
04. Editorial
Según los datos de la CEPAL, en el 2007 El Salvador tuvo un crecimiento económico
del 4.5 %. Aunque nuestros gobernantes ven esa cifra como un logro al compararlas
con el crecimiento de años anteriores, lo que no dicen es que nuestro país fue
de los que menos creció en la región. En Centroamérica sólo Nicaragua tuvo
un menor crecimiento. La actual crisis de Estados Unidos golpea más fuertemente
a los países cuyas economías dependen mayoritariamente de las remesas. En
el caso de El Salvador, las remesas crecieron menos en el 2007 que en los años
anteriores. Por otro lado, el crecimiento económico no termina reflejándose en
las condiciones de vida de la mayoría de la población. Nos preguntamos
entonces ¿Qué significa educar en contexto de incertidumbre económica? ¿Qué
rol juega la educación en contextos de inequidad en la distribución de la riqueza?
La inversión en educación sigue siendo insuficiente. En el 2007, el presupuesto
de educación representó sólo el 2.76% del Producto Interno Bruto. Con esas
cifras, de los países de la región, sólo Guatemala invirtió menos en educación.
La reducida inversión social contrasta con el gasto público en publicidad y con
las frecuentes noticias de corrupción por parte de funcionarios del Estado. Es
cierto que la inversión social ha aumentado en algunos sectores, pero no lo
suficiente; y no porque no haya recursos, sino por falta de voluntad. La reciente
iniciativa llamada "Alianza por la familia" parece ser más un anzuelo electoral
que una política social encaminada a revertir del drama de la pobreza. ¿Qué
implica educar en contextos de reducida inversión social por parte del Estado?
¿Qué educación debemos implementar en contextos en que la limitada inversión
social forma parte de estrategias electorales? ¿Cómo educar en la exigibilidad
ciudadana? ¿Cómo formar ciudadanos y ciudadanas concientes de sus derechos
y capaces de exigir su cumplimiento? ¿Qué significa, en este contexto, educar
desde y para actitudes democráticas?
Durante el año 2007, unos 36.000 salvadoreños y salvadoreñas fueron deportados
desde 16 países, la mayoría desde Estados Unidos (20.073) y México (15.605).
El número de personas que sale del país también sigue siendo elevado. Pareciera
que el éxodo forma parte de la vida de los salvadoreños y salvadoreñas. La
actual estrategia para atracción de turistas afirma que El Salvador es impresionante.
En la realidad, lo impresionante es la cantidad de salvadoreñas y salvadoreños
que hacen fila cada día en las embajadas estadounidense y mexicana. Impresiona
también el peso de las remesas en la economía nacional: El Salvador recibió
$3.530 millones en remesas el año 2007; Guatemala fue el país de la región
que más remesas obtuvo, con $4.055 millones; Honduras, 2.675 millones;
Nicaragua $990 millones, Costa Rica $590 millones y Panamá $320 millones.
Ante el drama de movilidad humana intensa, motivada por la falta de
oportunidades en el propio país, nos preguntamos: ¿Cómo educar en contextos
de reducida esperanza? ¿Cómo despertar, desde la educación, la confianza
en nuestras propias posibilidades y recursos?