3.
Editorial
Existen en la actualidad varios países que son casos ejemplares de cómo en
tiempo relativamente corto han alcanzado altos niveles de desarrollo humano.
Corea del Sur, Israel, Finlandia y Singapur son buenos ejemplos, ya que hoy se
ubican en posiciones desarrollo humano muy alto. Los logros de esos países en
materia de desarrollo económico y humano no son accidentales. De hecho,
detrás de ellos hay concepciones y visiones bien pensadas y bien ejecutadas. Si
bien es cierto que cada país buscó sus propias opciones, estrategias y medios de
acuerdo a sus propios contextos y aspiraciones, detrás de estos casos ejemplares
hay apuesta de país, decisiones, acciones -creativas y responsables-, basadas
en las demandas de las nuevas realidades globales.
Pero en realidad el verdadero motor de ese desarrollo lo constituye la educación.
Estos países realizaron transformaciones profundas y de largo plazo en sus
sistemas educativos. Singapur logró superar las ineficiencias que caracterizaban
su educación y orientó sus políticas de desarrollo según los requerimientos de la
sociedad de la información y el conocimiento, promoviendo la industrialización
y el desarrollo de la tecnología. Todo ello sustentado en el desarrollo de un
sistema educativo efectivo que desde la escuela primaria está orientado a
desarrollar aptitudes, carácter y valores en los estudiantes y a motivarlos para
la investigación, la creatividad y el emprendimiento. Finlandia cambió su vieja
estructura educativa, que ellos mismos calificaban de catastrófica, de escuelas
públicas pobres y privadas de élite, a un sistema pensado en la igualdad, calidad,
inclusividad, gratuidad y obligatoriedad de la educación. Estos ejemplos sirven
para confirmar que no hay desarrollo sin educación.
Educación en El Salvador ¿Una
apuesta para qué?
Education in El Salvador: A bet for what?
Editorial
4.
En la región latinoamericana no se tiene esta clase de ejemplos. Aunque hay
países que han alcanzado altos niveles de desarrollo económico y humano
como Chile, Argentina y Uruguay, sus logros han sido más lentos, más moderados
y con algunos altibajos. En el caso de El Salvador, las decisiones y acciones
realizadas a lo largo de mucho tiempo en materia educativa y económica no
se han traducido, debido a una variedad de razones, en mejores niveles de
desarrollo humano de sus habitantes.
Cuando se analizan las acciones y los resultados de la educación en El Salvador
se constatan que los logros no son muchos, que los avances se ubican de la
medianía hacia abajo, que hay resultados adversos, y que los resultados se miran
peor cuando se comparan con otros países en condiciones similares pero que
reflejan mejores indicadores. Es entonces cuando surgen las preguntas: ¿Cómo
se explican esos resultados? ¿Qué se dejó de hacer? ¿Qué se está haciendo
mal?
Entonces es necesario hacer ciertas valoraciones y volver la vista a qué se ha
estado haciendo en materia educativa como sociedad, como nación, como
país -desde su sistema educativo, Ministerio de Educación, políticas, programas
y proyectos educativos, escuelas y profesores- cuyas decisiones, acciones y
resultados impactan en el bienestar de las personas e inciden en el desarrollo
humano y el desarrollo de la sociedad como tal.
Aunque las valoraciones pueden ser muchas, variadas y complejas, se puede
hacer un buen ejercicio al respecto, sin intentar agotar todas las posibles
explicaciones. Como punto de partida se puede establecer que no es que el
país no cuente con visiones ideas, metas o propuestas de desarrollo educativo,
económico y humano; de hecho están ahí en la Constitución, en el Plan de
Nación. El problema es que nadie de los que están en posición de tomar
decisiones las han retomado, no han servido de brújula para la implementación
de políticas y asignación de recursos.
Sólo para retomar unos ejemplos se pueden mencionar que desde el Plan
de Nación se ha dejado de hacer una serie de acciones que parecen más
de sentido común que de una política bien pensada y estructurada: (1) No
se ha profundizado en ninguna transformación educativa. No hay reformas ni
innovaciones educativas como se recomienda. Las cosas siguen como siempre.
