65.
Cambios culturales y exigencias a la
formación universitaria de la juventud
Resumen
Una de las características especiales que
presenta la justicia penal juvenil respecto a
la de adultos, es el tipo de respuesta que se
proporciona al infractor. En el derecho pe-
nal del adolescente se parte de la base de
que los fines preventivo-especiales juegan
en él un papel central y protagónico, privi-
legiando la intervención educativa por so-
bre la retributiva. Esta prevención especial
positiva es entendida en términos de reso-
cialización del adolescente con objetivos
socioeducativos de retsponsabilidad penal
del mismo, orientado a la educación para
la vida en sociedad. Aquí se expone la vi-
gencia del sistema preventivo propuesto
por Don Bosco, receptado implícitamente
en el pensamiento penal juvenil contem-
poráneo y en organismos internacionales
de derechos humanos. Estos sostienen
que la mejor manera de combatir la delin-
cuencia juvenil es la prevención por medio
de política social y educacional, y no con
la imposición de sanciones privativas de
libertad, que deben ser utilizadas tan solo
como último recurso y por el tiempo más
breve que proceda.
Palabras clave: Derecho penal juvenil,
sistema preventivo, principio educativo.
Abstract
One of the main features juvenile criminal
justice presents with regard to the adult law,
is the type of response provided to the of-
fender. The criminal law of the adolescent
assumes that the preventive basis plays a
protagonist role, privileging the educational
intervention over the retributive one. This
special positive prevention is understood
in terms of socialization of adolescents with
socio-educational aims to holding penal
self-responsibility, orienting education to-
ward living his life within society. In this pa-
per the author develops the validity of the
preventive system proposed by Don Bosco
which is implicitly embedded in the con-
temporary juvenile penal law and in human
right organisms. These organisms argue that
the best way to face juvenile delinquency
is through educational and social policies
and not by imposing custodial sanctions,
which is the last resource and only for the
shortest time.
Keywords: Juvenile criminal law, preventive
system, educational principle.
*El Doctor Jorge Baeza es ex rector de la Universidad Católica Silva Henríquez de Chile (UCSH) dictó
la conferencia magistral “Cambios culturales y exigencias a la formación universitaria de la juventud
en el acto que inauguró el año académico de la Universidad Don Bosco 2018 impartida el 12 de
Marzo de 2018.
Ponencia
Jorge Baeza Correa*
Cultural changes and demands on university education of youth
ISSN 1996-1642, Editorial Universidad Don Bosco, año 12, No. 21, julio-diciembre de 2018, pp. 65-78
Recibido: 9 de marzo del 2018. Aprobado: 4 de junio de 2018.
Para citar este artículo: Baeza, J. (2018). Cambios culturales y exigencias a la formación universitaria de la juventud.
Diá-logos, Vol. VI, Nº1, 65-78.
Cambios
culturales y
exigencias a
la formación
universitaria de
la juventud
66.
Introducción
Mis primeras palabras son para agradecer esta invitación. No hay duda que ella
representa un gesto de fraternidad con una universidad hermana y el deseo
mutuo de seguir caminando juntos en el proceso de ofrecer un método, pero
por sobre todo un sentido de vida, a los cientos de jóvenes que traspasan las
puertas de nuestros centros universitarios convocados por la calidad y la entrega
de sus académicos y administrativos, inspirados en las enseñanzas y la vida de
Don Bosco. Muchas gracias en lo personal y muchas gracias a nombre de la
Universidad Católica Silva Henríquez, la Universidad Salesiana de Chile.
Me han solicitado que realice esta clase sobre un tema de especial importancia
por su vigencia en el presente, pero también por su permanente presencia
en el quehacer diario de toda institución formadora. ¿Cuáles son los grandes
cambios culturales de hoy y qué demandan a la formación universitaria? Esta es
una pregunta de hoy, pero también de antes y de seguro de mañana. Es una
pregunta de siempre.
Preguntarse por los grandes cambios culturales de hoy y qué demandan ellos
a la formación universitaria, desde luego nos exige un hito para comparar el
presente con un pasado e identificar a través de ese método cuáles son los
cambios vividos. Preguntarse por los grandes cambios culturales de hoy, nos
exige también un tema de referencia para poder hablar efectivamente de
grandes cambios; es decir de tendencias mundiales de un carácter estructural
que trascienden las realidades particulares y coyunturales de un único país.
Un hito histórico que nos puede ayudar es mayo de 1968, un acontecimiento
ocurrido hace 50 años. A su vez, un acontecimiento que nos ayuda a identificar
tendencias mundiales para diferenciarlas de realidades particulares es el próximo
Sínodo sobre la Juventud. Desde luego ni por tiempo, ni por capacidad profesional,
seré capaz de profundizar en ambos acontecimientos, sólo los identifico como
referentes para la presente reflexión. Uno como punto de comparación histórico
con un pasado y el otro, como punto de aglutinación jerárquica del presente.
