexionen sobre el control que
se ejerce sobre ella. Así, en muchos casos, este control de contenidos es llevado a
cabo por gobiernos, lo que restringe el acceso a información imparcial y ofrece a
la ciudadanía una visión fragmentada de la realidad, condicionada por los límites
geopolíticos y los algoritmos de cada red. Esta situación invita a reflexionar sobre el
estado actual de la democracia a nivel mundial. Según el Índice de Democracia
2022 (Democracy Index 2022 - Economist Intelligence Unit, 2023), de los 167 países y
territorios analizados, solo 72 —equivalente al 43,1% del total— pueden considerarse
democracias.
El informe destaca un avance en las democracias plenas, cuyo número aumentó
de 21 en 2021 a 24 en 2022, destacándose la reincorporación de España, Francia y
Chile entre los países mejor clasificados, es decir, aquellos con una puntuación superior
a 8,5 puntos. Asimismo, el número de “democracias defectuosas” se redujo en cinco,
situándose en 48 en 2022. Un dato relevante en esta clasificación es la posición de
Estados Unidos, que ocupa el puesto 30 con una puntuación de 7,85. En cuanto a
los 95 países restantes, 59 son catalogados como “regímenes autoritarios”, entre los
cuales se encuentran Venezuela y Egipto, mientras que Afganistán cierra la lista, tal
como ocurrió en 2021. Por otro lado, 36 países son clasificados como “regímenes
híbridos”, en contraste con los 34 registrados el año anterior (Figura 1).
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Nota. Por Economist Intelligence Unit (2023)
En el contexto democrático global actual, donde las fake news y los bulos proliferan
libremente, el control político sobre la ciudadanía se suma a la manipulación. En
los regímenes autoritarios e híbridos, el "papa estado" no solo controla el acceso a
plataformas de redes sociales, sino que también filtra la información, limitando lo
que las personas pueden ver según los intereses de determinados grupos de poder,
generando excluidos digitalmente, afectando directamente a la libertad de prensa.
Por ejemplo, en Venezuela, el país "Vive su momento más oscuro y de reducción
a la mínima expresión, reflejándose en una sociedad amenazada por la opacidad
y precariedad periodística" (Alcalde, 2023, p.1). Aunque Venezuela es un régimen
autoritario, incluso democracias como Estados Unidos enfrentan problemas similares.
A pesar de su imagen de gran democracia mundial, en 2020, bajo el gobierno de
Trump, se consideró prohibir TikTok, alegando que era "una amenaza para la seguridad
nacional", mientras TikTok negó las acusaciones (Ros, 2020). Este es un ejemplo de
cómo se puede restringir el acceso no solo a la información, sino también a ciertas
plataformas, facilitando la propagación de la desinformación y aumentando la
vulnerabilidad social ante la manipulación mediática.
Este control de la información y de las plataformas digitales evidencia cómo
distintos países, independientemente de sus diferencias ideológicas, buscan restringir
el acceso de sus ciudadanos a determinados contenidos. Tanto Estados Unidos
como Venezuela, pese a situarse en extremos opuestos del espectro político, han
implementado leyes y políticas orientadas a limitar la circulación de información.
Esta dinámica es un reflejo de la sociedad postdigital, caracterizada por el desarrollo
científico-tecnológico y la sensación de incertidumbre y riesgo que este conlleva,
Mansilla y Nafarrate (2017).
Figura 1
Índice de Democracia 2022, mapa mundial por tipo de régimen (Democracy Index
2022 | Economist Intelligence Unit, 2023, p.5.)
Horizontes Educativos en la Sociedad
Posdigital: Entre la Libertad y la Inclusión
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El avance tecnológico, junto con sus "nuevos males", se manifiesta en la expansión
de las redes sociales y en la naturaleza de los mensajes que estas difunden. La
creciente desconfianza de la ciudadanía se debe, en gran medida, a la conciencia
de estar sometida a mecanismos de control estatal. Esta inseguridad y sensación de
incertidumbre generan un desequilibrio en la percepción de la verdad, dificultando
a la comunidad científica la tarea de explicar los desafíos emergentes derivados del
progreso.