(2) No se han inyectado recursos masivos y en forma sostenida. De hecho la
constante en asignación presupuestaria sigue inalterable (2.9 del PIB) durante
los últimos diez años. (3) No ha habido ninguna transformación profunda en la
calidad de la educación. (4) No se ha priorizado el desarrollo de la ciencia y la
tecnología. (5) No se ha dotado a las instituciones educativas de los recursos
5.
y laboratorios modernos para el desarrollo de la investigación y la tecnología,
han habido esfuerzos pero han sido insuficientes. (6) La formación del magisterio
no ha sido redimensionada (el programa de formación docente no se revisa
desde 1998). Habría que analizar y reflexionar sobre que tan verdaderos y
comprometidos son los maestros y valorar qué tan bueno es su desempeño
dentro del salón de clases (más allá de lo que se les podría pedir a partir de sus
exiguos salarios y falta de recursos).
Desde los objetivos de la educación expresados en la Constitución se busca
combatir todo espíritu de intolerancia y odio, y en la actualidad, la sociedad
salvadoreña es una de las más violentas e inseguras. ¿Dónde están los programas
preventivos, la educación para la paz, en derechos humanos, cívica y moral en
las escuelas?
El tema de los recursos económicos para educación se plantea en dos formas.
Primero es necesario reconocer que dichos recursos son muy necesarios para
implementar todas las políticas y programas educativos, y el Estado ha fallado
consistentemente en asignar dichos recursos. Eso explica mucho el estado
actual de la educación en EL Salvador. Pero es igualmente válido afirmar que los
pocos recursos asignados no se han optimizado, ni enfocado apropiadamente,
ni mucho menos administrados eficientemente. El hecho que países vecinos
inviertan más porcentaje del PIB en educación y obtengan menores indicadores
educativos y de desarrollo no debe servir de consuelo. Tampoco las crisis
económicas y los desastres naturales deben ser excusas.
Pero además, el sistema educativo parece arrastrar sus propias deficiencias,
carencias y limitaciones como ya se planteó antes. Parece ser que todo el
aparato educativo ha sido ineficiente e ineficaz, y se usa la falta de fondos
como excusa. Parece ser que se necesita implementar una administración
más transparente y una gestión más dinámica. Parece ser que falta más
visión estratégica, más planeación de largo plazo, más esfuerzo focalizado y
disciplinado. Se necesita desarraigar esa cultura peligrosa de la improvisación,
el cortoplacismo y el acomodamiento del día a día.
Quizá el argumento más fuerte es que se ha dejado de invertir en la gente. Por
la razón que sea –falta de recursos, mala gestión, intereses, etc.- el hecho es
que el Estado, aunque los spots publicitarios dicen lo contrario, asigna recursos
muy limitados a aquellos rubros que inciden directamente en el bienestar de
las personas como educación, salud, pensiones, servicios básicos. El Estado
se ha concentrado en apoyar a la gran empresa con el propósito de mejorar
los macro indicadores con la falsa creencia que en determinado momento el
efecto rebalse va a beneficiar a los menos favorecidos. No se trata tanto que
Editorial
6.
no haya recursos, el punto es que no se están, invirtiendo para el desarrollo y
bienestar de las personas.
Todas estas valoraciones se pueden resumir en unos cuantos enunciados.
Primero, desde el Estado, con sus políticas educativas y económicas, desde el
sistema y aparato educativo no se ha hecho lo suficiente, en términos cualitativos
y cuantitativos, para mejorar no solo la dimensión educativa, sino también
para incidir en mejores condiciones de vida de los salvadoreños. Segundo, se
puede afirmar que si bien mejores niveles educativos llevan inherentemente a
mejores niveles de desarrollo humano; en el caso de El Salvador, más allá de
las visiones y propósitos -que más bien recuerdan una declaración de deseos
y buenas intenciones- difícilmente se traducen en un apuesta infalible para el
desarrollo económico y humano. Y esto nos lleva nuevamente a plantearnos
las interrogantes ¿y entonces a que se le apuesta en términos educativos en El
Salvador? ¿Qué se espera lograr con la educación en los salvadoreños? ¿Qué
se espera alcanzar a través de un sistema educativo que arrastra sus propias
ineficiencias, contradicciones, miopías y sus propios intereses?