Uno más bien horizontal para dar cuenta de distancia, de cambios en el tiempo;
y el otro más bien vertical, para dar cuenta de primacía e incluso de hegemonías
en el presente.
Hace 50 años
Hace 50 años, el mundo se vio conmovido por los acontecimientos de mayo de
1968 en Francia; pero si bien se identifica fácilmente un lugar en concreto, París,
la verdad es que 1968 es un año donde los movimientos sociales no sólo irrumpen
en la escena política de una nación, sino que lo hacen en muchos países del
mundo. Se realizan manifestaciones juveniles, en particular de universitarios, en
Alemania, Estados Unidos, México, España y en muchos otros países.
Pero más aún, en una mirada no tan restrictiva, donde1968 es un punto que
suma a su alrededor otros años muy cercanos, 1967 y 1969, la cantidad de
67.
acontecimientos que sacuden al mundo son muchos. Ricardo Ribera (2005) un
historiador español radicado en El Salvador, dice que si uno se toma una licencia,
como lo hacen algunos otros historiadores que hablan de un “siglo largo”, que no
parte un 1 de enero y termina 100 años después en un 31 de diciembre, 1968
puede fácilmente sumar los años 1967 y 1969.
De esta forma, para Ribera, 1968 como “año histórico”, que no se restringe a
365 días, reúne con el mayo francés otros 9 acontecimientos: (1) la muerte
del Che Guevara que habla de un combatiente que lucha por pueblos que
no son los suyos; (2) la primavera de Praga y su aplastamiento, que buscó un
socialismo con rostro humano; (3) el auge y fracaso de la revolución cultural
China, movido por el grito de ¡destruid lo viejo, construid lo nuevo!; (4) la ofensiva
del Tet en Vietnam, que lleva al inicio del retiro de las fuerzas norteamericanas;
(5) las protestas por Vietnam, el movimiento hippie y el festival de Woodstock,
bajo la consigna: ¡haz el amor y no la guerra!; (6) en los alrededores de 1968
se ubica un acontecimiento silencioso, pero de gran trascendencia posterior, la
interconexión de las computadoras que llevan a soñar que es posible ir hasta la
Luna. Más cerca (7) En Colombia, en 1968 se desarrolla la reunión del Conferencia
Episcopal Latinoamérica, en Medellín, que renueva el compromiso de la Iglesia
Católica con los pobres y los oprimidos. (8) En 1968 en México, los estudiantes
sabiendo que el mundo tiene puesto los ojos en su país, por las Olimpiadas, se
toman la Plaza de las Tres Cultura para protestar por las desigualdades en su
país, pero son fuertemente reprimidos en lo que se conoce como la masacre de
Tlatelolco. (9) Aún más cerca, Ribera suma a todos los anteriores, que aquí en El
Salvador, se produce la huelga de ANDES (la Asociación Nacional de Educadores
Salvadoreños) una paralización incomoda, 58 días, pero comprendida por las
familias de los escolares, una huelga, como señala Ribera, que da cuenta de
una toma de conciencia de una de las tres autoridades morales e intelectuales
de cada pueblo, junto al cura y el médico. Ella fortalece la organización sindical
y los posteriores movimientos opositores de masa.
Viendo esta lista de acontecimiento es imposible no estar de acuerdo con
Héctor Grenni (2014), que cuando analiza “El Salvador en tiempos de Monseñor
Romero”, en ella indica refiriéndose a fines de los ’60, “hay momentos que la
historia se acelera, que se hace más intensa; son momentos que aparecen
cargados de una gran densidad histórica” (p. 11).
Este “año histórico”, este tiempo de “densidad histórica”, se vive en distintas
naciones, en distintas culturas y en distintos niveles de desarrollo socioeconómico,
de aquí que no es fácil hablar de un origen común, como tampoco es fácil
desprender desde cada uno de ellos, un trazado similar en cuanto desarrollo
futuro; pero si hay algo que los une: el deseo de un cambio en la sociedad, del
sueño de una otra sociedad posible, más justa, más libre y más fraterna. Existía el
sueño que, a través de un movimiento colectivo y personal, se podía transformar
la sociedad. Se podía crear una sociedad distinta a la que se reproducía por
siglos en un espiral eterno.
Cambios
culturales y
exigencias a
la formación
universitaria de
la juventud
68.
Son muchas las frases escritas en los muros de París que hablan de ello:
Cambiar la vida, transforma la sociedad.
La barricada cierra la calle pero abren el camino.
Nuestra esperanza solo puede venir de los sin esperanza.