En el ámbito educativo, la desinformación en redes sociales ha generado un
conflicto latente entre el profesorado y el alumnado, quienes difieren en la consideración
de estas plataformas como fuentes legítimas de conocimiento (Guilherme Lucho
De Araujo & Leandro Eichler, 2023). En este contexto, la percepción del riesgo por
parte de la ciudadanía ya sea real o subjetiva, tiende a diluirse. En consecuencia,
el riesgo se convierte en un principio axial de la sociedad postdigital, enmarcado en
una modernidad reflexiva, donde surgen nuevos conflictos entre comunidades cuya
cohesión se basa, principalmente, en la solidaridad frente a los peligros compartidos
por la humanidad.
El acceso educativo por la libertad
Educar y comunicar a través de las plataformas postdigitales y especialmente a
través de las redes sociales contra la desinformación y la exclusión digital, es posible.
Por un lado, estos procesos deben conllevar un análisis exhaustivo de cada medio,
de su modelo de comunicación; esto es, si es más orientado a la imagen, como es
el caso de Instagram (IG); al modelo educativo de generación de contenidos en
múltiples formatos, como son los casos de Tik Tok,; o de la factoría de Meta en sus
diversos canales como el citado previamente IG, Facebook (FB); y por añadidura
WhatsApp, este último cada día más cercano al formato IG, o a los formatos textuales
caracterizados por mensajes, donde gana la síntesis en los contenidos y la inmediatez,
como es el caso de X (Twitter) (TW). Es por ello, que es necesario investigar los contextos
de la sociedad postdigital desde una mirada educomunicativa (Gil-Quintana, Parejo,
et al., 2021).
A parte, de ser conscientes del tipo de canal en el que comunicamos, comunicamos
a ciudadanías digitales (Santiago et al., 2019) tanto si el fin es educativo como de mera
divulgación de contenidos, se ha de prestar especial atención al que se encuentra
en la red. Y esto hace clara referencia a los contenidos que llegan a la ciudadanía.
Retomando el tema de la afectación del canal de comunicación, esta se puede
ver afectada, como indicamos anteriormente, ante los algoritmos, como partes de
programas encaminadas a alterar la comunicación original, y ya de los bots (cuentas
automáticas), entendidos como sistemas mediante los que se emulan perfiles fake
capaces de seguir a otros perfiles, de ser seguidos e incluso de originar comunicación,
sirva de ejemplo el caso de las elecciones presidenciales de 2016 de Estados Unidos
con el caso de Donald Trump, en donde un análisis de los tuits de las elecciones
presidenciales de 2016 en EE UU concluyó que los bots tuvieron un papel crucial en la
difusión de noticias falsas. Tan solo un 6% de los bots fueron responsables de propagar
el 31% de la información de baja credibilidad en la red.
Año 17, N° 30, enero-junio 2025
18.
La educomunicación aspira a algo más que la simple alfabetización
mediática, aspira realmente a dar un verdadero sentido a la palabra educar,
desde un sentido social, solidario, crítico, responsable y con una proyección
de aprendizaje para y durante toda la vida: hacer que la democracia sea
una realidad vivida desde las aulas y transferida en forma de conocimiento
colectivo a la capa sociedad. (Gil-Quintana, 2023a, p.58)
Insistimos en este epígrafe que es clave que la educación, desde un planteamiento
de alfabetización mediática, luche contra esos algoritmos. Y la respuesta, la tenemos
sencilla si, por un momento, nos detenemos y pensamos en los emisores de los
contenidos (grupos de poder), independientemente de lo que estén difundiendo.
Para eso, al igual que en el marketing, en donde en las primeras clases en las
que el alumnado toma en contacto con la mercadotecnia, se enseña que la
diferenciación y la segmentación es la clave de cualquier negocio, desde el punto
de vista del emprendimiento, pero también desde el punto de vista del “día a día”
de los marqueteros para hacer exitoso, cualquier gama de productos o servicio que
comercialice.
Desde este enfoque, se plantean, en primer lugar, una segmentación de los
perfiles en las redes sociales, hecho esto, encontraremos personas que hablan de un
cierto contenido específico. Si estas personas como emisores de contenidos hablan
de una temática concreta y, a su vez, son seguidos por un determinado número de
personas, quienes leen sus informaciones, en ocasiones, comentan e incluso debaten
lo que se les plantea, en este momento habremos llegado a la figura del influencer.
Aunque hemos de tener presente que “Todas las personas, de una u otra manera,
nos hemos convertido en potenciales influencers de aprendizaje porque, a la vez que
aprendemos, podemos compartir lo aprendido” (Gil-Quintana, 2020, p. 44).
