69.
Educación salesiana para la
ciudadanía desde la universidad
para una sociedad líquida
*
Resumen
El artículo hace una reflexión desde un
planteamiento pedagógico sobre cómo
educar en ciudadanía en la universidad
salesiana. Dicha reflexión implica una
concepción de la educación como
mecanismo para desarrollar la capacidad
humana en una sociedad líquida en
la cual la dimensión de ciudadana ha
sido relevada por la de consumidores.
Ante esto, la educación superior, y
especialmente la presencia salesiana en
la universidad, plantean una emergencia
educativa, educar desde un modelo
salesiano al ciudadano.
Palabras clave: capital humano, capa-
cidad humana, sociedad líquida, univer-
sidad salesiana, educación, ciudadanía.
Abstract
This paper poses a reflection based on
a pedagogical approach about how
to educate in citizenship in a salesian
university context. Such reflection implies
an education understood as a mechanism
for the development of human capacities
in a liquid society in which the citizen
dimension has been replaced for one of a
consumer. To that point, Higher education,
especially a salesian university, demands
an educational emergency: to educate in
citizenship under a salesian approach.
Keywords: human capital, human capaci-
ty, liquid society, salesian university, educa-
tion, citizenship.
* Ponencia dictada con el nombre de Educar en la universidad salesianamente para una ciudadanía
responsable en una sociedad líquida, el 20 de marzo de 2015 en la Universidad Pontificia Salesiana
de Roma (UPS), en el Congreso Internacional de Pedagogía Salesiana denominado: Con Don Bosco
educadores, de los jóvenes de nuestro tiempo, desarrollado en el Salesianum de Roma y dicha
universidad.
** El autor es salesiano cooperador, máster en Políticas para la prevención de violencia juvenil en
cultura de paz, Director de Pastoral Universitaria y docente de la Universidad Don Bosco.
Para citar este artículo: Damas, R. A. (2016). Educación salesiana para la ciudadanía desde la universidad para
una sociedad líquida. Diá-logos 19, 69-81.
Ponencia
Roberto Alexander Damas Solórzano**
roberto.damas@udb.edu.sv
Salesian education for citizenship from the university to a liquid society
ISSN 1996-1642, Editorial Universidad Don Bosco, año 11, No.19, enero-junio de 2017, pp. 69-81.
Recibido: 25 de abril 2016. Aprobado: 29 de junio de 2016.
Educación
salesiana para
la ciudadanía
desde la
universidad para
una sociedad
liquida
70.
La educación y el desarrollo de las capacidades humanas
El arte de la educación es una vocación del educador y la educadora, es un
compromiso coherente y competente para con los destinatarios; Don Bosco lo
resumirá en una frase simple, pero no por ello poco profunda: la educación es
cosa del Corazón”. Solo quien realmente ama, está dispuesto a llevar un proceso
educativo capaz de humanizar, y de desarrollar las capacidades humanas en
las personas.
La educación contribuye a desarrollar múltiples capacidades humanas:
esquemas básicos de percepción, comprensión y acción, es decir la cosmovisión
de la vida. De este modo se constituye en un eje fundamental del desarrollo
humano, promoviendo la creciente autonomía de las personas, lo que desde
la razón podríamos definir como la auto prevención y el desarrollo del criterio
propio, mediante una percepción honesta de la realidad.
Un desarrollo a escala humana permite a las personas participar en mejores
condiciones en la profundización y el mejoramiento de la calidad de vida, a
través de una mejor relación con el ambiente, el trabajo, la profundización de la
democracia y el uso racional de la ciencia y la tecnología, una alfabetización
deontológica, desde la ética y la moral.
El capital humano y la capacidad humana
El primer concepto se concentra en el carácter de agentes [agency] de los
seres humanos, que por medio de sus habilidades, conocimientos y esfuerzos,
aumentan las posibilidades de producción, cuyo paradigma con frecuencia
predomina en la educación superior, y que corre el riesgo de volverse una
intención educativa tecnócrata; el segundo se centra en la capacidad de las
personas para llevar el tipo de vida que consideran valiosa, e incrementar sus
posibilidades reales de elección, ser un ciudadano por ejemplo, y compartir con
los demás miembros de la sociedad valores y compromiso por el bien común y
no solo del bien privado o individual (Sen, 1997).
