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Recensión
P. Víctor Bermúdez-Yánez, sdb
*
Identidades, prácticas y expectativas
juveniles al inicio del siglo XXI
* Vicerrector Académico de la Universidad Don Bosco.
Ramos et al (2011). Identidades, prácticas y expectativas juveniles al inicio del siglo XXI.
San Salvador: FLACSO.
I. Introducción general
El estudio realizado con el patrocinio de la organización no gubernamental
alemana Arbeiterwohlfahrt Internacionale, la fundación Heinrich Boell, y la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales, y que ahora se presenta como un libro
titulado “Identidades, prácticas y expectativas juveniles al inicio del silgo XXI”,
es un esfuerzo académico muy bien logrado que “explora temas, problemas,
escenarios que afectan la vida y la identidad de los jóvenes salvadoreños”.
Como una de las metas planteadas en este estudio es la de “proporcionar
información robusta y útil para aquellos actores estatales y no estatales que
se ocupan de la atención y promoción de la juventud”; daremos una mirada
general al libro a partir, sobre todo, del campo de la educación, y temáticas
afines.
II. La situación educativa, dimensión fundamental para la
juventud
El libro nos permite corroborar un mejoramiento en la cobertura educativa para
los niveles primarios de educación, ya que el 46.1% había cursado algún grado
de educación básica; pero, también coincide con los datos de otros estudios
en señalar que el acceso a los siguientes niveles educativos se va haciendo
menor, pues el porcentaje en los niveles superiores va en descenso: el 34.9%
había cursado algún grado de educación media, y un poco menos de la quinta
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parte (15.7%), había estudiado algún tipo de educación superior; sólo el 1.2%
reportó algún año o carrera técnica.
Los datos anteriores del estudio, contrastan con los datos oficiales del informe
de rendición de cuentas 2009 -2010 del MINED, donde se muestra una tasa de
cobertura del 92.9% para el nivel de educación básica, con una caída fuerte
hasta el 32.6% para el nivel de educación media, y un 41.80% de ingreso a la
Educación Superior para el año 2009.
El estudio manifiesta también las diferencias significativas por regiones,
concentrados el AMSS un porcentaje mayor de jóvenes estudiando, 40.0%
en relación con el 12.6% de la región Centro I (Chalatenango, Cuscatlán,
y municipios de San Salvador y la Libertad), y el 7.4% de la región Centro II
(Cabañas, La Paz y San Vicente).
La repitencia y el rezago de los jóvenes, de acuerdo a los niveles educativos a
los que les correspondería ir según el rango de edad, aparece como un dato
preocupante: a los 15 años los jóvenes deberían haber terminado el noveno
grado y a los 16 estar en bachillerato, y a los 17 o 18 años, estarían incorporados
a la educación superior o técnica.
Pero los datos del estudio nos indican que de los jóvenes de 15 a 17 años,
sólo el 26.5% había logrado cursar algún año de bachillerato y el 1.4% había
alcanzado algún estudio en la universidad. De igual forma, del grupo de 18 a
23 años, se observó en el estudio que el 41.4% había cursado algún año de
bachillerato, y el 18.7% había cursado algún ciclo en la universidad, y sólo 1.2%
algún curso o estudio del nivel técnico.
Para el grupo de jóvenes cuyas edades están entre los 24 y 29 años, y para
quienes idealmente les correspondía haber finalizado su carrera universitaria o
técnica, el 33.3% había logrado aprobar algún año de bachillerato, el 22.1%
algún ciclo universitario, y el 1.7% algún curso técnico. Así, el 72.6% de los jóvenes
de esta franja etaria el 72.6% tenía menos de 13 años de estudio.
Todos estos datos parecen indicarnos que muy probablemente hemos
acompañado a la juventud en su formación hacia el futuro (gobierno, iglesias,
instituciones educativas, sector productivo, etc.); pero todavía hay una buena
proporción de jóvenes excluida de esta formación, o con una formación
demasiado baja, pobre o poco preparada.
III. Una visión de país para y desde nuestros jóvenes
El futuro de las naciones se encuentra en la educación de la juventud, afirmaba
Don Bosco (la frase exacta es “de la sana educación de la juventud depende
la felicidad de las naciones”); y pocos son lo que hoy en día podrían estar en
desacuerdo con él.
