
Editorial
4.
Pero también nos dice que fácilmente podríamos caer en la trampa de pensar
que al no ir a la escuela –y por tanto no pagar por ella– no pasa nada, que
no hay consecuencias. Al contrario, pareciera que nos estamos evitando los
costos que esta conlleva, que nos evitamos los esfuerzos y molestias que esta
implican y que el tiempo es mejor utilizado para realizar tareas que reportan
algún beneficio –como el trabajo remunerado–. Esa es la trampa, la ignorancia
tiene un costo incalculable –que no es solo económico sino también social– y
es cómodo –o ingenuo…o sospechoso– creer que no lo tiene.
La ignorancia supone la ausencia, carencia o invalidez de conocimientos en
un sentido absoluto o en un sentido concreto. El término hace alusión no solo
al sentido cognitivo sino también al sentido social. La ignorancia supone la
manipulación y la esclavización, la opresión y la explotación, la alienación y
la superstición, el fanatismo y el dogmatismo del el sujeto o grupo social con
la condición de ignorantes. De aquí que se afirme que el conocimiento da
poder –el poder de elegir su propio destino– y hace libre al hombre –libre de las
aberraciones ya mencionadas–. La ignorancia también supone la imperfección
y la incompletud del sujeto. Implica la animalidad del hombre por sobre su
humanización, el triunfo del instinto por sobre la razón. La ignorancia amarra y
constriñe al hombre a un estado de barbarie, de adormecimiento o de caos,
lejos de la superación a mejores niveles de conciencia y del alcance del estado
de plenitud y realización al que está llamado como ser humano.
La ignorancia conlleva necesariamente la implantación de sistemas perversos,
de sociedades y estados fallidos, de degradación social, anomia y la
deshumanización del hombre. Igualmente implica el freno y rezago para el
desarrollo económico, el progreso social, el florecimiento cultural, la producción
intelectual, el avance de las ciencias y el crecimiento espiritual. Una sociedad sin
educación tiene garantizado el atraso en todos los órdenes de la vida presente,
la pérdida de su historia y la desesperanza de un futuro mejor. Una sociedad de
ignorantes no solo es una carga social, sino también una bomba de tiempo
Y es que la receta o antídoto para combatir la ignorancia no es desconocida
para nadie. Los argumentos en pro de la educación se explican por sí mismos
y no vamos a entrar en el análisis de lo obvio. Las personas, sociedades y
pueblos que se han superado a sí mismas lo han hecho sobre la conquista de
la ignorancia, lo han conseguido por el camino de la educación –para la cual
no hay atajos ni formulas mágicas–. Por eso, creer que cualquier dólar invertido
en educación es un gasto es ser ingenuo. Suponer que la falta de educación
no tiene consecuencias, que la ignorancia es inofensiva e inocua raya en eso,
ignorancia, cuando no sospecha.