
7.
El profesor ingenuo es crédulo, confiado y acrítico. Cree en lo que enseña, tiene
firme convicción de la nobleza de su profesión y proyecta con optimismo su
trabajo. Cree en la educación, en la escuela, en su labor educativa y en sus
muchachos. Confía en las personas y en sus buenas intenciones. No cuestiona
ni se cuestiona a sí mismo, no mira consecuencias ulteriores ni intereses
escondidos. Es por tanto, en muchos aspectos, un sujeto sencillo, a menudo
inofensivo y en apariencia no representa peligro.
Si bien se reconoce que no hay práctica educativa neutral ni enseñanza
ingenua (Freire, 1998; Apple, 1986; Giroux, 1997), dado que la enseñanza no
es una actividad casual o sin consecuencias. Es decir, se asume aquí que la
enseñanza escolar es una actividad intencional, estructurada y conlleva ciertos
objetivos explícitos y escondidos. Sin embargo, el carácter ingenuo se sustenta
en la visión particular que el profesor le imprime a su práctica y en el hecho
que a menudo ésta se realiza de forma inconsciente, sin que el profesor tenga
conocimiento claro de la naturaleza contradictoria de ella y de la educación, ni
de sus propósitos y consecuencias ocultas.
Sin embargo, a este punto, se debe advertir que a pesar de las buenas
intenciones y la buena fe del profesor ingenuo, sus resultados no siempre son
los esperados, ya que a menudo las acciones humanas, como lo explican
Romero y Gómez (2007), se ven sorprendidas por consecuencias inadvertidas,
no buscadas ni previstas que pueden desencadenar involuntariamente la
producción y reproducción de ciertas dinámicas docentes, educativas y
sociales indeseadas o incluso contraproducentes. De igual manera, resulta útil
retomar la advertencia de Lerner (1996) cuando dice que una cosa es lo que la
escuela y el profesor enseñan y otra la que el alumno aprende.
Se reconoce también que el comportamiento, las actuaciones del profesor no
son sólo el resultado de objetivación de su entorno social, sino también son la
concreción de sus nociones, sentimientos e inclinaciones. Es necesario recordar
que las prácticas de enseñanza son también un producto de la subjetivación de
la realidad del profesor, de su “mundo interior”, cosmovisión, actitudes, valores
experiencia idiosincrática, pensamiento, autoimagen y motivaciones (Romero
y Gómez, 2007), que en este caso resultan vinculadas con la ingenuidad.
Además, es necesario tomar en cuenta que en las prácticas de enseñanza de
los profesores prevalece un enfoque subjetivo e idiosincrático con influencias
pedagógicas conservadoras (Lortie, 2002).
Así pues, el profesor ingenuo tiene un particular cúmulo de actitudes, creencias,
pensamientos, premisas y supuestos con respecto a la educación, la escuela,
el currículo, su profesión, el alumno, la enseñanza, el aprendizaje, la evaluación
y otros aspecto educativos y formativos de los cuales a menudo no está
consciente; pero que le sirven de “marcos de referencia”, “marcos reguladores”
y de “dispositivos activadores” de su acción personal y profesional que se
traducen en comportamientos concretos, en acciones docentes y en una
forma particular de realizar su práctica educativa.