Prohibido prohibir. La libertad comienza por una prohibición.
Las paredes tienen orejas. Vuestras orejas tienen paredes.
La acción no debe ser una reacción, sino una creación.
Olvídense de todo lo que han aprendido, comiencen a soñar.
Sean realista: pidan lo imposible
Es una época, dice Ribera, “cargada tal vez de mucha utopía y también, sin
duda, de poesía”. Una época, para concluir con el mismo autor, [cito textual
a Ribera] “muy distinto al que predominará veinte años más tarde. Era aquella
generación que pintaba en los muros ‘yankis go home’, muy diferente a la que
mediados de los años ochenta añadirá sarcástica…‘y, ¡llévennos con ustedes!”.
Hoy a 50 años del 1968
Hoy a 50 años del 1968, el discurso de muchos ya no es transformar el mundo,
sino más bien transformarse uno mismo para convertirse en un ser de éxito en
el mundo. Existe, en la actualidad, dice Zygmunt Bauman (2001), un retrotraerse
a lo privado, a la intimidad. Hay una fuerte tendencia, frente a una realidad
compleja y amenazante, de intentar cambiar más a sí mismo que intentar
cambiar el mundo. Esto es lo Bauman denomina la “inadecuación del yo”, la
sensación de ser culpable exclusivo de no lograr las metas, al no reconocer
que también existe responsabilidad de la sociedad en ello. En otras palabras, ya
que al mundo no lo puedo cambiar, soy yo el que debo cambiar. O lo mismo,
los demás están bien y soy yo el que está mal; por lo tanto, soy yo el que debo
cambiar. De aquí, dice el autor, la cantidad de libros de autoayuda que se
venden en todas las librerías del mundo. No son libros para transformar el mundo,
sino para transformase uno para estar en el mundo.
Vivimos dice Lipovetsky (2016) a este respecto, “otros tiempos, otras expectativas:
la revolución ya no moviliza a nadie, la política ha roto con la utopía y el consumo
desbocado acarrea numerosas decepciones. Hoy soñamos con aligerar
nuestra vida sin renunciar en el fondo a la sociedad de consumo. El ciudadano
hipermoderno ya no siente la ambición de cambiar el mundo, de construir la
sociedad de clase y un hombre nuevo: quiere ‘respirar’, vivir mejor, sentirse más
ligero’” (p. 61).
Hoy a los hombres y mujeres no les toca vivir en una sociedad donde se avanza
de acuerdo con patrones graduales y preestablecidos (en gran medida lineales,
y determinados desde afuera), sino que se ven enfrentados a diversos caminos,
lo que les genera una permanente tensión. Además, no se está en una sociedad
de logros permanentes: ya los estudios no son para toda la vida; el trabajo es
inestable y difícilmente para siempre y la ciudad que se habita ya no se proyecta
69.
hasta la muerte. Pero más aún, se ha vivido una transformación en los referentes
vitales y en el horizonte cultural que abre a lo desconocido.
En opinión de los Obispos de América Latina reunidos en Aparecida (Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano y el Caribe CELAM, 2007), vivimos una
época de cambios de grandes dimensiones, donde su
…nivel más profundo es el cultural. Se desvanece la concepción integral del ser
humano, su relación con el mundo y con Dios; (…). Surge hoy, con gran
fuerza, una sobrevaloración de la subjetividad individual (…). El individualismo
debilita los vínculos comunitarios y propone una radical transformación del
tiempo y del espacio (…). Se deja de lado la preocupación por el bien
común para dar paso a la realización inmediata de los deseos de los
individuos, a la creación de nuevos y, muchas veces, arbitrarios derechos
individuales… (p. 44).
Concordante con esta alta valoración de la importancia de los cambios
culturales, en los textos del Papa Francisco, la expresión cultura y sus derivados,
tales como inculturación, contracultura o subcultura, constituyen uno de los
conceptos que más se repite. En Evangelii Gaudium (Papa Francisco, 2013) 104
veces y en Laudato Si’ (Papa Francisco, 2015) en 51 ocasiones. De la lectura de
Evangelii Gaudium (GE) y Laudato Si’ (LS), uno puede inferir que en opinión del
Papa hay tensiones en el campo de la cultura no resultas, como también ciertas
primacías hegemónicas a nivel cultural.
Hay una tensión entre una cultura globalizada y la existencia de una cultura
local; entre la cultura de la muerte y la cultura de la vida; entre la cultura de la
destrucción y la cultura del cuidado. Junto a estas tensiones, el Papa Francisco,
reconoce ciertas primacías en la cultura que se imponen peligrosamente sobre
otras miradas posibles:
La cultura del bienestar o cultura consumista. Una cultura que “nos anestesia
y [nos hace] perder la calma si el mercado ofrece algo que todavía no
hemos comprado” (EG 54). O lo mismo, una “que da prioridad al corto plazo
y al interés privado, [que nos puede llevar a] consentir el ocultamiento de
información” (LS 184).
