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Ensayo
Cristina Estrada de García
Violencia en el ámbito escolar: alerta
social
Resumen
La autora desarrolla en este ensayo el
tema de la violencia escolar, y lo presenta
bajo el término de bullying intimidación,
acoso y matonería . Hace un análisis de
las diferentes formas de violencia que
se dan en los ambientes escolares y sus
consecuencias; pero igualmente analiza
formas de identificarlas, de prevenirlas
y solucionarlas desde las aulas con el
concurso de los maestros, padres de
familia y los estudiantes mismos.
Palabras clave: escuela, acoso,
intimidación, violencia.
Abstract
The author develops in this essay the topic
of school bullying. She analyzes the many
ways in which violence is exercised in and
out schools and its consequences as well.
But she also analyzes how bullying can
be identified, prevented and solved from
inside the classroom with the teachers,
parents and students’ help.
Keywords: school, bullying, violence
Introducción
La presente recopilación bibliográfica busca dar a conocer la temática de
violencia y acoso en el ámbito escolar. Es una propuesta proveniente de distintos
autores que han retomado dicho tema para así obtener mejoras en cuanto a
trato entre alumnos tanto dentro como fuera de las instituciones educativas. El
involucramiento adecuado por parte del docente y los padres y madres de
familia es que éstos sean capaces de detectar en los niños o jóvenes, indicios
de violencia y encontrar soluciones acertadas a esta problemática. Lo anterior
es indispensable para lograr la mejora del clima educativo y, por consiguiente,
evitar las secuelas graves en la vida de los infantes y jóvenes que pueden
llevar a decisiones erradas que no tienen marcha atrás, como el suicidio y el
homicidio.
Violencia en el
ámbito escolar:
alerta social
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La idea de plantear esta problemática es analizar el fenómeno de la violencia
escolar entendida como un factor social que afecta a diferentes personas sin
respetar género, clase social, credo, etc. La violencia escolar ha ido en crecimiento
en las últimas dos décadas y los gobiernos de todos los países comienzan a
alertarse y a tomarlo como parte de su quehacer y responsabilidad.
El alumnado pasa gran parte del tiempo en la escuela, convirtiéndose ésta en el
agente socializador encargado de formar a los niños y jóvenes para transformarse
en adultos generadores de armonía y productividad. Es necesario conocer las
diversas formas de violencia que en el entorno escolar se dan, para así lograr
identificarlas y contrarrestarlas. Para efectos de este ensayo, se entenderá como
violencia escolar, aquella que se da en el ámbito de la escuela, y cuya forma
más grave, es el bullying.
Ejerciendo violencia: un vistazo a sus formas de expresión
Para la OMS (2002), la violencia es definida como “El uso intencional de la fuerza
o el poder físico, de hecho o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o
un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar
lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”.
Por tanto, violencia es todo acto u omisión intencionada que causa alguna
clase de daño a personas, animales u objetos. Por su parte la violencia escolar,
es entendida como la que se da en el ámbito de la escuela, y su forma más
grave, es el acoso o bullying.
Es importante diferenciar entre las posibles formas de ejercer la violencia en el
bullying, algunas de las cuales pueden pasar desapercibidas por la sociedad.
Rodríguez (2004) distingue cinco tipos de violencia:
1. Violencia verbal: Este tipo de violencia es la forma más rápida con
la que el agresor pone a prueba su capacidad para desestabilizar a la
victima y tener control sobre ella. Es un modo de desarmar a la víctima
para que acabe creyendo que no tienen voluntad propia.
2. Violencia física: Entre las formas violentas de contacto físico más
comunes son: dar una paliza, escupir, empujar, encerrar (en el aula u
otro espacio cerrado).
3. Violencia social: Ésta se lleva acabo para lograr el aislamiento, rechazo
y marginación de la víctima. Se trata generalmente de una persecución
o acoso mediante comentarios, insultos, actitudes crueles, etc.
4. Violencia sexual: El acoso sexual entre compañeros es una de las
tantas formas de violencia invisible en las escuelas. Se entiende por
violencia sexual todo trato que implique contacto con el cuerpo de las
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chicas o de los chicos sin su consentimiento. Se trata de una conducta
que implica un abuso de poder con el fin de obtener placer sexual.