Si bien es cierto que la educación desarrolla a la persona para una mejor
producción de bienes, es claro que contribuye al mejoramiento del capital humano.
Este mejoramiento puede optimizar la producción de la economía y aumentar
el ingreso de la persona que ha sido educada. Pero aún con el mismo nivel de
ingreso la persona puede beneficiarse de la educación por la posibilidad de leer,
argumentar, comunicar, elegir con mayor información, ser tomada en cuenta por
otros, de manera que los beneficios de la educación son mayores que su función
de capital humano en la producción de bienes. La perspectiva más amplia de la
capacidad humana puede abarcar –y valorar– estas funciones adicionales. Las
dos perspectivas están íntimamente relacionadas aunque sean distintas.
El proceso de desarrollo de la persona por medio del hecho educativo, se da
no solo con el desarrollo del capital humano, sino de la capacidad humana
cuando se da énfasis a la expansión de la libertad humana para vivir el tipo de
vida que la persona considera verdadera, una vida más libre, más digna.
71.
Es cierto que la prosperidad económica favorece que la gente lleve una vida
más libre y realizada, también lo hacen una mayor educación, unos mejores
servicios de salud y de atención médica y otros factores que influyen en las
libertades efectivas de las que puede gozar una persona. Estos “desarrollos
sociales” deben ser considerados directamente como “avances del desarrollo”,
puesto que contribuyen a tener una vida más larga, más libre y provechosa.
La capacidad humana nos recuerda el planteamiento de Adam Smith, en su
polémica con David Hume, que cuando se considera a los seres humanos
únicamente desde el punto de vista de su utilidad, se menosprecia la dignidad
humana:
parece imposible que la aprobación de la virtud sea un sentimiento
de la misma especie que la aprobación de un edificio cómodo o bien
construido, o que no tengamos otra razón para elogiar a un hombre
distinta de la que usamos para alabar un armario. (Smith, 1975).
El desarrollo de la capacidad humana por medio de la educación, desde un
enfoque de aprendizaje ético, puede generar un cambio social, e ir más allá de
un simple cambio económico. La capacidad humana no solo es un instrumento
de la producción económica, sino también, y sobre todo del desarrollo social.
Por ejemplo hay suficiente información empírica para sostener que la educación
de la mujer reduce las condiciones de desigualdad con los hombres, dentro
de la familia y la sociedad, pero además contribuye a reducir los embarazos
precoces en adolescentes.
Por ello, estamos obligados a asegurar la formación para la profesionalidad
donde el joven está implicado en un proceso de educación compleja en la
que, además de las competencias relativas al trabajo, aprende los derechos y
los deberes de ciudadanía activa; experimenta conductas sociales modeladas
en la colaboración, en la responsabilidad individual y en la solidaridad; aumenta
los propios conocimientos culturales; estructura la propia identidad de modo
adecuado para integrarse en el tejido social y civil (Attard, 2014).
Educar en una sociedad líquida
Después de la modernidad “sólidacon sus dogmas, sus profetas, su culto al
progreso y a la ciencia, con las grandes ideologías (cientifismo, positivismo,
nazismo, marxismo, seguridad nacional) se enfrenta hoy, en el rico Occidente
pero también en otras partes del mundo, con la modernidad “líquida” en la que
nada es estable, nada es cierto, todo es ambiguo, móvil, inaprensible, precario,
incontrolable. (Vitali, 2014)
Somos, escribe Zygmund Bauman, nómadas globales que nos sentimos
incómodos en una sociedad individualizada, sola y asustada en un mundo
fluctuante, líquido, incierto, sin ninguna vinculación, ni reglas, ni certezas, ni puntos
de referencia, encerrados en la soledad del ciudadano global.
Educación
salesiana para
la ciudadanía
desde la
universidad para
una sociedad
liquida
72.
Por doquier se multiplican los síntomas de alejamiento de las personas de la
política y de la pérdida de interés por el funcionamiento del proceso político,
desinterés que se experimenta también entre los jóvenes, ya que con frecuencia
los procesos educativos no desarrollan programas y acciones pedagógicas, para
educar en ciudadanía a las personas. Pero la política democrática no puede
sobrevivir mucho tiempo ante la pasividad de los ciudadanos que se alimenta
de la ignorancia y de la indiferencia política (Bauman, 2000). “Aquí comienza la
corrupción de las personas y de las estructuras”.