La Cultura Mediática que conduce en “algunos ambientes intelectuales
(…) a una marcada desconfianza hacia el mensaje de la Iglesia y un cierto
desencanto. [Que trae] como consecuencia (…) que muchos agentes
pastorales desarrollen una especie de complejo de inferioridad que les lleva
a relativizar u ocultar su identidad cristiana y sus convicciones” (EG 79).
La Cultura del Relativismo, donde es la propia cultura “la que se corrompe y
ya no se reconoce alguna verdad objetiva o unos principios universalmente
válidos” (LS 123) y,
Por último, quizás la más peligrosa, la Cultura del Descarte. Una cultura
donde “ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la
opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma
raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella
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culturales y
exigencias a
la formación
universitaria de
la juventud
70.
abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son
«explotados» sino desechos, «sobrantes»” (EG 53).
Es interesante a este respecto que el diagnóstico del Papa Francisco, no se aleja
para nada de lo que numerosos académicos e investigadores de las ciencias
sociales vienen señalando hace ya un tiempo, sobre la características de la
sociedad en que nos ha tocado vivir.
Vivimos dijo el Papa Francisco en su reciente visita a Chile, en el encuentro con
el mundo universitario, en una sociedad “líquida o ligera, como la han querido
denominar algunos pensadores [aludiendo con ello a Bauman y a Lipovetsky],
van desapareciendo los puntos de referencia desde donde las personas pueden
construirse individual y socialmente. Pareciera que hoy en día la «nube» es el
nuevo punto de encuentro, que está marcado por la falta de estabilidad ya que
todo se volatiliza y por lo tanto pierde consistencia”.
Bauman (2004) identificó a la sociedad presente, a fines de los ’90, como una
sociedad liquida, una sociedad de transformación, de cambio permanente. En
esta realidad de liquidez, surge la primacía de un individualismo, de una ética
de la realización personal y del triunfo individual. De un individualismo que en
definitiva, cuando es llevada a un extremo, genera una desconfianza extrema
en los demás, apareciendo con ello un nuevo estadio del individualismo: el
narcisismo. Más recientemente, Lipovetsky (2016), indica que si hay algo que
identifica al hombre actual es
la ligereza, en la era del omniconsumismo se impone como norma general, ideal
universal y permanente, principio fundamental de la vida en sociedad,
estimulado por el orden comercial. Por obra y gracia del consumismo,
vivimos el tiempo de la legitimación y generalización social de la ligereza,
celebrada como valor cotidiano y modo de vida para todos. (p. 27)
En esta sociedad, cada vez más liquida y más ligera, pareciera que otros logran
los beneficios del desarrollo y el avance del país, y son estos, los que pueden
hacer un uso confiado de las instituciones en todo y cada uno de los ámbitos de
la vida en sociedad. De aquí que muchos de los cambios y logros del país no
resultan significativos para una mayoría en su vida cotidiana, incluso la aceptación
de cierto éxito de otros, puede llevar a una mala imagen de sí mismo como
perdedor”. En este sentimiento de inseguridad y desconfianza social, hay una
experiencia subjetiva, pero también se debe reconocer mucha base real, que
lleva a que especialmente los más pobres vean que existe una gran brecha, una
disparidad entre los avances exitosos del desarrollo socioeconómico del país y
los beneficios personales de dichos avances.
En este marco, de una sociedad cada vez más amenazante, muchos autores
indican que si antes nos refugiábamos en la familia por diversión, ahora nos
refugiamos en ella por temor. La confianza se encapsula. Se genera lo que llama
Rorty (1995) los círculos de lealtad o círculos de confianza. Esa relación elástica
71.
que va variando con relación a la inclusión de los otros en nuestro círculo, según
los grados de confianza o desconfianza que se tenga con los demás, producto
de lo atemorizante que me resulte el medio. A mayor temor, miedo o inseguridad,
el círculo se hace más estrecho.
El tema es que la confianza es un elemento básico en la cohesión social y ésta es
un elemento central para construir democracia. Un país donde hay desconfianza
es un país que no tiene construcción de relación entre las personas, y por lo tanto,
hace muy frágil al país, y eso puede debilitar también la democracia
Pero habitamos no solo una sociedad de desconfianza, sino también una
sociedad de profundas desigualdades. Un mundo con una fuerte concentración
de la riqueza, que cuando uno examina los últimos 250 años, señala Thomas
Pikketty (2014) en su texto El Capital en el Siglo XXI, lo que se ve, es que la riqueza
no se comienza a distribuir, sino que tiende a aumentar y a concentrarse,
aumentando así la desigualdad. Hoy se sabe con más certeza que antes, que
hay un 1% en la población mundial que se está llevando los grandes ingresos
del mundo. El 2015, indica el Informe Mundial sobre Ciencias Sociales (UNESCO
y CICS, 2016) “el 1% de la población mundial concentraba en sus manos casi la
mitad de la riqueza poseída por el conjunto de las familias del planeta. Asimismo,
las 62 personas más ricas del mundo poseen por si solas tantos bienes como la
mitad más pobre de la humanidad” (p. 3).
