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Las diversas concepciones y prácticas educativas, pedagógicas y escolares han
cambiado –evolucionado dirían algunos– en función del momento sociohistórico
en que se han dado, produciendo en cada uno racionalidades educativas
específicas. La educación actual, rastreada desde el pensamiento pedagógico
helenístico y romano, ha pasado por las escuelas patriarcales y monásticas
de la edad media, la formación humanista del renacimiento, el pensamiento
positivista, el conductismo, el constructivismo y la escuela emancipadora –por
mencionar algunos eslabones en esta construcción histórica–, y llega hasta
nuestros días a lo que ya se le llama educación neoliberal o escuela neoliberal.
El neoliberalismo es una corriente no solo de tipo económica, sino también
política, asociada al capitalismo que promulga entre otras cosas la flexibilización
laboral, la privatización de empresas estatales y servicios públicos –como la
salud y la educación–, la apertura de los mercados y un gobierno reducido con
un gasto público mínimo que deja en manos privadas el desarrollo irrestricto
del mercado. Es también una filosofía, una doctrina y una ideología –que, por
imposiciones de organismos internacionales– permea todos los órdenes de la
vida nacional e individual, alineándolos con esa particular visión. El momento
sociohistórico actual, donde confluyen con fuerza estas condiciones económico-
políticas, produce precisamente la escuela neoliberal.
Según los postulados del neoliberalismo, y lo afirma Milton Friedman, no se
justifica que exista un monopolio estatal de la educación porque esto perjudica
a los consumidores quienes tienen el derecho de escoger las escuelas donde
estudien sus hijos, y el estado no debe imponer restricciones para que esto
ocurra. Es decir, y el mismo autor lo reafirma, la educación y la escuela deben
someterse a las leyes del mercado, pues estas son como, cualquier otra cosa,
La escuela neoliberal
Editorial
The neoliberal school
Para citar este editorial: Martínez, N. R. (2018). La escuela neoliberal [Editorial]. Diá-logos, Vol. VI, N°1, 3-5.
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Editorial
una mercancía. El hecho es que la actividad educativa mueve grandes sumas
de dinero y, por tanto, constituye un rubro económico importante que, según el
neoliberalismo, debe ser explotado por manos privadas. Al hacerlo, la educación
deja de ser un bien público y se convierte en un bien privado.
La noción de educación en la escuela neoliberal está asociada con la
apropiación de conocimientos, valores, actitudes y competencias necesarias
para insertarse dentro del mercado. Sus objetivos de formación operan en
función de la economía y el trabajo y, por tanto, dicha formación está vinculada
a la productividad y a la competitividad. Esta educación encuentra sentido en
la formación de lo que denominan capital humano, ya que es a través de la
práctica de la teoría del capital humano que buscan desarrollar el conjunto de
conocimientos, habilidades, destrezas y talentos en una persona para hacerla
apta en desarrollar actividades específicas dentro del mercado. Esta educación
también busca formar sujetos con actitudes y valores de obediencia, pasividad,
servicio y permeables al consumo de bienes y servicios que el mismo sistema
produce, contribuyendo con esto a la conformación de la sociedad de consumo.
El liderazgo que se ha de imprimir es aquel que opera dentro de la dinámica
empresarial; es decir, el emprendedurismo. En su versión más simplista, pero
no por eso menos precisa, la educación neoliberal gira en torno a la actividad
productiva, la actividad laboral y el consumo.
El currículo de la escuela neoliberal está diseñado para formar en aquello que
el mercado y la empresa consideran necesario. Es necesario enseñar inglés,
porque es la nueva lengua de la empresa; enseñar la tecnología, pero solo en
función de su utilidad para tareas específicas del trabajo; liderazgo pero dentro
de la lógica empresarial; actitudes y valores de obediencia y servicio útiles para
ser un buen empleado; y claro, las competencias técnicas para saber hacer una
tarea específica. Los cursos y disciplinas a enseñar se caracterizan por enfatizar
la formación de un sujeto de y para el trabajo y, si no es para eso, dichos cursos
no tienen cabida en el currículo. Por eso, sistemática e intencionalmente se
eliminen las asignaturas humanistas como historia, filosofía, literatura, música,
arte, ciencias humanas y sociales. Tampoco están presentes la formación en
ciudadanía y democracia y mucho menos el pensamiento crítico. Es que, desde
la perspectiva economicista, ese conjunto de asignaturas no solo resulta inútil,
sino también oneroso porque afectan la rentabilidad.