En una vida líquida no hay lugar ni para héroes ni para mártires, ya que no existe
ninguna trinchera que defender y menos aún valores por los que dar la vida.
En su lugar, saltan al proscenio del teatro las “celebridades”, las estrellas, los
nuevos héroes de la canción, del deporte, del cine y de las finanzas y porque
no los súper políticos que prometen resolver los problemas de la sociedad por
medio de apariciones espectaculares y populistas en las industrias culturales, o
involucrados en corrupción y crimen organizado, pero con un ausentismo cínico
en sus territorios.
Lo sólido se disuelve, y se está derritiendo. La modernidad líquida la constituyen los
vínculos entre las elecciones individuales y los proyectos, y las acciones colectivas
donde lo particular priva sobre lo público. Basta un ejemplo: en América Latina la
inseguridad ha desatado un encierro de las personas en sus viviendas, a manera
de caja fuerte, con alambre de púas, puertas con tres o más pasadores de
seguridad, que generan una conducta de aislamiento ante los demás vecinos,
y un silencio cómplice que tolera la violencia doméstica, porque es algo privado
donde nadie se mete,. Se aplica el dicho: “mientras no pase en mi casa, no me
importa”; esto nos evidencia una clara falta de conducta ciudadana y del cuido
del bienestar social, comunal y local. La principal técnica de poder es ahora la
huida, el escurrimiento, la elisión, la capacidad de evitar en todo lo posible el
involucramiento en acciones de ciudadanía activa.
La institucionalidad de los países como estados, está siendo suplantado por el
poder económico y político global en las relaciones financieras, o guerras cuyo
fin ya no es el control de territorio, sino el desmoronamiento de fronteras para
las relaciones comerciales unidireccionales y desiguales, donde los estados
son cada vez menos estados y ejercen menos control en sus territorios, ante
ciudadanos pasivos e inertes, de la realidad local, nacional y global, debido,
entre otras cosas, a un abuso del paradigma educativo funcionalista que solo se
encarga de formar el capital humano.
Estamos ante la época de personas e instituciones zombis, que aunque están
muertas, todavía están vivas. Ya lo afirma Bauman: dar una nueva forma
(líquida) a las realidades y situaciones, es más fácil que mantenerlas en su
estado original (sólido) (Bauman, 2000), La desintegración de la trama social
y el desmoronamiento de las agencias de acción colectiva suelen señalarse
con gran ansiedad y justificarse como “efecto colateral anticipado de la
nueva fluidez de un poder cada vez más móvil, escurridizo, cambiante evasivo,
73.
fugitivo. Pero la desintegración social es tanto una afección como un resultado
de la nueva técnica del poder, que emplea como principales instrumentos el
descompromiso y el arte de la huida.
Consumidores del siglo XXI y ciudadanos del siglo XVIII
¿Consumidores y ciudadanos? Es la pregunta de Néstor García Canclini que nos
invita a reflexionar sobre la conciencia ciudadana no solo de los jóvenes, sino de
toda la sociedad en general, en un tiempo en que la actividad política se traslada
de los mítines a la televisión, de las polémicas doctrinarias a confrontación de
imágenes, y de la persuasión ideológica a las encuestas de marketing, todo ello
nos hace sentir convocados como consumidores aun cuando se nos interpele
como ciudadanos. Desaparecida la antigua figura de los ciudadanos con fuerte
compromiso político y social, se pone al frente otra nueva: la del “consumidor”.
“El ascenso del consumidor es la caída del ciudadano”, (García, 1991).