En el caso de América Latina y el Caribe, las exigencias de un modelo neoliberal,
que amplifica las privatizaciones y disminuye la responsabilidad del Estado, en un
continente aún no industrializado y con grandes dificultades de acceso igualitario
a los bienes y servicios necesarios para una adecuada calidad de vida, surge
una marcada segregación y segmentación que contribuyen a aumentar la
desigualdad, ya que se registran avances en el nivel de los servicios, pero de
una clara menor calidad comparativa en los beneficios que reciben los sectores
pobres, con relación a los grupos de mayores ingresos. Esta verdadera erosión de
las instituciones de protección social, ha vuelto más frágil el entramado social y
el concepto de comunidad se ha resquebrajado. Los ciudadanos difícilmente se
ven a sí mismos formando parte de un sujeto colectivo, de un “nosotros”, lo cual
aumenta los riesgos de una sociedad cada vez más fragmentada e inequitativa.
En síntesis, detrás de esta realidad, lo que se esconde, en opinión de Jesús Martín-
Barbero (2004), coincidiendo plenamente con el Papa Francisco y su juicio sobre
la cultura del descarte, es que estamos pasando de
una sociedad integral, en el sentido de que era una sociedad que buscaba
integrar en ella al conjunto de la población, a todos, aun cuando fuera para
explotarlos (…) [a un] nuevo modelo de sociedad de mercado neoliberal, que
es la sociedad dual –de integrados y excluidos– en la que el mercado pone
1. Reglamento de la Sociedad de San Francisco de Sales 13.
Cambios
culturales y
exigencias a
la formación
universitaria de
la juventud
72.
las lógicas, y mueve las claves de la conexión/desconexión, inclusión/exclusión,
social.
Estos grandes cambios culturales de hoy, ¿qué demandan a la formación
universitaria?:
Hasta ahora he sostenido que estamos enfrentando un cambio cultural que
podemos resumir como: (a) Una sociedad de incertidumbre de cambio de
paradigma, donde se está en un “entre” modelos culturales, que hacen relativas
las certezas; (b) Una sociedad de individualismo, donde la gestión de sí mismo es
cada vez mayor y con ello de gran exigencia al ejercicio de la libertad y (c) Una
sociedad de desconfianza, donde el miedo a lo desconocido lleva a retraerse
socialmente e invita al intimismo.
Coincidiendo con lo dicho hasta ahora, el Documento Preparatorio del Sínodo
sobre los jóvenes del mundo de hoy, identifica también tres características de
la realidad actual que afectan directamente a la juventud, permitiendo con
ello tener presente un diagnóstico más específico sobre quienes son nuestros
estudiantes:
Un mundo que cambia rápidamente. Nos encontramos en un contexto de
fluidez e incertidumbre nunca antes experimentado, donde la búsqueda
frenética del beneficio a corto plazo están en el origen de esa cultura del
descarte que excluye a millones de personas, entre ellas muchos jóvenes.
La transición a la vida adulta y la construcción de la identidad exigen cada
vez más un itinerario “reflexivo”. Las relaciones y los horizontes son siempre
reversibles, no hay elecciones definitivas. Frente a ello, los viejos enfoques ya
no funcionan y la experiencia transmitida por las generaciones precedentes
se vuelve obsoleta rápidamente.
Las nuevas generaciones viven en un mundo diferente al de sus padres y
educadores. Han mudado deseos, necesidades, sensibilidades y el modo
de relacionarse con los demás. A modo de ejemplo, indica el texto entre
otros: La globalización que ha tendido a homogenizar a los jóvenes; Las
migraciones que han traído consigo peculiaridades propias de “segundas
generaciones”. Son jóvenes que no están “contra” de Dios o la religión, dice
el Documento, pero han aprendido a vivir “sin” ello.
En un diagnóstico simple revisando la literatura actual sobre sociología de la
juventud, en especial juventud universitaria, es posible, siguiendo los resultados
del estudio de “Las culturas de los jóvenes en las universidades católicas. Un
estudio mundial” de la Federación Internacional de Universidades Católicas
(FIUC) (2014), señalar lo siguiente:
73.
