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El asociacionismo y la vida de grupo, en medio de una compleja sociedad
líquida determinada por la fragmentación por medio de experiencias sociales
y culturales, de masificación y de anonimato (Binder, 1991), ofrecen al joven
un espacio de reconocimiento y de afirmación de la subjetividad, y del sentido
unitario para la propia vida, el asociacionismo refuerza y respalda la participación
de los jóvenes ante una sociedad adultocentrista
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(UNICEF, 2013) ya que sirve
como espacio de comprensión de la sociedad, de preparación para insertar
al joven de forma activa y transformadora en su contexto, de ejercicio para
mantener la autonomía personal y el equilibrio en medio de los conflictos.
Este mecanismo permite que los jóvenes universitarios, organizados desde sus
disciplinas y grupos de extensión, mantengan una relación horizontal, en un clima
de familia con sus directores de escuela, docentes y las autoridades y funcionarios
de la universidad, permitiéndoles desarrollar esas competencias para el ejercicio
de una ciudadanía, por medio de la expresión de sus inconformidades, su
propuestas, proyectos e iniciativas, como protagonistas de su propio proceso
de aprendizaje, en un ejercicio democrático en donde desarrolla la convicción
de no tener solo derechos, sino el cumplimiento exacto de sus obligaciones en
beneficio de la sociedad y el tejido social al que pertenece.
La gran tarea de vivir y actualizar el carisma salesiano en la
universidad
Como educadores e hijos e hijas de Don Bosco hoy, somos responsables
de tratar de construir una sociedad diferente a través de la educación de la
juventud y junto a ella, en esta sociedad líquida, en la cual nuestro carisma nos
sirve como barca para poder educar a la juventud actual, con la tenacidad
de Don Bosco para poder ver los signos de los tiempos, confiando que en los
jóvenes siempre hay una semilla del reino de Dios (Fernández, 2014), y poder
crear y fomentar sus valores y creencias, sus principios. Somos los llamados a
defender el conocimiento de la opinión populista y barata, a defender la
honestidad de la corrupción, a defender la paz de la violencia, a luchar por
reducir la desigualdad, que ya Thomas Piketty cataloga de inmoral. Por ejemplo,
en EEUU el 1% con mayor renta se queda con el 18% de la renta total: son los
“super-ricos”. (Piketty, 2014), y podríamos deducir el efecto cascada en América
Latina de esa realidad, donde el lujo y la desigualdad se topan cruzando la
calle, personas, y sobre todo jóvenes, que sobreviven con menos de un dólar al
día, esperan de nosotros no la limosna sino que les reconozcamos su dignidad
y trabajemos por defenderla, como lo dijo el Papa Francisco en su discurso ante
la FAO en noviembre de 2014, a través de nuestra vocación educativa y con la
competencia pedagógica.
3. Adultocentrismo: indica que existen relaciones de poder entre los diferentes grupos de edad que son
asimétricas en favor de los adultos. Es decir, que estos se ubican en una posición de superioridad. Los adultos
gozan de privilegios por el solo hecho de ser adultos porque la sociedad y su cultura así lo han definido.
Por ejemplo, si un adolescente rompe un vidrio por error, recibe una sanción de parte del adulto (grito, reto,
castigo o golpes), si este adulto comete el mismo error, no recibe castigo de parte del adolescente e incluso
puede asumir que fue un accidente y, en el mejor de los casos, decir que tiene derecho a equivocarse.