En América Latina hay una crisis de espacios públicos, parques, zonas verdes,
zonas de esparcimiento social, lugares de encuentro, etc. lo que imposibilita el
ejercicio de la ciudadanía. Las relaciones entre los habitantes y entre el poder y
la ciudadanía se materializan, se expresan en la conformación de las calles, las
plazas, los parques, los lugares de encuentro ciudadano, en los monumentos. La
ciudad entendida como sistema, de redes o de conjunto de elementos –tanto
si son calles y plazas como si son infraestructuras de comunicación (estaciones
de trenes y autobuses), áreas comerciales, equipamientos culturales es decir
espacios de uso colectivo debido a la apropiación progresiva de la gente– que
permiten el paseo y el encuentro, que ordenan cada zona de la ciudad y le
dan sentido, que son el ámbito físico de la expresión colectiva y de la diversidad
social y cultural. Es decir que el espacio público es a un tiempo el espacio
principal del urbanismo, de la cultura urbana y de la ciudadanía. Es un espacio
físico, simbólico y político, es allí donde se concretan y practican los deberes y las
obligaciones que definen al ciudadano. (Borja & Mauxi, 2000).
Los centros comerciales se han convertido en los nuevos espacios públicos, en los
cuales se ejerce un tipo de “ciudadanía”, determinada por el consumo y el poder
adquisitivo, la dimensión de consumo, sustituye a la dimensión ciudadana. Los
ciudadanos quieren ser consumidores, sin percatarse que depende de la medida
en que puedan consumir efectivamente, es decir, la medida que cuenten con
los recursos económicos para ello. El ámbito de realización como consumidores
es el mercado, el consumo sustituye a la práctica de la ciudadanía.
La incerteza que atenaza a la sociedad moderna se deriva de la transformación
de sus protagonistas, de ciudadanos en consumidores. La exclusión social ya
no se basa solamente en el alejamiento del sistema productivo o en el hecho
de no poder comprar lo esencial para vivir”, sino en no poder comprar para
sentirse parte de la modernidad, esta modernidad líquida”.
Educación
salesiana para
la ciudadanía
desde la
universidad para
una sociedad
liquida
74.
Reducir a las persona a consumidoras, significa privarla de sus derechos
fundamentales, así como de derechos civiles y políticos no menos fundamentales,
la definición de una persona como consumidora la deja a expensas del mercado
ante el cual solo cuenta en tanto tenga los recursos económicos para mantener
ese estatus, su definición ciudadana la convierte no solo en agente de deberes
y derechos, sino en parte de un todo social más amplio en el cual se juega su
realización como persona dentro del tejido social (Gonzáles, 2011).
Para las democracias en transición, como las de Latinoamérica, es fundamental
retomar la educación como un proceso de formación ciudadana, ya que solo
con un ciudadano responsable, la democracia puede desarrollarse en una
sociedad determinada.
Pero, ¿qué es ciudadanía? La ciudadanía implica verse a uno mismo como
persona autónoma y competente, con un conjunto de metas personales
por realizar; y, al mismo tiempo, como miembro de una comunidad política
legitimado para discutir y para involucrarse en los asuntos que competen a dicha
comunidad.
Como capacidad de involucrarse y contribuir a la vida pública. En este sentido
más amplio, la ciudadanía se refiere al compromiso personal adquirido ante
situaciones de la vida pública. A menudo denominada ciudadanía activa,
abarca un rango de actividades que van más allá de la participación electoral.
Implica reconocer a las personas como sujetos capaces de proponer, exponer
puntos de vista y tener injerencia en la realización de cambios en las diferentes
esferas sociales y políticas (FOD, 2010).
Educar salesianamente al ciudadano en la universidad
No es común que la universidad sea un lugar en el que se aprenda un conjunto
de saberes éticos y ciudadanos. Sin embargo, la educación universitaria de
calidad no puede separar la formación profesional de la formación ciudadana,
es la universidad como cuna de humanización, donde se vive y construye la
ciudad, desde la comunidad académica universitaria.
En el actual contexto sociocultural, en medio de una sociedad líquida, de
consumidores, la universidad es el óptimo espacio de aprendizaje en ciudadanía,
no solo de carácter profesional y cultural en su sentido más amplio, sino también
de carácter humano, y por ende ético y moral.
El sentido y la misión pública de la universidad no están determinados por el
carácter público o privado de su titulación, sino en función de un conjunto de
características que permiten concebirla -o no- como un espacio de aprendizaje
ético que procura que sus titulados ejerzan futuras profesiones con la voluntad
de contribuir a la formación de una sociedad inclusiva, digna y democrática:
buenos cristianos y honestos ciudadanos.