Permítanme hacer un paréntesis en esta parte. Como sostiene Bourdieu “la
juventud no existe”. No hay una única juventud, existen juventudes, por lo tanto
estoy consciente que estoy haciendo referencia a una juventud en particular,
aquella que tiene el privilegio de completar su enseñanza secundaria e ingresar
a la universidad. El Informe Nacional sobre Educación Superior de El Salvador,
realizado por CINDA y UNIVERSIA (Duriez y Zamora, 2016), indica que si se considera
el porcentaje de Estudiantes que podrían estar asistiendo a las universidades y
se aplica al universo “podemos observar que solamente 18,01% de los jóvenes
pobres tienen acceso a la educación superior” (p. 13). Esta cifra, por lo demás,
es bastante coincidente con el 17,1% de las y los jóvenes de sectores pobres,
que indicaron estar estudiando en la universidad, en la Encuesta Nacional de
Juventud del año 2009 (Santacruz, M. y L. y Carranza, M., 2009).
La Encuesta Nacional de Juventud recién citada, agrega además, otros dos
temas importante a considerar (1) que “de acuerdo con el Reporte Mundial de
Violencia y Salud, publicado por la Organización Mundial de la Salud, la violencia
es una de las causas más frecuentes de mortalidad; sobre todo entre los 18 y los
29 años, que son los grupos de edad que concentran las tasas de homicidios más
elevadas entre todos los grupos etarios (…) [En El Salvador, la violencia] destaca
no solo por la forma en que ésta atenta a diario contra la supervivencia de la
población, sino por el hecho que tiene a los jóvenes como sus protagonistas más
frecuentes” (p. 169). (2) A su vez, el mismo Informe de la Encuesta agrega, que si
bien “es muy difícil encontrar registros oficiales desagregados sobre la emigración
de la población salvadoreña, que puedan informar sobre la participación de la
juventud en estos flujos (…) A pesar de ello y de la falta de precisión, los registros
disponibles reflejan el enorme avance de la migración juvenil en el transcurso del
tiempo. Por ejemplo, desde 1980 a 2000, el número de jóvenes que vivían en
Estados Unidos aumentó de 25,000 a 158,000, y de ese total, el 60% tenía entre
20 y 24 años (CEPAL/ECLAC, 2000)”. (p. 173).
Historia colectiva Utopías sociales
Historia personal Proyecto de vida
Privado
Futuro
3. Están más preparados para
el cambio permanente
4. Su juventud se prolonga y
son más fragmentados (no
asumen discursos ideológicos)
7. Proyectan trayectorias
más largas
8. Proyectan un vínculo de
trabajo menos estable
Pasado
2. Son más tecnológicos, están
s conectados
1. Logran más alta escolaridad
Público
5. Están más interesados en
su autorrealización
6. Son más liberales en sus
opciones valóricas
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culturales y
exigencias a
la formación
universitaria de
la juventud
74.
Sé que hay informes más recientes que la Encuesta ya identificadas, he tenido la
posibilidad de leer algunos de ello, pero lo que interesa es señalar que sabemos,
con dolor, que para cientos de jóvenes en El Salvador el futuro no es otro que
la muerte a corta edad fruto de la violencia o el trabajo ilegal producto de la
migración. Sus historias personales, sus utopías o sus proyectos de vida, son muy
diferentes a los que pueden acceder a las aulas universitarias. Para ellos, como
diría José Manuel Valenzuela Arce (2009), “el futuro ya fue”.
Vuelvo al tema. No hay dudas que desde el diagnóstico que venía realizando, se
desprenden un conjunto importante de exigencias a la formación universitaria.
Voy a identificar en este caso sólo dos, que considero fundamentales: (a) La
educación como construcción de sentido, para superar la sociedad de
incertidumbre y fragmentación y (b) La educación como construcción de
fraternidad, para superar la sociedad de individualismo y exclusión.
La educación como construcción de sentido, para superar la sociedad de
incertidumbre y fragmentación.
Existe una gran coincidencia entre los científicos sociales citados, que vivimos
hoy en una sociedad de una gran incertidumbre. Una Sociedad Líquida, dice
Zygmunt Bauman, una sociedad imposible de tomarla con las manos ya que se
escapa entre los dedos; una sociedad de ligereza como afirma Gilles Lipovetsky
donde lo provisional, la liberación de ataduras, la falta de compromisos es lo que
prima.
A este respecto, los Obispos en Aparecida, señalan que
la realidad social resulta demasiado grande para una conciencia que,
teniendo en cuenta su falta de saber e información, fácilmente se cree
insignificante, sin injerencia alguna en los acontecimientos, aun cuando
sume su voz a otras voces que buscan ayudarse recíprocamente. Esta es
la razón por la cual muchos estudiosos de nuestra época han sostenido
que la realidad ha traído aparejada una crisis de sentido. Ellos no se
refieren a los múltiples sentidos parciales que cada uno puede encontrar
en las acciones cotidianas que realiza, sino al sentido que da unidad a
todo lo que existe y nos sucede en la experiencia (pp.36-37).
