
29.
cada día antes de iniciar la jornada, escribir en la pizarra el objetivo de la hora
clase, monitorear frecuentemente el avance de sus estudiantes mediante
preguntas como “¿están entendiendo?, ¿saben que tienen que hacer?”, hacer
preguntas sobre el contenido estudiado, explicar nuevamente cuando veía
dudas o cuando la respuesta era el silencio, hacerles siempre el recordatorio de
no perder de vista el objetivo en frases como “recuerden lo que al terminar la
clase tienen que haber aprendido, es el objetivo”, y cerrar cada sesión motivando
a sus estudiantes a responder a la pregunta “¿Qué aprendí hoy?”.
Tiempo asignado al estudiante para monitorear sus aprendizajes.
La asignación de este tiempo a la reflexión y monitoreo fue aumentando
paulatinamente, iniciando el día uno en cero, pasando a cinco minutos, al
inicio exponiendo el objetivo de la clase. Luego pasó a diez minutos, cinco al
inicio y cinco al final en los que la maestra realizaba una síntesis del contenido
resumiendo las ideas principales y dando unos minutos para responder a la
pregunta “¿Qué aprendí hoy?” y concluyendo al final de los diez días con quince
minutos distribuidos al inicio, recordando la clase anterior, y presentando el objetivo
de la jornada, cinco minutos en el intermedio, preguntándoles a los estudiantes si
habían entendido, si sabían que era lo que tenían que hacer y cinco minutos al
final para hacer una síntesis y responder a la pregunta “¿Qué aprendí hoy?”. Estos
cambios representan claramente los beneficios de hacer metacognición de la
labor docente, pues la metacognición consiste en ser capaz de monitorear su
propia comprensión, ser reflexivo, sobre lo que se entiende y no se entiende, y ser
capaz de planear estrategias sobre cómo resolver las confusiones (Tanner, 2012).
La Guía para hacer metacognición contemplaba cuestiones como, tiempo
asignado para monitorear su propio progreso durante y al final de la clase.
Indudablemente, la docente participante logró no solo hacer este ejercicio
a nivel personal con respecto a su propia labor docente sino, además, logró
empezar a aplicar este ejercicio reflexivo con sus estudiantes mediante estos
cambios estratégicos en sus clases.
Es importante señalar que los cambios que la docente fue dando fueron en su
gran mayoría avances que la docente hizo de manera independiente, por la
sola acción de responder la Guía para hacer metacognición. Este hecho, nos
lleva de nuevo a confirmar el desarrollo pedagógico de la docente participante
a través del ejercicio metacognitivo. Tanner (2012) consideró dos maneras de
incorporar metacognición en el aula (1) explícitamente enseñar a los alumnos
estrategias metacognitivas y (2), de manera más general, construir una cultura
de aula basada en estrategias metacognitivas mediante la modificación de lo
que ya estamos haciendo. La evidencia recolectada permite concluir que en
el caso de la docente participante con relación a la primera que se trata de
enseñar a los estudiantes estrategias cognitivas mediante la modificación de lo
que ya estamos haciendo, la docente incorporó la acción de que los estudiantes
pensaran en el objetivo planteado para la hora clase, que respondieran a
preguntas como que aprendí en la clase anterior, y que aprendí en esta hora
clase, les animo a pensar a mitad de la hora clase, si estaban entendiendo, si
tenían claridad de lo que debían hacer y les animo a preguntar si no entendían.
En cuanto a construir una cultura de aula, la maestra decidió presentar en cada
hora clase el objetivo planteado, hizo esfuerzos para que los estudiantes tuvieran
un espacio de recordar la clase anterior y un espacio para que preguntaran las
dudas que tenían. En los espacios que pudimos conversar cuando se pudo la
maestra expreso que podía constatar que esos cambios, aunque pequeños,
estaban haciendo impacto positivo en los estudiantes y que se podían verificar
Desarrollo de la
competencia
pedagógica
docente por
medio de la
metacognición