5. Violencia emocional: Es cuando se manipula a la victima haciéndose
pasar por su amigo, chantajeándolo. Es decir, logrando que la víctima
esté todo el tiempo pendiente emocionalmente de su agresor o su
agresora. En general este tipo de violencia se da más entre las chicas
que entre los varones, pero no los excluye. (Rodríguez, 2004)
La víctima y el agresor: las dos caras de la moneda
Olweus (1998) hace una descripción de las víctimas y agresores típicos. Las
víctimas típicas son alumnos más ansiosos e inseguros que el resto. Además,
suelen ser cautos cuando se sienten atacados, normalmente reaccionan
llorando y alejándose. Asimismo, padecen una baja autoestima, y tienen una
opinión negativa de sí mismos y de su situación. Es frecuente que se consideren
fracasados, avergonzados o faltos de atractivo.
En las escuelas están solos y abandonados. Lo normal es que no tengan ni un
solo buen amigo en la clase. Sin embargo, no muestran una conducta agresiva
ni burlona, y por tanto el acoso y la intimidación no se pueden explicar por las
provocaciones a que las propias víctimas pudieran someter a sus compañeros.
Del mismo modo, estos niños o jóvenes suelen tener una actitud negativa ante
la violencia y el uso de medios violentos (Olweus, 1998).
A este tipo de víctima se le ha denominado víctima pasiva o sumisa, en oposición
a la que se describe más adelante. En resumen, parece que el comportamiento
y la actitud de las víctimas pasivas son signo para otros individuos inseguros y
despreciables que no responderán al ataque ni al insulto. Otra forma un poco
diferente de describir a las víctimas pasivas es decir que se caracterizan por un
modelo de ansiedad y de reacción sumisa combinado con una debilidad física,
reacción típica que se da más en las niñas que en los niños (Olweus, 1998).
Los agresores típicos o bully, por su parte, tienen en general una actitud de
mayor tendencia hacia la violencia y el uso de medios violentos que los otros
alumnos. Además, suelen caracterizarse por la impulsividad y una necesidad
imperiosa de dominar a los otros. Tienen poca empatía con las víctimas de sus
agresiones. Es frecuente que tengan una opinión relativamente positiva de sí
mismos (Olweus, 1998).
Hay que destacar también la existencia de alumnos que participan en las
intimidaciones pero que normalmente no toman la iniciativa —a éstos se puede
llamar agresores pasivos, seguidores o secuaces. Es probable que un grupo de
agresores pasivos sea muy heterogéneo y que contengan alumnos inseguros
y ansiosos (Olweus, 1998). Cabe agregar que estos últimos, tienden a tener
Violencia en el
ámbito escolar:
alerta social
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una autoestima baja y perciben la necesidad de adular al agresor para ser
aceptados por él o ella, aún cuando saben que dañan a otros.
Luego de conocer algunos indicadores y características tanto de víctimas como
de agresores, se puede mencionar que la violencia emocional es un fenómeno
universal que incluye y afecta tanto a las dos caras de la moneda: víctima y
agresor; así como a los padres, madres, maestros y otros testigos del suceso. Es
de suma importancia proporcionar algunas medidas que pueden ser llevadas
a cabo por los maestros en el aula, con el fin de mejorar las relaciones entre el
alumnado (Olweus, 1998).
Violencia sin cicatrices físicas
Bautista (2000) menciona que la violencia emocional es toda acción u omisión
directa o indirecta, cuyo propósito es controlar o degradar las acciones,
comportamientos, creencias y decisiones de otras personas. Ésta puede
darse por medio de intimidación, manipulación, amenaza directa o indirecta,
humillación, aislamiento o cualquier otra conducta u omisión que produzca un
perjuicio en la salud psicológica, la autodeterminación, el desarrollo integral y
las posibilidades personales.
Todas estas manifestaciones son problemáticas que se dan en diferentes
centros escolares a lo largo del país; pero muchas de estas acciones pasan
desapercibidas, por consiguiente, los docentes raramente se percatan de lo
que está sucediendo a su alrededor.
La violencia emocional lleva consigo situaciones de acoso e intimidación, lo
cual queda definido en los siguientes términos: un alumno es agredido o se
convierte en víctima cuando está expuesto, de forma repetida y durante un
tiempo, a acciones negativas que lleva a cabo otro alumno o varios de ellos.
