Educación, factor de desarrollo
La educación incide en todos los órdenes de la condición humana. Para probar
esa afirmación se puede hacer el siguiente ejercicio mental. El ejercicio consiste
en identificar del siguiente listado, los elementos en los cuales la educación de
la persona, como individuo o como colectivo, no tienen ninguna incidencia. Ese
listado de elementos incluye entre otros, seguridad ciudadana, limpieza y orden
urbanos, justicia social, sociedad democrática, sociedad en paz y armonía,
ciudadanía responsable y respetuosa de la ley, maternidad y paternidad
responsables, medio ambiente saludable. Y qué decir de estos otros elementos,
desarrollo de las artes y el deporte, desarrollo cultural y científico, población sana
y saludable, identidad nacional, marginación y exclusión social, migración,
violencia doméstica, profesionalización, desarrollo del talento y capacidades,
crecimiento económico y productividad, gobierno honesto y transparente,
fortalecimiento de la institucionalidad y del estado de derecho, estabilidad y
gobernabilidad.
Sin mucho esfuerzo ni análisis profundo se puede determinar que todos ellos
están íntimamente relacionados con educación. De hecho, todos ellos constituyen
elementos intrínsecos a la vida personal y social de un país. Ellos son al mismo
tiempo medio y contexto, causa y consecuencia desde los cuales y por los
cuales la educación mediatiza y materializa el desarrollo, posibilitando que estos
elementos mejoren o empeoren, se fortalezcan o se debiliten. No hay duda que
la educación impacta directamente en todo los aspectos de la vida del individuo;
es el motor de desarrollo de los pueblos, y por tanto, debe ser una prioridad en
las políticas de Estado.
Editorial
03.
Hay muchos casos que pueden ilustrar el rol crucial y fundamental de la educación
en el desarrollo de las naciones. Un caso ejemplar lo constituye Finlandia. Hace
apenas dos décadas, este país de 5.3 millones de habitantes, era uno de las
países más pobres del norte de Europa. Ahora lidera los primeros lugares en
transparencia, en democracia, en economía más competitiva, entre otros índices
e indicadores de desarrollo. Al preguntarle a Torja Halonen, Presidenta de la nación,
cómo lo habían logrado, ella lo resumió en tres palabras: educación, educación,
educación.
En el caso de El Salvador, la decisión de apostar al desarrollo del país a través de
un modelo basado en la educación supone una apuesta con visión, convicción
y compromiso, tanto a nivel ciudadano como a nivel de gobierno, o mejor dicho,
de Estado. Ese proyecto, esa apuesta al desarrollo humano, en este momento,
no se deja ver. De hecho, los estudios y la vida cotidiana misma revelan una
educación con permanentes deficiencias cualitativas y cuantitativas, con más
retrasos y desafíos que logros y progresos.
Es cierto que en los últimos quince años ha habido esfuerzos y avances en ciertas
áreas de la educación como la ampliación de la cobertura escolar, la casi
universalización de la educación primaria, el sistema de acreditación de las
universidades, la aprobación de nuevas leyes, la introducción de pruebas de logro,
la introducción de nuevos programas como el Plan 2021, etc. Pero estos esfuerzos
y logros a medias no son suficientes. Más allá de su reconocimiento, lo cierto es
que los indicadores educativos de El Salvador son poco favorables.
Una de las principales carencias de la educación es su exigua inversión, reflejada
claramente en la asignación presupuestaria. En 1997, el presupuesto general de
la nación asignó a educación un monto económico que representaba apenas
el 2.7% del PIB. Diez años después, en el 2007, el gasto destinado a la enseñanza
alcanzó a duras penas el 3% del PIB. La apuesta educativa aumentó en diez años
el menos que modesto 0.3%; y éste todavía debía ser financiado con donaciones,
préstamos o fideicomisos, dentro de un programa de gobierno que privilegia lo
social. El hecho es que El Salvador es uno de los países que menos invierte en
educación. Costa Rica invierte aproximadamente el 7.2%, Honduras y Guatemala
aproximadamente el 5%. El Salvador se pelea con Nicaragua el último lugar. El
promedio latinoamericano oscila entre el 4.5% y el 4.7%, y los estándares
internacionales piden una inversión de al menos el 6%. Según la UNESCO, El
Salvador es uno de los cinco países de Latinoamérica que no alcanza el 3% del
PIB; el cual está por debajo de los requerimientos internacionales y de los Objetivos
del Milenio.