75.
La educación superior salesiana promueve el desarrollo integral del joven
mediante la asimilación y la elaboración crítica de la cultura, mediante la
educación en la fe, con miras a la transformación cristiana de la sociedad
1
,
por medio de una propuesta de vida, que desde la fe, entra en dialogo con el
conocimiento y la ciencia (IUS, 2012).
Hoy la formación de un buen profesional debe incluir su formación como
ciudadano y como persona. Por ello la universidad es un espacio de construcción,
no solo de conocimientos sino, de valores en el que los estudiantes que allí se
formen puedan aprovechar al máximo los recursos que ella le ofrece.
Hoy la universidad salesiana es la que debe esforzarse por hacer más digna la
sociedad, convirtiendo a sus estudiantes tanto en excelentes profesionales, como
en ciudadanos y ciudadanas cada vez más cultos y críticos, por medio de la
búsqueda de la verdad con rigor, la argumentación, el diálogo y la deliberación
abierta, evitando fundamentalismos y dogmatismos (Martínez, 2006), por medio
de una interacción entre educadores y educandos, en un ambiente de confianza
y apertura, en un ambiente de familia.
Por ello la opción de la presencia salesiana en la Educación Superior se ha hecho
con la voluntad de tener una incidencia educativa y cultural, que debe asegurar
un impacto en la vida de los estudiantes que la frecuentan y una transformación
en las sociedades en donde se encuentran. (IUS, 2012)
El elemento salesiano en educación ciudadana requiere de los educadores
competencia para reconocer al otro -es decir al estudiante- en igualdad de
derechos y condiciones, en tanto que personas, y para diseñar situaciones que
les permitan discernir la intersubjetividad y la cotidianidad de la vida como
elementos claves de su formación como personas. De este modo se podrá
actuar luego, en consecuencia, más centrado en el educando que aprende
que en el educador que enseña; más en los resultados del aprendizaje que en las
formas de enseñar; más en el dominio de unas competencias procedimentales
y actitudinales que en las informativas y conceptuales, lo que Don Bosco realizó
de una manera más popular, por medio del ejemplo por parte del educador, a
través de experiencias en el oratorio para reforzar la dimensión ética y moral de
los jóvenes.
Es por ello que el educador tiene un compromiso moral con la institución, con
la comunidad académica, a la que pertenece y la identidad salesiana de la
misma, es un dinamizador de auténticas prácticas de enseñanza, de aprendizaje
y de evaluación.
No falta entre el cuerpo del profesorado universitario el escepticismo sobre la
educación en ciudadanía, valores y ética, manifestando que no es deber de
la universidad dicha tarea, sino de la familia, la escuela y la comunidad, pero
1. Reglamento de la Sociedad de San Francisco de Sales 13.
Educación
salesiana para
la ciudadanía
desde la
universidad para
una sociedad
liquida
76.
no de las instituciones de educación superior. El estudiante es una persona
“adulta” que no precisa tanta tutela, y mucho menos de carácter ético. Para
otros la universidad debe ocuparse de hacer bien sus tareas y no cuestiones
como estas, ya que su misión es la de instruir y preparar para el ejercicio de
una profesión, para la investigación o la docencia, y no la de educar o asumir
tareas propiamente pedagógicas. También hay quienes piensan que todo esto
significa introducir “moralismosen la universidad, y afirman que eso es lo que no
hace falta, olvidando que en la formación universitaria ahora las exigencias de
los titulados reclaman cada vez más entrenamiento en la toma de decisiones
de carácter ético, ya que los problemas actuales no pueden resolverse solo con
respuestas científicas y técnicas, se necesitan respuestas sociales y éticas.
En este sentido la función clave del educador salesiano en la universidad es
no dejar librado a la buena voluntad el hecho de que, para los estudiantes, la
universidad sea un buen lugar de formación ciudadana. Ello implica cuestiones
que van más allá de lo estrictamente docente, y así educar para reconocer y
respetar la dignidad humana, entenderla como valor guía, que significa proponer
un modelo de vida tanto individual como colectivo, que no solo facilite niveles
de felicidad personal sino el ejercicio de una ciudadanía comprometida con el
bien común y con el logro de una sociedad más equitativa (Martínez, Buxarrais,
& Bara, 2002). Es la tarea del educador salesiano hoy en la educación, y no solo
en la universidad.