Esto es precisamente lo que les ocurre a las personas que, por ejemplo, han vivido
la maternidad, y se lanzan a las redes sociales a contar lo que les ha supuesto, sus
aprendizajes y enseñanzas, objeto de nuestro estudio. Esto también ocurre, en el
ámbito sanitario, quienes más y más en las figuras de matronas como influencers
de aprendizaje, tratan de llenar ese vacío en la educación en el que ellas por su
especialización pueden ser trasmisores de consejos y educación no formal basada
en la evidencia y la experiencia.
Son las y los influencers, por consiguiente, los que con sus opiniones sobre una
materia concreta van a ser capaz de crear corrientes de opinión. En la medida que
estos influenciadores de contenido correspondan a personas reales, contrastadas,
con un bagaje profesional claro, o con unas vivencias que en lo personal puedan
servir a otras personas a aprender. Son estos perfiles, los abocados a convertirse
en influencers de aprendizaje de materias que ayuden a llegar a la ciudadanía,
trasvasando nuestras fronteras nacionales y llegando a todos los rincones en donde ni
el idioma sea una limitación, al poder contar con herramientas de traducción online.
Son estas personas, en perfiles en red, actuando como nodos de conocimiento,
los que están llamados a crear una cultura horizontal y bidireccional de participación,
basada en el humanismo y la solidaridad. Pero para ello, estas y estos influencers, así
como para generar esa sociedad del pensamiento crítico mediante una influencia
positiva, deberán de cumplir los diez elementos de identidad del rol de influencer:
propósito, singularidad, curiosidad, estrategia, pasión, amar lo que haces, servicio,
colaboración del equipo, sencillez, humildad y sentido del humor (Gil-Quintana, 2020).
Horizontes Educativos en la Sociedad
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Además de contar con estos valores, los influencers están llamados a convertirse
en emirecs (Cloutier, 1973) del conocimiento (Galindo González, 2019). Con base a
ello, deberán ser capaces de establecer una comunicación multi nodal, en donde
escuchen activamente a la ciudadanía, los cuales, a su vez, serán emirecs, y con ello
consigan una comunicación, transparente, clara, bidireccional y abierta al resto de
personas. Sólo así se habrá logrado luchar contra la dictadura de las redes, gobernadas
en ocasiones por los comentados algoritmos y bots que, dirigidos por intereses políticos
o económicos, amenazarán a la democratización y libertad intrínseca a la red de
redes. Y es así, como se podrá educar por la libertad de la ciudadanía.
Para el mundo en el que vivimos
Inclusión, contra la desinformación y libertad educomunicadora para el mundo en
que vivimos. Como hemos podido comprobar, el mundo en que vivimos es el resultado
de décadas de cambios tecnológicos que han afectado a nuestra forma de ser y
de relacionarnos socialmente, a nuestra forma de comunicarnos y a nuestra forma
de aprender. A pesar de la revolución de las tecnologías digitales, si observamos la
sociedad que nos rodea, seguimos reproduciendo modelos verticales en nuestro día
a día, así, por ejemplo, si nos fijamos en el ámbito formativo en las aulas, se desarrolla
un modelo transmisivo, no compartido, ni participativo, se sigue repitiendo un modelo
de carácter reproductor (Aparici et al., 2018).
Y esto incluso en nuestros días donde la digitalización está presente en la vida
cotidiana de las personas, no parece ser suficiente dicha digitalización para transformar
los espacios educativos formales y, en ocasiones, también los no formales, si no se
cambian los modelos pedagógicos. En el ámbito pedagógico, la mayor parte de las
escuelas e industrias siguen alineadas ahora más que nunca con la clase dominante,
en la que las clases sociales, lejos de haber desaparecido se hacen más presentes
en una sociedad donde las desigualdades crecen día a día, y en donde como en
el caso de Europa, donde en 2022, 95,3 millones de personas en la Unión Europea
estaban en riesgo de pobreza o exclusión social, el 21,6 % de la población, en la que
sitúan a España como el cuarto país con mayor tasa de pobreza y/o exclusión, solo
por detrás de Rumania, Bulgaria y Grecia (“España, cuarto país de la Unión Europea
con más personas en situación de pobreza o exclusión social”, 2023).
En este contexto, los fines, materiales y simbolismos de la clase dominante buscan
el beneficio de los mecanismos de reproducción por los cuales la estructura de
relaciones de clase tiende a reproducirse y replicarse (Bourdieu y Passeron, 2019;
Kaplan et al., 2023).
