
Editorial
de catastrófico. Tenían escuelas de élite y escuelas públicas, como en muchos
otros países, ocasionando fuertes disparidades entre los alumnos. Pero en los
años setenta decidieron dar un nuevo rumbo a su sistema educativo. Primero
se pusieron de acuerdo sobre la dirección que querían tomar antes de iniciar
la reforma y luego la mantuvieron a pesar de los cambios de gobierno. Los
cambios a su sistema fueron profundos pero coherentes.
El nuevo sistema se pensó desde la igualdad y la calidad y de acuerdo con
los principios de democracia que promueve este país nórdico. Este sistema
propone una educación gratuita y obligatoria durante nueve años, comenzando
a la edad de siete. Esta gratuidad incluye no sólo la matrícula, sino también
comidas, libros, transportes, médicos, psicólogos, clases de apoyo y educadores
especializados. Ya no existen escuelas de élite como en el pasado.
El modelo finlandés, a diferencia del que impera en la mayor parte de países,
no castiga ni margina al estudiante “lento”. Al contrario, todo el sistema está
pensado para recuperarlo y permitirle desarrollarse. Por ejemplo, a los que rinden
menos en matemáticas se les coloca en clases más pequeñas, de modo que
puedan tener un mejor acceso a la ayuda del profesor. También los alumnos
más brillantes ayudan a los que se vienen rezagando. Como en todo grupo
humano, hay diferencias de rendimiento entre el alumnado, pero este modelo
se centra en la igualdad de oportunidades y el apoyo a los frágiles. Es lo que
llaman escuela inclusiva en Finlandia: todos tiene la oportunidad de estudiar
lo que les interesa y lo hacen a su ritmo, trabajando en cooperación, no en
competición.
Una clave indiscutible del éxito finlandés para obtener una educación de
calidad radica en el grado de compromiso y la sobresaliente preparación de sus
educadores. Los profesores finlandeses son reclutados entre los mejores alumnos
de bachillerato con notas de ingreso que tienen que superar el 9/10. Todos los
profesores pasan al menos cinco años en la universidad para entrenarse en
pedagogía y en una especialidad adicional si quieren enseñar en los tres últimos
años de secundaria. Además se les ha otorgado el máximo reconocimiento
social posible y gozan de un prestigio similar a los médicos o los abogados.
Finlandia dedica cerca de 6% de su PBI a educación. Con este porcentaje
se ubica en la media de inversión de las naciones desarrolladas. Países como
Islandia, EE.UU. y Dinamarca dedican el 7,5% de su PBI, mientras que países
como Italia, España y Japón destinan 5%. Para sus habitantes, Finlandia dispone
de 4,433 centros educativos (de los cuales sólo 27 son privados), 31 escuelas
politécnicas y 20 universidades. Los casos de abandono o de repetición han
bajado de manera espectacular y hoy el 99,7% de los 586.381 alumnos
finlandeses termina la enseñanza básica.
En el informe PISA (Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos), en
el que participan 275.000 estudiantes de 15 años de 41 países, los estudiantes
finlandeses ocuparon en sus dos ediciones, 2000 y 2003, el primer puesto en
habilidad lectora, comprensión de la escritura y cultura, ciencia y matemática
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