En educación, reconozcamos, muchas veces discutimos sobre qué contenidos
enseñar y cómo enseñarlos, pero pocas veces nos detenemos en para qué
educamos. Éste es quizás el primer desafío para la educación en el momento
actual, ya que ella posee un importante rol en dar un sentido a la vida. Ella
cuando se funda en una antropología no reductiva y se proyecta en la tarea de
contribuir al bien común, permite encontrar unidad en la multitud de fragmentos
que nos ofrece la vida.
Dentro de este marco de una educación constructora de sentido, se ubica
la importante responsabilidad de educar para la ciudadanía activa. Formar
75.
en la ciudadanía activa es formar para ocupaciones cambiantes, lo que
exige capacidad pro-activa, sin esperar de otros las metas y tareas que mejor
contribuyen a la sociedad. Formar en una ciudadanía activa es, además, formar
en la reflexión y la conciencia crítica. Lo que exige el ejercicio permanente de
la autocrítica. Pero formar a la ciudadanía activa es también, formar personas
dotadas de un sentido de lo público, para que estén en disposición de servir a su
país, para que se afanen por vivir y resolver sus conflictos en paz.
La educación como construcción de fraternidad, para superar la sociedad de
individualismo y exclusión.
En la sociedad de individualismo, desigualdad y exclusión que hoy vivimos, son
los jóvenes –en especial– los que sufren las mayores dificultades (desde luego los
jóvenes más pobres), dado que si bien se encuentran hoy más incorporados a
los procesos formales de adquisición de conocimientos y formación de lo que
se ha llamado “capital humano”, paradójicamente, son los más excluidos de los
espacios en que dicho capital humano puede realizarse. De esta forma, desde
la perspectiva de la cohesión social, el problema radica en que hoy hay más
educación, y con ello más expectativas de acceso a mejores empleos al término
de ella, pero el riesgo es que tales expectativas se frustran por la asincronía entre
educación y opciones para capitalizarla, lo que ocasiona mayores tensiones
entre adultos y jóvenes y, una percepción extendida sobre una meritocracia
insuficiente, con una menor confianza en el futuro y en las instituciones de
integración social.
La desigualdad está en la base de cientos de protestas que claman por el
respeto a la dignidad, a la justicia social y por el bien común. Ello es lo que está
en el discurso de indignación de los miles de jóvenes que protestan a gritos y a
momentos con violencia en las plazas y calles de todo el mundo; pero también
está en las voces silenciosas e invisibles de los enfermos que no encuentran salud
y en las quejas de los ancianos con pensiones de miseria, porque los Estados han
traspasado esta responsabilidad a los privados y no tienen como pagarla. Es ello,
por lo demás, lo que se conversa a diario entre los obreros, que solo encuentran
trabajos con sueldos de pobreza, mientras ven que otros ganan en un día, lo que
ellos no lograran reunir en toda su vida laboral.
Ante esta realidad de desigualdad, pero que también es expresión de
individualismo y exclusión, resulta altamente significativo trabajar en una
educación para la fraternidad, como camino para la superación del
individualismo, la desigualdad y la exclusión. En la sociedad de hoy, altamente
individualista y excluyente, donde la situación de los pobres se agrava cada
vez más, la respuesta es educar en una verdadera conversión personal y social.
Donde optar por la pobreza voluntaria, por el compromiso solidario con los otros,
sea el camino para superar la pobreza involuntaria de muchos, la del hambre y
la injusticia.
Cambios
culturales y
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Frente a estas dos grandes exigencias al proceso educativo: formar para
darle un sentido a la vida en un medio repleto de incertidumbres y aprender
a construir una sociedad fraterna para vencer el individualismo y la exclusión,
se levantan como nunca la necesidad de desarrollar cuatro actitudes en los
procesos formativos actuales: saber escuchar a los estudiantes, educarlos para
el discernimiento, tener disponibilidad para el acompañamiento y demostrar
capacidad para generar testimonio.
Escuchar: Implica aprender a leer desde el otro. En este caso desde los
jóvenes y su cultura. Saber escucharlos para conocer sus preguntas, antes
de intentar entregarle nuestras respuestas.
Ayudar a discernir: no es otra cosa que educar en el ejercicio de la libertad
en un mundo extremadamente abierto en cuanto a posibilidades, lo que
implica a su vez, formar para la reflexión y la crítica.
Acompañar: es quedarnos con el otro y convertirnos en sujetos creíbles, es
generar confianza en los demás para ayudarlos en su seguridad, pero no
para hacerlos dependientes.