El educador salesiano en la universidad debe tratar que la relación de poder
asimétrica con el estudiante le impida la enseñanza ética y moral: es en el ambiente
de confianza, cercanía y respeto, ambiente de familia, donde el educador posee
su mayor incidencia en los jóvenes. El educador es un profesional encargado de
enseñar a aprender la ciencia, de enseñar a gestionar el conocimiento de una
forma significativa y con sentido personal para el estudiante, de crear auténticos
escenarios de enseñanza y aprendizaje. Es, además, el encargado de imprimir
a los contenidos que enseña, el carácter ético que hará que el estudiante sea
un experto profesional y un buen ciudadano. Se trata de que el docente se
comprometa moralmente con su tarea formadora, es decir no se trata tanto
de ser un experto competente, sino de querer serlo y comprometerse a serlo
de forma que la acción docente no se limite al hecho de reproducir ciencia y
de transmitirla, sino que sea una acción responsable con un compromiso ético
hacia dicho conocimiento; por ello la formación salesiana de los miembros de
la comunidad académica debe ser un esfuerzo pastoral constante y de calidad.
El modelo de Aprendizaje-Servicio
2
, enfocado a las zonas de incidencia de
la Universidad, puede servir como mecanismo de educación ciudadana
desde las competencias de cada disciplina, al enfocar los trabajos, proyectos
e investigaciones de cátedra, así como las institucionales, en beneficio de
las personas y comunidades aledañas al centro de educación superior, en
colaboración para resolver problemas y necesidades existentes.
Este modelo hace del territorio elegido un campo de práctica profesional, y de
su realidad sociocultural una fuente de aprendizaje que favorece el desarrollo de
77.
la metacognición del estudiante, sumado a los aprendizajes dentro del aula, del
laboratorio y el taller, que contribuyan a la formación del graduado, y la manera
en cómo éste aborde su intervención profesional e incluya un compromiso social.
De la misma manera pueden favorecer contextos de aprendizaje, situaciones y
momentos de análisis y compresión hermenéutica de la realidad que se vive o se
estudia, necesarios para que los estudiantes sean capaces de construir -adecuada,
personal y autónomamente- sistemas de valores orientados a consolidar una
sociedad basada en la dignidad de la persona, los estilos de vida y los valores
propios de la democracia. Se trata de aprovechar los contenidos de aprendizaje
propios de cada carrera y las situaciones de vida que la universidad ofrece de
forma habitual y natural, para promover el desarrollo de aquellas dimensiones
en la persona del estudiante como sujeto del aprendizaje ético, que le permita
construirse racional y autónomamente en situaciones de interacción social.
Es importante comprender que el tratamiento pedagógico de lo ético, como
elemento de ciudadanía, en el ámbito universitario no es solo cuestión de una
modificación en el plan de estudios o de la incorporación de una nueva materia.
Es, sobre todo, un cambio de perspectiva en relación con lo que hoy representa
un buen nivel de formación universitaria, y con lo que debería significar el
compromiso con lo público de una universidad que pretende formar buenos
profesionales, buenos ciudadanos y ciudadanas, previniendo la actitud pasiva
de los jóvenes estudiantes, en extremo interesados por la obtención del título para
la competencia con otros en cuestiones estrictamente profesionales, a menudo
alejadas, incluso contrarias, de las propuestas éticas relativas a los valores que les
planteamos; además el contexto actual causa un nuevo malestar, no temporal,
sino permanente. Al cambio incesante que caracteriza la sociedad y la cultura,
se añade la debilidad de las instituciones que acompañan a los jóvenes. Aparece
urgente e importante, la actitud responsable del educador salesiano y la solidez
de su propuesta educativa (Attard, 2014), para un acompañamiento del joven
en la universidad.
Debemos, por tanto avanzar en la dirección de una revalidación actualizada
de la “opción socio-política-educativa de Don Bosco. Esto significa también
formar en una sensibilidad social y política, más allá del ejercicio del voto y la
política partidaria, que lleva a invertir la propia vida como misión por el bien de
la comunidad social, con una referencia constante a los inalienables valores
humanos y cristianos, de manera que cada joven desarrolle las capacidades y
las actitudes fundamentales para la vida en sociedad (Attard, 2014).