En cuanto a la tecnología, esta no representa un cambio de modelo en sí misma,
ni en el ámbito pedagógico, ni en el social, institucional o empresarial, sino que actúa
como un facilitador del cambio, que debe ir acompañado de nuevos modelos
pedagógicos, sociales y políticos que promuevan la transformación de estructuras
verticales en modelos más horizontales. Esto implica integrar una pedagogía centrada
en el estudiante junto con diseños formativos basados en el aprendizaje social y el uso
adecuado de tecnologías interactivas, lo que puede generar cambios significativos
en la educación en línea y fomentar tanto habilidades como identidades propias del
siglo XXI en los estudiantes (Herrera, 2022; Charbonneau-Gowdy y Galdames, 2023).
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20.
Por ello, es fundamental cuestionar si el modelo educativo y social vigente,
particularmente en el contexto de la sociedad postdigital, responde a las necesidades
del siglo XXI o si, por el contrario, sigue reflejando paradigmas del siglo pasado. A
partir de esta premisa, se propone un análisis transversal que tenga como ejes la
comunicación y la educación. Por un lado, resulta imprescindible examinar el rol
de la ciudadanía en esta sociedad en red, caracterizada por una sobreexposición
constante a un volumen masivo de información, cuyo procesamiento adecuado se
ve frecuentemente limitado por la falta de tiempo.
En este sentido, surge la necesidad de reflexionar sobre nuestra respuesta ante
dicha información, evaluando su veracidad, su posible manipulación y nuestro
posicionamiento frente a ella: si asumimos un papel activo como “emirecs” o si, por el
contrario, nos ubicamos en la categoría de “prosumidores” (Marta-Lazo, 2023; Rivero
et al., 2024).
En la sociedad contemporánea, resulta imperativo reflexionar sobre la
mercadotecnia y sus claves en el ámbito digital, más allá de valoraciones éticas
sobre el sistema económico en el que se inscribe. Como parte de una estructura
capitalista, la oferta y la demanda configuran la dinámica económica, y dentro de
este esquema, el marketing desempeña un papel central en la comercialización,
persuasión y venta de productos y servicios.
Desde esta perspectiva, se plantea un contraste entre el marketing del gran
consumo y el marketing sanitario en el contexto educomunicativo. En este marco, la
figura del profesional del marketing adquiere relevancia, no solo en la formulación de
estrategias de mercado, sino también en la promoción del pensamiento crítico y en
la habilitación de los consumidores para que tomen decisiones informadas en función
de las opciones que se les presentan.
Si bien la desindustrialización o la desdigitalización de la sociedad parecen
inviables, sí es posible aplicar los principios de la escuela horizontal al ámbito
comercial y empresarial, fomentando así una alternativa a los modelos tradicionales
dominados por los grupos de poder. En este proceso, el individuo se convierte en un
agente clave, cuya proyección en la sociedad dependerá de su capacidad para
afrontar la vulnerabilidad social, de los valores que internalice y de su integración en
la construcción del tejido social. Desde la perspectiva del consumidor, es pertinente
analizar si los individuos evolucionan hacia un modelo activo de “prosumidores” o si,
en contraste, adoptan un rol propio del modelo “emirec”, en el que se combinan las
funciones de emisor y receptor de información (Casal y Fernández-Galiano, 2024).
Para el mundo que construimos
Tras examinar previamente la digitalización de la sociedad desde diversas
perspectivas y reconocer la necesidad de adaptar los contextos educativos a las
demandas postdigitales, también es crucial resaltar la importancia de la participación
en estos espacios. Hoy en día vivimos en una cultura de la participación, que favorece
modelos de comunicación más horizontales, donde las dinámicas de poder permiten
a cada individuo compartir puntos de vista, expresar opiniones y experiencias. Y es
que “sólo puede llevarse a cabo si conservamos esos terrenos comunales que son
las redes de comunicación que Internet ha hecho posible, una creación libre de
amantes de la libertad” (Castells, 2009 p. 552).
Horizontes Educativos en la Sociedad
Posdigital: Entre la Libertad y la Inclusión
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Nuestra vida, con el rápido crecimiento de Internet y la aparición de aplicaciones
móviles en donde prácticamente podemos hacer de todo, desde reservar un viaje,
interactuar con otras personas, hacer la compra, conocer personas, etc., junto a las
redes sociales nos ha ligado profundamente a Internet y todo lo que este concepto
engloba. La arquitectura web se reinventa y actualiza continuamente, siendo en la
actualidad, una arquitectura descentralizada distribuida, que es más inteligente y
segura que antes.