La exclusión aún persiste. La marginación de las opciones de educación para los
estratos menos favorecidos tiene raíces históricas en El Salvador. El sistema educativo
aun no garantiza el derecho a la educación al 70 % de los jóvenes. De cada diez
egresados de noveno sólo tres acceden a la Educación Media.
04. Editorial
De los bachilleres sólo un poco más del 40% acceden a la Educación Superior.
La tasa de analfabetismo en mayores de 10 años todavía ronda el 13.9%, donde
el sexo femenino y el área rural son los menos favorecidos. La escolaridad
promedio de los salvadoreños apenas llega a 5.9 y alcanzar el promedio de 11
parece una meta difícil de cumplir.
En términos de logros de los aprendizajes y calidad educativa, los datos tampoco
son alentadores. El Segundo Estudio Regional Comparativo Regional Comparativo
y Explicativo (SERCE), prueba internacional en la que El Salvador midió el desempeño
de los alumnos de tercer y sexto grados, estableció que los resultados reflejan
niveles bajos de rendimiento escolar en la Educación Primaria con respecto al
promedio latinoamericano. Las PAES y las PAESITAS que miden los logros de los
estudiantes que terminan bachillerato, los estudiantes de tercero, sexto y noveno
grados arrojan promedios que no pasan del cinco desde hace años. Algo similar
pasa con los resultados de los estudiantes que toman la ECAP y los graduados
de derecho que toman el examen para ser autorizados como abogados de la
República, donde hay altos porcentajes de reprobación. El mismo criterio aplica
a las instituciones educativas. De las 39 instituciones de Educación Superior, sólo
doce están acreditadas; y de los 982 colegios privados, sólo 255 tienen
categorización A. De acuerdo a la UNESCO, El Salvador retrocedió ocho puntos
en el índice de desarrollo educativo.
El acceso a la tecnología, que es una herramienta fundamental para que los
países salgan del subdesarrollo, es otro talón de Aquiles. El Informe de la CEPAL-
2008 establece que en El Salvador, por una computadora hay 98 alumnos. EL
programa conéctate, cuyo propósito es llevar tecnología a las aulas todavía no
incide. El acceso a los Infocentros también tiene un bajo número de usuarios,
pues sólo ocho mil personas acceden a Internet, comparado con el resto de
países donde el promedio es de 2,500 usuarios.
Se pueden enumerar muchas otras situaciones que ilustran las falencias en
educación. Pero más que hacer un análisis pesimista y una proyección
desalentadora de la situación, se trata de insistir en la necesidad de reconocer
que la educación es el instrumento para el desarrollo de la persona y de la
sociedad. Se trata de insistir en su capacidad transformadora de la realidad y
de la condición humana. Se trata de insistir en la necesidad de darle seriedad,
visión y compromiso por hacer de la educación un proyecto de nación. Sin una
apuesta responsable, coherente, sostenible, inclusiva, de largo
alcance se pone en situación de riesgo mayormente a los jóvenes y compromete,
en el presente y el futuro, las posibilidades de desarrollo económico, social y
político del país. Mientras eso no cambie, se seguirá inmerso en un entorno
particularmente violento, excluyente, frustrante e incierto, caracterizado mayormente
por los altos índices de delincuencia, pobreza, migración, deterioro ambiental,
corrupción, baja productividad, y eternos desafíos.
05.