
Editorial
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recibido conocimientos, disciplinas, valores, actitudes y habilidades –necesarios
en el mejor entender de la escuela– para que la persona asuma una vida adulta
como sujeto laboral y social dentro de un contexto socio-económico específico
y temporalmente situado.
Por otro lado, la instrucción hace referencia a la adquisición y acumulación de
conocimientos –datos e información. De aquí que una persona instruida –con
instrucción– no es necesariamente una persona educada ya que la acumulación
de conocimientos no equivale a acumulación de educación. Eso que se da
en llamar “educación escolar” tiene a menudo, un enfoque eminentemente
instructivo. Demás está decirlo entonces, por obvio, que educación es mucho
más que instrucción. De ahí que el problema de la educación no se resuelve
con la escolarización ni con la instrucción.
Educación tampoco ha de confundirse con inculcación, ya que inculcación
hace referencia al modo particular, a la mediación por la cual se implanta –para
“bien” o para “mal”– una forma de pensar y sentir en una persona. Tampoco
ha de entenderse como adiestramiento, ya que este tiene una connotación
demasiado acotada al desarrollo de destrezas, ni con adoctrinamiento que se
refiere a cuerpos de ideas o conocimientos específicos como en una ciencia –
que inducen a formas específicas de pensar y entender el mundo–. Todos estos
términos de alguna forma se vinculan con la educación o en alguna medida
son parte de ella, pero ninguno la explica totalmente per se.
¿Entonces, qué se ha de entender por educación? Más allá de las definiciones
de diccionario, enciclopedia, manual de pedagogía o versiones oficiales de
algún ministerio, la educación ha de entenderse como aquella condición del
ser humano, adquirida y desarrollada en una variedad de contextos sociales, por
medio de la cual la persona demuestra en su diario vivir una sensibilidad, una
actitud, un pensar y una conducta “humana”. Es decir, una “humanidad”, que
trasciende la “animalidad” y la “bestialidad”. Es una condición humana fundada
en la razón, en contraposición a lo irracional y lo primitivo, a lo puramente instintivo.
Implica la reflexión antes que la acción. Conlleva también una sensibilidad –una
forma de sentir– que se traduce en acciones nobles, fraternas, solidarias. De
tal suerte que es a través de la educación que el hombre se hace hombre, es
decir, el hombre adquiere su condición de ser humano y se sublima.
La educación ha de entenderse como la superación, como la conquista
de la ignorancia que nace y se manifiesta en la vulgaridad y la patanería,
la intolerancia y los prejuicios, los estigmas y estereotipos, la pobreza de
entendimiento y la irreflexión, la miopía y la necedad, la manipulación y la
opresión, la incertidumbre y los miedos, el consumismo y la anomia, los dogmas
y el fanatismo, la superstición y la aberración. La educación se refiere a aquellos
modales y formas de actuar que, como condición sine qua non, habilitan a los
individuos a convivir en espacios sociales y naturales en paz, armonía y respeto.
La educación supone posibilidades y restricciones en tanto que posibilita
el desarrollo de los talentos, las potencialidades y virtudes del hombre; pero