La misión de la universidad católica y salesiana consiste, por lo tanto, en ofrecer
su aporte específico en este momento de la historia,
Ante todo con la competencia y el rigor científico unidos a una intensa
vida espiritual, y sostenidos por ella, pero también con la creación de
laboratorios culturales en los que se produzca un diálogo entre fe y cultura,
2. En Educación Superior las exigencias de aprendizaje- servicio se identifican como Compact- Campus
y service Learning. Puede consultarse en www.compact.org y www.servicelearning.org.
Educación
salesiana para
la ciudadanía
desde la
universidad para
una sociedad
liquida
78.
entre ciencia, filosofía y teología, y en los que la ética sea considerada
una exigencia intrínseca de la investigación para un auténtico servicio al
hombre. (Chávez, 2003).
La educación en los derechos humanos es indispensable como eje transversal de
este proceso, en donde los valores como justicia, igualdad, libertad, solidaridad
y dialogo sean apreciados como tales y denunciada su ausencia; un modelo
formativo centrado en la responsabilidad y el conocimiento de los deberes y
derechos, tanto en la profesión como en la ciudadanía. Implica otorgar un lugar
central al diálogo y a la relación personalizada; cultivar la búsqueda constante
de la verdad y la apertura a los valores; promover el crecimiento y la formación
integral; propiciar la integración entre el conocimiento y la realidad concreta del
trabajo; favorecer la participación responsable y solidaria en la vida comunitaria;
promover el espíritu emprendedor y la capacidad de trabajo en equipo.
Universitariamente asumimos el estilo educativo salesiano, caracterizado por la
confianza en la persona, la conformación de una comunidad que educa, la
elaboración de una propuesta formativa integral, la creación de un ambiente hecho
de relaciones cordiales y rico en experiencias de crecimiento, el protagonismo
participativo de los jóvenes, la formación en el trabajo, la sensibilidad y la opción
por los jóvenes más pobres, la presencia y acompañamiento del educador que se
esfuerza por eliminar distancias y favorecer el encuentro (UDB, 2003).
El asociacionismo un mecanismo de educación ciudadana
El asociacionismo universitario y el voluntariado pueden servir como mecanismos
de educación extra académicos, los jóvenes encuentran en ello un suelo firme
para empezar con su construcción personal, que les sirve para su transformación,
para asumir compromisos con ellos mismos, con la universidad y con su sociedad.
Se trata de un proyecto de vida, personal y grupal a la vez que expresa la vitalidad
juvenil universitaria encausada por los grupos: culturales, deportivos, académicos
y pastorales de la universidad salesiana. El criterio básico y fundamental es el
mismo: la libertad. Nunca se obliga, ya que la participación es un acto voluntario
del joven (Scaramussa, 1996), debido a que la coordinación y la conducción
del grupo lo realizan los mismos jóvenes. Este empoderamiento lo recomendó
el mismo Don Bosco: “Las compañías deben recomendarse y promoverse. Pero
ustedes solo serán promotores, no directores; consideren tales cosas de los
muchachos, bajo asesoría del educador” (Anadei, 1939).
De esta manera el Asociacionismo Salesiano Universitario, genera un espacio
real para el joven y su participación en la comunidad educativa que le educa
en esta dimensión ciudadana, para comprender de manera micro la dimensión
macro del bien común y el bien individual, al hacerse cargo de su propia
autoformación y autogestión del conocimiento, al servicio de los demás y de la
universidad (Damas, 2014).
79.
El asociacionismo y la vida de grupo, en medio de una compleja sociedad
líquida determinada por la fragmentación por medio de experiencias sociales
y culturales, de masificación y de anonimato (Binder, 1991), ofrecen al joven
un espacio de reconocimiento y de afirmación de la subjetividad, y del sentido
unitario para la propia vida, el asociacionismo refuerza y respalda la participación
de los jóvenes ante una sociedad adultocentrista
3
(UNICEF, 2013) ya que sirve
como espacio de comprensión de la sociedad, de preparación para insertar
al joven de forma activa y transformadora en su contexto, de ejercicio para
mantener la autonomía personal y el equilibrio en medio de los conflictos.
