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medio lo impartía el gramático quien instruía en lectura, gramática y comentario
de los clásicos (Homero, Hesíodo); el superior, era de carácter oratorio, y a su cargo
estaba el rétor, a quien luego se le denominó sofista (Abbagnano & Visalberghi, 1992).
Puede, por tanto, considerarse a los sofistas los primeros maestros de la educación
superior y de un currículo integrado por siete “artes liberales”, divididas en el trivio
(gramática, dialéctica y retórica) y el cuadrivio (aritmética, geometría, astronomía
y música). Este esquema o plan curricular perduró a lo largo de la Edad Media
articulándose al sistema denominado Escolástica, y desarrollado, en los primeros siglos
medievales por el scholasticus, denominándose así también al profesor de filosofía
o teología, cuyo título oficial era magister. El método empleado por el magister se
desenvolvía de dos maneras: la lectio que consistía en el comentario de un texto,
y la disputatio que consistía en el examen de un problema mediante el debate de
todos los argumentos que se pudieran aducir en pro o en contra. (Abbagnano &
Visalberghi,1992).
Ligado al concepto de currículo, en la Edad Media aparece el concepto de
Universidad y es hasta el surgimiento y fundación de la Universidad de Paris en el siglo
XIII que se puede hablar propiamente de currículo universitario. Para Torstendahl (1996)
la herencia del sistema universitario medieval consistió en organizar el currículo sobre
bases teóricas y a partir de fines estrictamente utilitarios: “Las tres ramas principales del
conocimiento que se enseñaban en las universidades (teología, derecho y medicina)
eran tipos de conocimiento que se cultivaban precisamente por su utilidad” (p.124).
Un hito importante en el currículo de la enseñanza superior lo constituye la Ratio
atque institutio studiorum, publicado en 1599 por la Compañía de Jesús. Los jesuitas
logran articular un currículo propio para la enseñanza secundaria y superior.
Afirma Weimer (1961) que “la instrucción estaba divida en una sección inferior
(studia inferiora) y otra superior (studia superiora), al frente de cada una de las cuales
había un prefecto, pero ambas bajo la superior dirección de un rector” (p.64). La Ratio
en total tenía una formación que duraba 8 años (Abbagnano & Visalberghi, 1992).
Si bien el trivio y el cuadrivio se mantuvo como esquema formativo ya entrada la
etapa del Renacimiento, el currículo de educación superior en la época moderna
manifestó variantes según se tratará de universidades pontificias, reales, o las fundadas
durante la Reforma. Cabe destacar que el currículo, como una parte sustantiva de
las instituciones escolares en Europa, se vio muy influido por las luchas ideológicas
surgidas de las propias dinámicas políticas, económicas y religiosas (Avanzini, 1997);
también influyó el Humanismo creciente de la época, el personaje cimero en esta
época fue Erasmo de Róterdam.
El currículo recibió nuevos contenidos en la Europa de los siglos XVIII y XIX; esto lo
propició el hecho que “las universidades ya habían empezado a formar parte de los
sistemas nacionales” (Torstendahl, 1996, p.127) debido al afianzamiento de los Estados-
nación, dando origen así a dos modelos curriculares universitarios: el napoleónico
y el humboldtiano. Además, durante este periodo, el currículo universitario amplió
su campo de acción más allá de la educación liberal y acomodó, a raíz de las
exigencias de la industrialización y la urbanización, la educación técnica, impartida
durante la Edad Media en los talleres de maestros artesanos (Santoni, 1996). De este
modo, el currículo de educación superior formulado sobre la base de presupuestos
liberales y enciclopedistas, propugnados por ejemplo por Nicolás de Condorcet
(1743-1794), tuvo que coexistir con un currículo orientado a la instrucción general y la
formación de los adultos, con un matiz claramente mercantil y utilitario.