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de la Información, por la disponibilidad casi ilimitada a la información y las
comunicaciones que ahora tenemos y la velocidad con la que éstas se realizan.
Hace cien años, una carta de El Salvador a Francia tomaba semanas y hasta
meses en llegar, teniendo que viajar por barco a través de todo el océano
Atlántico hasta llegar a Europa. Luego, con la invención del avión, el correo aéreo
disminuyó el tiempo, y una carta ya no tomaba semanas sino días. Pero ahora,
con las telecomunicaciones actuales, especialmente el Internet, comunicarnos
con alguien en cualquier lugar del mundo toma menos de un segundo. Por
supuesto, que para que esto suceda, ambos tenemos que estar conectados.
Si no, la comunicación se vuelve imposible.
Personalmente, creo que lo que debe orientar el cambio educativo de la sociedad
en la que nos encontramos no es el acceso a la información disponible sino el
conocimiento que podemos adquirir al hacer el uso adecuado de esa información
para la toma de decisiones, la solución de problemas y la creación de
conocimiento nuevo, que eventualmente se convertirá en más información.
Muchas instituciones educativas han asumido en la última década que por tener
Internet y estar suscritas a una o más bases de datos ya son parte de la Sociedad
del Conocimiento. Los mismos sistemas de acreditación incluyen el número de
computadoras conectadas a Internet como un indicador de calidad educativa.
Lo que pierden de vista estas instituciones es que mientras la información no se
haya convertido en conocimiento y no se aplique a la solución de problemas y
a la creación de nuevo conocimiento (i.e., ciencia), es como si no existiera. Es
decir, no basta con tener la información disponible. Hay que interiorizarla, apropiarse
de ella. Este cambio paradigmático no es nuevo. Ya lo menciona Platón en el
Fredo cuando cuenta la historia del dios Theuth, padre de la escritura, según los
egipcios. Cuenta Platón que Theuth se presentó ante Thamus, rey de todo Egipto
y le presentó su última invención: la escritura. "Este conocimiento, ¡oh rey! - dijo
Theuth -, hará más sabios a los egipcios y vigorizará su memoria: es el elixir de
la memoria y de la sabiduría lo que con él se ha descubierto." A lo que el rey
respondió: "¡Oh ingeniosísimo Theuth!... Esto, en efecto, producirá en el alma de
los que lo aprendan el olvido por el descuido de la memoria, ya que, fiándose
a la escritura, recordarán de un modo externo, valiéndose de caracteres ajenos;
no desde su propio interior y de por sí. No es, pues, el elixir de la memoria, sino
el de la rememoración, lo que has encontrado. Es la apariencia de la sabiduría,
no su verdad, lo que procuras a tus alumnos; porque, una vez que hayas hecho
de ellos eruditos sin verdadera instrucción, parecerán jueces entendidos en
muchas cosas no entendiendo nada en la mayoría de los casos…"
La leyenda de Theuth nos enseña que la información por sí misma no tiene valor,
pero nos puede dar la falsa sensación de sabiduría. Antes, teníamos una
enciclopedia en la sala de nuestra casa y nos sentíamos dueños del saber; ahora
tenemos una conexión a Internet y sentimos que no hay límite a nuestro