Otro aspecto relevante de este contexto tecnológico es el relacionado con la
inteligencia artificial y el metaverso. Se define inteligencia artificial (IA) como la
capacidad de un sistema para interpretar correctamente datos externos, aprender
de dichos datos y emplear esos conocimientos para lograr tareas y metas concretas
a través de la adaptación flexible (Haenlein et al., 2019).
En ocasiones la IA aplicada y gestionada por “manos ocultas” afectan al modo en
que nos relacionamos, aprendemos, y que incluso en ocasiones pueden transformarnos,
pudiéndonos hacernos pasar de individuos como usuarios a ser prosumidores de
marcas, desde la inconsciencia de esas “rutinas” o trozos de software, que analizando
nuestra “huella digital” moldean nuestros hábitos, nos hacen caer en las manos de
la mercadotecnia, transformándonos en embajadores gratuitos de marca, que en
el sentido más estricto del prosumidor, nos van a hacer ser parte de la maquinaria
del negocio. Prosumidores, por tanto, en el sentido de reproducir, en su acepción de
individuo que trabaja (gratis) para el mercado y reproduce el modelo existente”. Un
prosumidor que vincula las actividades de producción y consumo, substentando a la
perpetuación del sistema económico (Gil-Quintana, 2022).
En constante evolución, nos encontramos también con el metaverso que hace
referencia “al mundo permanente, inmersivo y de realidad mixta donde las personas
y los objetos pueden interactuar sincrónicamente, colaborar y vivir sobre la limitación
de tiempo y espacio, utilizando avatares y dispositivos de soporte de inmersión,
plataformas e infraestructuras” (Lee y Kim, 2022, p. 619).
En este entorno, será fundamental adquirir competencias para aprender y funcionar
en el metaverso, en donde la alfabetización mediática para el metaverso sea una de
las habilidades tecnológicas más importantes del siglo XXI que la ciudadanía debería
aprender para facilitar su aprendizaje y su vida (Ng, 2022). Otra definición entiende
el metaverso desde la interconexión de mundos virtuales ubicuos que, en parte, se
superponen y mejoran el mundo físico.
Al igual que planteasen los autores anteriores, entiende que usuarias y usuarios
representados por avatares “interactúen y se conecten entre sí, consumiendo y
experimentando con contenido generado por el usuario en un entorno inmersivo,
escalable, síncrono y persistente” (Weinberger, 2022, p. 13). Las relaciones que se
construyen en diferentes entornos implican la existencia de relaciones que permitan
compartir, resolver problemas y desarrollar tareas, en una construcción colaborativa
de generar conocimiento en canales dinámicos, generando una cultura de la
participación, que aplicada a contextos formativos y educativos.
En la sociedad postdigital en la que vivimos, la figura del prosumidor, acrónimo
formado por la unión de las palabras productor y consumidor, se enmarca, por tanto,
en EAV (explotado, acosado y víctima del mercado), CD (construido digitalmente),
MM (Muerto digital y analógico), I-I (interactuante e interactuado) y, como alternativa
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a todos ellos, el emirec acrónimo formado por la unión de las palabras emisor y
receptor (Gil-Quintana et al., 2022). Mientras que, para hablar de comunicación
democrática, entre iguales, sí que cabe el término emirec, no podemos hablar de
términos comunicativos cuando nos referimos a los prosumidores, “la verdadera
comunicación no está dada por un emisor que habla y un perceptor-recipiente que
escucha, sino por dos seres o comunidades humanas que dialogan (aunque sea a
distancia y a través de medios artificiales” (Kaplún, 2010, p. 17).
En este contexto, la tecnología, se plantea como una ventana abierta a la inclusión
de nuevos modelos sociales, horizontales y bidireccionales. Aún queda mucho por
hacer para preguntarnos si el modelo que se está empleando en estos momentos, tanto
dentro como fuera de las aulas en contextos educativos, se corresponda a un nuevo
modelo del siglo XXI. Se detecta una resistencia en la sociedad a la implementación
de la cultura digital, “nos apañaremos mientras esperamos pacientemente la vuelta
a las aulas, con el mismo entusiasmo que esperamos el retorno de los abrazos
perdidos” (Alcoba, 2020, p. 1, párrafo 6), así, como parte de esa cultura digital, los
entornos de trabajo virtuales están aumentando y forman parte del futuro de muchas
organizaciones. Aunque las organizaciones virtuales presentan numerosas ventajas,
los obstáculos a la comunicación y la colaboración efectivas generan reticencias
organizativas a la hora de comprometerse con este tipo de entorno.