Es útil diferenciar entre acoso directo y acoso indirecto. El directo se refiere a los
ataques relativamente abiertos a la víctima, por ejemplo insultar y menospreciar
a un compañero en presencia de otros. Por otro lado, el indirecto consiste en
ejercer una forma de aislamiento social y de exclusión deliberada hacia un
grupo. Uno de los ejemplos más representativos de esto es la “ley del hielo”, en
la cual un líder negativo incita a sus demás compañeros para que ignoren a
alguien particular, hasta llegar al punto de aislarlo del resto (Olweus, 1998).
Por lo tanto, pese a que en la violencia emocional las cicatrices que produce
no son claramente observables, y por lo mismo pasa desapercibida tanto por
maestros como familiares, los efectos psicológicos perduran a lo largo del
tiempo e influyen en las conductas del alumnado, dejando a este sector del
alumnado marginado y siendo más victima de lo que ya es.
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Lo que sí deja cicatrices en la lupa nacional
Es verdaderamente grave cómo miles de jóvenes en el mundo se quitan la
vida ante esta desesperación que pude producir la violencia emocional. En un
ejemplo poco alentador, El Salvador se alarmó ante lo siguiente: En septiembre
de 2009, se divulgó por Internet un correo que relataba el caso real de un
adolescente, víctima del acoso escolar a manos de tres de sus compañeros, en
uno de los colegios privados más reconocidos del país. Un fragmento del correo
publicado en elsalvador.com dice lo siguiente:
El lunes dos y martes tres, Humberto ya no fue al colegio con la excusa
de que se sentía mal. El martes su papá llegó a almorzar con él (no
había empleada en la casa), su mamá lo llamó como a las 2:30 p.m. y
le dijo que todo estaba bien. Cuando volvió a llamar ya como a las 4:00
p.m. nadie le contestó, insistió y nada. Le habló al esposo y le dijo que
estaba inquieta por eso, que si podía ir a la casa, el señor fue y encontró
a su hijo tirado en el jardín con un balazo en el pecho. El joven dejó una
carta pidiendo que a su funeral no dejaran entrar a los tres compañeros
que lo fastidiaban.
Como Humberto, muchos estudiantes a nivel mundial se han suicidado. No es
difícil entrar a un buscador en la Web y encontrar casos y casos de suicidios
inducidos por la afectación de compañeros agresores. Cicatrices, si, y tan graves
que quienes se quedan con ellas son los familiares e incluso los victimarios, ya
que las víctimas se convierten en agresores y asesinos de sí mismos, ellos, ya no
tienen cicatrices.
Reardon (1999) operativiza lo expuesto por Olweus (1998) en su caracterización
de víctimas y victimarios, lo cual se traduce en violencia emocional. La
siguiente tabla expone una serie de preguntas que permiten identificar estos
comportamientos en el ámbito escolar.
Lenguaje
¿Se llaman los alumnos por sus nombres o emplean insultos para
describir algunos miembros de la clase o para dirigirse a ellos?
¿Aparecen estos términos escritos como graffiti en las proximidades
de la escuela o dentro de ella, en libros, etc.?
Estereotipos ¿Hacen los alumnos generalizaciones negativas en torno a grupos
raciales o étnicos, minusválidos, ancianos o simplemente personas
diferentes a ellos?
¿Cuentan chistes o hacen circular caricaturas basadas en
estereotipos?
Violencia en el
ámbito escolar:
alerta social
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Burlas ¿Tratan los alumnos de incomodar a los demás llamando la atención
sobre alguna característica personal, errores o aspectos de su vida,
de su familia o amigos?
¿Lo hacen frecuentemente en presencia de otros alumnos que se
suman a burlas o dan muestras de asentimiento?
Prejuicios ¿Suponen los alumnos que algunos compañeros son menos
capaces o valiosos por sus características personales?
¿Consideran a las/los alumnos pertenecientes a algunas religiones
como compañeros de juego indeseables o que tienen creencias
“anormales”?
Designación
de víctimas
propiciatorias
¿Tienden los alumnos a echar la culpa de algún percance o
malas conductas, disputas, derrotas en los deportes o en otras
competiciones a un compañero o grupo determinado?
Discriminación ¿Rehúyen los alumnos a algunos compañeros de clase o no los
escogen como amigos o compañeros de equipo por norma
general?
¿Hay indicios de que esta conducta esté motivada por
consideraciones sobre alguna característica personal?
Ostracismo ¿Hay períodos en los que a uno o varios alumnos no se les habla o
no se da cuenta con ellos para las distintas actividades?
¿Ocurre esto durante largos períodos?