Generar testimonio: es la capacidad para incentivar en el otro su
protagonismo, para que sea un sujeto activo, transformador, que se impulse
hacia adelante.
Todo lo anterior no es otra cosa que hacer realidad, en el tiempo presente, la
pedagogía de Jesús con los peregrinos de Emaús:
…dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús (…). En
el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y
discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos (…). Él
les dijo: “¿Qué comentaban por el camino?”. Escuchar, es partir el diálogo
desde las inquietudes del otro.
Jesús les dijo: “¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo
lo que anunciaron los profetas! (…) Y comenzando por Moisés y continuando
con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería
a Él. DISCERNIMIENTO, ayudar a reflexionar para ver el camino a seguir [un
profesor universitario no debe nunca renunciar a la condición de educador]
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de
seguir adelante. Pero ellos le insistieron: “Quédate con nosotros, porque ya es
tarde y el día se acaba”. El entró y se quedó con ellos. Acompañar, estar con
el otro principalmente cuando las sombras de las dudas se hacen presentes.
Se dijeron uno a otro: “¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de
nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén. Generar testimonio,
no ser sólo un refugio para el dolor o las sombras de las dudas, sino que un
impulsor a la acción… ayudar a convertirse -diría el Papa Francisco- en un
ser en salida.
Estas cuatro actitudes o acciones, por lo demás, no son distintas a las que
nos presenta el Aguinaldo 2018 del Rector Mayor, que nos invita a escuchar y
acompañar. Teniendo como base el texto de la mujer Samaritana en el pozo
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de Jacob, donde, si bien el escuchar y acompañar son el centro, la escucha no
es completa sin ayudar al discernimiento y el acompañamiento a su vez no es
completo, sin el impulso hacia adelante, el testimonio.
La escucha, dice el Aguinaldo,
tiene como punto de partida el encuentro, que constituye una oportunidad
de relación humana y humanizadora, vivida en libertad plena (…) [que
implica] dejar de lado el propio mundo para acercarse lo más posible al
de la otra persona”. Una escucha verdadera, se infiere del texto, al modo
que lo hace Jesús, “busca el bien del otro, de su interlocutor, crea relación
personal, en vez de juicio moral de desaprobación o reproche (…) avanza
serenamente, sin apresurarse en presentarse como quien puede cambiar
su vida, para ir poco a poco, despertando en ella, el interés por tener (…)
una vida especial, distinta, mejor.
Estas actitudes por lo demás, nos permiten descubrir lo importante que es el
Don del discernimiento, de aquí, afirma el texto del Aguinaldo, la necesidad
de “apuntar hacia lo importante que es, junto con la escucha, al don del
discernimiento”. Un medio valiosísimo de la tradición cristiana, un instrumento y
un recurso con los que reconocer la presencia del Señor.
A su vez, el acompañamiento, supone “conocer el camino que lleva la otra
persona, dónde se encuentra y hacia dónde se dirige, para que se pueda hacer
juntos ese camino”. Pero este acompañamiento, como dice el texto del Rector
Mayor, debe entenderse como parte de un proceso, de “un encuentro que lanza
adelante a la persona” y que a su vez, “transforma las vidas”. “La samaritana
-señala el texto- entró en la escena evangélica como “una mujer de Samaría” y
sale de ella ‘conociendo el manantial de agua viva’, hasta el punto que necesita
ir a anunciar a los suyos lo que le aconteció, y, a través de su testimonio, consigue
que sean muchos los que se acerquen a Jesús”.
Concluyo:
Hay un cambio cultural con relación a cualquier hito anterior en la historia
(como siempre, en esto no hay novedad) y ello, como educadores universitarios,
debemos conocerlo y tenerlo presente en nuestro trabajo formativo. Los jóvenes
de hoy “no son peores, ni mejores que los de antes, son diferentes” y a nosotros los
formadores, nos corresponde conocer esas diferencias y amando a los jóvenes
-como lo hizo Don Bosco- saber escucharlos, educarlos en el discernimiento,
tener disponibilidad para el acompañamiento y demostrar capacidad para
generar en ellos testimonio. Solo así ayudaremos significativamente a nuestros
estudiantes a vivir en el mundo actual y sólo ello, a su vez, nos permitirá ser
reconocidos como una verdadera universidad salesiana.
“Daremos pasos mucho más significativos -dice el texto del Aguinaldo 2018- el
día en que nos convenzamos totalmente de que más importante que lo que
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hacemos es lo que somos y quiénes somos; más importante que ofrecer cosas
y actividades a los adolescentes y jóvenes, y a sus familias, es ofrecerles nuestra
presencia, escucha y diálogo. Eso sí deja ‘huellas de vida’ para siempre”.
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