El problema es que existe poco conocimiento sobre cómo las personas socializan
informalmente en estas organizaciones, incluyendo cómo aprenden la cultura de la
empresa, se comprometen y comparten conocimientos utilizando la tecnología de
comunicación digital. Crear una cultura digital que propicie la socialización informal
fomenta la positividad, los vínculos y la unidad, la facilidad de conectividad y la
productividad, promueve la cultura y puede producir un ambiente similar al de una
oficina (Cimperman, 2023).
Por otro lado, existe una resistencia que las nuevas generaciones formen nuevas
comunidades, que habrán de basarse en el respeto de reglas informales (reciprocidad,
divulgación) y que incluyan el riesgo en consecuencia de degradarse muy rápidamente,
cuando algunos de sus miembros no tienen la posibilidad (o la voluntad) de respetar
esas reglas. La comunidad académica debe velar por la construcción de espacios
formativos abiertos masivos gratuitos que permitan al alumnado inscribirse, formarse y
avanzar sin impedimento económico democratizando nuestra sociedad y ayudando
al crecimiento y empoderamiento de la ciudadanía.
A modo de conclusión
La necesidad de inclusión y el peligro de la vulnerabilidad de los colectivos y los
individuos son parte intrínseca de una sociedad postdigital, en la que la ciudadanía
estamos llamados a actuar desde nuestras capacidades para combatir las
vulnerabilidades y luchar por la inclusión de los colectivos e individuos. Las tecnologías
digitales, como se ha analizado en el presente capítulo, no es igual a inclusión, sino
las políticas educativas y transformadoras son las que deben velar por la inclusión
educativa de los colectivos y por evitar las vulnerabilidades. Constituyen un reto del
día a día en la educación en la sociedad postdigital, en la que se debe luchar por
integrar e incluir a la ciudadanía y a las personas que están en situaciones en riesgo
de exclusión.
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En el ámbito de la educación, el aprendizaje no está supeditado al aula, sino
que se extiende a la sociedad, a los colectivos que la conforman y a las profesiones.
Desde esta perspectiva, el entorno del Hospital y la Atención Primaria, con lo que
respecta a la presente investigación, hacen extensivo el aula de la escuela, o de la
universidad, a la pedagogía del hospital, al aula hospitalaria o al aula de la atención
primaria.
Con el surgimiento de las redes sociales de una manera significativa, estas escuelas
también se virtualizan en la sociedad postdigital, en donde el aprendizaje ha dejado
de ser entendido como limitado al entorno escolar, abriéndose una puerta también
a la Inter creación y construcción colectiva del conocimiento desde cualquier parte
del mundo digital. Esta apertura del aprendizaje al exterior debe dotarse de nuevas
narrativas como parte de una nueva forma de entender la didáctica desde el campo
de la maternidad, y lo que supone desde la educación para la salud.
Las personas vulnerables, bien por su formación académicas más limitadas o bien
por el entorno de su día a día, por enfermedades que les afecten a su comprensión o
simplemente por que confíen en determinados interlocutores como influencers que,
por su fama o supuesto prestigio, transmitan ciertos mensajes, también les hace estar
expuestos a una sociedad, cuya proyección en el ámbito de los social media, se ve
bombardeada diariamente por noticias falsas y la desinformación.
Hechos que vivimos continuamente y que plagan las redes sociales de
desinformación, de mentiras que se propagan en la red mejor que las verdades. Se
da crédito a cuanto se ve y se toma por real aquello que comenta cualquier persona
sin ni siquiera citar las fuentes (Hameleers et al., 2021; Pérez-Velasco, 2022).
A partir de estos hallazgos, futuras investigaciones deberían enfocarse en desarrollar
estrategias que fortalezcan el pensamiento crítico en la sociedad postdigital,
promoviendo la alfabetización mediática y la formación de ciudadanos capaces
de discernir la fiabilidad de la información. Asimismo, resulta imprescindible seguir
explorando cómo las nuevas narrativas y metodologías educomunicativas pueden
integrarse en contextos de educación para la salud, asegurando que los colectivos
más vulnerables accedan a información veraz y útil. Solo a través de un enfoque
integral y multidisciplinar será posible construir un entorno digital más equitativo y
resistente a la manipulación informativa.
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