Hostigamiento ¿Tratan algunos de molestar a otros mediante extorsiones, notas
anónimas desagradables o caricaturas en sus pupitres o en sus
libros, o adoptando con ellos actitudes que tienen por objeto que
el alumno victimizado se conforme con la situación y se aparte del
grupo? ¿Suele ir el hostigamiento acompañado de conductas de
intimidación, provocación o palizas?
Intimidación ¿Tienden algunos a intimidar deliberadamente a otros más pequeños
o más débiles, a servirse de su condición social o a obligar a otros a
hacer lo que ellos quieran? ¿Incitan o convencen a otros para que
se les unan en la intimidación?
Expulsión ¿Se ha expulsado a algunos alumnos de algunos grupos de trabajo
o sin ningún motivo?
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Exclusión ¿Se excluye forzosamente a algunos alumnos de los juegos o
algunas actividades extracurriculares?
¿Se hace de manera que los excluidos se den cuenta claramente
de que no se quiere contar con ellos?
Segregación ¿Tienden los alumnos a reunirse y realizar actividades comunes en
grupos basados principalmente en la raza, la religión o el sexo, o en
otras consideraciones, como intereses comunes o vecindad?
¿Existen líderes que fomentan la división y el antagonismo?
Represión ¿Algunos alumnos impiden a otros, por la fuerza u otras formas
de intimidación participar en los debates de clase o exponer sus
opiniones en las interacciones sociales con sus iguales?
¿Se ridiculizan o denigran sus emociones?
Tabla 1: Preguntas que permiten identificar las conductas violentas en los ambientes escolares
según Reardon (1999).
Oportunidades de mejora ¿Cómo aplicarlas en el aula?
Olweus (1998) propuso que para contrarrestar los problemas de agresores y de
víctimas se pueden realizar una serie de acciones.
Normas del aula sobre agresiones y amenazas. Una ayuda importante para
contrarrestar los problemas de agresores y de víctimas, y para crear un “clima”
educativo mejor, es el acuerdo del profesor y de los alumnos sobre unas
cuantas normas sencillas del acoso y la intimidación. Éstas a menudo suelen
llamarse reglas de convivencia, las cuales son puestas en un mutuo acuerdo
entre docentes y alumnos, éstos últimos se comprometen a cumplirlas durante
las jornadas de clases. Las tres normas siguientes pueden ser consideradas un
punto de partida: evitaremos intimidar a otros estudiantes; intentaremos ayudar
a los que sufran agresiones y nos esforzaremos en integrar a los alumnos que se
aíslan con facilidad. Es importante conseguir que los alumnos participen en el
análisis de estas normas. De este modo se sentirán más responsables de que se
cumplan, tanto por su parte como por parte de los demás.
Uso del elogio. El elogio y la atención cariñosa del docente constituyen dos
formas importantes de influir en la conducta del alumno. Frecuentemente, se
olvida que los estudiantes agresivos y de trato difícil también hacen muchas
cosas dignas de aprecio. El profesor puede elogiar alumnos individuales, o a un
grupo de ellos o a toda el aula por su conducta positiva y de acatamiento a las
normas. En concreto, los alumnos agresivos y los que se dejan influir fácilmente
por otros, deberían recibir el aprecio por no reaccionar de forma agresiva en
condiciones que normalmente les provocan y por no participar en actos de
intimidación.
Violencia en el
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alerta social
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Aplicación de sanciones. Tanto las investigaciones como la experiencia
demuestran que se debe emplear también las sanciones (algún tipo de
consecuencia negativa) por comportamientos indeseables. Los mejores
resultados los proporciona entonces, la combinación de elogio generoso por
actividades positivas y las sanciones coherentes por las conductas agresivas
y contrarias a las normas. Estas sanciones deben producir cierta incomodidad
sin que resulten hostiles y deben ser adaptadas teniendo en cuenta a la edad,
el sexo y la personalidad del alumno ya que lo que para uno constituye una
experiencia desagradable, para otro puede ser una agradable distracción.
Reuniones del aula. Es importante que el aula disponga de un foro natural donde
hablar de temas como el desarrollo y la definición de normas del aula contra
las agresiones, y la elección de las sanciones, etc. Todo esto se puede llevar a
cabo mediante las reuniones del aula, en las que participan el profesor y los
alumnos.
