
que estén acordes a nuestras actuaciones en la construcción de nuestro saber
y en la formación de nuestras profesiones. No se trata, entonces, de tener un
conocimiento, o de saber algunas cosas, o hacer otras; sino que se trata de tener
actuaciones pertinentes en la vida misma. Una vida que conlleva la situación
familiar, laboral, intelectual, etc. Para ello debemos establecer una dimensión
de competencias que se describen en estos términos:
La competencia es saber actuar de manera pertinente en contextos complejos
e inciertos, enfrentando con claros criterios de calidad, aquellos problemas que
le son propios o apropiados a la profesión, para lo cual se seleccionan y movilizan
recursos personales (conocimientos, actitudes, valores, experiencia), de redes
(de expertos, de información) y del contexto, en orden a resolverlos, estando en
condiciones de dar razón (científica, tecnológica, política, económica, ética)
de sus decisiones y haciéndose cargo de la misma (adaptado de Troncoso &
Hawes, 2007).
Este saber actuar, sin embargo, no sólo estará en relación con los saberes que
expuso Delors (1997) hace unos años, sino se pondrá en un contexto en el cual
los estudiantes tendrán la oportunidad de interactuar con lo complejo de la
realidad. Así, el saber actuar estará orientado a varias facetas de la vida, tales
como el saber hacer del mundo laboral; el saber aprender en su desarrollo
profesional; el aprender a convivir de su entorno social; y el aprender a ser, en
su vida misma.
El saber actuar en general responderá a la vida misma de manera holística e
integral donde entran en acción todas las dimensiones del ser humano
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: la
inteligencia, la voluntad, el sentimiento, etc. Con el saber actuar la necesidad
de aprender a vivir cobra nuevas dimensiones, y capacita al ser humano para
afrontar contextos complejos e inciertos. El aprendizaje, por tanto, se debe
reforzar desde la incertidumbre. Es necesario distanciarse del recetario para la
solución de los problemas. Durkheim (1890 p. 38) comentaba, al referirse a la
enseñanza del estudiante: se debe “crear en él un estado interior y profundo,
una especie de polaridad del alma que le oriente en un sentido definido no
sólo durante la infancia, sino para la vida entera”.
No se trata, pues, de transmitir y de llenar de datos las mentes de los estudiantes,
sino de crear una habitud en ellos para que aprendan a actuar en contextos
complejos que van más allá de su disciplina de estudio y para que aborden
aspectos de la vida misma. Este saber actuar ante los contextos complejos
nos lleva a movilizar nuestros conocimientos y competencias a fin de tomar
adecuadas decisiones para la resolución de problemas. Esta movilización de los
12. Esta visión holística e integral más cercana al Pensamiento Complejo nos parece más pertinente que el
enfoque constructivista, ya que éste tiene la base en la construcción del conocimiento a partir de la razón, dejando
a un lado la voluntad, el sentimiento, etc., y resuelve dificultades en los procesos laborales y profesionales desde
un punto de vista organizacional, sin tomar en cuenta la posición ética, la calidad de vida, el desarrollo social y el
equilibrio con el ambiente.
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