
Educación y política.
El caso de los
procesos educativos
mediados por
entornos virtuales
de aprendizaje
y un proceso político
1
(Gutiérrez, 1983). Repensar la educación como hecho
político es particularmente urgente en épocas como la actual, en la cual los
educadores y educadoras deben enfrentar muchas crisis, entre ellas las crisis
políticas
2
. Ésta se produce cuando la política deja de estar vinculada al bien
común y a la justicia, cuando se la separa de la ética, y cuando se pretende que
el bien común dependa de forma exclusiva de las leyes del mercado
3
(Serrano,
2004), cuando “la política” se separa de “lo político” y cuando se pretende que
lo político –la realidad humana- sea apolítico.
En el pasado, la educación ha sido utilizada para la conformación de la
identidad nacional, es decir, ha estado en función de “la política”: por
eso en Latinoamérica los sistemas educacionales fueron creados junto al
establecimiento de las fronteras de los países (Torres y Morrow, 2005). Cecilia
Sánchez (2000) explica cómo, después de la emancipación política, las jóvenes
naciones latinoamericanas, en el siglo XIX, concibieron la educación como
vehículo para la nacionalización-civilización de la sociedad. Por medio de la
educación se esperaba “pasar de una comunidad fáctica, permeabilizada por
las tradiciones premodernas propias del continente, a una forma de reunión
racional, socializada o civilizada, forma que debía ser creada, inventada
artificialmente en virtud de una serie de mecanismos técnicos”.
La educación escolarizada occidental ha acompañado muy de cerca el
surgimiento y el desarrollo del capitalismo. Ella ha sido concebida como una
mediación privilegiada para la construcción del tipo de subjetividad requerida
por los modelos de reproducción y acumulación de capital vinculados al libre
mercado. Carlos Torres afirma que en América Latina, “la agenda de las reformas
educativas en respuesta a la globalización ha sido en gran medida dominada
por la derecha neoliberal y por los profetas optimistas del poder de la integración
de las nuevas tecnologías basadas en la computación para transformar la
metodología educativa” (Torres y Morrow, 2005)”. Peter Mc. Laren (2003), por su
parte, afirma que las escuelas, como agencias de producción social, económica
1 Francisco Gutiérrez ha insistido en que el fin principal de la educación es el político: “La escuela hace política no
sólo por lo que dice, sino también por lo que calla; no sólo por lo que hace sino por lo que no hace”. Educación
como praxis política. México: Ed. Siglo XXI, 1983, p. 25. Para Gutiérrez, “la función principal de la escuela es su
función político-social”. Ibid. p. 22. Afirma también que el núcleo de la educación no lo constituye la pedagogía,
sino la política, y que “los fines de la educación no los determinan ni la ética ni la filosofía, de acuerdo con los
valores de validez general, sino la clase dominante, en consecuencia con los fines de su poder”. Ibid, p. 23. Y
Pablo Freire, al prologar el texto de Gutiérrez, reconoce que “hay una politicidad en la educación como hay una
educabilidad en el acto político, sin que la politicidad de la educación y la educabilidad del acto político agoten
la comprensión crítica de aquélla y de ésta”. Ibid. p. 9.
2 En este trabajo distinguiremos entre “la política” como ejercicio del poder y establecimiento de un orden, y “lo
político” es decir, la praxis cotidiana de construcción de interrelaciones que realizamos desde nuestros contextos.
En ese sentido, la política está atravesada por lo político.
3 Cfr. Alejandro Serrano. Razón, derecho y poder. Reflexiones sobre la democracia y la política. Managua: Ed.
Hispamer, 2004, p. 86. Según este autor, “la crisis de la política es una crisis ética, desde el momento mismo que
su desplazamiento por el mercado significa la exclusión del ser humana en la construcción de su propio destino, y,
en consecuencia, la supresión de todo sentido teleológico y de toda trascendencia, de la acción política”. P. 89.
Ver también, de Alejando Serrano, Política, en Ricardo Salas (Coordinador). Pensamiento crítico latinoamericano,
Vol. III, Santiago: EUCSH, 2005, p. 777-786.
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