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En esta línea de pensamiento, parece que nuestros jóvenes se perciben
actualmente a sí mismos muy felices o suficientemente felices. Así lo dicen, en el
estudio, el 85% de los jóvenes de 15 - 17 años, el 81% de los jóvenes de 18 – 23
años, y el 82% de los jóvenes de 24 – 29 años; todo esto junto a una satisfacción
con la propia vida cercano al 78.3% de los jóvenes encuestados.
Y, en general, se muestran bastante abiertos a las nuevas realidades en
construcción, y con una visión más amplia de la realidad y de las diferencias en
temas como religión profesada, ideales políticos, tatuajes, etc.
La visión de un futuro “mejor que el presente”, dada por el 82.3% de los jóvenes de
las zonas urbanas y el 73.8% de los jóvenes de las zonas rurales, que expresa una
visión positiva de sí mismos, no ha excluido de ellos una visión crítica en relación
con algunos problemas del país: las maras son la primera preocupación de los
jóvenes (22.9%), la delincuencia (21.3%) está en segundo lugar, y el desempleo
(18.0%) en el tercer lugar .
Es muy interesante que, en cambio, en un visión de mediano plazo (cinco años),
el 40.9% de los jóvenes encuestados respondió que el futuro del país será peor
que el presente, el 34.5% que será mejor, y el 21.4% que será igual que el
actual.
De los puntos comentados hasta aquí, y siempre desde la experiencia como
educador, me convenzo cada vez más que los jóvenes necesitan poder ver
el horizonte de sus propias aspiraciones futuras, y para ello necesitan conocer
hacia dónde va su país, dónde se supone que estarán dentro de 15, 25, 40
años; pero también exigen percibir en cualquier propuesta política, económica,
social, educativa, cómo quieren estar y ser en el futuro de su propio país.
Este interés por ser co-partícipes en la construcción del futuro de nuestro país,
es notoria en el alto índice de participación en los procesos electorales en
que pueden definirse este futuro (84% asistiría a las elecciones si éstas fueran
mañana y no tuvieran problemas para votar); aunque no parecen creer en los
líderes políticos actuales (64.1%), o los políticos sean los modelos poco o nada
atractivos para asemejarse (88.8%).
Las jóvenes y los jóvenes nos dicen que quieren progresar, trabajar ya sea como
empleados o con una empresa propia (34.9 y 17.7% de las jóvenes, y 38.7%
y 22.1% de los jóvenes); estar dedicados a sus familias (13.7% de las jóvenes
y el 5.9% de los jóvenes), o estudiando (17% de las jóvenes y 16.3% de los
jóvenes). De no poder cumplirse estas grandes expectativas, muchos de ellos
se podrían estar ya planteando emigrar, no para intercambiar experiencias,
estudiar un postgrado o hacer turismo; sino por la falta de reales oportunidades
de desarrollo profesional-humano en nuestro país.
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expectativas
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IV. Comentario final
Las dificultades o limitaciones planteadas por los investigadores tales como:
a) La desconfianza de parte de “padres y madres de familia e incluso de los
mismos jóvenes, con respecto a preguntas que dieran algún indicador sobre su
condición económica, esto debido al temor a ser sujetos de extorsión por medio
de las rentas”; b) Casos de “violencia intrafamiliar que se dieron mientras se
estaba contestando la encuesta, o sucesos de violencia común que se vivieron
en el entorno”; c) La no inclusión de los departamentos de Morazán y la Unión
en el muestreo; d) El difícil acceso a la población de clase alta; no parecen
debilitar los resultados del estudio.
Una característica del estudio, que me parece muy acertada, es la contrastación
de los resultados con los datos de otros estudios o informes serios en relación con
la juventud, como el Informe sobre desarrollo humano El Salvador 2010 (PNUD),
la situación y desafíos de la juventud en Iberoamérica (2008) y “la juventud
en Iberoamérica: tendencias y urgencias” (2007), ambos de la CEPAL; junto
al “Informe de resultados: encuesta nacional de juventud. Estudios de base,
jóvenes” (2005) de la Secretaría de Juventud; el “Informe adolescentes con
cultura: estudio de vida de los estudiantes adolescentes de El Salvador (2008) de
CONCULTURA; y otros más que no menciono, pero no porque los mismos sean
menos importante o serios.
En síntesis, considero que este estudio ha realizado una contribución excelente,
y muy seria sobre la juventud salvadoreña más allá de tocar sólo algunos temas
como la violencia, criminalidad, maras, pandillas juveniles, etc.