
5.
y laboratorios modernos para el desarrollo de la investigación y la tecnología,
han habido esfuerzos pero han sido insuficientes. (6) La formación del magisterio
no ha sido redimensionada (el programa de formación docente no se revisa
desde 1998). Habría que analizar y reflexionar sobre que tan verdaderos y
comprometidos son los maestros y valorar qué tan bueno es su desempeño
dentro del salón de clases (más allá de lo que se les podría pedir a partir de sus
exiguos salarios y falta de recursos).
Desde los objetivos de la educación expresados en la Constitución se busca
combatir todo espíritu de intolerancia y odio, y en la actualidad, la sociedad
salvadoreña es una de las más violentas e inseguras. ¿Dónde están los programas
preventivos, la educación para la paz, en derechos humanos, cívica y moral en
las escuelas?
El tema de los recursos económicos para educación se plantea en dos formas.
Primero es necesario reconocer que dichos recursos son muy necesarios para
implementar todas las políticas y programas educativos, y el Estado ha fallado
consistentemente en asignar dichos recursos. Eso explica mucho el estado
actual de la educación en EL Salvador. Pero es igualmente válido afirmar que los
pocos recursos asignados no se han optimizado, ni enfocado apropiadamente,
ni mucho menos administrados eficientemente. El hecho que países vecinos
inviertan más porcentaje del PIB en educación y obtengan menores indicadores
educativos y de desarrollo no debe servir de consuelo. Tampoco las crisis
económicas y los desastres naturales deben ser excusas.
Pero además, el sistema educativo parece arrastrar sus propias deficiencias,
carencias y limitaciones como ya se planteó antes. Parece ser que todo el
aparato educativo ha sido ineficiente e ineficaz, y se usa la falta de fondos
como excusa. Parece ser que se necesita implementar una administración
más transparente y una gestión más dinámica. Parece ser que falta más
visión estratégica, más planeación de largo plazo, más esfuerzo focalizado y
disciplinado. Se necesita desarraigar esa cultura peligrosa de la improvisación,
el cortoplacismo y el acomodamiento del día a día.
Quizá el argumento más fuerte es que se ha dejado de invertir en la gente. Por
la razón que sea –falta de recursos, mala gestión, intereses, etc.- el hecho es
que el Estado, aunque los spots publicitarios dicen lo contrario, asigna recursos
muy limitados a aquellos rubros que inciden directamente en el bienestar de
las personas como educación, salud, pensiones, servicios básicos. El Estado
se ha concentrado en apoyar a la gran empresa con el propósito de mejorar
los macro indicadores con la falsa creencia que en determinado momento el
efecto rebalse va a beneficiar a los menos favorecidos. No se trata tanto que