
El placer de aprender.
Aportes para una
pedagogía erótica
pudiera volver, con la carga enorme clavada en la espalda,
y dejarla allí en el hoyo que la tortuga suele abrir en la playa.
Acaso pudiera volver.
El reclamo de placer, expresado por Duncan, es el reclamo de todos los seres
humanos que tomamos conciencia de las prisiones que hemos construido o
que nos han construido. A través de las instituciones educativas podemos dar
alas o aprisionar; crear subjetividades homogenizadas, o bien liberar el gozo
de reconocer las diversidades que resultan de la forma en que cada persona
articula sus referencias culturales y religiosas, sus experiencias, su biografía, las
memorias de su comunidad, los saberes previos y los saberes nuevos.
¿Es posible hacer de las escuelas y colegios espacios que proporcionan el
placer y las posibilidades de aprendizaje que generan el trompo, las bolinchas,
la cuerda, los papalotes, los cromos, las celebraciones familiares y comunitarias?
¿Es posible educar estimulando la fascinación, la admiración, la fantasía, la
creatividad, el placer? ¿O estamos condenados a seguir educando a partir de
certezas inamovibles y de preconcepciones homogenizantes?
Muchos adultos no recuerdan ya lo que aprendieron en clase de matemática,
ni recuerdan los nombres de los ríos de las distintas vertientes hidrográficas del
país, ni los nombres de las capitales de Asia, pero sí conservan las destrezas
adquiridas y sí recuerdan los placeres vividos en los recreos, en el pedazo de
patio destinado a jugar bolinchas (chibolas o canicas), en la esquina de la
escuela en que inventaban códigos y lenguajes secretos. En educación es más
importante el re-cuerdo que la memoria. La palabra recuerdo hace alusión
al corazón, al afecto, a la pasión; la memoria sabe a mente, a retención, a
asimilación, a aprehensión.
El autor tiene la impresión que se ha convertido la escuela en algo demasiado
pesado, tanto para las personas estudiantes como para los educadores y las
educadoras. La escuela es un lugar en el que se suelen escuchar muchas
quejas, inconformidades y temores. Demasiado peso. Temor a los exámenes, a
las autoridades, a los calendarios, al sistema, al sindicato, a las auditorías, a la
evaluación docente, a las capacitaciones. Demasiado peso.
La escuela, así de pesada, enfrenta hoy un nuevo desafío, pues los hombres y
mujeres tienen cada vez más conciencia de que la vida es aprendizaje y de que
muchos aprendizajes son más placenteros que aquellos que intenta promover la
escuela. Así, cuando un niño, después de unas vacaciones placenteras pregunta
“papá, ¿falta mucho para que tengamos vacaciones otra vez?”, tal interrogante
puede ser interpretado de la siguiente manera: ¿Cuándo volveremos a tener de
nuevo la oportunidad de aprender de una forma distinta a la que se promueve
dentro de las cuatro paredes de mi aula?”. Los educadores –en escuelas,
colegios, universidades y otros espacios educativos– deben comprender que
tales espacios ya no son los lugares exclusivos de legitimación del saber, pues
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