
Temporalidad
y educación: la
construcción de
temporalidades
humanizantes
desde los procesos
educativos.
20.
La temporalidad se refiere también a una condición material: los seres humanos
y el resto de la naturaleza estamos constitutivamente vinculados al tiempo y en
el tiempo. Los tiempos nos condicionan. El tiempo, sin embargo, no debe ser
interpretado como una prisión, sino como una condición para el despliegue
de nuestras posibilidades. En el tiempo estamos siendo, junto a las personas
contemporáneas; y en el tiempo también nos encontramos con las personas, a
través de la memoria, las tradiciones, la esperanza.
El tiempo es nuestra forma de estar en el mundo. Somos sujetos en el tiempo —no
sujetos del tiempo—, tenemos experiencia de tiempo, y desde esa experiencia
se construye nuestra subjetividad junto a otras subjetividades.
El tiempo es una condición de los seres humanos. Es condición nuestra, no
porque somos, sino porque estamos siendo. En el tiempo “vivimos, nos movemos
y existimos”. Esa frase bíblica es atribuida a Pedro, quien a su vez, la atribuye a los
poetas griegos a quienes no desea contradecir. Pero hay muchas formas de vivir,
moverse y existir en el tiempo. El mismo cristianismo configuró temporalidades
novedosas —el tiempo de salvación, el tiempo de gracia, la historia sagrada,
el tiempo dependiente de la eternidad
2—
, condicionadas por su diálogo con el
mundo helénico.
Las temporalidades son construcciones sociales que nos configuran. Están
cargadas de cosmovisiones y antropologías que guían nuestras actuaciones
y nuestras interrelaciones. Esto quiere decir que desde las temporalidades se
constituyen mundos y subjetividades.
Los seres humanos recreamos el tiempo, le damos significados que expresamos
en la vida cotidiana, así como en momentos particulares: las fiestas, las
celebraciones religiosas y civiles, etc. Asímismo, las temporalidades nos ofrece
insumos para construir significados, para dar sentido a nuestras interrelaciones, a
nuestra forma de interactuar con el mundo y con los dioses.
1. Tiempo y temporalidad moderna
Occidente ha puesto el énfasis en el tiempo cuantitativo: el que se puede
medir, el que se refiere a las secuencias de períodos: minutos, horas, días,
semanas, meses, años, décadas, siglos, milenios. Es el tiempo como cronos, el
tiempo homogéneo, exacto, controlable; el tiempo lineal, tendiente hacia algo
(progreso, perfección, éxito, salvación, desarrollo), que acentúa la tensión hacia
el futuro; es el tiempo previsible, planificable, implacable, que no da lugar a
otros ritmos, y velocidades. Es el tiempo que no se detiene, el Cronos que devora
a sus hijos, según el relato mitológico griego.
2. Ver, por ejemplo, J. Mouroux. Il mistero del tempo. Brescia: Ed. Morcelliana, 1965. Según este autor, existen
tantas formas de tiempo como formas de evolución y de desarrollo posibles en seres que estamos en devenir.
La progresión, la fecundidad y la complejidad del tiempo en el universo creado, sólo tiene explicación en la
eternidad. P. 44. Dios está más allá de todo inicio y de todo fin, no tiene inicio ni fin. Èl es el creador del tiempo.
Tiempo y eternidad son dos realidades vinculadas, que se implican y se excluyen, se oponen y se complementan.
La eternidad fundamenta y explica el tiempo. P. 17.