Hay una desprofesionalización del docente. En la escuela neoliberal, el profesor
deja de ser docente y se convierte en empleado. Aunque este ejerce una
práctica educativa con sus estudiantes, pierde su autonomía y autoridad
pedagógica ya que aquellas decisiones pedagógicas que le corresponden por
su atribución docente, las toma el dueño del centro educativo, a menudo no
desde un criterio pedagógico, sino desde uno puramente empresarial. Además,
el profesor es despojado de su investidura de intelectual y es sometido a las
reglas de la institución, como cualquier empleado de cualquier maquila. Su
misión sociocultural sucumbe ante la racionalidad económica de la gestión
empresarial y la satisfacción del cliente. De profesional de la educación es
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degradado a obrero calificado, sin nada que decir ni nada que aportar en
las grandes decisiones del centro educativo. En su calidad de empleado,
es contratado por la modalidad flexible de “hora-clase”, con bajo salario –
menor incluso a otros salarios de nivel técnico– porque hay que mantener una
rentabilidad, y a menudo sin mayores prestaciones, con la agravante de ser
fácilmente reemplazable.
El neoliberalismo ha cambiado no solo el modelo de administración educativa
– enarbolando la bandera de la eficacia–, sino también ha insertado en la
educación su propia jerga. Calidad educativa o calidad académica, oferta
académica, capital humano, competencias, competitividad, desempeño,
servicios educativos, gestión educativa, liderazgo educativo, satisfacción
estudiantil o de los servicios, usuarios y clientes de los servicios educativos son
solo algunos de los más comunes. Claro, no se trata de un simple cambio de
términos, sino de la inserción de toda una nueva visión de la escuela.
El hecho es que la escuela neoliberal presenta un conflicto de valores, intereses,
intenciones, procesos y resultados con respecto a la educación. Este conflicto
es en realidad un conflicto de legitimidad. En el sentido más literal, la empresa
funciona sobre la lógica de obtener unos resultados financieros que se obtienen
de la venta de unos servicios a unos clientes. La escuela funciona con una lógica
diferente, centrada en buscar resultados intelectuales, morales y culturales que
se obtiene mediante la acción humana sobre otros seres humanos. Los valores
de la empresa o el mercado no son los valores humanos o los valores sociales
que una sociedad necesita para funcionar y desarrollarse. El mercado no es ni
la más importante ni la única esfera que necesitan las personas para trascender
su humanidad y alcanzar mejores niveles de vida.
La escuela no es una empresa. El oficio de la escuela no se puede reducir a una
lógica comercial o industrial porque en la escuela no se trata de producir cosas,
sino de formar. Formar no es producir y enseñar no es vender. Las sociedades
necesitan seres humanos –sí, con mucha humanidad–, pensantes, críticos,
pacíficos, democráticos y no seres autómatas, ignorantes y manipulables, que
solo sirven para trabajar. Trasladar artificiosamente –imponer– la lógica de la
empresa y el mercado a la educación y la escuela, implica una serie de trastornos
graves –muy peligrosos– al futuro de las sociedades. Sin seguir profundizando
más en el tema, no porque no haya más argumentos, sino porque no se
pretende agotar el tema, se puede afirmar con certeza que la escuela produce
un bien intangible de valor humano y social trascendente e incalculable que no
puede ser reducido o eliminado y resulta obvio que la escuela neoliberal no lo
proporciona y no lo puede proporcionar.
Nelson Rubén Martínez Reyes
Editor