Este mecanismo permite que los jóvenes universitarios, organizados desde sus
disciplinas y grupos de extensión, mantengan una relación horizontal, en un clima
de familia con sus directores de escuela, docentes y las autoridades y funcionarios
de la universidad, permitiéndoles desarrollar esas competencias para el ejercicio
de una ciudadanía, por medio de la expresión de sus inconformidades, su
propuestas, proyectos e iniciativas, como protagonistas de su propio proceso
de aprendizaje, en un ejercicio democrático en donde desarrolla la convicción
de no tener solo derechos, sino el cumplimiento exacto de sus obligaciones en
beneficio de la sociedad y el tejido social al que pertenece.
La gran tarea de vivir y actualizar el carisma salesiano en la
universidad
Como educadores e hijos e hijas de Don Bosco hoy, somos responsables
de tratar de construir una sociedad diferente a través de la educación de la
juventud y junto a ella, en esta sociedad líquida, en la cual nuestro carisma nos
sirve como barca para poder educar a la juventud actual, con la tenacidad
de Don Bosco para poder ver los signos de los tiempos, confiando que en los
jóvenes siempre hay una semilla del reino de Dios (Fernández, 2014), y poder
crear y fomentar sus valores y creencias, sus principios. Somos los llamados a
defender el conocimiento de la opinión populista y barata, a defender la
honestidad de la corrupción, a defender la paz de la violencia, a luchar por
reducir la desigualdad, que ya Thomas Piketty cataloga de inmoral. Por ejemplo,
en EEUU el 1% con mayor renta se queda con el 18% de la renta total: son los
“super-ricos”. (Piketty, 2014), y podríamos deducir el efecto cascada en América
Latina de esa realidad, donde el lujo y la desigualdad se topan cruzando la
calle, personas, y sobre todo jóvenes, que sobreviven con menos de un dólar al
día, esperan de nosotros no la limosna sino que les reconozcamos su dignidad
y trabajemos por defenderla, como lo dijo el Papa Francisco en su discurso ante
la FAO en noviembre de 2014, a través de nuestra vocación educativa y con la
competencia pedagógica.
3. Adultocentrismo: indica que existen relaciones de poder entre los diferentes grupos de edad que son
asimétricas en favor de los adultos. Es decir, que estos se ubican en una posición de superioridad. Los adultos
gozan de privilegios por el solo hecho de ser adultos porque la sociedad y su cultura así lo han definido.
Por ejemplo, si un adolescente rompe un vidrio por error, recibe una sanción de parte del adulto (grito, reto,
castigo o golpes), si este adulto comete el mismo error, no recibe castigo de parte del adolescente e incluso
puede asumir que fue un accidente y, en el mejor de los casos, decir que tiene derecho a equivocarse.
Educación
salesiana para
la ciudadanía
desde la
universidad para
una sociedad
liquida
80.
Se hace necesario asegurar una formación de calidad a los estudiantes,
garantizando que los procesos de formación favorezcan el crecimiento personal
y profesional, así como su inserción como ciudadanos en la sociedad. En
concordancia con el estilo educativo salesiano, tal impacto deberá ser buscado
a través de una propuesta académica de calidad, pero además por medio del
acompañamiento y de la relación personal que debe caracterizar el proceso
educativo (IUS, 2012).
La Universidad Salesiana está llamada en esta hora histórica a hacer que se
comprenda y triunfe la prioridad del espíritu sobre la materia; la prioridad de las
personas sobre las cosas; la prioridad de la ética sobre la técnica; la prioridad del
trabajo sobre el capital; la prioridad del destino universal de los bienes sobre la
propiedad privada; la prioridad del perdón sobre la justicia; la prioridad del bien
común sobre los intereses personales (Chávez, 2003).
El rector mayor Don Ángel Fernández Artime nos invita en el Aguinaldo 2015 a
pedir a Don Bosco que nos enseñe a leer los signos de los tiempos para ayudar a
los jóvenes, para poder discernir la pregunta: ¿qué nos está diciendo y pidiendo
Dios a través de ellos?, ya que de la respuesta pedagógica, depende nuestra
salvación.
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