Desarrollo de actividades comunes positivas. Cuando se trata de analizar el
fenómeno de las agresiones y de las amenazas entre escolares, la tendencia
natural es centrarse en los problemas, en aquello que esté mal; sin embargo,
las actividades comunes positivas, también pueden ejercer una influencia
considerable en las relaciones que se establecen entre los alumnos y fomentar
un sentimiento de solidaridad. Entre estas actividades se pueden incluir las fiestas,
excursiones. También es provechoso que los padres de los alumnos puedan
participar en algunas de estas actividades.
Reuniones de las asociaciones de padres y profesores del aula. Tanto los
problemas de agresores y víctimas como el desarrollo de un medio positivo en el
aula son temas naturales para las reuniones, a las que se puede invitar también
a los alumnos. Sin embargo, cuando en ellas se aborden estas cuestiones,
se debe hacer en términos generales, y es preferible evitar la mención de los
nombres de los agresores o de las víctimas. El profesor debe aclarar este punto
por adelantado en las convocatorias para la reunión. Con ello no se impide
un análisis a fondo del tema, sea en términos más generales o en los términos
más particulares de la situación concreta de un aula o de la escuela (Olweus,
1998).
Igualmente se recomienda, primeramente, que el personal docente esté en
constante actualización de los factores que pueden afectar el clima educativo,
en los que además se incluyan temas de violencia emocional, pues el impacto
negativo que éste produce en el clima dentro del aula puede trascender a
lo largo de la socialización del alumnado pues el docente también es parte
importante del agente socializador además de buscar estrategias que puedan
mermar esta situación.
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Establecer normas de convivencia en las que participen los estudiantes, lo
cual puede realizarse a través de dinámicas creativas que posteriormente
pueden generar discusión. Reforzando la empatía donde se le presente un
caso de violencia emocional y preguntarle qué sanción pondrían ellos y cómo
solucionarían el problema. Esto con el fin de que los estudiantes mismos aporten
estrategias para la solución del problema y sanciones coherentes en las que
ellos sean los portadores de ideas para la realización de las mismas.
No hacer diferencias entre las alumnos/as en lo concerniente al trato, ni
responsabilizar a los mal portados de conflicto dentro del aula, sin contar con
fundamento que lo confirme. Brindar igual afecto a todo el grupo, no olvidando
valorar y elogiar las buenas acciones que los estudiantes agresivos puedan
realizar.
Deben cumplirse las normas de convivencia y en caso de que se presente una
acción que amerite una sanción aplicarla de manera adecuada, teniendo
cuidado de que la acción del docente no se malinterprete y genere malestar. Por
lo que se recomienda dialogar y concientizar al estudiante para que reflexione y
pueda tomar responsabilidad de su acción y conservar así una buena relación
entre estudiante y docente.
Es importante que se establezca una relación de confianza entre estudiantes y
docente para que pueda comunicar a este último la manifestación de violencia
emocional dentro de aula. Al mismo tiempo el docente debe buscar estrategias
para la solución del problema sin que la confianza se vea afectada, pues como
ya se enfatizó este tipo de violencia es menos visible.
Los docentes deben identificar los indicadores de la violencia emocional dentro
del clima educativo para que pueda contrarrestarlo. Además debe darle la
debida importancia, no desnaturalizando el problema, ni asignándolo a
características de las etapas del estudiante.
La materia de valores puede convertirse en un espacio donde pueda ventilarse
este tipo de problemas y ser tratado con más profundidad esta temática. Sin
embargo, no debe convertirse en el único medio sino en una de las tantas
oportunidades que debe utilizarse para fomentar y reforzar la convivencia
democrática dentro del aula.
Todas aquellas personas que juegan un papel importante en la vida del estudiante
deben ser particípes en el abordamiento de esta problemática, teniendo en
cuenta que también el estudiante es responsable del cambio. Para ello es
importante la realización de reuniones, actividades o foros que promuevan la
participación de cada uno de los implicados.
Violencia en el
ámbito escolar:
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Finalmente, es importante que el psicólogo y el maestro ayuden tanto a las
víctimas como a los victimarios viéndolos como factores humanos. Por lo que
el equipo pedagógico debe tener en cuenta este aspecto, para que pueda
responder de forma eficaz a las necesidades que tiene cada estudiante y que
se encuentra en sus manos hacer.
Saber diferenciar cuándo la situación recae en la zona de incumbencia y
cuándo en la zona de preocupación. Es decir, cuándo está en manos del
docente el prevenir, combatir la violencia emocional y actuar de una manera
eficaz y cuándo recae en los factores externos como los padres.
