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ésta debe ser conquistada a través
de una praxis que lo libere de su
condición actual. "Ahí radica la gran
tarea humanista e histórica de los
oprimidos: liberarse a sí mismos y liberar
a los opresores... sólo el poder que
renace de la debilidad de los
oprimidos será lo suficientemente fuerte
para liberar a ambos".
La liberación necesaria que logre
humanizar al hombre, no caerá desde
el cielo, sino que, necesariamente,
será fruto del esfuerzo humano por
lograrla. En esta perspectiva es en la
que Freire plantea su proyecto
educativo basado en la praxis
concreta y transformadora de la
realidad.
La pedagogía del oprimido es aquella
que debe ser elaborada por el mismo
ser humano que vive una condición
de "aplastamiento social" ya que la
práctica de la libertad sólo puede
encontrar adecuada expresión en una
pedagogía en que el oprimido tenga
la condición de descubrirse y
conquistarse, en forma reflexiva, como
sujeto de su propio destino histórico.
"La pedagogía del oprimido, como
pedagogía humanista y liberadora
tendrá, pues, dos momentos distintos
aunque interrelacionados. El primero,
en el cual los oprimidos van
desvelando el mundo de la opresión
y se van comprometiendo, en la praxis,
con su transformación, y, el segundo,
en que, una vez transformada la
realidad opresora, esta pedagogía
deja de ser del oprimido y pasa a ser
la pedagogía de los seres humanos
en proceso de permanente liberación".
El método de Freire está enraizado
sobre su concepción del ser humano,
considerado como un ser en el mundo
y con el mundo. Lo propio del ser
humano, su posición fundamental, es
la de un "ser situado"; es decir, un ser
engarzado en el espacio y en un
tiempo que su conciencia
intencionada capta y trasciende
"objetivar el mundo es historizarlo,
humanizarlo".
El método de concientización de Freire
busca rehacer críticamente el proceso
dialéctico de la historización. No busca
hacer que el hombre conozca su
posibilidad de ser libre, sino que
aprenda a hacer efectiva su libertad,
y haciéndola efectiva, la ejerza. Esta
pedagogía acepta la sugestión de la
antropología que va por la línea de la
integración entre el pensar y el vivir,
"se impone la educación como
práctica de la libertad". Pero el ser
humano no sólo está en el mundo,
sino que también está con el mundo.
Estar con él, es estar abierto al mundo,
captarlo y comprenderlo; es actuar
de acuerdo con sus finalidades para
transformarlo. El ser humano responde
a los desafíos que el mundo le va
presentando, y con ello lo va
cambiando, dotándolo de su propio
espíritu. En este sentido no se trata de
cualquier hacer, sino de uno que va
unido a la reflexión.
Si el ser humano es praxis, no puede,
por lo tanto, reducirse a mero
espectador, o a un objeto. Esto sería
ir contra su vocación ontológica: "un
ser que opera y operando transforma
Humanizar la
educación