A los padres y madres, para que estén alerta de síntomas que indiquen que los
hijos están siendo víctima de sus propios compañeros, para así dar soluciones
tempranas a la problemática, antes que sea demasiado tarde.
Cabe mencionar que la detección y manejo adecuado de la violencia escolar
no puede llevarse a cabo sin la intervención del personal docente. Por tanto, es
necesario que se adquiera la consciencia plena del papel socializador que éste
juega, no considerándose nada más como un apéndice o anexo que poco o
nada aporta al desarrollo de las personas humanas, sino más bien, tomándose
en serio su rol de educador para que las escuelas sean un agente de primer
orden que incida en la formación integral de los niños y jóvenes.
Hay otras acciones que ya se realizan y se espera tengan su impacto. En 2010 el
Ministerio de Educación de El Salvador y el Plan El Salvador lanzaron la campaña
Aprender sin Miedo”, la cual es iniciativa internacional. Esta campaña tiene
como objetivo primordial disminuir los índices de violencia escolar en los centros
educativos del país.
Aprender sin Miedo” es una iniciativa global que obedece a los resultados de
una amplia investigación en el tema. En el caso de El Salvador los resultados de la
investigación arrojan que el cuarenta y dos por ciento de alumnos encuestados
manifestaron haber sufrido alguna forma de violencia psicológica y ser agredidas
por sus pares o por los docentes. El veinticinco por ciento de los estudiantes
reportan haber sufrido algún tipo de violencia física por sus compañeros de
escuela en los últimos tres meses y el diez por ciento de alumnas reportan haber
sufrido algún tipo de acoso o violencia sexual durante todos sus años de estudio
(MINED, 2010).
A modo de conclusión
Usualmente, en el contexto salvadoreño se cree que la violencia física genera
mayores traumas que la violencia emocional. No obstante, las secuelas y el
impacto que ocasiona pueden ser igual o más devastadores que la agresión
física y, además, es menos visible. De esto se desprende la idea de que tanto
la violencia emocional como la física son problemas igualmente importantes y
17.
que se necesita tener mecanismos diferentes para detectar cada una de ellas.
También es importante señalar que los indicadores de bullying o el perfil de
agresores y víctimas aquí expuestos no representan la totalidad de posibilidades,
por lo cual la atención y compromiso del docente con su labor educadora
es indispensable para estar en constante monitoreo del clima escolar tanto
dentro como fuera del aula. Para esto necesitará el apoyo del psicólogo de
la institución para lograr mejores resultados así como del apoyo de los padres y
madres tanto de agresores como de agredidos.
Finalmente, la intervención en estos casos no debe incluir sólo al agresor o sólo
a la víctima, sino que tiene que estar enfocada a lograr la armonía, el respeto
y la inclusión que desemboquen en un clima escolar positivo; por tanto, la
adecuada distribución de elogios, sanciones, actividades comunes y demás
mecanismos creativos que surjan en cada situación, representan una posible
ruta a seguir para dar solución a la violencia emocional.
Referencias bibliográficas
Bautista, A. (2000). Violencia intrafamiliar...defiéndete con la ley: respeto es
armonía. San Salvador, El Salvador. UTE editores.
Ministerio de Educación (MINED), (2010) Lanzamiento de Campaña “Aprender sin
Miedo”. Noticia recuperada desde Internet en http://www.oei.es/noticias
/spip.php?article7044, el 5 de febrero de 2010: OEI.
Morán, G y Palacios, A (2010). Silencio, el principal cómplice del bulyling. San
Salvador: ComUnica. Recuperado el 31 de enero de 2011 de http://
www. comunica.edu.sv/index.php?option=com_content&view=article&
id=674silencio-elprincipal-complice-del bullying&catid=37:seguridad&I
temid=129
Olweus, D. (1998). Conductas de acoso y amenaza entre escolares. Ediciones
Morata: Madrid.
OMS (Organización Mundial de la Salud) (2002). Informe mundial sobre la
violencia y la salud.
Reardon, B. (1999). La tolerancia: umbral de la paz. Ediciones UNESCO y
Santillana: Madrid.
Rodríguez, N. (2004). Guerra en las aulas. Cómo tratar a los chicos violentos y a
los que sufren sus abusos. Editorial Temas de Hoy: Madrid.